Para tratar con la realidad hace falta ser imaginativo.
Hay palabras que nos responden, y no sabemos qué preguntar.
Escribir es como buscar a un prisionero en un espejo; cuando lo encuentres no tendrás posibilidad de liberarlo.
Imagina que lo que escribes es blanco, casi tan blanco como lo que no escribes.
En el fondo la literatura es ciega porque el escritor ha omitido infinidad de detalles intrascendentes.
Me acerqué al escenario temiendo que el texto me reconociese.
Me he observado detenidamente pero no he encontrado fallo alguno en el espejo.
Si yo fuese el Tiempo me sentiría incómodo ante tal proliferación de biógrafos.
Tanto tiempo de espera en el museo para robar una estatua y acabar llevándome una reproducción de lo que soy.
Ciego es aquel que sólo ve la ceguera.
Por más que abro el libro no se ilumina la habitación.
Un crítico debería saber escoger bien sus dientes de leche.
Una máquina de escribir que no se usa es como un gato gordo que ronronea una caricia debajo de la mesa.
En la literatura, como en el amor, la flor que no comemos es la que más nos indigesta.
A lo largo de mi vida, me he imitado muchas veces, pero nunca he conseguido llegar a ser yo mismo.
Cuando hago un círculo siempre quiero estar fuera de él.
No está permitido el suicidio, salvo que sea en defensa propia.
Decir nada no es callar. Lo mismo que tachar no es corregir y que escribir al revés no es no escribir.
Una biblioteca en la que faltan mis libros es una biblioteca razonablemente completa.
Los árboles se mueven más que nadie pero no pierden el tiempo en cambiar de lugar.
La vida te persigue, pero no te espera.
Cambiar la máscara de maleta es el modo más seguro de viajar.
Un libro leído es siempre un amigo que habla bien de nosotros.
Consejo a un lector de De Quincey: En la vida, ya la primera página tenía una inquietante doblez.
Sin la literatura nada que se inventase podría ser real.
Las verdades son números aislados. Las mentiras tienen la necesidad de la suma.
Cuando no sé qué hacer, dibujo un árbol. Y cada vez que éste mueve una rama, yo le añado una palabra.
Hay tres estadios de confianza: mirar, perseguir y dominar.
Qué difícil es compararse con uno mismo cuando uno no acaba de saber quién es.
La certeza es como un espectador que nunca aplaude.
Escribir como si continuamente se estuviese trasladando la función a otro escenario. Escribir (o no escribir), sabiendo que una forma de no responder es contestar a todas las preguntas.
No te preocupes, cuando me vaya te dejaré los obstáculos.
No puedo renunciar a un mundo que ha puesto a mi disposición toda su tristeza.
La identidad es el paso atrás que se da cuando uno se queda a solas con lo que no es.
Me reprochan que muera con dedicación absoluta.
Conviene que la escritura se ensucie, de vez en cuando, con nuestra transparencia.
Se tarda una vida en fracasar completamente.
Lo poético desaparece en lo que ello mismo hace aparecer.