PABLO D’ORS: “LOS LIBROS SON MÁS INTELIGENTES QUE LOS AUTORES”

A la pregunta de cuál es su museo favorito, sonríe con malignidad y señala el de los Expresionistas de Coblenza. Este museo, en el centro de Alemania, es de ficción y está creado por él. Sus salas y pasillos se encuentran en El estupor y la maravilla, publicado en 2007, pendiente de reeditar. El libro continúa por otros medios y con otros fines el ejemplo de, pongamos, El museo imaginario de Malraux, enésima demostración de que es la modernidad, por más que les pese a los fans de la reacción, la que mantiene vivo el pasado. Aunque el proyecto del francés dialogue mejor con la pinacoteca de tres horas de su abuelo –cambiando tradición por clasicismo y modernidad por barroco-. Eugenio d’Ors convirtió el Prado en un trampolín para blandir sus teorías. Lo que ves poco importa si te contempla indiferente. Es la forma de mirar la que establece un cálculo estético. Bien, pues la mirada de Pablo d’Ors es indiscutible y esta entrevista asume sus adherencias. Su subjetividad conecta con la de su abuelo, y las dos, con el continuo de la Historia, una Historia con palcos para el humor y el rigor. Los dos comparten con Malraux la alegría, el sentimiento que echamos de menos en Benjamin y puede que en Adorno; una alegría enfrentada a las Tinieblas. Porque el desastre está ahí, pero para ser combatido. Nunca vencerá, tampoco desaparecerá. Su sombra forma parte de la del hombre, o, si se quiere, de la del mundo. Sin el cruce de luz y sombra, la partitura no sonaría. La sombra llama a la luz para que ésta afine la orquesta. Y el deseo de luz produce luz, aserto de Simone Weil que Pablo d’Ors elige para abrir su Biografía del silencio (2012). Y si Malraux reivindicó la poesía dentro de la pintura, él lo hace en la religión como su abuelo lo hizo en el estudio de los hechos pasados. El humanismo se opone a la destrucción como los juicios positivos se oponen a los negativos. Es la estructura molecular de su luz la que prevalece a lo largo del tiempo. Porque el tiempo no tiene ancho. Sólo largo. Fiat.

Aparte del de Coblenza, Pablo d’Ors se queda con el Rodin de París y el Cerralbo madrileño. En realidad, y aunque la pintura le acompaña desde siempre, no es persona de museos. Lo visita en la intimidad. “El arte es un lujo necesario”. Y un lugar para el encuentro con el misterio de la vida.

- “Un lujo necesario”. Me recuerda a Nicolás Castellanos, a él le escuché que los pobres tienen “derecho a la belleza”.

- Qué bonito.

- Operaba en una zona de Bolivia y luchaba porque los barracones tuvieran armonía y atractivo. Usted, en Entusiasmo (2017), maneja el binomio pobreza-belleza.

- Es el binomio cristiano por excelencia. La belleza, más allá de la forma visible, es lo que se manifiesta agradable en nuestro interior. Tiene que ver con las sensaciones, con las emociones, y exige un trabajo de purificación de la mirada, que lleva a purificar el oído y el corazón. Es un camino profundo ajeno a los cánones –ni clásico ni a la moda-.

- La visita a un museo dice que es una experiencia “funeraria” [asiente con veneno]. Los vigilantes son “como los enterradores, y los guías como los predicadores y charlatanes de las exequias (…) Los que todavía hoy van a los museos son gente extraña: raros, inadaptados, solitarios, enfermos…”. ¿En qué categoría se ve?

- En todas [mirada ensoñada, los ojos como sin terminar de abrir]. No me refiero al visitador ocasional que, con motivo de un viaje, dedica una mañana a un museo que le han dicho que es importante. Dejo fuera al turista. Me refiero al que va con regularidad, singular, especialmente dotado. A mí lo que me interesaba en el libro era hablar de dos cosas, por eso inventé el museo. Una, el acto de contemplación, y, más concretamente, el acto de contemplación de lo ordinario en el contexto de lo extraordinario. En un museo se exponen piezas extraordinarias que justamente son las que permiten apreciar la ordinariez del mundo. Algo así como el efecto de valoración que producen los días festivos sobre los cotidianos. La segunda cosa es la idea de exposición en sí, el hecho mismo de exponer, o sea, de mostrar a los otros lo que uno ha hecho como resumen de lo que es.

- Un museo con trazas religiosas.

