Llegar a la casa de Elena Poniatowska es regresar, es desandar el tiempo hacia las calles angostas, empedradas, los árboles añosos y desembocar en la emblemática y entrañable,  para todos los citadinos de mi generación,  plaza  de Chimalistac  con su  templo pequeñito en el que cabe su grandiosa belleza. La Capilla de San Sebastián Mártir fue construida a finales del siglo XVI y modificada en los siglos XVII y XX. Es una de las construcciones más antiguas del barrio. Ahí se filmó, en 1931, Santa, la primera película sonora mexicana.

 

Es un lunes a medio día y la iglesita está abierta. Elena me invitó a comer, me acerqué a su puerta y mientras la enredadera se me caía encima tuve tiempo de arrancar unas flores secas y sentir como empezó a regresar el carrete de la memoria.

 

Recuerdo el cuento de Elena “Boda en Chimalistac”. Un cuento infantil que narra la historia de amor y desencuentro entre un árbol limonero y una jacaranda; seguro que se desarrolla en este jardín, pero no reconozco a los protagonistas ya que no es la época en que florean y cubren nuestras calles de ese violeta color de infancia y de ternura.

 

La buena de Martina me abre sonriente acompañada de Shadow, el enorme perro que heredó a Elena su hijo Felipe. Recorremos el abigarrado jardincito, la entrada a la casa, salvamos la mesa redonda llena de retratos de familia y una avalancha de libros que nos rodea. Oigo a lo lejos la voz inconfundible de Elena.

 

Recuerdo sus clases. No puedo separar mi larga amistad del inicio cuando fue mi maestra, allá por los años setenta cuando ella coordinaba un taller maravilloso llamado “El grupo”. De ella no solo se aprendía a redactar, a ser concreta en el discurso; nos enseñaba a buscar la verdad, a adentrarnos en el alma de las cosas y los seres. El aprendizaje de tenerla cerca cada ocho días durante más de diez años fue un privilegio, fue parte de la educación sentimental, tal vez tardía, de muchos seres que la escuchábamos semana a semana. Su honestidad, su congruencia y su compromiso con la palabra, sobre todo su compromiso con el otro, con los otros, fue y sigue siendo un ejemplo de vida.

 

- Me pide la Señora Elena que por favor la espere. Tome asiento. - Me dice Martina con una sonrisa.  A un lado de los sillones, sobre una mesita, muy bien colocada, una charola con dos copas tequileras, dos botellas; una de mezcal y otra de tequila y un par de servilletas están esperándonos.

 

Aparece Elena, sonriente y cálida como siempre y después de intercambiar saludos y recuerdos, Martina nos acerca un platito de porcelana con un mousse delicioso.  Me interesan tantas cosas de esta mujer que todo lo que tenía planeado preguntarle desaparece de mi mente. Ahora no sé por dónde empezar y, por alguna razón incomprensible, le lanzo la primera pregunta. Tal vez porque al estar con ella después de un largo tiempo me vuelven recuerdos del pasado y le comento: tal vez por los recuerdos.

 

- En el libro de Michael Schuessler, hay un texto tuyo sobre tus padres, bellísimo, lleno de amor. Los dibujas auténticos, sin reproches, sobre todo a Paulette, tu madre ¡cómo la guardas en tu corazón! Dices: “a mi madre siempre la traje dentro y ahora más que nunca, siempre (o casi) está conmigo, es mi fuerza”. Cuando lo leí supe de donde proviene la fuerza que te impulsa y te sostiene, y a ella, Doña Paulette, la voy a recordar siempre erguida y elegante, tan bella, tan dama y señora.

 

- Sí, así era ella y no sabes cómo me arrepiento de no haberla llevado al  Grupo, a la casa de Alicia Trueba donde nos reuníamos cada semana, hubiera sido muy feliz, porque era una mujer culta e inteligente y hubiera disfrutado mucho, estoy segura. La sigo llevando conmigo, muy cerca, siempre.

 

- Bueno, pero hablemos de ti. En una entrevista de la editorial Era se analiza tu trabajo. Afirman que muchos de tus textos están escritos desde la culpa. Yo pienso que nos contagias de esa supuesta culpa, nos enfrentas con realidades y personajes que no sabíamos que estaban ahí, personajes casi invisibles, del pueblo, del barrio o de la calle y nos sacas de nuestra comodidad;  como dicen ahora,  de nuestra zona de confort. Porque no solo los haces evidentes sino que les das voz. Julio Cortázar decía “es más cómodo no pensar”. Nos sentimos "catrines" como tú te identificas a veces,  Nos enfrentas a una realidad que tal vez no queremos ver  ¿qué opinas? 

