En la tabla de equivalencias poéticas, una hora de conversación con Ana Luísa Amaral tiene el mismo valor que cinco o seis horas con otros autores: su capacidad de comunicación, la espontaneidad con que puede recordar unos versos de Emily Dickinson al tiempo que baja una persiana, porque el sol de Leça de Palmeira la deslumbra; la facilidad para encontrar el sentido profundo de las cosas cercanas o la ligereza con que cita en inglés, español,  italiano o portugués, su lengua, dibujan a una poeta tan en las cosas de la calle como en esa Weltliteratur que se acerca a su campo académico, la literatura comparada y la traducción. Una hora con Ana Luísa Amaral es, de algún modo, un encuentro performativo y casi teatral -y por eso esta entrevista en algún momento se ayuda de acotaciones- en que la poesía recobra su función sanadora para el mundo.

 

“Me interesa el placer de hablar sobre los poemas”

- Si en el panorama cultural no suelen los poetas ser autores conocidos en exceso, frente, por ejemplo, a los novelistas, las excepciones apuntan siempre a casos en los que se combinan virtudes singulares, como las que reúne nuestra autora, un nombre que era conocido y valorado en el ámbito hispánico -y otros- antes del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2021, acaso como la poeta contemporánea más destacada en lengua portuguesa, y que goza de enorme popularidad en su país de origen, donde realiza un programa único en la radio pública Antena 2. Su voz, leyendo los versos que ocupan ese programa, resulta muy reconocible.

- Eso de la voz… es verdad, porque a veces estoy, por ejemplo, en Correos y pido algo -yo, que odio, odio, odio, odio ir a la oficina de Correos, y me resulta más fácil escribir un poema que ir a Correos-, pido cualquier cosa y hay alguien que dice: “usted es Ana Luísa Amaral”, porque ha reconocido mi voz.

   Pero es fantástico. Ese programa nace de una idea que tuve hace unos cinco años. Telefoneé a Luís Caetano y Luís, que ya realizaba sus programas, y es una persona fantástica, un divulgador de poesía, un divulgador de la cultura y alguien que cree profundamente en la cosa pública, en este caso en la radio pública, cree en la fuerza que tiene la radio pública, la televisión pública, y tiene esa idea del compromiso: lo que se dirige a todos y no solamente a algunos, se entusiasmó. Le pregunté, que yo sepa no hay ningún programa así, en el que se pueda leer un poema y después mantener una conversación sobre lo leído, y de ahí surge “O Som que os Versos Fazem ao Abrir”. Propuse el título y fue a ver a su jefe. Ambos dijeron: es muy largo. Pero insistí, a mí me gusta mucho.Y se quedó “O Som que os Versos Fazem ao Abrir”, que es un verso de un poema mío. El sonido que hacen al abrirse como una flor. Me interesa el placer de hablar sobre los poemas; ahora esos programas se van a publicar en la editorial Relògio d’Água, un libro con el poema en su lengua original, el poema traducido, y un comentario.

 

“El arte es el poema que solo se vuelve poema cuando llega al otro”

- Esta cercanía no traiciona la lealtad de la autora consigo misma, ni la complejidad de la obra, que puede transitar desde lo cotidiano a la ciencia, desde la historia de la literatura anglosajona a los estudios de género como profesora universitaria, desde la popularidad como personaje público a la reflexión sobre el espacio de las autoras en el horizonte literario.  O, como en un poema muy citado, “Matar é fácil”, desde un mosquito -que se posa en el papel en el que escribe y al que aplasta- al sentido de la vida y la inevitabilidad de la muerte. En cada verso Ana Luísa Amaral se refleja íntegra.