- Eso que dice desemboca en la tercera idea no expuesta literalmente del libro: buena parte de los templos occidentales está siendo desacralizada y los museos se conviertan en lugares de culto. Nuevos templos. En la literatura se ve muy claro: cuando las personas dejan de creer en Dios, como necesitan algún tipo de espiritualidad, se refugian en el mundo del arte, y, así, los museos se van convirtiendo en templos de lo sagrado. Buena parte de la Historia del Arte del siglo XX se explica desde ahí. No toda, pero buena parte. Erradicar lo religioso no apaga nuestra sed espiritual, que es lo que nos caracteriza y a lo que hay que dar cauce.

- Ojalá. ¿No ve nuevos templos más prosaicos: tiendas de electrónica, bancos, cadenas de ropa…?

         -  Tiene razón. Y el templo por excelencia es el estadio de fútbol. Un lugar en el que se produce una experiencia mística. Hay una unión de todos y una identificación con los símbolos. Claramente. Y luego está la sociedad de consumo en pleno, a la que usted se refiere, cuyo máximo exponente son los centros comerciales. Pero el arte conserva un prestigio.

 

“Muchos agnósticos y no creyentes viven la dimensión espiritual desde la dimensión artística”

           - Todavía.

- Es un espacio minoritario, para las élites... pero ahí está. Resistiendo. Muchos agnósticos y no creyentes viven la dimensión espiritual desde la dimensión artística. Esto es lo que quería apuntar.

- Se acaba de referir a lo que uno ha hecho. Usted ha hecho –o concebido- la casa en la que estamos. ¿La morada es parte de la obra?

- Sí [vuelve a sonreír]. Esta casa la pensamos mi hermano y yo. Él [Juan d’Ors] vive debajo. Debe de ser la única en el mundo con una sala de ensayo [para teatro] en el sótano y un oratorio en la planta alta. Es importante generar espacios. Como sabe, el libro es el espacio creado por el autor para los lectores. En el hogar, sea el que sea, nos sentimos nosotros. Esta casa quería ser un hogar para que otros la habiten si quieren. Por eso es grande y está abierta. Con ella cumplí un sueño hará quince años. Yo siempre había vivido en habitaciones pequeñas y en pisos diminutos. Logré construirla en torno a los cuarenta y dos años. De todas maneras, es un sueño que, como todo sueño realizado, no repetiría.

- ¿Como todo sueño?

- No sé. Alguno sí repetiría en una segunda vida. Se me ocurre el ser escritor.

- ¿Por qué la casa no?

- Levantarla fue duro sicológica y económicamente.

- ¿La levantó con sus manos?

- Realmente no. Ni soy arquitecto ni obrero de la construcción. Pero lo que está dentro sí tiene que ver con mis manos. Supuso un desgaste grande. No repetiría porque mucha de la energía que metemos en las cosas se la quitamos a otras cosas. Aunque un hogar es importante no merece tanta como yo le metí. Habría preferido invertirla en otro libro o en ayudar a alguien.

- Los jóvenes, ¿no aspiran en seguida a una vivienda?, ¿no tienen demasiado afán por los asideros materiales?

-Los asideros materiales son necesarios, pero tendrían que ser los menos. En general, cuanta más seguridad material alcanzamos, menos solidez interior tenemos. Si volcamos nuestra energía –por eso la conclusión previa- en lo exterior –y en lo material-, no la volcaremos en nosotros. No voy a decir que trabajar el exterior no valga, pero la roca sólida la tenemos dentro. Nuestros deseos de realización en el exterior son una huida de la verdadera construcción, que debe ser la interioridad.

 

“Creo con firmeza en el poder de la quietud. Cuanto más quietos estamos, más conscientes somos del movimiento exterior y del movimiento interior”

- ¿Y la prisa? En sus libros se aprecia una valoración del camino y del paso a paso.

-                   Me gusta que se vea. Yo creo con firmeza en el poder de la quietud. Cuanto más quietos estamos, más conscientes somos del movimiento exterior y del movimiento interior. Desde luego, un libro se escribe muy despacio. No digo que no haya páginas, incluso capítulos, que no se escriban rápido. Pero globalmente la concepción, la gestación y su alumbramiento son lentos. Un libro lleva años. Y no escribes los libros que quieres escribir, sino los que piden ser escritos dentro de ti. Hay que estar atento para escuchar al libro que pide ser escrito. Los intereses que tú tienes no coinciden casi nunca con los de los libros. Los libros son mucho más inteligentes que los autores cuando son verdaderos. Mis libros saben más de la vida que yo. Yo soy mucho más tonto, sin comparación. Puede parecer una boutade, pero es una verdad como un castillo.

 

“Lo extraordinario de la aventura artístico-literaria es llegar al yo profundo”

- Porque el autor no es el autor. Es un mediador.

