Sara Mesa es una de las autoras más destacadas y originales de la literatura española actual. Además, acaba de publicar con gran éxito su novela “La familia” en la que confirma su talento para la observación y su capacidad para retratar narrativamente el tiempo que nos ha tocado vivir y a uno de sus elementos claves, como es el ámbito de lo doméstico, de lo familiar. De manera brillante, poliédrica y a través de una estructura innovadora que entremezcla recuerdos, personajes y fechas, nos ofrece una certera disección de una familia como si fuera un microcosmos, lo que le sirve para reflexionar sobre las consecuencias de una educación bajo el yugo de la rectitud y la obediencia.

Se trata de dos conversaciones exclusivas, que permiten no sólo conocerles mejor, sino también descubrir sus opiniones sobre un amplio repertorio de temas de interés. Ambos son, por encima de todo, autores de una obra de marcada originalidad, rigor y relevancia en sus respectivos ámbitos. Román Gubern y Sara Mesa son, sin duda, dos personalidades muy atractivas y su opinión nos enriquece a la hora de interpretar este tiempo tan difícil y complejo que vivimos. En TURIA  nos hablan, con absoluta  libertad  y franqueza, de sus respectivas obras e itinerarios  vitales. Y, sobre todo, con sus respuestas se ocupan también de abordar cuestiones que nos afectan o interpelan: la fascinación que producen ciertas transgresiones, el hecho de que el exceso de imágenes las haga invisibles, la constatación de que el sentido de pertenencia a un grupo siempre genera violencia o la convicción de que la primera lección básica para un escritor debiera ser que a nadie le interesa nuestra vida.

 

ROMÁN GUBERN: ”ESTAMOS INDIGESTADOS DE IMÁGENES”

Nacido en Barcelona en 1934, Román Gubern es uno de los referentes en el mundo académico de habla hispana en teoría de la imagen, y ha publicado textos pioneros en materias como el cine, la televisión y el cómic. Autor de cerca de una cincuentena de libros y de más de 200 artículos académicos, y colaborador en un centenar de obras colectivas más, su figura se caracteriza por una formación y trayectoria multidisciplinar, que abarca la historia, el derecho, las teorías de la comunicación, la estética y la filosofía. La imagen ha sido el eje central de sus estudios, tanto en lo referente a su historia, como a su función social, lenguaje y universo, siguiendo siempre de cerca la evolución de los lenguajes comunicativos y el papel de las nuevas tecnologías.

En la entrevista que TURIA publica, y que ha elaborado Iván Moure Pazos, no sólo se realiza un repaso por su extensa obra y vida. También se abordan temáticas muy dispares: la ciencia de la imagen, la percepción visual, la figura del cineasta Val del Omar, el porno, la violencia, el cómic o el influjo de Pasolini. Además se habla sobre una de las tareas más singulares: su labor cinéfila en el Vaticano, que le permitió conocer la Filmoteca que alberga la Santa Sede, elaborar una propuesta de lista de mejores películas con valores ejemplares (en el libro hay tres listas vaticanas oficiales, donde las películas se clasifican según sus valores religiosos, sociales y humanos y artísticos) y participar en la designación del santo patrono del cine.

Entre sus afirmaciones, destacamos que para Gubern “sigue vigente la ley del mínimo esfuerzo en la comunicación de masas” y que “se aprende a ver”. También muestra su convencimiento de que “el cómic y el cine funden las potencialidades de las artes plásticas y las artes narrativas”.

Por último, asegura Román Gubern en TURIA que “La vida, en efecto, desde el punto de vista perceptivo es un largo plano-secuencia que se interrumpe cuando dormimos y se cancela cuando morimos. Pasolini (a quien traté un poco) era un marxista con mala conciencia, probablemente culpabilizado por su condición homosexual. Tal y como cuento en mi último libro, mi compañero Terenci Moix me aseguró que en Roma había tenido un affair con él.”

