Es un hombre de tiempos lentos, e incluso se muestra pausado cuando habla. Eso hace su conversación enigmática y envolvente. Y el tiempo se convierte en ingrediente fundamental de su trabajo. Es el que le permite explorar con calma otros territorios desde la ilustración y el diseño, a donde él mismo saltó desde el teatro, al que de alguna forma sigue vinculado, ya que es responsable de la cartelería del Centro Dramático Nacional desde hace más de una década, uno de los encargos que más le llenan, según reconoce. Pero en absoluto el único (de hecho, es un habitual de Turia), aunque prefiere esconderse tras los resultados de sus trazos, de marcadísima personalidad, vibriantes y cambiantes. La tenacidad y la innovación tienen su recompensa y por eso hoy Isidro Ferrer (Madrid, 1963) es doble Premio Nacional de Diseño y también de ilustración. Su estilo se caracteriza por su cercanía a la poesía. También al arte. No en vano, hay quien relaciona a este creador con Joaquín Torres-García. Le tiene casi declarada la guerra al ordenador, y se reivindica como diseñador de lápiz, porque para él lo importante son los procesos, la asunción de los materiales, su manipulación. También ha renunciado a los grandes estudios, a los grandes centros, lo que no implica que le guste viajar, desplazarse para entrar en contacto con nuevas realidades. Ferrer es un hombre de periferias (vive y trabaja en Huesca, en lo que fuera una antigua tintorería), desde donde puede contemplar el mundo y quedarse con lo que realmente le interesa. Bienvenidos a su universo, plagado de referencias y pulsiones que merecen la pena ser conocidas. 

- Cuando uno se define o lo definen como diseñador e ilustrador, y tiene el Premio nacional en ambas categorías, ¿qué escribe cuando tiene que rellenar un formulario en el que le solicitan la profesión?

- Lo más fácil y digno es escribir “diseñador”, que está bastante más reconocido que ilustrador y por lo que hay que dar menos respuestas. El de diseñador es un término muy amplio, que no define en exceso, pero que se encuentra entre las profesiones consolidadas, dentro de lo artístico. Sin embargo, “ilustrador” sí que requiere una explicación a posteriori.

- ¿Usted hace distinciones entre lo uno y lo otro cuando trabaja?

- A la hora de trabajar no, pero lo que sí que tengo claro es hacia dónde se dirige un resultado y otro. Y sí que hay diferencias entre un territorio y otro, sobre todo en los tiempos de lectura, que sería la gran diferencia entre el diseño y la ilustración.

- La ilustración lo exige; el diseño debe funcionar de inmediato. ¿está de acuerdo?

- Así es. La ilustración requiere de un tiempo lento, porque va acompañada de un texto. Siempre está en un entorno de lectura, normalmente editorial, y el diseño gráfico se sitúa en un ámbito de resolución de problemas, de comunicación visual, lo que requiere de otras estrategias y de un tiempo mucho más rápido.

 

“Utilizo los recursos poéticos para llevármelos al terreno de la ilustración”

- ¿Quizás el concepto que lo englobe todo sea el de poeta visual?

- Pese a mí mismo. En realidad, no me gusta entrar en terrenos que no me pertenecen. Yo soy un invitado a todo ello: lo soy de la poesía visual. Me gusta recuperar las palabras de Clarice Lispector cuando decía que ella era una invitada a la literatura. Yo me siento ajeno a toda la corriente oficialista en estos espacios estancos. Y me gusta jugar con todos. Me encanta la poesía visual, me gusta utilizar la metáfora, la simbología de los objetos, todo lo que conlleva el uso de componentes poéticos dentro de la imagen, pero nunca trabajo a la manera de los poetas, sino que utilizo unos recursos poéticos; pero lo hago de la misma manera que empleo unos recursos pictóricos o escultóricos para llevármelos al terreno de la ilustración o de la comunicación.