- O un canal. Mis libros tienen pensamientos más lúcidos y preñados de fuerza y de sentido de lo que yo soy capaz. Me los he encontrado como un regalo. No son resultado de recónditas reflexiones. Son regalo de las musas. Mis libros, igual que algunas de mis conferencias, son mejores que yo. Como otros pueden sostener que sus hijos son la versión mejorada de ellos. Algo parecido. Lo extraordinario de la aventura artístico-literaria es llegar al yo profundo. Llegando al yo profundo, el autor consigue ser muy personal y, al mismo tiempo, muy universal. Porque es personal es universal. Si escribes desde el yo superficial no hay universalidad posible. Habrá folclore o anécdota.

- Puede ocurrir lo contrario, que un libro pida ser escrito y luego no sea más inteligente o profundo que la persona. África Sendino [protagonista de Sendino se muere (2012)] le decepcionó. Ella misma se decepcionó. Su presencia transmitía lo que no alcanzaba su palabra.

- Es que Sendino no era escritora. Por eso su fuerza no estaba en la escritura. Me pasó lo mismo con Franz Jalics, mi maestro de meditación. En todos los encuentros con él tomé nota de sus observaciones, que me parecían luminosas. Al poco, releídas, me ofrecieron una impresión banal. ¿Esto a qué se debe?: a que la fuerza de Jalics tampoco era la palabra, sino su presencia, tan repujada en el silencio. Sendino, en otro orden, disponía de la misma irradiación. Hablar bien no es suficiente para alcanzar una completa expresión.

- ¿Qué protege la verbalidad del escritor?

- En primer lugar, su voz interior; después, su oficio –normalmente sostenido durante décadas-; y en tercer lugar, un estilo de vida. Es mi caso.

Las Andanzas del impresor Zollinger (2003) incluye en la portada de su primera edición un figurín que hizo a los cuatro años. En El amigo del desierto (2009) también hay ilustraciones suyas, a base de trazos, en la línea de su admirado Klee. Su abuelo era dibujante, además de escritor y filósofo, y su padre también, además de médico y militar. Todos sus hermanos –seis aparte de él- dibujan desde pequeños. Su padre estimuló pronto la expresión artística. Todavía hoy de cuando en cuando la practica en sus cuadernos. Los suyos son dibujos esquemáticos, basados en líneas, como los de El amigo... Asegura que no poseen valor más allá del autoconocimiento que le proporcionan, pero reflejan que esa expresión, aun no cultivada, continúa formando parte de su índole.

- ¿Tiene fe en el dibujo?

- Mucha. Los pensamientos que alimentan el alma son los que se pueden dibujar. Creo en el pensamiento figurativo.

- Me sorprende a la luz de sus portadas.

- Bueno, ahí tenemos un Klee [señala Con dos camellos y un burro, en la pared ¿Puede reflejar esa reproducción su estado espiritual como la copia de El equilibrista lo hace en su cuento ‘Wassily Kandinsky’?]. Klee es metafísico e infantil. Esboza como un niño los trazos esenciales. Habla del fondo elemental y límpido de las cosas. Muchas obras suyas son lineales.

- La portada de El estreno (2000, 2016) es pura abstracción.

- La única. En El estupor y la maravilla hay un equilibrista; en Contra la juventud (2015), una estancia; en El entusiasmo, un barquero –que es otra especie de equilibrista-…

- Pero muy estilizados.

- No voy a negar la esquematización… pero no deja de haber una figura.  No es pero es. Wso me interesa. El pensamiento abstracto es propio de la filosofía, con él se alimenta la mente, pero creo que los artistas y los escritores no somos pensadores y, por lo tanto, no trabajamos tanto con las ideas cuanto con las imágenes.

- ¿Y cómo se lleva con la música, el lenguaje más abstracto?

- No muy bien. Por eso hay pocas referencias en mis libros.

- En Zollinger hay varias. August, el protagonista, percibe músicas fantasmales en el bosque, los árboles cantan y, en un momento, se culpa a la música de endurecer la melancolía. Pero no sólo en ese libro.

- Venía bien para la historia, pero no soy persona musical.

- Igual no lo es pero lo fue: en Estados Unidos cantaba temas de Billy Joel y de los Beatles. Lo cuenta en Entusiasmo.

- Tenía diecisiete años, vivía la época que vivía… Pero yo nunca he escuchado demasiada música, ¿eh? He preferido el silencio. La música es demasiado abstracta y tiende a lo sentimental o a lo emocional. Para mucha gente la música lo es todo. A ella lo que digo le sonará a pecado mortal. Pero para mí la música es lo que está a medio camino entre la palabra y el silencio.