- El personaje de un poeta es el poeta. Yo tengo un poema que no sé si está traducido, tal vez lo esté por Lauren Mendinueta [traductora colombiana de parte de su obra], que se llama “Psicanálise da escrita” y que dice que todo poema es sobre aquel que sobre él escribe. Cuando se escribe poesía hay dos momentos esenciales y diferentes; hay un primer momento en que una se siente totalmente vulnerable. Yo estoy sola conmigo, sola con las palabras a mi alrededor, estoy sola con el mundo, y escribo porque necesito escribir. Y no escribo con un propósito, quiero decir, ahora tengo que escribir un poema porque no sé qué, no, no, no. Escribo porque necesito escribir y esta primera parte es profundamente individual. El lector no está ahí, el crítico no está ahí y no hay ningún problema en que no aparezcan entonces.

   Cuando el crítico comienza a meterse, o el lector, cuando el poeta, de alguna manera, interioriza gestos o técnicas y ya sabe escribir sus versos con técnicas o con gestos y está preocupado con lo que van a pensar los lectores y con lo que van a pensar los críticos… Los críticos, a mí, nada. ¿Los lectores? Nada. Hablo de cuando escribo el poema, en ese momento es mío, yo escribo para mí. Y escribo sobre mí, mi mundo, incluso con todo aquel fingimiento, como lo llamó Fernando Pessoa. Pero después hay un segundo momento, cuando el poema está hecho y concluido, que es el momento de compartir con el otro. El arte es esto. El arte es el poema que solo se vuelve poema cuando llega al otro. Yo creo en eso.

   ¿Es tal vez una utopía? No lo sé, pero como el arte, como una sinfonía, como una película o una pintura en la que el pintor tiene necesidad de mostrar esa necesidad de pintar. Como Picasso pintó y lo hizo para sí. Y después quiso mostrarlo a las personas. Quiere compartirlo y, en este sentido, el arte es siempre comunicación con el otro. Siempre, pero así, de este modo, en estos dos tiempos.

 

“Los libros para niños no son inferiores. La escritura para niños es solo diferente”

-  Autora de una veintena de libros de poesía, desde Minha senhora de quê en 1990 hasta Mundo, en 2021, Ana Luísa Amaral reunió sus versos en Poesia Reunida 1990-2005, en 2005 y otra vez en 2010, con Inversos, Poesia 1990-2010, al que completará muy pronto O olhar diagonal das coisas, Poesia, 1990-2021; en España es conocida, sobre todo, a partir de What's in a name, publicado en Portugal en el año 2017. Junto a estos, ha publicado ensayos como Arder a Palavra e outros incêndios en 2018, teatro como Próspero Morreu (poema em acto) en 2011, novelas como Ara, de 2021, o abundantes y valorados volúmenes de literatura infantil, desde Gaspar, o Dedo Diferente e Outras Histórias en 1999 hasta Como Tu en 2020, con títulos de enorme éxito, como Lengalenga de Lena, a Hiena en 2019.

- Escribo cuando siento el deseo de decir cosas para niños, que es algo un poco diferente. Diferente. No inferior a la poesía. A veces las personas piensan que escribir para niños es un género menor, pero no, no es un género menor. Es muy difícil, muy difícil, escribir para niños y conseguir que al niño le guste de verdad lo que se ha escrito para él. El autor se tiene que poner en el lugar del niño y pensar un poco y sentir un poco como si fuera un niño. Pero eso lo consigue la poesía, la buena poesía siempre lo consigue. 

   Si pensamos en ese poeta maravilloso que fue William Blake, que hablaba de la inocencia y de la mirada de inocencia siempre necesaria al poeta, esta debería ser la escritura de la literatura infantil. A veces le quitamos, o las circunstancias arrebatan la mirada de inocencia de los niños. Niños refugiados, un niño que va en una patera,  que ha sufrido una violación, violencia. Mantener aún esa inocencia es complicado, pero debería tener derecho a conservarla. El deslumbramiento, el encantamiento de mirar las cosas como si fuera la primera vez, que los adultos aún podemos rescatar a veces. Por ejemplo, y es maravilloso, vamos hacia el coche para salir y, de súbito, miro al suelo y encuentro una hierba pequeña que crece entre las piedras. Pero ¿por qué esa hierba está allí? Es importante cómo nos sentimos en ese instante y, a veces, es conmovedor  mirar esa hierba.