 

“El diseño fue un descubrimiento tardío por el que me dejé llevar”

- ¿Cómo es posible que uno se acueste graduado en teatro y como actor y se levante dedicado a estas otras profesiones?

- Pues dejándose conducir por las corrientes de la vida. Hay momentos cruciales en los que uno tiene que decidir y en los que se abren puertas que van a determinar el futuro. Tal vez no es algo que sucede de manera inmediata, en un cruce de caminos, en un momento puntual, sino que hay una deriva que va marcando una senda. También, por el apasionamiento, hay toda una cantidad de situaciones que posibilitan que uno, a pesar de pelearse contra aquellas fantasías que construye en su cabeza para ocupar terrenos profesionales, la vida lo conduce hacia otros derroteros que son inesperados. Así me pasó con la ilustración, pero especialmente con el diseño. El diseño fue un descubrimiento tardío contra el que no pude pelear y por el que me dejé llevar.

- ¿Qué ocurrió en su caso?

- Sucedió que, a raíz de un pequeño accidente que sufro, me tengo que apartar de las tablas y empiezo a ver el teatro desde fuera. Y lo que veo no termina de convencerme. Empiezo a percibirme no como parte integrante del teatro, sino como espectador, pero sabiendo perfectamente cómo funciona y cuáles son sus mecanismos. A su vez fui padre muy joven, por lo que tenía una obligación de rentabilidad, de obtener recursos para mantenernos, y eso me condujo a buscar alternativas laborales inmediatas. Una de las que se presentó -además, de manera muy azarosa, porque yo ilustraba, colaboraba por diversión en fanzines en los 80 en los movimientos alternativos de Zaragoza, en la época que coincide con el Madrid de la Movida- fue la de entrar a trabajar en un departamento nuevo del Heraldo de Aragón, el de composición o maquetación, justo cuando se produce un cambio y ya no se trabaja sobre las galeradas, sino que se diseña antes para que el periodista escriba sobre lo determinado y hacerlo así más fielmente. Eso me permite contar con un primer sueldo fijo y descubrir cosas que venían ya en mi agenda genética. Porque mi abuelo trabajó en una imprenta, era cajista… Ese hilo familiar me unía con el mundo de las artes gráficas, que me apasionaba, y empiezo a concebir el territorio del libro y el espacio físico de la lectura de una manera distinta. Así llego al diseño. Fue gracias a un programa de “Metrópolis” en televisión que descubro la figura de Peret y sufro una especie de epifanía. Eso era lo que yo quería ser.

- ¿Dejó poso el teatro que le haya servido después?

- Absolutamente. Pero no de una manera consciente, sino muy tribal. Es decir, está ahí dentro y aflora de formas de las que uno no es consciente. Yo lo fui muy tarde. El teatro queda aparcado, lo dejo, pero de alguna manera sigo vinculado con la profesión a través de amigos. Y este ha ido saliendo de forma natural muy a posteriori, cuando yo dejo de mirar hacia afuera y empiezo a trabajar más desde dentro. Y entonces uno echa mano de los recursos que posee. Y sin yo buscarlo empiezan a surgir cosas que entiendo que son muy escénicas y escenográficas: la disposición, los tiempos, el uso de ciertas herramientas casi escenográficas, sobre todo compositivas... Incluso cuestiones que afectan al propio relato, a la manera de contar las cosas.

 

“Soy afortunado por trabajar para ámbitos que me apasionan, uniendo el teatro con el diseño gráfico y la ilustración”

- Cuando le piden que seleccione tres trabajos esenciales en su carrera acude al que aún desarrolla para el Centro Dramático Nacional. La sombra del teatro es alargada.