 

- Recuerda que yo llegué de Paris de 10 años, y todo me sorprendía. Mi idioma materno era el francés. En París no se veía gente descalza en las calles, aquí, en la calle de Berlín o de Londres, en la colonia Juárez por donde vivía con mi abuela, cerca del Paseo de la Reforma -nuestros Champs Elysées-, veía mujeres que caminaban pegaditas a la pared que se bajaban de la banqueta para que tú pasaras y se tapaban su carita con el rebozo para que no las vieras. Las mujeres que salían en su coche con sus bolsas muy buenas y zapatos de piel de cocodrilo o sombreros no caminaban por las calles; en París veías a esas mujeres caminando entre la gente, aquí en México la gente bien vestida va en coche. Y todavía lo ves, no recorren las calles caminando. Bueno, la mezclilla ha sido demócrata. Pero el lujo está aislado. Las muchachas que trabajan detrás de esas bardas en esas casonas enormes, si les falta algo para cocinar las tiene que llevar el chofer a algún supermercado. El lujo no se mezcla. No conocen los llamados barrios bajos, las colonias conurbadas no existen. No se mezclan. Ni les importa. 

 

“Muchas mujeres suplen su capacidad de creación por capacidad de compra”

 

- Elena, hace tiempo que vives aquí, en un barrio maravilloso, pero que a unos pasos, poco a poco se ha llenado de centros comerciales. Como si hicieran falta más. Qué maravilla que la plaza siga intacta, Pero eso no ha sucedido en muchos barrios, en colonias de clase media, con calles arboladas, donde en cada esquina encontrabas una mercería, una tienda de abarrotes, una miscelánea o podías comprar el pan sin tener que ir a un enorme centro comercial o a un supermercado como ahora. 

 

- Es verdad, se ha perdido el concepto de barrio, en Europa todavía te encuentras la carnicería o la panadería cercana más a mano. La cultura del mall es tremenda. Muchas mujeres suplen su capacidad de creación por capacidad de compra. Ahora los malls están estudiadísimos. Llenos de gente, hay cines y tiendas de especialidades;  están las tiendas de departamentos, de marcas importadas, restaurantes.  Las mujeres tienen la culpa, porque en vez de comprar tantas chingamusas podrían crear algo; la costura es creativa, podrían coser, bordar alguna prenda, algo. La clase que está subiendo tiene que visitar esos enormes centros comerciales. Es un modo de vida importado. Ya se acabó la vida de barrio, una vida más humana. Ya no hay changarritos. Nos estamos convirtiendo en un Dallas (Texas). Las familias completas van aunque no compren, van de paseo. Aunque sí compran quizá por una necesidad de integrarse a otra clase social. Y ya van desapareciendo los parques, antes los domingos iban las familias a los parques a pasear, con los niños, ahora pasean en los centros comerciales y los niños juegan ahí y aprenden el juego de la compradera.

 

- Pero hablemos de tus temas recurrentes, Elena:  te interesa el ser humano. Sobre todo las mujeres, de diferentes estratos -y no me refiero a la multitud de entrevistas de toda tu vida, sino a los personajes que creas-. Tus cuentos están llenos de verdad, de compasión, de vida y respeto al otro. La compasión, del latín compassio que significa “sufrir juntos”, es un valor del ser humano que es capaz de comprender la situación del otro conectándose desde un sentimiento espontáneo de solidaridad. A ese sentimiento me refiero, no a lo que se confunde con lástima. Te metes en el ser humano; hurgas en las almas. Me recuerdas a María Zambrano, una de las Marías que tú admiras y que has mencionado en tus textos. “Un buen texto, prosa o poesía debe tener verdad del alma”  Recuerdo que en tus clases alguna vez nos dijiste: "hay que escribir con sangre y semen".

 

- Yo no me acuerdo.