- La modernidad perceptible en las portadas que elige -también incorpora un Giorgio de Chirico en Lecciones de ilusión (2008)-, ¿alcanza la interpretación del fenómeno religioso?

- Depende de qué entendamos por moderno.

- Contemporáneo.

- Contemporáneo, sí. Estoy persuadido de que no debemos ser fieles sólo al patrimonio -cultural, espiritual- recibido; hemos de encarnarlo en nuestro tiempo. Eso hará que el patrimonio siga vivo. De paso, nos hará fieles a él y no conservadores. Soy heredero de un patrimonio -literario y religioso- que intento vivir según mi sensibilidad y mi lenguaje, y éstos son necesariamente contemporáneos. Si traduces un legado, lo personalizas. La creatividad consiste en llevarlo al día de hoy.

- Cristianismo incluido, por ende.

- Es que el cristianismo sólo si es nuevo existe. Esta conversación es interesante porque es nueva. Si fuera exactamente igual a la que mantuvimos hace dos días carecería de sentido.

- No pocos escritores encuentran una fórmula y la repiten.

-                   Eso pasa. Otro tema interesante. Los escritores encontramos vetas y en ellas nos sabemos fecundos. Es un peligro.

 

“¿Escribir para complacer? Imposible”

           - Atrévete a cambiar.

- El mensaje de Jesús siempre es válido. Hay que transitar horizontes nuevos. Yo veo mis libros hermanados, pero también diferentes. Ello no se debe a un coraje particular mío. Se debe a que hay algo más fuerte que yo que me impide ser infiel a la escritura. No me puedo prostituir. No puedo. ¿Escribir para complacer? Imposible. Como a cualquiera le resultaría imposible amar a una persona no de su gusto. Podrá ser caritativo con ella, pero amarla no.

- Usa indistintamente espiritualidad y misterio –que vendría a ser el término laico-. No encuentra problema en incorporar a su léxico el laico.

- Todo lo contrario. Usted me interpela por cuestiones que son un mundo. La frontera entre los lenguajes religioso y laico no está nada clara. El primero siempre ha manifestado, eso sí, gran capacidad adaptativa. Su lenguaje, casi todo, lo generó una cultura civil. De hecho, el de la Dogmática es el propio del tiempo en que ésta fue formulada.

-  También sucede al revés: consumación, anunciación, pasión, creación, piedad... Ignoro si somos conscientes del sustrato religioso de nuestro vocabulario en uso.

          -  ¡Así es! Y a mí eso me gusta. Porque soy una persona religiosa, ¿eh? [los dos reímos] A veces lo tengo que decir. Creo en la religión. Que equivale a decir creo en las formas.

 

“La religión es un producto cultural. Cambia y se transforma. Es necesario que así sea”

 

- De nuevo, el arte.

- Es que es lo mismo. Yo creo en la religión… no sólo en el espíritu. La religión es un producto cultural. Cambia y se transforma. Es necesario que así sea. Y las formas posibilitan llegar al fondo. Por eso hay que revisarlas, para que sigan posibilitándolo. Revisarlas o crear nuevas. Mi empeño como sacerdote en buena medida es ése. Si no son cauce de expresión, no cumplen servicio. Y gracias a las formas la religión es poesía. Sin ellas sería mística o metafísica.

- El misterio, tan aludido en la poesía y en el arte. Que una obra tenga ángel doy por hecho que le agrada, ya no sé si no se entiende del todo. Antes mostró afecto por la plasticidad. Eso por un lado. Y por otro: ¿el misterio en el arte serviría para acercarse a dios?

- Nadie puede decir, ante una pregunta así formulada, que no. El misterio, ¿qué es?: ¿lo indecible, lo inefable…? Pues, sí, Dios está ahí, por supuesto. El asunto es que Dios es inefable… pero no solamente inefable. Es muchas cosas más. Dios es la fuente. También podemos decir es el camino –para llegar a la fuente-. Que es tanto como afirmar que Dios es Padre –la fuente- y que Dios es hijo –el camino-. Unas obras artísticas apuntan a la dimensión mistérica y otras a la vida, y estas segundas son las más concretas. Pero van hermanadas. Como fondo y forma. Ese es el misterio, no otro, que celebramos en Navidad: a Dios se llega por Jesús. Ése es el cristianismo puro y duro.

- O sea, no importa sólo la claridad.

- Claro que no. Tú puedes vivirlo de manera informe, turbia…

- O nítida…

- En realidad, no dejan de ser palabras. Palabras que sirven para enlazar paradojas. Porque Dios, ¿qué es?: pues una paradoja; un misterio de tiniebla luminosa. El propio Juan de la Cruz habla de ‘noticia oscura y amorosa’. Cuando usted practica el silencio meditativo, la experiencia fundamental no es alcanzar una Gran Claridad. Esa podrá venir después de mucho tiempo, y puntualmente. Más bien es llegar a una suave oscuridad, todo lo contrario.