   Un niño, por ejemplo, puede quedarse con una sola cosa, con una caja de cartón, o con una cacerola y una cuchara de palo y puede estar así [hace el gesto de golpear con la cuchara imaginaria], inventar y pensar que ahora es director de una gran  orquestra: chan, chan, chan, chan, volviendo locas a todas las personas que están en casa, naturalmente. O se mete en la caja de cartón y piensa: voy al espacio, ahora voy a conocer las estrellas. Y cuando está ahí se siente de verdad en el espacio. Esta es mi forma de mirar la poesía, de entender la poesía y de vivir la poesía. Los libros para niños no son inferiores. La escritura para niños es solo diferente. Incluso, si se habla de libros para niños, habría que hablar de ¿libros para adultos?, pero eso es... otra cosa. No encuentro ninguna diferencia. Y me divierto muchísimo cuando escribo para niños, siempre, siempre, y me río yo sola. En estos libros hay un placer constante que disfruto a medida que voy escribiendo: “Havia uma hiena, chamava-se Lena, tinha a pele morena, a pata pequena e um ar tresmalhado…” Con todo, no podemos olvidar que a veces no hay solo placer,  hay angustia también.

 

“La poesía pertenece al mundo, está en el mundo, se hace en el mundo, se escribe en el mundo”

- El Premio Reina Sofía, tan destacado, y que sólo han ganado a lo largo de su historia dos autores portugueses más -en 2003 Sophia de Mello Breyner y en 2013 Nuno Júdice- en realidad se une a un número importante de otros reconocimientos a su trayectoria, como la Medaille de la Ville de Paris, el Prémio Literário Correntes d’Escritas, Premio di Poesia Giuseppe Acerbi, el Grande Prémio de Poesia da Associação Portuguesa de Escritores, el Prémio Literário Guerra Junqueiro, el Premio al mejor libro del año de los Libreros de Madrid, o el Prémio Vergílio Ferreira. Y su nombre ya resultaba frecuente en los medios portugueses desde hace años tanto como escritora y profesora como por sus intervenciones en el ámbito social y político, un asunto que mantiene en diálogo con su obra, pero desde espacios que cuida mantener convenientemente separados, aunque a veces, como a raíz del huracán que supuso el premio Reina Sofía, puedan parecer cercanos.

- Un huracán enorme, sí, aunque mi vida ya era un cataclismo, o al menos una tormenta en la que recibía muchas invitaciones, propuestas de escritura y colaboración, lo cierto es que con este premio esa vida quedó desbordada. Un ejemplo de esa tormenta que me rodea: ayer [la entrevista se realiza la víspera del día de reflexión previo a las elecciones legislativas portuguesas] Tereixa Constenla, estupenda periodista, me pidió un texto para el diario El País sobre política, sobre las elecciones en Portugal. Me llamó hace unos días, y me preguntó sobre el Bloco [el Bloco de Esquerda, partido portugués a la izquierda de su Partido Socialista], sobre política en general y sobre la izquierda, y poco más tarde me propuso escribir un artículo, un texto extenso sobre lo que habíamos hablado. Le respondí que apenas tenía tiempo pero, finalmente, lo escribí, un texto sobre el debate que hemos tenido aquí, sobre la izquierda plural y la necesidad de la unión de esa izquierda para poder conseguir resultados reales. De modo que mi artículo habla de Trump, de Bolsonaro y cosas así, no sé exactamente cuándo se publicará. [El artículo apareció en El País el 29 de enero, se tituló “Porque todo está ligado” y llevaba como destacado: “No hay cultura del odio sin difamación. Ante el proyecto neoliberal de destrucción de la esfera pública, la izquierda de Portugal debe tener la oportunidad de probar su discurso plural y solidario”].