 

Y sonríe arrugando su nariz con gracia. La sonrisa de Elena es una ventana abierta a la vida, es como su jardín brillante y cálido, acogedor. Sonríe mientras acaricia a uno de sus dos gatos, creo que es Monsi; el otro que anda por ahí rondándole, dice Elena, se llama Váis. En homenaje a su querido amigo Carlos quien vivía rodeado de gatos, siempre fueron parte importante en la vida del escritor, dicen sus amigos que eran veintidós las mascotas que lo acompañaban en sus noches y sus días de trabajo. Al estar con Elena es imposible no hacer referencia a sus amigos cercanos, personajes importantes de la cultura de éste país.

 

“Vivimos en un país donde ser mujer es pertenecer a un grupo sin derechos”

 

- Algunos de tus libros no solo son verdaderas novelas históricas, son mucho mas.  Ese interés y admiración que tienes por tus personajes y su entorno, lo contagias al lector, sobre todo por personajes femeninos importantes, como Tina Modotti, Leonora Carrington o Lupe Marín; porque nos das todo un contexto social, cultural y político de la época como en Las indómitas el título de tu más reciente libro. Te interesan las mujeres fuertes, valientes, transgresoras que logran destacarse. Además de la solidaridad que siempre tienes con tus congéneres ¿De dónde surge éste tema tan recurrente en tu obra?

 

- Yo creo que surge de mi propia historia y porque vivimos en un país donde ser mujer es pertenecer a un grupo sin derechos. Y me interesa destacar esa lucha solitaria, para lograr lo que una se propone. El mundo del periodismo, sobre todo cuando yo me inicié desde muy joven, era un mundo de hombres, en el que eran pocas las mujeres dedicadas a ello.

 

- Alguna vez dijiste que siempre te persiguió la misoginia, que nunca tuviste un escritorio, ni un salario semejante a tus colegas hombres, pero lograste destacar como la gran entrevistadora. ¿ya no te interesa la entrevista?

 

- Bueno, ahora me interesa más la novela; ya he hecho mucho periodismo desde muy joven. Me he convertido en una celosa de mi tiempo, lo reconozco. Pero estoy atiborrada de trabajo, ahora sí, con mis proyectos, aunque para escribir de temas que no conozco tengo que entrevistar a mucha gente. Así aprendo, porque acuérdate que yo no estudié una carrera. Cada tema que abordo tengo que estudiarlo y entrevistar a los que saben.

 

“Ser curiosa e investigar y preguntar me ha servido mucho”

 

- Sin embargo has recibido varios doctorados honoris causa en universidades nacionales y en el extranjero. ¿Te pesó mucho en la vida no haber estudiado una carrera universitaria?

 

- Fíjate que sí, durante muchos años me pesó. Tal vez por eso soy obsesiva en informarme bien sobre los temas que abordo. Ser curiosa e investigar y preguntar me ha servido mucho. Soy muy necia. Muy obstinada.

 

- Una niña europea, con una infancia que ya has mencionado y que te marcó. ¿Crees qué esto hizo que te dedicaras al periodismo desde tan joven? ¿Qué encontrabas en las calles de México y en sus habitantes? ¿Te asaltó tu propia identidad en esos caminos que no eran de la Mancha? ¿Tenías, como Cervantes,  necesidad de pertenencia? ¿Qué opinas de esto?

 

- Sí, yo creo que sí. Pertenencia. Al año de mi llegada a México todo seguía sorprendiéndome, Y sí, tal vez por eso me dediqué al periodismo; sin embargo cuando entré a Excelsior, al mismo tiempo salió mi libro de cuentos Lilus Kikus. Cuando uno es periodista creen que no puede escribir ficción. He escrito muchos cuentos; Hojas de papel volando es el libro más reciente, nuevo, me lo acaba de publicar Era. Hay cuentos y hay novelas pero estamos marcados por el periodismo y el periodismo está ligado a la política, sobre todo a la situación política del momento y todos quieren que abordes ese tema, lo esperan.

 

- Yo no quiero preguntarte de política. Y por supuesto tienes razón, si algo hay en Lilus Kikus es imaginación, creatividad, hay literatura, en esa niña llena de preguntas, de fantasía; también de conflictos con lo religioso, con la culpa y el pecado, ahí está ya la escritora. La escritora que se cuestiona el mundo que la rodea. Y lo femenino, el personaje de la ficción es una niña. Una niña que viaja en el mundo de los sueños. En realidad ¿nunca te ha conflictuado este paso de la crónica o entrevista a la ficción?