Es que ese es el gran regalo de los últimos años: cómo el Centro Dramático Nacional llega a interesarse por mí y me solicita elaborar la gráfica de temporada. Llevo colaborando con ellos prácticamente una década. Para mí es una de las grandes fortunas la de trabajar para ámbitos que me apasionan, uniendo el teatro con el diseño gráfico y la ilustración. A mí me ha servido muchísimo mi pasado teatral para entender bien cuál es la fenomeología del teatro y poder llevarla de forma condensada a una imagen. Leer teatro no es fácil, porque no es narración, es todo diálogo y hay que extraer de estos lo esencial, pero me encanta ese trabajo de lectura previo a la búsqueda de las imágenes porque ya ahí, en ese terreno de la hipotiposis, de generar imágenes a través de la lectura, yo voy construyendo la propia obra. Para mí es un trabajo en el que conjugo dos pasiones, y lo disfruto de principio a fin.

 

“Tengo pavor a repetirme y no creo en los estilos”

- ¿Cómo se consigue después de diez años que a uno no le ahogue su propio proyecto, su propio estilo aplicado a lo mismo?

- Hay una cosa sobre la que trabajo constantemente y es sobre la duda y no sobre la certeza. Tengo pavor a repetirme, no creo en los estilos, que considero que son una consecuencia de las limitaciones, y creo más en las voces que en la forma. Cada año me pongo el reto de cambiar sustancialmente el lenguaje para encontrar elementos coherentes a una línea, a un discurso gráfico que, pese a que mantengan la esencia del reconocimento de la gráfica existente del Centro Dramático Nacional, varíen o cambien de senda. Y una vez encauzado el territorio de actuación, es cada obra de teatro la que me dictamina cuál será el resultado, cuál la búsqueda. Y no sólo hay una; son varias las posibles. Nunca estoy al cien por cien satisfecho con los resultados. En mi caso, siempre hay mucha satisfacción pero poca autocomplacencia.

 

“El diseño es un aprendizaje constante y continuo”

- ¿Quién es su mejor crítico?

En el caso del CDN, su equipo: el propio director, Ernesto Caballero, pero a quien  más le debo es a Gerardo Vera. Él es una de las personas que más me ayudó a construir el lenguaje de la institución, porque es de una exigencia enorme, también con criterio y fundamento. No sólo es un grandísimo director, sino que además tiene una cultura visual importante, muy cercana a la gráfica, de forma que puede introducir correcciones y matizaciones, para mí, fundamentales. Nunca he procedido como lo hago con Gerardo Vera, a veces, por repetición, con obras en las que el cartel ha variado porque he hecho hasta 16 versiones distintas para la misma obra, pero siempre con una mirada muy analítica, algo fundamental. El trabajo del diseño es prestar tu voz, estar al servicio de otros intereses, y que haya un interlocutor sólido detrás da mucha seguridad porque este es un aprendizaje constante y continuo.

- ¿Cuál serían los otros dos proyectos a destacar?

- El libro de las preguntas, de Pablo Neruda, es una obra con la que sufrí, pero también con la que disfruté mucho. Me costó casi tres años de realizar, pero es una obra muy teatral, en la que juego con muchas de mis obsesiones al servicio de las de Neruda, a pesar de que éste no es uno de mis poetas favoritos. Sin embargo, hay cosas que me aproximan mucho a él. Yo no soy coleccionista, pero sí que acumulo objetos. Me interesó su amar las cosas sobre todas las cosas, su aproximarse a los objetos de una manera poética hasta el punto de hacerle una oda a una cuchara de palo y sacarle toda su dignidad a lo más esencial y básico. Eso fue bonito de descubrir. Pero luego era un libro endiablado, muy complicado, ya que no era una narración, sino un compendio de preguntas, algunas, que no requerían de respuesta o no se podían apuntar porque había que mantener el enigma y los interrogantes. Finalmente decidí construir un relato alternativo que añadiese preguntas a las preguntas y me sirviese como discurso paralelo. De esa forma, hay dos libros puestos en frente el uno del otro, o incluso más, en ese libro.

 

“Me gusta colaborar con artesanos capaces de aportar soluciones únicas y llenas de vitalidad”

- Nos queda uno.