 

SARA MESA: “OBSERVO ALREDEDOR, FICCIONALIZO Y ESCRIBO”

En  cualquier  nómina  de  las  autoras  actuales  de referencia en español sobresale Sara

Mesa (nacida en Madrid en 1976, pero criada desde niña en Sevilla). Es un valor seguro: sus novelas atesoran multitud de premios, son nombradas libros del año y aclamadas por la crítica. Posee una prosa hecha de sombras y desconciertos, sencilla, precisa y ciertamente irónica, que atrapa al lector y lo convierte en espectador privilegiado de cuanto nos cuenta en sus libros. Entre sus de éxitos literarios hay que citar títulos como sus novelas "Cuatro por cuatro" (finalista del Premio Herralde de Novela) y "Cicatriz", el volumen de relatos “Mala letra” o la novela "Un amor". Este último título, uno de los más aclamados en 2020, está siendo adaptado al cine por Isabel Coixet). Ahora, con su nueva novela “La familia” no ha hecho sino confirmar que es capaz de elaborar un retrato fiel de cómo el siglo XX ha moldeado a una generación que no se sentía perteneciente a la coyuntura histórica de la cual venía la generación anterior, y con ello, asumieron una identidad cuajada de contradicciones. Esas, que aún hoy, seguimos arrastrando.

TURIA publica una sugerente entrevista exclusiva con Sara Mesa elaborada por el periodista cultural Fernando del Val. Entre sus declaraciones destacamos una que nos da la esencia de su trabajo creativo: “No creo en la imaginación sin asidero, esa especie de capacidad inventiva romantizada a la espera de que las musas la espoleen. La realidad es nuestro campo de minas, de ahí extraemos todo, pero transformándolo, pasándolo por el filtro de las personas que somos. En mi caso concreto, yo no creo que invente nada. Observo alrededor, ficcionalizo y escribo.

Preguntada por su referentes, Sara Mesa señala a sus favoritos: Franz Kafka, Fleur Jaeggy y J.M. Coetzee. Añade también que “la mejor manera de ser autocrítico es leyendo mucho, pero leyendo a los buenos, a los grandes”. Reconoce, por otra parte, que “las tramas de los libros son artefactos, engaños, de los que a veces ni quienes escribimos somos conscientes”. Además, “hay Hay quienes leen como si se comieran una naranja, tratando de exprimir el jugo y dejando fuera todo lo demás, como si ese todo lo demás indescriptible no fuese precisamente lo más interesante.”

Reconoce Sara Mesa que “si no hay implicación personal, el texto puede ser perfecto pero carece de fuerza”. Y también cree que el valor de un texto literario está en el lenguaje: “Es gracias al lenguaje como creamos emoción, humor, miedo, curiosidad…, no a partir de las tramas ni de los temas”.

Preguntada, por último, por la eclosión actual de la literatura del yo, Sara Mesa no tiene dudas: “Una cosa son los libros autobiográficos y otra los egocéntricos, los lectores perciben esta diferencia al instante. En mi opinión, lo ideal es partir del yo para trascenderlo, no para quedarse ahí. A nadie le interesa nuestra vida: primera lección básica para un escritor”.

 

¿NOS CONDUCIRÁN LAS TECNOLOGÍAS DIGITALES Y LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL A UN NUEVO TOTALITARISMO?

Bajo  el  título  de  “El  futuro  uso  de  la  tecnología:  ¿hacia  un  nuevo  totalitarismo?”, la reconocida socióloga española Olivia Muñoz-Rojas analiza en exclusiva para TURIA una cuestión ya central en nuestros días que puede condicionar notablemente el porvenir que nos aguarda. Y es que, como nos recuerda en su artículo, “los rasgos de nuestro futuro tecnológico se intuyen ya en el presente. Desde una perspectiva humanista crítica, lo que vemos hoy en el mundo ‘desarrollado’ nos hace vislumbrar un futuro tecnológico sombrío en el que nuestros derechos y libertades quedan comprometidos y, por ende, nuestras democracias. Un futuro en el que la noción de privacidad se diluye, nuestra autonomía y dignidad humanas aparecen en entredicho y las desigualdades existentes se afianzan, incluso aumentan”.

Argumenta Olivia Muñoz-Rojas que “la tecnología digital y la inteligencia artificial permiten una forma de poder sutil, omnipresente y opaco, del que no siempre es fácil tomar conciencia y contra el que es difícil resistir. La amenaza y el ejercicio de la violencia física, instrumentos que han utilizado tradicionalmente los poderosos, son cada vez menos necesarias para doblegar voluntades y conseguir que las poblaciones se comporten de acuerdo a los intereses del poder, público y privado”.