- La paradoja entabla conversación con el dualismo.

- Eso es. Y necesitamos de la paradoja continuamente. ¿Cómo empieza el Evangelio de Juan?: “Una luz brilló en la oscuridad”. Eso es el cristianismo. Luz y oscuridad. Las dos cosas. El cristianismo se plantea en esos términos.

- Eso recoge usted en su obra: en la oscuridad está la luz.

- Es que es el cristianismo puro y duro, no soy original. Cristianismo que no es exactamente dualista –además, sería trinitario-, sino, tal cual, la llamada de que lo uno está en lo otro.

- ¿Y cómo afronta –o resuelve- la fórmula la teología?

- Diciendo que en la cruz está la gloria. Ahí habla la voz de la tradición.

- Pensamiento órfico.

- También.

 

“Nada de lo que hago es para provocar. Es un despliegue natural de lo que yo mismo voy buscando en mí”

- Le han criticado con dureza dos compañeros. Refieren que desconoce usted el significado del sacramento. Yo advierto otra motivación, quizá la envidia. También que lo hacen llanamente para darle una patada al Papa en el culo de usted.

- Desconozco las motivaciones. Puedo hacer conjeturas. A todo el que hace algo –y vuelvo al inicio- se le elogia o se le critica. Al que se cruza de brazos, no. Ése se libra. Yo entiendo que he intentado hacer algo y, realmente, lo he hecho. O lo estoy haciendo. Y hay a quien le gusta –poco o mucho- y a quien no le gusta nada. Encajo bien las manifestaciones de los dos bandos. Yo no me he propuesto renovar el cristianismo como quien se propone viajar a Japón. No. Es una consecuencia natural de una manera de vivir. Si vives la fe, la vas haciendo nueva. Sin querer, ¿eh? Si la vives… Y la transformación se contagia. Por descontado, hay quien se resiste. Nada de lo que hago es para provocar. Es un despliegue natural de lo que yo mismo voy buscando en mí.

- ¿Cómo recibe la acusación de herejía? [suena, qué casualidad, el chiflo de un afilador de cuchillos, y pienso que vive en un barrio atascado en el tiempo; y en que hacía mucho que no escuchaba el sonido, y que nunca lo esperé en Madrid capital].

- La recibo de manera positiva [pausa la contestación para escuchar, él también, las escalas de la flautilla de Pan]. La herejía es una buena noticia. Significa que hay pluralidad en el pensamiento y en la práctica. Y la pluralidad no es sólo algo a respetar, sino a promover. Ser distintos dentro de una comunidad es bonito. La pluralidad yo digo que es criterio de verdad. En la asociación Amigos del Desierto [creada por él] hay jóvenes y mayores, conservadores y progresistas, hombres y mujeres, creyentes y no creyentes… y, ¿cómo recibo esto?: ¡como un signo extraordinario! Como un signo de que, más allá de nuestra identificación social, algo profundo nos une.

- Manifiesta poca beldad por parte de los acechantes.

- Sí. Yo no voy a defender acusaciones que rayan el insulto. Estos dos obispos –porque son dos- han utilizado formas inapropiadas. Si consideraran inconvenientes las mías, sería cuestión de sentarse y llegar a acuerdos. Quizá sea innecesario. Hay cosas más importantes.

- Estoy pensando lo que dijo L’Osservatore de Ratzinger, que andaba rodeado de lobos.

- No lo sabía.

- Él renunció. Los tiempos cambian. Igual esas personas viven en otro momento de la Historia.

-  Es posible.

 

“Las instituciones deben estar al servicio de las personas y de los ideales por que fueron creadas”

- ¿Recupera terreno la institución con Francisco? Tampoco sé si le importa mucho la institución.

- Es una pregunta difícil. Sí. Yo soy un hombre de institución porque soy sacerdote. Y un sacerdote representa una institución. Eso es así. ¿Soy un sacerdote poco interesado en lo institucional? También. Reconozco que lo institucional es importante, pero las instituciones deben estar al servicio de las personas y de los ideales por que fueron creadas. Cuando los hombres son felices crean instituciones, decía Chesterton. Es cierto. Pero también que las instituciones hacen infelices a los hombres, y esta es una segunda parte que convendría añadir. A mí me interesa el binomio carisma-institución, los dos términos juntos; por separado, no.

- Vamos camino de una nueva paradoja: creamos vehículos –entendiendo instituciones por tales- con los que después nos estrellamos.