 

“Cuando haces periodismo te creen incapaz de escribir otra cosa”

 

- ¿Cuál conflicto? En México la realidad nos lleva a la ficción, a la imaginación. El sello que nos da el periodismo es muy fuerte, cuando haces periodismo estás metida en la realidad y te creen incapaz de escribir otra cosa. Elena Garro fue la única que me lo dijo cuando todavía era esposa de Octavio Paz; me dijo: ¿por qué no escribes lo tuyo en lugar de entrevistar babosos? He escrito muchos cuentos y novelas; no solo entrevistas. Pero uno queda marcado por el periodismo.

 

- Me intriga saber si algún entrevistado te ha reclamado alguna imprecisión o interpretación de sus respuestas. ¿Qué nos puedes contar al respecto?

 

- Ya nadie te puede reclamar, porque está la grabación y les puedes demostrar y comprobar lo que dijeron, pero hace tiempo cuando uno tomaba notas en una libreta, sí. Había una Doctora, Talamás de Quitani; era cirujana plástica. Ella me reclamó. Porque yo dije que a cierto paciente le había quitado un metro de piel de la nalga. Aquello era imposible: ¿de dónde iba a salir tanta piel? -Y Elena lanza una vez más su maravillosa sonrisa de la que escribió José Joaquín Blanco  “Su voluntad de sonrisa y de vida...su mayor logro literario, fue enseñar a la literatura mexicana a sonreír”

 

“La literatura es una carrera contra el tiempo”

 

- Has hablado mucho de tus procesos creadores. Cada historia, crónica o reportaje se convierte en una novela histórica, en creación, en literatura. Leerte es conocer a México, a dos méxicos o las muchas caras de este país. A través de tu pluma conocemos a personajes que eran una referencia cultural, pero tú les das vida a ellos y a su tiempo. Por ejemplo, en Tinísima recreas una época irrepetible, como tú le llamas, un testimonio de la cultura que marcó a México y un retrato de sus fascinantes personajes,. Admiro tu trabajo. Es obsesivo y constante. Tan absorbente que  parece que escapas; cuando escribes cuesta trabajo encontrarte. Te entregas al quehacer de la escritura como nadie.

 

- La literatura es un trabajo muy solitario  -contesta muy seria- y ya tengo muchos años. Es también una carrera contra el tiempo; tengo planes para escribir más -se queda callada, pensativa; le pregunto si está cansada e inmediatamente sonríe- estoy esperando a un polaco –me dice-.

 

La tarde empieza a caer sobre el jardín que veo por la ventana, el día se empieza a cansar también, como ella, y me preocupa incomodarla..

 

“Ahora estoy escribiendo la novela de los Poniatowski”

 

- ¿Ahora de qué o de quién quieres dejar testimonio  ¿Qué buscas? ¿Qué tanto quieres decir o a quién nos vas a descubrir? Tu trabajo, siempre nos sorprende, es como si le quisieras ganar al tiempo ¿Qué tanto quieres decir? Ahora ¿de qué o de quién hablarás? ¿a quién nos descubrirás?   ¿Qué buscas?  Me recuerdas a Cervantes a sus luchas y a su maravilloso Quijote. Sus antecedentes judíos ocultos en su momento, su identidad de cristiano nuevo, converso en la búsqueda también de pertenencia. Pero también como él, sabes sacar la sonrisa de tus lectores y las bondades y colorido de los paisajes.

 

- Te digo que ahora estoy esperando a un polaco porque estoy escribiendo la novela de los Poniatowski. Fíjate que el último rey de Polonia fue mi antepasado, Estanislao Poniatowski, muy jovencito fue amante de Catalina la Grande, él era virgen, ella era una mujer extraordinaria. Nació en (Stettin, hoy Szazecin, actual Polonia en 1729. Fue emperatriz de Rusia (1762-1796). Princesa alemana de la dinastía Anhalt-Zerbst, fue enviada por su familia a Rusia para contraer matrimonio con el gran duque Pedro, nieto de Pedro el Grande. Una vez en San Petersburgo cambió su nombre original, Sofía Augusta, por el de Catalina Alexeievna, y entró en la Iglesia Ortodoxa rusa, gesto que fue decisivo para su futuro político. Casó en 1745 con el gran duque, quien accedió al trono ruso en enero de 1762 con el nombre de Pedro III. Impregnada del espíritu iluminista de la época, dice la historia que Catalina mantuvo relaciones poco disimuladas con numerosos amantes, pero supo ganarse el respeto de la mayoría de los gobernantes europeos y de los intelectuales ilustrados de la época, como es el caso de Diderot, uno de sus más próximos consejeros.