- Por lo que ha supuesto, mencionaré un trabajo muy reciente, una línea de producto muy diferente a las otras dos anteriores, realizado para una empresa de iluminación de Valencia, Lucifer, que, a partir de un encargo muy concreto, el de definir la línea gráfica de la campaña de su comunicación, me llevó a trabajar sobre la forma y la materia. Ellos lo hacen con la madera y, todo eso derivó en una experiencia personal manejando materiales nobles y trabajándolos en un torno, aquí en Huesca, que dio pie a una familia de animales. En un salto de escala, se ha convertido en un conjunto de esculturas luminosas que se están realizando con artesanos de la madera, con los que, después de tres años, sigo colaborando y evolucionando hacia derroteros muy expresivos. Una de las cuestiones que más me gusta de esta profesión es precisamente eso: poder colaborar con artesanos que vienen de lugares supuestamente lejanos de lo que entendemos por la gráfica, pero que son capaces de aportar soluciones únicas y llenas de vitalidad.  

- Considera a Pere Torrent su padre profesional en las disciplinas que le ocupan ahora. ¿Cuál fue su mejor consejo, que quizás es uno que no se verbalizó?

- Una de las mejores cosas que Peret hizo conmigo fue frenarme y, además, desde la crítica. Yo, como todos los jóvenes, cuando salí de su estudio, tenía mucha prisa, en esa verborrea y frenética de los años noventa. Todo pasaba muy rápido y las instituciones apostaban por la cultura y por los perfiles más frescos. Me dejé llevar y tenía unas ganas enormes de exponer y ser artista. Le envié un proyecto de exposición para la Diputación de Zaragoza y me hizo una crítica demoledora que me tuvo varios días llorando. Y me dijo: “Isidro, la prisa es el peor consejero. Tienes toda la vida por delante. Tómate tu tiempo”. A mí eso me sirvió muchísimo. Renuncié a la muestra y comencé a trabajar de una manera más sensata y apaciguada.  

 

“No entiendo la individualidad”

- Destaca también otros grandes nombres: Vicente Ferrer (de la editorial Media Vaca), Jacques Lecoq, Daniel Gil, se le vincula con Torres García…

- Añadiría otros como el de Raúl, ahora en La Razón, pero que durante años fue ilustrador de El País… Torres García está presente, por supuesto, a nivel matérico, pero también están ahí Picasso, la poética de Miró, Joan Brossa con su antipoesía y su poesía visual… También me siento hermanado a Chema Madoz, a Pep Carrió, a Saul Steinberg, que me parece uno de los grandes de la ilustración y una de las personas que más ha hecho por la disciplina... No puedo olvidarme de Ana Ballester. La lista es larga. Soy muy consciente de que las personas nos hacemos de fragmentos, y fragmentos de todos los demás, de todos los que nos rodean. Nos vamos construyendo y renovando constantemente a partir de los otros. Me reconozco en todos estos nombres porque soy lo que soy gracias a todos ellos. No entiendo la individualidad.

 

 

“ Disfruto con el pánico a la página en blanco”

- Portadas de libros, carteles, historietas, muñecos, animaciones, ilustraciones infantiles… ¿Se ha llegado a especializar en algo? O, dicho en otras palabras, ¿en qué ámbito se siente más cómodo?

- En el de la cultura, en mi caso. A mí lo que me interesa es que se me conceda un margen de libertad, pero también es básico el desplazamiento, esa falta de pudor para caminar por territorios distintos. El reto es encontrar respuestas en los ámbitos que no son los habituales. No me gusta especializarme. Es más: adoro cambiarme, saltar de un lugar a otro, porque ahí están la sorpresa y el miedo. El miedo es lo que te hace temblar, pero también lo que te pone el corazón a dos mil por hora. No me gusta encontrarme en lugares que controlo y que ya sé cómo resolver, ni utilizar recursos que me conduzcan a la repetición. Disfruto con el pánico a la página en blanco. No me he especializado. He sido muy osado; a veces, yo diría que inconscientemente atrevido. Pero los errores que uno puede cometer metiéndose en esos lugares que no le corresponden se pueden suplir con miradas alternativas o con respuestas que no entran dentro de lo pautado.

