En primer lugar, TURIA rinde homenaje al escritor irlandés James Joyce, uno de los nombres propios indiscutibles en cualquier balance de las letras universales del siglo XX. Uno de los mejores conocedores de su obra en España, el escritor, crítico y profesor Eduardo Lago, realiza una aproximación personal que responde a la pregunta: ¿Por qué leer a Joyce hoy?. La iniciativa está motivada por cumplirse, este 2022, cien años de la publicación de su obra cumbre: “Ulises”, una novela que marca un antes y un después en la historia de la literatura, y porque también celebramos los ciento cuarenta años del nacimiento del propio Joyce.

Otro inolvidable aniversario del que se ocupa TURIA es el centenario del nacimiento de José Hierro, uno de los autores más destacados de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX. Y quien se ocupa de la tarea es Manuel Rico, crítico literario de El País y uno de los más acreditados estudiosos de nuestras letras. Aunque su trayectoria puede vincularse parcialmente con tendencias como la poesía desarraigada y la poesía social, la obra de José Hierro, ocupa una posición tan destacada como difícilmente clasificable en la literatura de la posguerra. Su poesía, a la vez intimista y testimonial, es apreciada como uno de los valores más consolidados de la lírica española contemporánea.

También este 2022 se cumplen cien años del nacimiento del mayor heterodoxo de las letras españolas de las últimas décadas: Cristóbal Serra. Y en TURIA tenemos el privilegio de recordarlo y de fomentar su lectura a través de un excelente artículo de su amigo y principal especialista en su trabajo, el profesor y crítico literario Josep Maria Nadal Suau. En ese texto se nos habla del legado literario de un escritor “raro entre los raros”, de un espíritu antidogmático y libérrimo, con fama de ermitaño, que dejó alguna de las páginas más eruditas e iconoclastas de la literatura española del pasado siglo.

La revista TURIA, siempre atenta a la mejor literatura internacional, ofrece además a los lectores una primicia en español: un avance de “Así les hacemos la guerra”, de Joseph Andras. Un autor de 38 años que está considerado la gran revelación de las letras francesas de nuestros días. Saltó a la fama tras obtener y rechazar uno de los más importantes galardones literarios del país vecino: el Premio Goncourt, con su primera novela “Los hermanos heridos”. El material que TURIA publica es el anticipo de un libro que será publicado los próximos meses por la Editorial Anagrama y trata la temática del veganismos, de la identidad animal y denuncia las malas prácticas de la industria cárnica.


JAMES JOYCE Y SU “ULISES”, UNA FUENTE INAGOTABLE DE SORPRESAS

En el clarificador artículo que TURIA dedica a glosar la obra maestra de James Joyce, “Ulises”, Eduardo Lago narra de manera objetiva la características del texto, desde que lo leyó por primera vez con 17 años y las sucesivas ocasiones en las que a lo largo de su vida ha afrontado la lectura de un libro de enorme complejidad y riqueza. De aquí que Lago analice cuál es la estructura y el por qué de la vigencia de un libro fundacional de la literatura contemporánea.

Eduardo Lago, que reside en Nueva York y donde ha sido director del Instituto Cervantes y donde da clases en el Sarah Lawrence College, formó parte de la llamada “Orden del Finnegans”. Un grupo de personas que tuvo como objeto la veneración del “Ulises” de Joyce cada 16 de junio (Bloomsday) junto con otros autores como Enrique Vila-Matas, Jordi Soler, Antonio Soler y el editor Malcom Otero.

En TURIA Eduardo Lago asegura que “la novela de Joyce es una fuente inagotable de sorpresas”. También subraya que el “Ulises” es un texto eminentemente vivo, que sigue siendo completamente imprescindible y cuya lectura es necesaria, si se quiere tener una idea de hacia dónde puede ir la literatura del futuro. Nos encontramos donde estamos gracias a Homero, a Dante, a Shakespeare, a Flaubert, a Kafka, a Proust, a Woolf, por decir apresuradamente algunos nombres esenciales. Joyce es la culminación de esa trayectoria”.

En definitiva, para Eduardo Lago, el “Ulises” de Joyce es “un portentoso despliegue de acrobacias verbales, acrobacias que en ningún momento son huecas ni vacías, sino que se apoyan en un dominio de la prosa cuyos rasgos dominantes son la fuerza de la poesía y la profundidad del pensamiento. No es fácil, justo es reconocerlo, adentrarse en un libro así”. No obstante, Lago recomienda en TURIA “dejarse llevar por la fuerza de la prosa, resignándose a no entenderlo todo. Si se decide a hacerlo así, la lectora o el lector de a pie se verán recompensados, aunque encallen en más de una ocasión”.