 

- Pero ¿cómo llegó a ser rey de Polonia tu antepasado Poniatowski?

 

- Fue gracias a la influencia de la zarina, ella lo impuso, en 1764,  había sido su amante y algo más tarde logró que las leyes polacas estuviesen bajo su observancia, era muy poderosa hasta llegó a contar con el  apoyo de la aristocracia terrateniente rusa para desarrollar su programa de reformas liberalizadoras y racionalistas. Era un mujer muy inteligente y emprendedora, además culta. Ella compró toda la biblioteca de los enciclopedistas. Y creó el espléndido Museo del Hermitage en San Petersburgo. Lo inició con la compra de una extensa colección de obras de los más importantes pintores de la época.

 

El enciclopedismo se plasmó en la famosa Enciclopedia, impulsada y editada por Diderot y D'Alembert, y contribuyeron a su redacción algunas de las figuras más notables de la Ilustración, como Voltaire, Rousseau y Montesquieu y la visitaban, ella departía con estos personajes.


Fue una mujer extraordinaria. Después de Pedro el Grande, Rusia era una estepa, solamente había osos. Se sabe que ella le hizo la vida imposible a Estanislao Poniatowski. Él era un chavito muy joven y se apoderó de él como de Polonia:

 

Igual se quiso posesionar de Austria y Rusia. Polonia es un país que tiene mucha alma. Figúrate qué terrible, en 100 años desapareció de la faz de la tierra.

 

- Sabremos más en México y en el mundo de Polonia y de algunos recovecos de la historia íntima de sus personajes. Porque a través de tus libros y crónicas nos descubres mundos diferentes, tiempos ya idos y siempre lo más profundo del ser humano. En el fondo sospecho que hay también una gran admiración por ese personaje del siglo XVIII terrible y extraordinario. Un personaje femenino de la historia universal sorprendente.  ¿éste es tu proyecto actual?

 

E. Bueno, también quiero escribir sobre mi hermano Jan quien murió en un accidente en 1968. No he empezado pero tengo planes de resucitar a un joven niño, reivindicarlo. Un suicida, para atacarme a mí, habló adjudicándole a mi hermano una inclinación sexual inventada. Era casi un niño, a esa edad todavía no se define la sexualidad. Y es falso lo que dijo. Lo que me duele es que lo haya sacado de la tumba para atacarme a mí. Será un libro chiquito, pero necesito escribirlo.

 

“Es una pena que nuestros científicos se tengan que quedar en el extranjero porque aquí no hay apoyos”

 

- Como en  La piel del cielo, tan justamente premiada ¿es una reivindicación o un reconocimiento a Guillermo Haro, tu esposo,  y a su trabajo como astrofísico?

 

- No, en realidad lo que yo quise hacer en ese libro es, sí una reivindicación pero más bien  a la ciencia y a los científicos  que a Guillermo, en un país que no los apoya. Trató de ser una crítica a la política del país. Nuestros científicos que salen del país a realizar sus doctorados, se tienen que quedar en el extranjero porque aquí no hay apoyos. Ya lo dije alguna vez, es una pena. Si Mario Molina se hubiera quedado aquí nunca hubiera obtenido el Premio Nobel. El gobierno no le dedica recursos a la educación, ni a la cultura, ni a la ciencia y  menos ahora.

 

- Completamente de acuerdo. Por supuesto, tienes razón, pero Volvamos a las mujeres. Tal vez ahora te interesa Catalina la Grande, pero en  Luz y Luna, las lunitas, hay mujeres del campo, mexicanas otra vez, retratos de artesanas. Siempre mujeres fuertes, luchadoras. Las juchitecas sobre todo. Me encantó que te vistieras de juchiteca para recibir el premio Cervantes. Un homenaje a tu identidad mexicana tan asumida.