 

“Hay un público sensible. Capaz de intuir que, tras las imágenes, hay algo más”

- Aunque usa el ordenador, se define como “diseñador de lápiz”. ¿Quedan aún espectadores que sepan mirar imágenes más allá de una pantalla?

- Diríamos que sí. Hay un público sensible. Lo que ocurre es que hay que buscarlo. No es fácil. Pero hay algo en las imágenes que trasciende, que está más allá de uno mismo. Es verdad que estamos anestesiados, que hay una cantidad enorme de información visual que contamina nuestro día a día y nos insensibiliza: todo es prácticamente lo mismo. Pero cuando llegas a imágenes que tienen un significado o contienen misterio, que te ponen a prueba o te generan preguntas, uno es capaz de intuir que ahí hay algo más. Y eso es algo que no tiene que ver tanto con la educación como con la sensibilidad.

- Lo paradójico es que todos los esfuerzos se orientan a que aprendamos a leer, pero no a que sepamos ver imágenes o generarlas.

Una de las grandes carencias de la educación es esa: la visual, la educación comprensiva. Lo que se llama lectura comprensiva está dirigida unicamente a la lectura del texto. Pero toda imagen también requiere de una comprensión y de una lectura detallada para sacarle la máxima rentabilidad a sus contenidos. Los planes educativos ahora pasan por reconvertir los contenidos visuales en una materia sin importancia. Incluso se elimina del currículum.

 

“Internet es un nuevo autoesclavismo”

- Y no es sólo una cuestión de miradas. El ordenador también ha acabado con los aspectos más artesanales de este tipo de labores. Por no hablar de la eliminación de procesos…

- El ordenador ha cambiado aspectos vitales, no sólo en el ámbito de los procesos, sino también todo lo relacionado con nuestra manera de desenvolvernos con el medio y relacionarnos con los demás. Habría que revisar todo esto porque conduce a terrenos, no sé si peligrosos, pero sí en los que estamos muy a merced de intereses comerciales y manipulaciones por exceso. Hay un libro muy interesante de un filósofo coreano, Byung-Chul Han, que se titula La sociedad del cansancio, en el que se ocupa de esto. En otra obra, Psicopolítica, deja muy claro cómo ha variado de lugar el ejercicio de poder y cómo antes el punto de sumisión del ser humano era el cuerpo, a través de la fatiga y el agotamiento, que venía ejercida por los poderes fácticos de entonces, que eran la realeza, el poder político… Eso ahora ha derivado al poder económico, las grandes empresas, que son las que manejan al hombre, pero haciéndole tremendamente libre, responsable del ejercicio de su propia libertad. Cuanto más libre es el individuo, más esclavo es de sí mismo y sus libertades. Y eso está muy ligado a todos los contenidos en internet, porque, y aunque nosotros controlamos algunos, casi todos vienen desde fuera; son estímulos ingentes que llegan a la vez, que nos dan una libertad absoluta de movimiento mientras paradójicamente nos lo restringen. Los algoritmos que se manejan se basan en estudios de nuestros gustos, rentables para sus mercados. Es un nuevo autoesclavismo. Y la cosa va mucho más allá porque también supone una anulación de los sentidos en base únicamente a focalizarse en el de la vista. Nos aisla en exceso, nos genera barreras epidermicas que son muy difíciles de traspasar… Claro que tiene sus pros, pero, en lo laboral, lo que está ocurriendo en el terreno de la gráfica, es que los recursos que se están empleando, por la rapidez de los procesos, son ficticios, ya están contemplados dentro de las herramientas del propio ordenador, de forma que no hay diferencia en la forma de hacer porque no intervienen las manos, no intervienen esos procesos que humanizan el producto y que tienen que ver con a parte física de cada uno de nosotros.    