JOSÉ HIERRO, UN POETA MARCADO POR LA EMOCIÓN Y LA MEMORIA

En el clarificador artículo que TURIA dedica a José Hierro, “Lectura de José Hierro a un siglo de su nacimiento”, Manuel Rico argumenta que si bien “algo anterior, por edad, a los "niños de la guerra", y posterior a la primera promoción de posguerra, José Hierro, nacido en 1922, tiene mucho de poeta puente, de buceador en caminos tan personales como afincados en la dura realidad que le tocó vivir en su juventud, en su propia experiencia vital”.

Desde la perspectiva que le brindan más de treinta años de experiencia lectora con la obra de Hierro, Manuel Rico asegura en TURIA que “leí con fruición cada libro que publicaba, desde el inciático Tierra sin nosotros hasta su último y multieditado Cuaderno de Nueva York. Las modas y corrientes se sucedían y la obra de José Hierro mantenía intactas sus capacidades emotivas, su intensidad lírica. En sus libros siempre aparecían nuevos destellos, senderos inéditos por los que transitar y, lo que es más importante, un hilo brillante, una tensión eléctrica, que los hacía inmunes al paso del tiempo y los conectaba con la sensibilidad de las nuevas generaciones”.

Entre los rasgos que identifican la inolvidable poesía de José Hierro, en TURIA se nos dirá que “Un temblor interior, una sutil carga emotiva, un permanente diálogo con el tiempo, con la muerte y con la memoria y una opción sin paliativos por el hombre y contra quienes osaban doblegarlo hacían de su poesía la difícil síntesis que sólo unos pocos logran”. Y es que, en su labor creativa, Hierro se mostró siempre poco convencional y complejo. Aunque, como anota Manuel Rico, su etapa más innovadora la marcaron dos títulos que transitan entre el fin del siglo XX y los primeros compases del actual siglo: “Agenda” y “Cuaderno de Nueva York”. Son libros que supusieron una bocanada de aire fresco y que, especialmente el último, bordeó la condición de best-seller al convertirse en todo un fenómeno editorial.

Aunque es cierto que, en los últimos años, cierto silencio envuelve la obra de Hierro, la concesión de premios como el Cervantes en 1998 dieron, según Manuel Rico, no sólo “carta de naturaleza a la altura de su poesía, sino que estableció un "statu quo" a su obra que ningún crítico, ni siquiera los que se han mostrado muy alejados de la estética de Hierro, discuten”.


CRISTÓBAL SERRA, REIVINDICACIÓN DE UN GRAN HETERODOXO

Cristóbal Serra (Palma, 1922-2012) dejó una marca indeleble en varias generaciones de escritores y lectores que se acercaron a su obra en número reducido, pero con entusiasmo. La naturaleza mediterránea, la síntesis entre la tradición cristiana y la taoísta, o la relectura excéntrica de algunas vanguardias son los rasgos principales de su pensamiento y su estética, siempre en contra de la idea predominante de civilización entendida sólo como progreso económico o material. Ahora, la revista TURIA lo reivindica en su centenario como un gran heterodoxo y un enorme y originalísimo escritor.

Y es que Cristóbal Serra fue un autor que se aproximó a Ramon Llull desde posiciones poco habituales, tradujo a William Blake, practicó un humor dadaísta y antisolemne, y creyó firmemente que el mundo podía comprenderse mediante la poesía.

Aunque se ha subrayado mucho la condición de autor secreto de Cristóbal Serra, en el artículo de Josep Maria Nadal Suau que da a conocer TURIA, se nos recuerda que “Serra estuvo ahí desde la segunda mitad de los años cincuenta, una presencia al margen de modas, difícil de clasificar, deliberadamente ambigua, periférica, lo que ustedes quieran… Pero también inesquivable”.

Serra publicó diecinueve libros pero, para Nadal Suau, son tres las piezas determinantes de su producción: “Péndulo”, de 1956; “Viaje a Cotiledonia”, de 1965 y “Diario de signos”, de 1980. En ellos muestra su particular universo: “coherente en las contradicciones y coherente en la levedad, se ha insistido poco en que lo atravesaba un amor místico y vencedor”. Por tanto, si hubiera que asignar a Cristóbal Serra un lugar en nuestra historia de la literatura, habría que reivindicarlo como un autor fundamental por conseguir ser a un tiempo: “periférico, fragmentario, europeo, espiritual, vanguardista, romántico. Un talismán contra la velocidad del horror. Rezagado. Precedente. Antimoderno. Moderno”.


HAY QUE LEER A JOSEPH ANDRAS, LA NUEVA REVELACIÓN DE LA LITERATURA FRANCESA

Entre los textos más originales y valiosos que aporta la nueva entrega de la revista TURIA se encuentra el material inédito de Joseph Andras, un autor considerado por la crítica como una de las nuevas voces más valiosas y comprometidas políticamente de las letras francesas. Un escritor, además, que vive al margen del sistema literario y cultural y que se muestra poco aficionado a los ritos promocionales y al fomento de la competitividad entre autores. Buena prueba de ello es el insólito rechazo del Premio Goncourt a la primera novela que le fue concedido en 2016.