 

- Y fíjate, fui muy criticada acá, sin embargo casualmente el traje llevaba los colores de la bandera de España, rojo y amarillo. Y allá en España les encantó el detalle, yo no me había dado cuenta, pero me salió muy bien. Me lo agradecieron mucho, pensaron que había sido planeado. Y sí, es muy lindo, me lo hicieron las juchitecas. Cada vez que voy allá me regalan un vestido, ellas lo hacen. Es una maravilla. Imagínate, yo francesa, tenía que ir de mexicana ¿no crees? No me pudieron peinar como hace algunos años porque mi pelo ya no alcanza, ellas lo trenzan por encima de la cabeza con listones y flores y es una maravilla. Y le tuve que poner mangas porque ya no me gusta enseñar los brazos.

 

“Sólo voy recogiendo las vidas que hay que destacar”

 

- Elena, sonriente, me muestra su fotografía de hace 5 años, con el pelo recogido entrelazado con listones de colores y flores como lo usan ellas, y su franca y dulce sonrisa que la identifica. Está bellísima, sin edad, ni nacionalidad. Es como un cuadro pintado por uno de tantos de los artistas plásticos con los que ha compartido su amistad. Y no descansa, la llaman por teléfono, personas que salen del fondo de la casa y se despiden, asistentes; alumnos, no lo sé. Pero sí estoy segura que son personas que la apoyan en su trabajo y tal vez algunas a quienes ayuda. Le pregunto: en tu discurso, cuando recibiste el premio Cervantes mencionas al Quijote y a Sancho que van encontrando en el camino a personajes de la España de ese tiempo, personajes de a pie. Así tú vas por la vida desfaciendo entuertos con el arma más noble, la palabra. ¿qué opinas?

 

- Eso lo dices tú, son palabras tuyas; yo solo voy recogiendo las vidas que hay que destacar, es como un tributo a personajes que admiras, que reconoces sus esfuerzos y sus logros; es como decirles a todas las mujeres: sí se puede. Recoger no solo las voces sino también el paisaje, los colores, los aromas, que son una maravilla; cuando viajas por este México tan lastimado todo te sorprende ¿no crees?

 

- En tu recorrido, no por La Mancha, sino por los caminos de éste país, que es tan tuyo, hablaste en una ocasión de la ciudad de México como “una ciudad que llora” y tú lloras con ella. Qué me dices ¿sigues llorando?

 

- Ahora más que nunca, es el peor de los México que he conocido y que he vivido. Es muy doloroso; un país tan corrompido, abandonado a su suerte, saqueado y tan dañado por sus dirigentes. No es posible que los ciudadanos votemos tan mal. Mucho se debe a la pobreza, el voto se vende por un pedazo de pan o por tortillas. ¿No le daremos una oportunidad a la izquierda?  Parece que no, y mientras siga la pobreza y falte lo elemental en las familias será muy difícil que cambie la situación. Pero hay que seguir luchando.

 

“La palabra es poderosísima, con ella se han ganado muchas batallas, no hay que claudicar”

 

-  O morir en el intento ¿no? Y no puedo evitar recordar la lucha cervantina y el discurso del Quijote sobre las armas y las letras. Tus armas son las palabras… Elena se queda callada unos instantes antes de responder como para sí misma:

 

- Palabras… cómo combatir?  Finalmente es la comunicación, no solo con la palabra, el amor, las expresiones de amor, las expresiones del cuerpo o el gesto, expresiones de amor o solidaridad. La comunicación que hace tanta falta, hay un gran individualismo, a nadie le importa el de al lado, el de enfrente, el que no tiene. -Se queda pensativa y continúa- la palabra en español es una maravilla, es una lengua maravillosa que hablan millones en el mundo, la palabra es poderosísima, con ella se han ganado muchas batallas, no hay que claudicar. Sin embargo en los periódicos ya es difícil que nos escuchen, ellos van a su fin. La noticia que no vende, no sirve.  La comunicación humana se ha perdido mucho con todos los medios digitales, se ha deformado por las redes, se ha pervertido, y esto es muy grave y muy doloroso. No hay que claudicar…

 

¿Qué puedo preguntarle después de esto? Las dos nos quedamos calladas y en este año ya por terminarse, recordando a Cervantes humanista y libertario, me viene un verso a la memoria: “Señor Don Quijote, ¿acaso es el amor lo que nos salva?” Y al releerlo no puedo evitar que Elena, la Poni, vuelva a mi mente, combatiendo incansable con la palabra, la única arma posible, y por supuesto, también con el amor, con su sonrisa y su vitalidad, en contra de tanta violencia que nos rodea.