   Entiendo que la poesía pertenece al mundo, está en el mundo, se hace en el mundo, se escribe en el mundo. Somos criaturas, somos seres del mundo,  de la misma forma que mi perra, de la misma forma que los pájaros, nosotros nos comunicamos con el mundo y con los otros. Pero, ¿cómo transmitir toda esa experiencia? Los alemanes tienen una palabra muy bonita que es “Erlebnis”, todo es experiencia que vamos desarrollando a lo largo de nuestra vida, a medida que crecemos y que somos más viejos. Toda esa experiencia tiene que ser materia, manantial para la poesía. Esa es la diferencia con el neorrealismo [movimiento artístico portugués cercano en presupuestos y en el tiempo a nuestro realismo social], que es una poesía o una escritura muy marcada desde el punto de vista de su tiempo, muy atada a su fecha. Cuando leemos un poeta neorrealista, en general, no tiene excesivo interés porque su poesía es una poesía de aquel tiempo, de aquel momento, es una poesía engagée, comprometida. La poesía no tiene que tener forzosamente esa dimensión política, no tiene que hablar forzosamente de eso: las preocupaciones de cada uno, las posiciones éticas de cada uno de nosotros tienen que entrar en la poesía de alguna forma, y tiene que estar ahí. Pero después, sin comprometer la belleza que es necesaria en un poema. La belleza es algo absolutamente fundamental y el humor también.

 

“Las fidelidades o las lealtades las concibo sobre todo con las personas”

- Esa belleza verbal se enfrenta a la dificultad de la traducción, que Ana Luísa Amaral conoce muy bien, ya que ha vertido al portugués a John Updike, Emily Dickinson, Shakespeare, Margaret Atwood o Louise Glück, entre otros muchos nombres, y cotraducido al inglés a Mário de Sá-Carneiro o Xanana Gusmão. Hoy, la obra de Amaral se puede leer en  inglés, sueco, holandés, francés, italiano, esloveno, alemán o chino.

- Es muy complicada la traducción. Bueno, domino francés e inglés, claro, y español, sí, hablo italiano y lo leo con fluidez. Pero ya está… y  portugués, por supuesto, y alemán. Estudié siete años de alemán. Pero nada más. No sé nada de sueco. Entonces, por ejemplo, tener poemas en sueco, o en chino, es una cosa muy complicada. Tengo un libro en chino, y es una cosa horrible porque no entiendo nada, nada, nada.

   Con todo, estoy cómoda en mi lengua. Pero me es más complicado hablar de mi lugar en la literatura. Las fidelidades o las lealtades las concibo sobre todo con las personas. Escribí mi tesis sobre Emily Dickinson hace años. En esa tesis, cuando  hablaba de Dickinson, tenía necesidad de hablar de otros y de otras, creo que pienso de una forma muy comparatista, es verdad que pienso desde la literatura comparada. Pero no es por esto, exactamente, sino porque todo está conectado con todo. Esa idea de que la poesía es una sola, aunque tenga muchas lenguas, pero una sola, marca mi forma de mantener la lealtad a la poesía portuguesa, una forma diferente: puedo leer un poema de Wislawa Szymborska y llorar, por ejemplo, con la poeta polaca. O puedo leer un poema de Antonio Ferreira, el poeta portugués del siglo dieciséis, y llorar también. O, por ejemplo, hay una poeta española, Amalia Bautista, que tiene un poema que me hace llorar, que en mi opinión lo dice todo. [Busca en su ordenador mientras mantenemos la conversación, lo encuentra y lee:] “Al cabo” de Amalia Bautista: “Al cabo, son muy pocas las palabras / que de verdad nos duelen, y muy pocas / las que consiguen alegrar el alma. / Y son también muy pocas las personas / que mueven nuestro corazón, y menos / aún las que lo mueven mucho tiempo. / Al cabo, son poquísimas las cosas / que de verdad importan en la vida: / poder querer a alguien, que nos quieran / y no morir después que nuestros hijos”.