- Si la persona ostenta un espíritu que la induce a crear algo –un movimiento, una institución, un libro…-, ese espíritu buscará traducirse en la Historia. Y la traducción es, sin remedio, institucional. La institución encauza el espíritu, pero también lo mata en parte. Cómo renovar carismática y permanentemente las instituciones es la cuestión.

- Renovar el sistema dentro del sistema.

- ¿Es que desde fuera se puede? Es como renovar la literatura. Sólo puedes hacerlo desde dentro de la literatura. Pues con la religión, igual.

- ¿En qué consiste ser asesor del Papa, que suena muy fuerte?

- Suena más fuerte la expresión que la realidad, que luego es modesta. Habrá mucho tipo de consejero. Los habrá muy activos, que estén allí de manera permanente, y sean influyentes; y menos activos e influyentes. Yo estoy en el segundo grupo. ¿Por qué? Puede obedecer a que en el Vaticano no deseen demasiada cercanía por mi parte y/o a que yo mismo tampoco la deseo. Desde luego, yo no la deseo. Mi aportación al Consejo Pontificio es limitada y circunscrita a peticiones puntuales.

- ¿Es convocado o propone encuentros?

- Soy convocado.

- Otra cosa que suena fuerte es autodenominarse profeta.

- Suena y lo es.

- No deja de ser un nexo entre dios y el hombre, pero…

- Suena fuerte, sobre todo, en un contexto católico. Suena prácticamente herético. Nadie puede autodefinirse profeta. Son la Historia y la Comunidad las que dictan que el mensaje de alguien es profético.

- O sea, usted era consciente de que provocaba.

- Era consciente. Pero lo dije porque intenté ajustarme a lo que realmente es un profeta: alguien que siente que tiene un mensaje que no viene de sí, y que tiene un pueblo al que transmitírselo. Esto se verifica del todo en mi persona. Aunque suene heavy.

- El mensaje, ¿cuál es?

           - El poder transformador del silencio.

 

“El cristianismo ha de ser releído desde la clave del silencio”

           -  Esa sería la profecía.

- Fundamentalmente y de manera simplificada. El silencio puede transformar a los individuos y a las comunidades. A la iglesia misma. El cristianismo ha de ser releído desde la clave del silencio. Ha sido leído desde la palabra. Fue extraordinario. Pero desde el silencio, o no se ha hecho, o se ha hecho de manera muy insuficiente.

- ¿Y qué hay de especial en la llamada al silencio, más allá de la propia llamada? En usted.

- Que no viene de mí.

- Tampoco vienen de usted los libros. Existe la inspiración. ¿No podemos acudir a ella para explicar la llamada?

- No soy un tipo inspirado. Es algo que siento que llegó a mí para ser transmitido. Y compruebo que hay cientos, miles, de personas que desean escucharlo. Lo piden explícitamente. Otras piensan “este tipo ha enloquecido”.

- ¿Cómo convive con la responsabilidad?

- Mal. A mí no me gusta hablar de esto. Pone demasiada atención sobre mi persona. Y eso no me gusta. No quiero ser un modelo de discreción, pero, en absoluto, quiero ser un modelo de exhibición. Lo vivo con disgusto.

- Pero quiso provocar.

- Yo creo que cuando lo dije no quise. Me vino así. Luego tuve que reflexionarlo. ¿Provoqué? Pero sin ánimo. Me vino así.

- Vuelvo a la inspiración en la escritura. Ideas que vienen.

- Sí… [silencio]. Yo soy un pobre hombre [sentencia, provocando mi perplejidad y mi risa]. Esa es la verdad más profunda. Todo lo demás resulta anecdótico. Si hubiera que elegir un titular [baja la voz], el mejor sería ‘Yo soy un pobre hombre’. Es lo que mejor me define.

- Me cuesta tomarlo sin humor.

- El humor tiene que ver con la humildad, y la humildad tiene que ver con la verdad. El humor es el cauce para las verdades profundas. Y yo le digo que todo lo que yo pueda haber hecho en la literatura y por la religión no deja de ser algo muy pequeñito y muy pobre. Así lo siento.

- …

- ¿Usted qué siente cuando yo digo esto?

- [silencio]… que es difícil de creer.

- Difícil de creer.

- Que sea difícil no quiere decir que no le crea.

- Yo tengo fe en lo que hago y en lo que intento ser. Al mismo tiempo, me doy cuenta de la relatividad y la precariedad que hay en las cosas que hago y en lo que intento ser.

- Igual es porque se mide con…

- [risa desangelada]… ¿con Kafka…?

- Con Kafka y con el mismo Dios.

- Sí… bueno… [silencio]

- Lo cual es trampa. Acude a extremos.