- Me estoy especializando en recorrer los estudios de los creadores. ¿Cómo es el suyo? Y una segunda pregunta: ¿Por qué es tan importante que no esté en casa?

- En mi caso, es básico separar lo público de lo privado, pero también, un tipo de trabajo de otro. Es cierto que yo estoy trabajando todo el rato, mi cabeza está implicada en la solución de problemas constantemente. Pero tengo que apartarme del estudio fisicamente para dejar el cuerpo libre, para que pueda actuar en otros terrenos. El estudio necesariamente tiene que estar en otro lugar para que eso ocurra. Si no, acabaría estando todo el día metido dentro del mismo ritmo de producción. Y a mí me gusta salir del taller, y vivir en una ciudad pequeña, porque encuentro actividades muy satisfactorias en pequeños rituales rutinarios: el cultivo del huerto, salir en bicicleta por los alrededores, ir a nadar un par de veces a la semana… Ese sentir el cuerpo de una manera distinta, para mí, es fundamental. Y el estudio es otra de esas cosas azarosas que te regala la vida. Era una antigua tintoreria en un edificio racionalista que cerró y qué así permaneció durante mucho tiempo. Me interesé por él de una forma curiosa, porque me parecía un lugar arquitectónicamente destacable, con una luz tan hermosa, y dio la casualidad de que a la persona a la que pregunté era amiga de otra, y conseguí llegar a este lugar por un precio bastante económico.

 

“Trabajo solo, porque quiero vivir intensamente cada uno de los procesos del diseño y la ilustración”

- ¿Ha llegado ya a ese punto en el que se pueden rechazar encargos o la precariedad con la que me suelo encontrar en el mundo del arte se repite en el del diseño y la ilustración?

- Yo soy de los afortunados, y a veces me da pudor decirlo, que no sólo puedo, sino que debo rechazar determinados encargos, porque no puedo con todos. Otra de las cosas que he hecho ha sido moderarme. He decidido no crecer. Trabajo solo, sin asistentes, porque quiero vivir intensamente cada uno de los procesos, desde la generación de la idea hasta el resultado final. Me parece que es la manera de vivirlo realmente. Con el volumen de trabajo que llega al estudio perfectamente podría tener un equipo más amplio, pero ya no estaría viviendo los procesos, sino que tendría que asumir otra tarea como es la de dirección. Y para eso también hacen falta tener dotes, que yo no poseo. La duda constante que aplico conmigo mismo también la aplico frente a los demás. No sabría decidir en un momento determinado o marcar pautas muy concretas.  

- En su opinión, ¿hemos vivido un boom del libro ilustrado o ha sido sólo un espejismo? Precisamente cuando el libro vive también su readaptación al mundo digital…

Este es un mercado que parece nuevo, aunque no lo es, puesto que la novela gráfica tiene muchos años de existencia. Lo que ocurre es que en España, de forma artificial y por un interés comercial, el cómic se ha convertido en novela gráfica simplemente cambiándole el formato. Y nosotros nunca hemos tenido una tradición del cómic tal y como se entiende en Estados Unidos de superhéroes y revista en kioskos, sino que ha sido otro tipo de aproximación al género más y como lo manejan en Europa. Lo que ha sucedido es que el lector no ha tenido que avergonzarse de leer cómic, porque era un subgénero bastante denostado que estaba relacionado con gente alternativa o con niños. Al denominarlo “novela gráfica”, la propia novela lo dignifica y lo sitúa en otro territorio.

 

“Tenemos que aprender a ser dueños de nuestro tiempo”

- Le leo que la emoción es el ingrediente definitivo de un trabajo. Y el tiempo, su herramienta fundamental. ¿Eso se consigue siempre, que haya tiempo y emoción?