Esto es fantástico, es bellísimo. La poesía tiene muchas voces y tiene muchos rostros. Pero disfruta de una lengua común y esa lengua, para mí, es la lengua de la unión con el  mundo, de la vinculación con el otro. Y este poema es un ejemplo: no morir después que nuestros hijos...

 

“Hay una disponibilidad y una calidez de la emoción en todas las Américas que nosotros, en Europa, de alguna forma ya hemos olvidado”

- La cita de Amalia Bautista no es casual: Ana Luísa Amaral conoce muy bien la literatura en español, y singularmente la literatura latinoamericana, que cita con frecuencia cuando se trata de hablar de nuestra lengua.

- No sé si eso se debe a mi vinculación con Brasil, por ejemplo, pero conozco bastante bien América Latina. Si no toda, sí he estado varias veces en Argentina, en Colombia, en Venezuela, en Perú, en muchos países de Latinoamérica. Y todas las personas son tan simpáticas, tan maravillosas. Fui hace muchos años al festival de poesía de Medellín, en Colombia, creado para combatir la cuestión de la droga, el imperio de los cárteles de la droga, ese riesgo por el que no me dejaban ir sola por la calle. Recuerdo leer una noche de mucho calor, con esa lluvia templada, casi caliente, que es tan frecuente allí. Estábamos varios poetas, compañeros y compañeras, leyendo en un estadio de fútbol, ante cinco o seis mil personas. No puedo olvidar, cuando terminó la lectura, a las personas que venían y nos entregaban una flor, a veces un bolígrafo, incluso una Parker, que debía ser cara, y te lo entregaban y decían: “gracias poeta. Para ti, poeta”. Algo emocionante.

   En otra ocasión fui a Venezuela, y en  un pueblo de las montañas, el agente de policía que controlaba el pueblo, el sargento no sé qué, me había escrito unos versos, más o menos así: “pero qué placer, qué placer tan grande, que placer sin igual, tenemos hoy con nosotros a Ana Luisa Amaral”. Y esas cosas, no sé, esas cosas son maravillosas. Hay una disponibilidad en todas las Américas -debo hacer alguna excepción, desafortunadamente, con Estados Unidos en los últimos años- en América Latina y en Brasil, una disponibilidad y una calidez de la emoción que nosotros, en Europa, de alguna forma ya hemos olvidado, o nunca cultivamos demasiado. Los brasileños abrazan, besan, tocan el cuerpo. Nosotros no hacemos esto… los españoles un poco más que los portugueses. A veces pienso que el arte, el arte europeo, sobre todo la poesía de los últimos veinte o treinta años, pienso en la francesa, o en la escrita en  alemán, por ejemplo, creo que ha sufrido este proceso también. Pero en América Latina encontramos muchos poetas, muy buenos poetas. Es la lengua, la multiplicidad de acentos que me encanta, porque nunca estudié español, nunca. Lo aprendí con el uso, de pequeña estuve en un colegio de religiosas que hablaban conmigo en español. Reconozco que me gustan las lenguas, el español de España, pero me encanta el español de Buenos Aires, de Argentina, el de Colombia, son todos diferentes y tan bonitos. Por ejemplo en Colombia es muy cantado, y en Buenos Aires, no sé, ese “ella” [la poeta reproduce muy bien un /esha/ rehilado que pronuncia con detenimiento]. O aquel vos por ejemplo, esa fórmula de tratamiento tan bonita. Es la multiplicidad que existe en el mundo, porque el mundo es así.

 

“Lo que me interesa es que la diferencia no sea equivalente a la desigualdad”

- Esa multiplicidad de voces, sin embargo, no parece tan presente a la hora de situar a las escritoras en el lugar que les corresponde, como si de las voces en armonía se pasase a las voces apagadas. Nuestra poeta, coautora junto a Ana Gabriela Macedo del Dicionário de Crítica Feminista, conoce desde su investigación, pero también desde su experiencia como creadora, esta circunstancia.