- Si tu referente es tan brutal como Jesucristo, la conclusión no puede ser otra que la que le acabo de exponer. Pero no se me ocurriría tener un referente mediocre o regular [risas compartidas].

- Pero usted es consciente de la gente que hay agradecida.

          - Si no lo fuera sería un tonto redomado. Hay cientos, miles, de personas que me cuentan cómo he cambiado su vida. Sobrecogedor.

 

“La vanidad es una tentación estúpida porque no tienes nada que no hayas recibido”

- ¿Cómo logra no envanecerse?: ¿acudiendo nuevamente a Kafka y Jesucristo?

- [silencio] La vanidad es una tentación estúpida. Una tentación, sí. Pero estúpida porque no tienes nada que no hayas recibido. Todo es un regalo. No solamente el don o el talento, sino el propio cultivo del mismo. Entonces, envanecerte por eso… Estoy hablando de la literatura, pero, respecto a la religión, lo mismo: tengo clara consciencia de que el bien que la gente recibe no tiene origen en mí. Yo soy un medio.

- ¿Se ve humilde?

- Bastante, francamente. Creo que no me lo creo. Eso no significa que no me permita de vez en cuando tonterías. Por supuesto. Y por supuesto que me considero muy buen escritor –si no, no escribiría-, pero también sé que soy prescindible: no pasa nada si no se leen mis libros.

- Le entiendo.

- Y en mi trabajo pastoral represento algo -o a alguien -que ha de estar, pero si yo no soy el que está, estarán otros, o se usarán otras perspectivas, que serán necesarias. En este momento, mis esfuerzos como sacerdote están centrados en la asociación Amigos del Desierto. Bien, pues si este movimiento no prospera, en el fondo no pasará nada. Ya buscará Dios la manera de dar fruto. Lo esencial no es que se traduzcan mis sueños, sino los de Dios en el mundo y en mí.

- En última instancia, siempre confía en Dios.

- Eso de confiar… lo tienes que demostrar con la vida. Con los actos. No vale decir confío y ya. Pero creo que sí, lo hago. ¿Y qué significa confiar en Dios?: fiarse de que todo irá bien.

- ¿Y si va mal?

          -  Hay que esperar un poco más [reímos los dos].

 

“Si tú crees en ti mismo, en los otros, en la vida y en el futuro, aunque no lo sepas, estás creyendo en Dios”

- Bien.

-                   Creer en Dios es descubrir que la confianza tiene fundamento. Dejemos a un lado al Ser Superior. Dios no es una superestructura. Dios es algo muy concreto: el descubrimiento de que confiar en ti, en los otros, en la vida y en el futuro es más sensato que no hacerlo. Y responde mejor a la experiencia. Eso es ser creyente. Si tú crees en ti mismo, en los otros, en la vida y en el futuro, aunque no lo sepas, estás creyendo en dios. No hace falta más.

 

“Occidente en general está enfermo de acción y de pensamiento. Frente al pensamiento propongo la contemplación, y frente a la acción propongo la pasión”

- Hace hincapié en el silencio y la contemplación. ¿Qué le dice al que encuentra tales prácticas escapistas frente a la acción directa del misionero?

- Occidente en general está enfermo de acción y de pensamiento. Frente al pensamiento propongo la contemplación, y frente a la acción propongo la pasión. Contemplación y pasión son propuestas genuinamente cristianas, mientras la acción y el pensamiento son propuestas genuinamente modernas. Yo nunca deseo contraponer tradición y modernidad. Pero aquí sí. Yo le diría que de la acción, y del pensamiento puede sentirse orgulloso, pero de la pasión y la contemplación, no. Puedes enorgullecerte de tus palabras pero nunca de tu silencio. Ello significa que así como las palabras nos diferencian, el silencio nos unifica, nos hace uno; y potenciar lo que nos hace uno es interesante: posibilita la convivencia pacífica y positiva. Y nos mantiene individuales. Le diría, además, que la realidad en primera instancia no pide ser transformada, sino acogida. Y solamente al acogerla podremos determinar si hay que transformarla. Primero, contemplar. Segundo, acoger. Tercero, transformar… ¡Igual no hay que cambiar tantas cosas! Nuestra principal lacra es no haber sido contemplativos: no haber acogido la realidad y, por tanto, haber empezado a cambiarla antes de saber si estaba bien. Nuestra ansia de cambio en las cosas revela nuestra incapacidad para estar tranquilos con nosotros mismos. Y responde a la pulsión frenética de necesitar sentirnos vivos por miedo a encontrar muerte dentro de nosotros.