Ante semejante coyuntura, Oliva Muñoz-Rojas insiste en la importancia de que “recordemos, por una parte, que no tenemos control sobre los datos con los que alimentamos estos sistemas de monitoreo, sobre su propiedad y potenciales usos por parte de empresas y autoridades públicas. Desde el momento en que nuestra información está en la Red es potencialmente accesible por terceros con nuevos fines. Por otra parte, no tenemos pleno control sobre la elaboración de los objetivos y baremos que constituyen esas ‘buenas prácticas’. Las decisiones sobre numerosas ‘buenas prácticas’ a las que las autoridades nos empujan están cada vez menos en manos de los parlamentos y cada vez más en las de expertos que no se someten al escrutinio democrático. Esta gestión presuntamente científica de la vida pública supone un reto para nuestros sistemas democráticos que, en principio, se basan en el contraste y la deliberación transparente de una pluralidad de perspectivas sobre la realidad”.

Y, como conclusión de sus experiencias y observaciones sobre el uso de las tecnologías, Olivia Muñoz-Rojas hace un esperanzador llamamiento a deshacer la actual oligarquía digital y apuesta por devolver Internet a los ciudadanos “restaurando su potencial emancipador”. Porque, “más allá de lo que predigan los algoritmos, la distopía del totalitarismo tecnológico no es una certeza”.

 

UN FRAGMENTO DEL ARTÍCULO EXCLUSIVO DE OLIVIA MUÑOZ-ROJAS

El nuevo número de la revista TURIA publica en exclusiva un clarificador artículo de la socióloga Olivia Muñoz-Rojas: “El futuro uso de la tecnología: ¿hacia un nuevo totalitarismo?”. La autora, que reside actualmente en Nueva Delhi y es una de las más brillantes analistas del presente que vivimos, es doctora en Sociología por la London School of Economics, máster en Humanidades y Pensamiento Social por la New York University y licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense, además de haber cursado estudios en las universidades de Uppsala y Lund en Suecia.

De ese artículo, tan original como merecedor de una lectura atenta, adelantamos hoy el fragmento correspondiente a sus conclusiones:

 

OLIVIA MUÑOZ-ROJAS:  ”LA DISTOPÍA DEL TOTALITARISMO TECNOLÓGICO NO ES UNA CERTEZA"

“En principio, desde un punto de vista moral, las tecnologías no son buenas o malas en sí mismas. Es el uso y la intención que nosotros damos a ese uso lo que hace que una tecnología tenga mejores o peores consecuencias para la Humanidad. Cuando irrumpió globalmente Internet a principios del segundo milenio, la mayoría vimos su potencial emancipador. Esa percepción se vio reforzada por las primaveras árabes y el movimiento de los indignados durante los que la protesta se fraguó en las redes sociales antes de trasladarse a las plazas. Fue también la época de Wikileaks y la exposición en Internet de las irregularidades de Estados y corporaciones privadas por parte de grupos como Anonymous. La luna de miel del público con Internet duró relativamente poco y pronto cambió el relato: de instrumento para la emancipación democrática de los ciudadanos, Internet pasó a ser visto como una ‘máquina del fango’, por utilizar la expresión de Umberto Eco. ¿Por qué se produjo esta inversión en la percepción y las expectativas sobre la Red? Para Zuboff, el potencial democrático de Internet se vio rápidamente asfixiado por la voracidad de un puñado de empresas que actuaron en Internet como los buscadores de oro en el viejo oeste, es decir, sin ley. La inexperiencia y lentitud de los Estados para entender lo que estaba sucediendo permitió que estos ‘señores de Internet’ se hicieran con el control de esta infinita mina de oro. Gradualmente, según la autora, los Estados han encontrado acomodo en una ambigua simbiosis con estos nuevos señores feudales de la era virtual. Mientras que, oficialmente, buscan regular sus actividades, oficiosamente, se benefician de los datos masivos que éstos extraen de la Red. Sin embargo, y sin menoscabar el reto, debemos pensar que es posible deshacer esta oligarquía digital y devolver Internet a los ciudadanos, restaurando su potencial emancipador. Más allá de lo que predigan los algoritmos, la distopía del totalitarismo tecnológico no es una certeza.”