- Respecto a las autoras, a las escritoras, a su visibilidad, aún hoy, pienso en un trabajo muy interesante de una compañera mía, Ana Gabriela Macedo, sobre  premios literarios y género. Yo misma, por ejemplo, puedo hablar un poco sobre este asunto, recuerdo un premio muy importante aquí en Portugal  con un jurado compuesto por cinco hombres. Llegamos cinco o seis finalistas, todos hombres, menos yo. Ya sabía que el ganador sería un hombre. Tiene interés atender a los premios y esa relación, la desigualdad es muy clara, incluso en el premio Reina Sofía, que han ganado veintitrés hombres y siete mujeres. La mayoría de los premios se conceden a hombres.

   El otro día un amigo brasileño me dijo, a propósito de mi programa de radio, “tú tienes más mujeres que hombres”, y yo nunca había pensado en esto. Le dije que no lo creía, y decidí contar, aunque nunca me había preocupado, nunca me encontré diciendo “ahora voy a poner una mujer, ahora voy a poner un hombre”, sino que han aparecido los que reflejaban mis intereses. Los conté y había pocos más hombres que mujeres. Era una cosa mínima, casi nada. Esto es interesante porque esa era la percepción de mi amigo brasileño. Él tenía la impresión de que había muchas mujeres [enfatiza muuuuuchaaaas], porque no es normal encontrar tantas, aunque no sean tantas, sino más o menos las mismas que hombres, pero para él resultaban “tantas” mujeres.

    Y, sin embargo, ahora, en Portugal, la poesía más interesante me parece que es la escrita por mujeres. Es cierto que  no conozco en la misma medida la poesía escrita por los muy jóvenes, por los autores de veinte años, porque no… vamos a ver, porque en ocasiones lo que leo no me gusta mucho. Creo que deberían tener paciencia. Todo es muy rápido, quieren ser conocidos, quieren no sé… Recibo libros, por ejemplo, de poetas con diecinueve años, o veinte, que dicen: me gustaría mucho que pudiera leer mi obra, pero no tienen obra, porque obra tiene Sophia, Antonio Gamoneda tiene obra, no se puede hablar con esa ligereza de “mi obra”. La generación un poco anterior sí me interesa, por los lazos con otras autoras. Pienso en las mujeres, en cómo después de los años 50 fue esencial Sophia de Mello Breyner Andresen, porque después de Sophia vino Natália Correia. Claro que teníamos ya nuestra sonetista Florbela Espanca, y también a Irene Lisboa. Pero aparece Luiza Neto Jorge, Maria Teresa Horta y las poetas de los años 60, de los años 70, Fiama Hasse Pais Brandão, que hacen cosas maravillosas… Ana Hatherly, por ejemplo, una gran poeta, y muchas que hacen a veces cosas tan o más interesantes que sus pares masculinos. Por eso me siento muy lejana de la cuestión de la competitividad. Quién escribe mejor no me interesa. Lo que me interesa es que la diferencia no sea equivalente a la desigualdad. Esto me parece fundamental.

 

“Mi poesía, lo he dicho muchas veces, no es programática”

- Ana Luísa Amaral propone, en este punto, leer un poema inédito en español cuando se celebra la entrevista, “Experimentos y evidencias”. La traducción es de Paola Abramo y el poema está incluido en su libro Mundo, que saldrá en breve, en la editorial Sexto Piso.

- “Cuando yo era niña, / hacíamos en la escuela experimentos / con dos imanes / y una hoja de papel // Era una danza extraña / y fascinante, / la del imán posado en el papel / obedeciendo al otro, al encubierto, / un hércules de fuerza / misteriosa // Durante mucho tiempo / yo creí / que el magnetismo era cosa / de hombres sabios, aquella cometa / de Benjamin Franklin se grabó en mi memoria: / la cometa volando, / y entre las nubes, el relámpago / y la promesa de apresar la luz // Yo no sabía entonces que hace sólo unos años / pudo por vez primera una mujer / usar un telescopio de excelencia, / probar que existe la materia oscura / en la belleza del movimiento angular / de las galaxias // Lo interno de la Historia / rechazado por siglos, / el cuerpo en negativo de tantas antes que ella: / como un grano de arena / de frente al negativo del desierto / —durante tantos siglos— // No obstante, se movieron, / una danza de carga positiva volando / en el papel, tal como es invisible casi toda / la materia, pero existe // (Está más que probado)”

   Tengo muchos poemas, en los que aparece la ciencia, muchos, junto a la ética. Pero este es un poema también sobre las mujeres, pero no es un poema de intervención política. Mi poesía, lo he dicho muchas veces, no es programática, no tiene programa.