Es la intención, pero también hay otros ingredientes: también hay miedo, hay vacío, mucha angustia… Pero todo eso se contempla en la emoción, porque esta no siempre es positiva. Para mí es fundamental que me emocione con un trabajo para que éste tenga un recorrido. Además yo sé de antemano si eso va a suceder. Y si no es así, no me interesa demasiado, porque no me aporta grandes cosas. Tal vez sí en lo económico, pero debería suponer mucho en este aspecto para que yo pudiera decidir que compensa. Y el tiempo es fundamental. Es lo que tenemos y a lo que no deberíamos nunca renunciar. Tenemos que aprender a ser dueños de nuestro tiempo, que es algo con lo que peleo mucho: que no me maneje a mí, sino que yo lo manipule en función de mis propias necesidades.

 

“Un premio nacional sirve para darte visibilidad”

- Hablábamos antes de Premios Nacionales. Si no me falla el dato, solo hay dos personas que dupliquen premio. La otra es Joan Fontcuberta. ¿Para qué sirve un premio nacional?

- También está Max, que tiene el de Ilustración y el de cómic... Pues sirve para darte visibilidad. Yo creo que te sitúa en otro terreno de mayor prestigio. Pero para otra cosa no se si sirve, porque tampoco aporta más trabajo. Y este prestigio sólo te lo aporta en el ámbito en el que uno se mueve. Es un reconocimiento que tiene que ver con el oficio. Eso es realmente lo que me gusta, porque son tus compañeros los que te lo otorgan y subrayan el valor de tu trabajo.

- ¿Trabaja más para el extranjero o para España?

- Pues casi al cincuenta por ciento. Es cierto que desde hace 8 años he tenido que abrirme mucho hacia fuera porque aquí la cosa ha estado bastante mal, sobre todo ese trabajo que tiene que ver con lo institucional y con lo cultural. Ese tipo de encargo ha sufrido un varapalo importante e, incluso, prácticamente ha desaparecido. Ello me ha abierto más hacia afuera, y ahora los encargos vienen tanto del exterior como de dentro.

 

“Internet provoca un estrés enorme”

- Para la imagen, ¿internet es el aliado o el enemigo?

Si te lo tomas con prudencia, puede ser un aliado. Si te dejas avasallar, es un enemigo. Lo que produce internet es que te aporta una información muy rápida e instantánea, también en gran cantidad, pero eso te puede bloquear. Está todo ahí y al mismo nivel. Produce unos niveles de ansiedad importantes. Yo no tengo blog, ni ninguna red social porque me apabulla ese nivel de información y ese nivel de presencia constante de estar viendo lo que están haciendo todos los demás, lo que implica no sólo gente conocida, sino también verdaderos desconocidos, que también hacen obra hermosa. Pero es una cantidad tan exagerada que hace que no dejes de compararte todo el rato con lo que se hace fuera, lo que provoca un estrés enorme. Yo he decidido mirar lo justo para obtener información y sólo cuando necesito esa información. El resto del tiempo quiero seguir habitando los espacios de privacidad de lo cotidiano que me sitúan realmente donde estoy, que es justo debajo de mi sombra. Soy un cuerpo con todas sus limitaciones, que se nutre de lo que le rodea y no de toda esa cantidad informe y enorme que está en el hiperespacio.

 

“Una de las capacidades del lenguaje gráfico es la de generar emociones y contenidos”

- ¿Cuál es el estado de salud de las disciplinas hoy? Ha declarado: “No he visto nunca mejores resultados, ni tan vacíos. Y la razón no es la crisis”.

Tristemente es así. Hay un nivel de resolución técnica altísimo, pero muy poco contenido. La plasticidad es enorme, pero se cuentan naderías. Realmente se está recurriendo al recurso estético. Eso me parece preocupante, por un lado, y triste, por otro. Porque una de las capacidades del lenguaje gráfico es la de generar emociones y contenidos, no sólo y únicamente belleza.