- Los ejemplos a que acude la generalidad son materialistas. Ante una realidad depauperada en el extrarradio de un pueblo pobre, ¿cómo hacer ver, frente al que ayuda a construir una casa, que el que está en la montaña rezando es capaz de transmitir una energía purificadora al mundo?

- Es muy difícil [niega con la cabeza], no cabe la menor duda [y hace otra pausa]. Lo que habría que comprender es que nuestra gran miseria no son el hambre, la enfermedad y la pobreza, sino la falta de amor. Esto es lo que hay que comprender y esto es lo que hay que combatir. Y sólo se comprende si lo vives. Es más miserable un sano no amado que un enfermo amado. Esto, hasta que no lo ves y lo vives, no lo entiendes.

- Entender la mecánica de algo no es aceptarla o incluso comprenderla, sino interiorizarla.

- Exacto. Por eso cuando alguien nos ofende, lo duro no es la ofensa, sino que tú no puedas amar ya a esa persona. Eso es lo que nos hace daño. Las ofensas nos pueden dañar… dependiendo de cómo las elaboremos. Si las disolvemos y/o permitimos que no mermen nuestra capacidad de amar, no nos dañarán. Serían actitudes que nos harían bien. El mensaje de Cristo es ése, no me lo estoy inventando. Él no resuelve los problemas materiales ni físicos de la Humanidad. Tengámoslo claro. La Humanidad sigue afligida. Su aportación es: ‘Si tú amas en medio del dolor, lo redimes’, es decir, lo cambias de signo, y el dolor ya no es destructivo, sino luminoso; te regenera. Ése es el mensaje.

- Lo de san Agustín: “Ama y sé feliz”.

- Él lo condensa en esa sentencia tan expresiva. No faltará quien la banalice: “Ah, pues entonces me despreocupo”. No: quien ama no se despreocupa de la casa que hay que construir ni del alimento que hay que dar.

- Claro.

-                   Jesús llama, primero, a estar con él y, luego, a ser su testigo. Pero, primero, a estar con él. ¡Estate tranquilo! El problema de la acción es la tentación prometeica. Nos creemos salvadores. Y tú como persona no eres salvador… ni de la literatura ni de la iglesia ni de la madre que te parió. Tú no eres más que un comensal en la fiesta de la vida. ¡Y eso ya es extraordinario!

 

“Nuestra misión en la vida no es ser felices -o no solamente-, sino redimir al mundo”

- A la gente esto…

- … le suena a música celestial. Lo entiendo. Pero nuestra misión en la vida no es ser felices -o no solamente-, sino redimir al mundo. Sí, aunque suene como muy gordo. En definitiva: poner luz donde hay oscuridad.

- Lo importante no es la felicidad, sino la plenitud.

-                   Es lo mismo. Plenitud, como decía san Francisco, es poner amor donde hay odio; y donde hay duda, confianza. En la medida en que demos la vuelta a la oscuridad sentiremos la plenitud a que estamos llamados. No somos lo que somos, sino aquello que estamos llamados a ser; cuando nos parecemos a aquello que Dios pensó para nosotros, existimos. Hablar en estos términos tan religiosos en un contexto secular como el nuestro sorprende, y puede ser hasta impertinente.

 

“El depósito de sabiduría  que aporta el cristianismo es un patrimonio tan abrumador que yo prefiero definirme como cristiano antes que como librepensador”

- Es un enamorado de la religión.

- El depósito de sabiduría -y cuando digo sabiduría quiero decir: arte, pensamiento, literatura, organización jurídica…- que aporta el cristianismo es un patrimonio tan abrumador que yo prefiero definirme como cristiano antes que como librepensador. Yo soy una cosa diminuta, antes lo he dicho. Tengo cuatro ideas. Lo otro es una corriente de vida extraordinaria. En ella me inserto.

            Igual que se insertó en la estela de Bernhard, Kundera, Kafka, Dickens, Mann y Pessoa al inicio, con El estreno. Hizo las cuentas y prosiguió su camino. En sus libros persigue “una expresión artística”. Vive para dejar a quienes le sobrevivan el mapa de lo que vivió. “Una celda es todo lo que el mundo busca de un modo u otro”, establece Schur en Lecciones de ilusión, y él encuentra en los libros la suya, y reconoce que también en su casa: “Buscamos un lugar”. Pero si hacemos caso a lo expuesto en el relato ‘Piet Mondrian’ -“Es indiscutible que una casa con muchos libros acaba por convertirse en una biblioteca y que una con muchos cuadros pasa a ser una pinacoteca”-, la suya tiene algo de biblioteca y de museo, pero también de templo y de teatro. Encerrado con la puerta abierta, cartografía la realidad que la ficción le deja.