En bastantes ocasiones hemos comentado con Sergio Gaspar la necesidad de que los intelectuales y los escritores se comprometan y hablen con claridad de los problemas que nos acucian en este momento. Es quizá un deber moral opinar, participar en un debate que pueda mejorar nuestro entorno y nuestra situación social y política.

Sergio Gaspar se ocupa de política y de literatura en Viento de tramontana. Ha vivido con intensidad el debate sobre el reparto territorial en España y obviamente el llamado “problema catalán”.

En Viento de tramontana se dice explícitamente lo que debería aportar una novela. Cuando un  bestsellero quiere contratar a un negro para ganar un premio literario --es genial el elogio a los negros literarios--, abundan las alusiones al tipo de  novela que se ha de escribir, y que resulta ser Viento de tramontana:

“¡Claro que nuestra novela tendrá tesis! ¡Faltaría más! ¿Qué escritor que valga la pena carece de ideas y de ideología sobre la realidad de la que habla y no pretende mostrarlas al mundo? Mostrarlas, sí, que no coincide literariamente con demostrarlas”  […] Toda buena novela, o contiene una tesis estimulante, hasta subversiva, o no es buena… No escondo mi tesis: una Cataluña independentista corre el riesgo de transformarse en una Cataluña grotesca. Y lo dramático llegará después: en una Cataluña independiente sustituiremos el viejo odio hacia el resto de los españoles por uno nuevo y antiguo: el odio entre nosotros, los catalanes” (p. 155).

Naturalmente, Sergio Gaspar, después de vivir en Barcelona durante toda su vida, la conoce muy bien. Puede hablar de primera mano de lo que se ha dado en llamar “el problema catalán” y ha decidido pronunciarse, desde la óptica más inteligente: la parodia, la risa. Indudablemente late en esta novela el espíritu grotesco del que tan bien escribió Bajtin (La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento).

Se trata de una parodia corrosiva e irónica al mismo tiempo que podría ser en algunos momentos cervantina (no en balde es Cervantes uno de los personajes que aparecen en Viento de tramontana). Ya lo dice en el prólogo: el autor ha seguido la recomendación del President de la Generalitat, cuando dice que hay que tomar las cosas con humor.

La parodia, desde el primer momento, nos sumerge en un mundo delirante, hilarante y esperpéntico, en el que todo es posible. Valle Inclán es una referencia fundamental para Viento de tramontana, especialmente Luces de bohemia, no sólo por la parodia grotesca que utiliza, sino porque, al igual que Valle, Sergio Gaspar dota  al lenguaje de una flexibilidad y capacidad expresivas sorprendentes, a través de neologismos, palabras compuestas, oxímoron imposibles… Una riqueza que no se encuentra fácilmente en lo que se publica ahora. No sólo la parodia, también el absurdo tiene una influencia notable en Viento de tramontana. Cuando Miguel de Cervantes se presenta, dice: “Tengo noventa y un años desde que morí”; en otra ocasión leemos: “Y el 6 de octubre de 1934 Lluis Companys, aún sin fusilar, proclama el Estado Catalán” (p. 232). Estas salidas de tono chispeantes, absurdas,  me recuerdan, la divertida biografía de Miguel Mihura.

 Con la misma contundencia que Valle dice en Luces de bohemia: “Ricos y pobres da igual: la barbarie ibérica es unánime”, en Viento de tramontana leemos: “Nuestra España eterna de derechas: la masía andaluza y el cortijo catalán intercambiables. Los señoritos de Madrid y los señoritos de Barcelona” (p. 43).

Estos temas no pueden ser tratados directamente, porque se perdería eficacia. Hay que desvelar su ángulo grotesco. Hay que ponerlos frente al espejo de la realidad y sacar del fondo del espejo el esperpento para desactivarlos. ¡Cuánta vigencia tienen las palabras de Valle Inclán a través de Max Estrella: “España es una deformación grotesca de la civilización europea. Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España”.

Todo es posible en Viento de tramontana, ya lo hemos dicho y, a la vez, absolutamente verosímil, porque la vida es así, extraña y divertida, al menos cuando se observa con la distancia de lo grotesco. Por debajo de la parodia, de la crítica mordaz, reconocemos perfectamente los males que nos afectan: desfilan alcaldes franquistas reconvertidos al nacionalismo; el falangista Samaranch; un constructor que se hizo rico en el franquismo y más rico en la transición;  instituciones nacionalistas que fueron fundadas por eminentes franquistas; el gusto artístico catalán,  pervertido por pastiches modernistas que han arramblado con lo demás; la deriva de la industria editorial, otro de los temas importantes de la novela, que va a llevarse a la Literatura española por delante, por haber caído, igual que la política, en la corrupción, en el dinero fácil y en el puro negocio.

Asistimos a escenas hilarantes como la del bestsellero --ya citada--, que encarga a un negro una novela para ganar un premio. Esa novela, que empieza igual que Viento de tramontana, se cierra en  sí misma, lúcida y autocrítica. El final no es menos hilarante: después de una paráfrasis de la escena 6ª de Luces de bohemia --son muy frecuentes las referencias literarias y la intertextualidad--, la novela se clausura con una escena teatral, parodia de un drama romántico,  en la que participan todos los ex presidentes de la Generalitat y Tarradellas de convidado de piedra.

En Viento de tramontana tiempo y espacio se usan con una libertad total.  Franco, Pla y Cervantes conviven. Ya no son necesarios flash back, sino que todo coexiste al mismo y en diferente tiempo y en el mismo y en diferente espacio. Mucho tiene de cervantina esta forma de escribir en libertad.

De “acronía” se habla para definir este libre tratamiento del tiempo en el que todo es posible. Asimismo los espacios se dan simultáneamente e incluso los personajes se trifragmentan, como es el caso de la joven editora.

También el narrador ejerce su oficio con libertad total. Sin transición y con una gran dosis de ironía coexisten el narrador en primera persona, el omnisciente  y el estilo libre indirecto.

El paroxismo de la simultaneidad y acronía se da en el momento en que un personaje compara su situación con la caída en el Infierno del Paraíso perdido de Milton: “Sin dimensión, donde las Medidas pierden su sentido --ni alto, ni bajo, ni cerca, ni lejos, ni pronto ni tarde, ni ahora ni luego, ni un metro ni mil-- porque sólo hervía en la profundidad de un magma silencioso sin espacio, sin tiempo y sincon y consin” (p. 77).

Viva la risa, la libertad y el goce de escribir lo que se quiere y todavía se puede en esta España en la que sería de desear que se escriban más novelas como Viento de tramontana

                                                          

Sergio Gaspar, Viento de tramontana, Barcelona, Edhasa, 2014.