- Suya es la imagen corporativa de varias administraciones, de la cartelería del Centro Dramático Nacional, de portadas de libros de Random House Mondadori… ¿Qué eso no lo sepa el público generalista es bueno o malo?

Es bueno. Y es lo que tiene que ser. Nosotros no somos artistas. Tan sólo resolvemos problemas. Si una buena imagen aproxima al lector, lo seduce o facilita que alguien consuma un producto, eso es positivo. El nombre es algo completamente anecdótico. Quién está detrás sólo le importa a la gente del gremio o a las propias empresas que buscan a alguien que les facilite esos recursos. Pero de cara al reconocimiento masivo, lo considero totalmente innecesario. Trabajamos con la comunicación y al servicio de los demás. No se trata de dejar nuestro sello o firma, sino que somos mediadores.

- Le iba a preguntar justo ahora por el Isidro Ferrer artista, pero lo voy a dejar en el Isidro Ferrer que acumula imágenes “sin utilidad” que quizás no han visto la luz.

- Digamos que existen esos diarios personales, pero no con vocación artística, sino más bien intimista. Tengo la necesidad de acompañarme de libretas en las que vuelco las cosas que me pasan, mis emociones, mis angustias o mis descubrimientos. Cuando viajo, me sirven para recopilar información. Todos esos diarios no se confeccionan pensando en un fin utilitario, sino más bien por la necesidad de ordenar el universo, lo que me rodea, de sujetarme a mis propias vivencias. 

- Me interesa el Isidro Ferrer que no se ve, el amante de la montaña, el que colecciona etiquetas, el que hace fotos… ¿Cómo revierte eso en el que sí conocemos?

Es un Isidro al que le gusta la lectura, la familia, la naturaleza, la cerveza, viajar… Y que intenta disfrutar de los regalos que vienen acompañados de esta profesión. Yo soy un afortunado, y soy consciente de esa fortuna, por lo que intento sacarle el máximo partido. Me muevo entre dos polos distintos: el foco de lo público, cuando salgo y trabajo y viajo, y luego el del anonimato y lo privado, cuando estoy en Huesca. Ese andar entre esos dos ámbitos antagónicos, algo que podría convertirse en una especie de esquizofrenia, a mí me resulta nutritivo, porque lo uno hace posible lo otro y lo otro no se entiende sin lo uno. Para mí, cuando trabajo, viajar es fundamental, así como estar en contacto con otras personas cuando lo hago. Pero cuando vuelvo a casa y comparto todo eso con mi familia y vivo en el silencio de Huesca y del estudio, es la forma de asentar todas esas vivencias, de poder asumirlas.

 

“El compromiso no puede ser una obligación: es una decisión”

- También es interesante su concepto de compromiso. No es muy partidario del concepto “compromiso político” aplicado a la cultura.

- Ha habido un momento en el que se nos ha obligado a estar comprometidos políticamente. Y a la gente con visibilidad pública, aún más. Yo estoy comprometido con las cosas que me interesan y con las que así quiero que sea. Pero el compromiso no puede ser una obligación: es una decisión. Yo decidiré en que terrenos o con qué cuestiones lo hago. Cuando me mostré frente al Rey y le hice aquel alegato antibelicista en los Premios Nacionales de Diseño, hubo quien me intentó utilizar políticamente. Se entendió que mi actuación estaba próxima a una ideología política. En ese momento hubo algún partido que decidió que tenía que sacarle rendimiento a aquello. Y yo me sentí muy utilizado. Pero dije “no”. Yo votaré a quien sea. Mi compromiso no se puede poner al servicio de ninguna ideología, porque es individual.

- ¿En qué está ahora?

- Estoy ocupado con la última temporada del Centro Dramático Nacional. Y estoy trabajando para Camper, la firma de calzado, en su línea infantil, renovando la imagen, las cajas, los elementos de comunicación… Camper también es de esos clientes fantásticos que dejan trabajar y que me han dado una libertad importante para poder proyectar de una forma peculiar.