TURIA ofrece en primicia en español un anticipo del libro “Así les hacemos la guerra” que apareció en Francia el pasado año en la prestigiosa editorial Actes Sud y que en nuestro país publicará Anagrama en los próximos meses de manera conjunta con otro breve libro reciente de Andras: “A lo lejos el cielo del sur”, en que se revisa y denuncia la historia colonial de Francia siguiendo y recordando la figura de Ho Chí Mihn, en forma de deriva literaria por la ciudad de las luces.

“Así les hacemos la guerra” se estructura en tres episodios de un tríptico, que se extienden a lo largo de varios países y de un siglo entero: en el Londres de 1903, la vivisección de un perro con propósitos experimentales despierta algunas de las primeras protestas animalistas, que se topan con las resistencias de los estudiantes de medicina pero acaban desembocando en un juicio pionero; en 1985, en California, el Frente de Liberación Animal rescata a Britches, un macaco al que se ha cegado para probar el funcionamiento de un sónar; en 2014, en Charleville-Mézières, en cambio, es una vaca la que parece liberarse a sí misma, saltando junto con su ternera del camión que las llevaba a ambas al matadero para emprender una frenética huida por las calles de la ciudad.

A través de este conjunto narrativo, Joseph Andras elabora un retrato de los rostros múltiples pero intercambiables de la opresión, en un continuo donde el colonialismo, el racismo, el machismo o la explotación animal funcionan según la misma lógica perversa: la de, falazmente, «determinar lo superior y lo inferior» y permitir que lo primero se imponga con violencia a lo segundo. Una lógica a la que Joseph Andras se opone rescatando realidades históricas apartadas a través de un estilo espléndido: su voz sobria pero firme, de un lirismo contenidísimo que alterna la ironía y el sano escepticismo con una indignación perfectamente dirigida, escribe aquí algunos capítulos memorables de la historia de los olvidados, y traza con firmeza una genealogía de algunos de los conflictos que aún hoy nos sacuden.


UN FRAGMENTO DEL NUEVO LIBRO DE JOSEPH ANDRAS

Uno de los textos inéditos más interesantes que publica la revista TURIA es un avance del último libro de Joseph Andras: “Así les hacemos la guerra”. Será próximamente publicado por la editorial Anagrama y en él este escritor ajeno a los círculos artísticos confirma la calidad e interés de una labor creativa que le han catapultado al reconocimiento de la crítica literaria en Francia. A continuación ofrecemos un fragmento del libro:

“Y en los océanos las bacterias se dispondrán entonces a crear a Dios. Las raíces y los insectos proyectan sus sombras sobre las tierras emergentes que darán lugar a los continentes que darán lugar a las naciones. Los peces alumbran primates que se yerguen sobre sus diez dedos para pintar en las paredes dibujos de una belleza sin par. No tienen aún la sabiduría que nos atribuiremos, pero sí un cráneo cada vez más redondeado. Sus pasos no se han saturado de las ciudades que un día alzaremos bajo el cielo. Pero cazamos ya a grandes animales de cuernos huecos y trazamos signos en la arcilla. Bendecimos el hierro y los cascos de nuestras caballerías retumban en la batalla. Unimos riberas y construimos murallas. Quemamos los campos en los que sabemos amarnos frotando nuestras carnes como frotamos la piedra. Erigimos imperios y botamos las velas que allende los mares oprimirán las almas. Nos abrazamos a los pellejos que desollaremos al caer la noche y rezamos a las santas para mancillar a las putas. Cantamos al amor difunto y perpetuamos la raza. Marcamos a fuego a seres humanos a los que no tenemos por tales. Cubrimos de oro a unos pocos y al resto de sudor. Agarramos a un rey por el cuello para preguntarle por qué no somos todos reyes. Plagamos de gris el verde inmenso de los bosques y emborronamos el horizonte de grandes humaredas negras. Juramos que la Tierra no tardará en revelarnos todos sus secretos. Y en esto que uno de nosotros bromea para deleite de su auditorio.

Se trata esta vez de demostrar al mundo que la presión salival es independiente de la presión arterial: lo que no es poco.

La demostración transcurre en un escenario de categoría, entre doce columnas corintias, un bajorrelieve y una cúpula. En el University College de Londres un hombre se remanga y le da una calada a su pipa. Se le ve sereno, dicen, a sus anchas, mientras a su lado se revuelve entre sus ataduras, un bozal en el hocico y el pescuezo rebanado, un chucho anónimo. Seis kilos, un peso pluma para un cruce de terrier”.