 

“El amor es también aquello que hace que las estrellas no choquen unas contra otras. Es también esta especie de armonía y también el caos”

- No es programática, pero el lector encuentra en sus versos una guía para entender el mundo y, en no pocas ocasiones, una voz profética. Es posible que esa voz profética parezca al mismo tiempo en voz baja, pero con la determinación de quien entiende el valor de las palabras en conjunto y de cada una de ellas.

- Para tratar sobre esto, tal vez hablaría de un libro que para mí es el mejor ejemplo, un libro publicado en 1972 por tres mujeres, las tres Marías: Maria Isabel Barreno, Maria Teresa Horta y Maria Velho da Costa, las Novas Cartas Portuguesas, que yo cuidé en una edición anotada posterior, y que es un libro absolutamente extraordinario. Escrito aún en la dictadura, sus autoras fueron condenadas, pasaron por varios tribunales, y no entraron en la cárcel gracias al 25 de abril y la Revolución. Hay una frase muy bonita en ese libro que dice: “Diz-me uma palavra alta, e eu hei-de parir a alegria de um povo”. Y eso es fantástico, porque no hay palabras altas ni palabras bajas… pero hay palabras altas y palabras bajas. Verdad es una palabra alta, justicia es una palabra alta. Crueldad es una palabra baja.

   Sobre mi voz bajita… de Emily Dickinson  dijeron eso, escribió una vez que hablaba con una voz muy bajita, pero esa voz es fuerte como un trueno. Han pasado cien años, y la gran poesía, la de Dickinson, por ejemplo, es así, es de su tiempo y del nuestro. Dickinson vivió la guerra civil americana, y tiene poemas que no hablan directamente de la guerra, pero que están escritos durante la guerra y que dicen cosas como “hay una palabra que empuña una espada que puede traspasar a un hombre armado”, que tiene toda la imagen ética de la guerra ahí presente. Pero si no supiésemos que Dickinson había pasado por la guerra civil americana el poema no perdería nada de su fuerza, esa idea de que hay una palabra… [recita en inglés]:  “There is a word / Which bears a sword / can pierce an armed man. / It hurls its barbed syllables, / And is mute again.”

-  Quiere traspasar a un hombre armado, y esa idea de una palabra, una palabra sola, es fantástica. La poesía de Dickinson, siendo de su tiempo, atraviesa el tiempo; la poesía de Dickinson hace lo que hace la gran poesía, y la leo con la misma frescura. Una poeta capaz de decir que “Todo lo que sabemos del amor es que el amor es todo lo que hay…” Es la mejor definición de amor que conozco, porque verdaderamente no sabemos, no conseguimos saber qué es el amor. ¿Qué es estar enamorado? Pero es todo lo que hay. Sí, porque el amor es también la conexión. El amor es también aquello que hace que las estrellas no choquen unas contra otras. Es también esta especie de armonía y también el caos. Porque el caos forma también parte del amor.

 

“No son cosas incompatibles, la memoria y el olvido. Olvidar algunas cosas, pero la memoria está allí, no puede ser puesta de lado, tiene que estar a nuestra disposición cuando la necesitamos”

- Pero de la armonía de las estrellas la conversación pasa a su reflejo en la tierra, y a la responsabilidad que la literatura tiene en el fenómeno de la nostalgia global, la presencia del pasado y la dificultad para imaginar el futuro en un momento de tanta incertidumbre.

- Esa cuestión es interesantísima, porque hoy hay la tendencia de proponer el olvido. Estuve en el Aula de Poesía Díez-Canedo, en Badajoz,  y me contaron que en la vieja plaza de toros el alcalde había mandado tapar los huecos de las balas, que estaban allí desde la Guerra Civil y la toma violenta de la ciudad, porque era ya tiempo de olvidar el pasado. Eso es algo muy grave, muy serio, puesto que yo no solo puedo hablar de futuro y pensar en el futuro. Si pienso en el pasado, el tiempo humano como nosotros lo concebimos, como lo entendemos en esta ilusión nuestra, que es la única que tengo, intuyo que somos hoy el futuro de mañana, y sin memoria y sin pasado no podemos construirlo. Debemos conocer lo que pasó,  lo bueno y lo malo también. No hay otra forma de construir un futuro mejor.

   Y, al mismo tiempo, Susan Sontag dice una cosa muy bonita, dice que no podemos recordar todo, y tenemos que olvidar. También hay una ética en el olvido. También tenemos que olvidar algunas cosas: para que pueda haber una convivencia armoniosa entre las gentes es necesario. Y no son cosas incompatibles, la memoria y el olvido. Olvidar algunas cosas, pero la memoria está allí, no puede ser puesta de lado, tiene que estar a nuestra disposición cuando la necesitamos. Pienso en la reconstrucción de Alemania después de la Segunda Guerra, o la de Polonia, donde el noventa por ciento de los judíos fueron asesinados. Allí tuvo que haber una forma cualquiera de compromiso entre lo que se recuerda y lo que se olvida, para que fuese posible avanzar, y hacer algo con el futuro. Pienso también en los campos de concentración, y en la Primera Guerra Mundial. Entre la Primera y la Segunda pasó una generación en la que en muchas ocasiones el padre había muerto en la Primera Guerra y el hijo en la Segunda. Una cosa horrible, horrible. O pienso en la Guerra Civil en España; nosotros no tuvimos ninguna guerra civil, afortunadamente, un acontecimiento horrible causado por una de las facciones, que desobedeció la ley, sí. Desde este punto de vista, no fue Franco quien ganó, fueron los republicanos. Es necesario recordar hasta el momento en que ya no haya generaciones para hacerlo. ¿Quién se acuerda de la Guerra de los 100 años? Nadie. Pero nosotros podemos aún recordar la guerra civil, podemos aún recordar a Salazar.

   Todo esto, con el tiempo, sólo lo va a recordar la literatura. La literatura, exactamente. En la literatura podemos encontrar la Guerra de los 100 años, y las guerras que ya no recuerda nadie. Por eso la literatura es tan importante, para recordarnos también que todo es muy semejante, que nosotros, seres humanos, somos monótonamente semejantes: las cosas que se hicieron, horribles, y también los gestos maravillosos, porque creo en la generosidad. Si nosotros no recordamos, la literatura lo hará, la literatura, el arte. Por ejemplo, recuerdo a Verdi. El coro de los hebreos, en Nabucco [entona el inicio del coro]: “Va, pensiero, sull'ali dorate; / va, ti posa sui clivi, sui colli, / ove olezzano tepide e molli / l'aure dolci del suolo natal!”

   Esos versos que se cantan fueron compuestos contra Napoleón, contra la invasión napoleónica. Siempre podemos decir, como cantaba Manuel Freire, “Não há machado que corte a raiz ao pensamento”. No, no hay muerte para el viento.

   No, no hay muerte. Nosotros no recordamos, pero el arte puede hacerlo; por ejemplo, Goya, los fusilamientos ¿Quién se acuerda de los fusilamientos? Nadie los recuerda, pero está ese cuadro de Goya y hay un poema maravilloso de Jorge de Sena, que se llama “Carta a meus filhos sobre os fuzilamentos de Goya”. Y yo misma escribí un poema que se llama “Um pouco só de Goya: carta a minha filha”. Entonces, Goya vive.