
Juan Casamayor: “Editar es vivir al borde del abismo y ahí quiero seguir”
“Juan: crear una editorial es muy sencillo ¿serás capaz de crear un editor?”. Han pasado algo más de veinticinco años desde que Juan Casamayor, un joven aprendiz en la empresa de sacar libros al mercado, escuchó esa pregunta de labios de Miguel García, distribuidor, una institución en el mundo del libro, al que pidió ayuda en los inicios, muy consciente de que sin distribución cualquier proyecto estaría abocado al fracaso. Y veinticinco años después esa frase aún resuena en sus oídos. Resultó que esa aventura improbable, la de crear una editorial especializada en cuento, cuando el género apenas estaba empezando a levantar cabeza en la industria nacional, ha tenido éxito. El sello creado por una pareja de locos, como ellos mismos se definen, llamado Páginas de Espuma, se ha convertido en el referente de la narrativa breve en español. Es decir, no sólo en España sino en toda Latinoamérica.
Veinticinco años que la editorial ha venido celebrando este 2025 que está a punto de finalizar con varios hitos editoriales y un sinfin de proyectos de futuro sobre los que hablamos con su director para dar voz también a su trayectoria. La celebración comenzó hace meses con fiesta, con una cita en la que como suele ser habitual en Páginas de Espuma, lo que se celebraba era la amistad. La amistad que fundadores y equipo han cultivado con los autores y con los representantes de todos los escalones en la cadena del libro, una marca de la casa. Parecen, y lo son en buena medida, una familia. Lejos quedan, aunque los fundadores de la empresa lo tengan muy presente, esos momentos en los que Encarnación Molina, la esposa de Juan, que entonces trabajaba para otro sello, dijo ‘adelante’ con el sueño del filólogo arrepentido, y puso parte del dinero necesario para arrancar. El resto procedía de una tía de Juan, Cristina Vizcaíno, cofundadora de la editorial Fundamentos, y de su propia madre. En 2004, Encarni, como la llama todo el mundo en la empresa, se incorporó plenamente al proyecto en el que actualmente trabajan cinco personas en Madrid y cinco colaboradores en América.
Si pasamos revista a algunos de los invitados que acudieron a aquella cita en los comienzos del año, veremos algunos de los nombres clave que han ido poniendo hitos literarios en estas espumosas páginas. Autores ya indiscutibles en las letras en español como Jorge Volpi, Andrés Neuman o Fernando Iwasaki, pero también otros que empiezan a hacerse un hueco en los índices de reconocimiento como Nuria Labari. No faltaron puntales del catálogo como Clara Obligado, Eloy Tizón, Katya Adaui, Valeria Correa, entre tantos otros. Y entre tantos otros editores, distribuidores, libreros…
Juan Casamayor habla claro, no elude dar datos sobre su empresa que rara vez se nos dan a los periodistas con tanta naturalidad. Y más que políticamente correcto con el sector, se muestra siempre enormemente respetuoso con un oficio que ama y con los que lo ejercen.
“Cuantos más vínculos se crean con el autor más puedo llegar a la esencia del texto”
–Usted suele recibir elogios de sus autores más allá de las debidas a un editor. ¿Cómo se consigue tan buena relación cuando éste es una figura que no siempre puede dar buenas noticias?
–Tengo una idea muy clara: cuantos más vínculos se crean con el autor más puedo llegar a la esencia del texto y así poder ayudar no solo en la corrección estilística o en el orden de los cuentos en un libro sino en crear el concepto de ese libro dentro de una biografía de autor. Ese espacio de vocación de trabajo crea lazos afectivos, lógicamente con unos más y con otros menos. Tiene que ver con dos aspectos también. Uno, con mi lado médico. Yo estoy rodeado de médicos. Y básicamente un médico lo que hace es cuidar a otros. Es lo que hacía mi madre en su centro de salud y mi padre cuando abría cerebros. Y el otro aspecto tiene que ver con que he creído desde el principio que una editorial de nuestro tamaño el único capital que puede poner sobre la mesa para que autores y autoras importantes sigan en nuestro catálogo es ese lado humano, afectivo, que comprende desde la edición del texto a acompañar a un autor a una presentación en Zamora, por ejemplo. Todo eso crea una atmósfera, un aire de familia donde los autores se han encontrado muy cómodos tanto en relación con el equipo que formamos como entre ellos. Porque lo bueno del catálogo de Páginas de Espuma es que también entre ellos se crean buenos lazos, que algunos no se conocían y ahora viven en la amistad. Cuando he escuchado a autores en las ferias en las que participamos hablar sobre la editorial se me pone la carne de gallina. La última vez, en la Feria del Guadalajara, oír a Antonio Ortuño, que últimamente lo ha pasado tan mal… Antonio estaba conmigo cuando le llamaron para decirle que su hermano se había muerto en México… Estar con él todo un día. O la lectura del manuscrito de Ceniza roja con Socorro Venegas que fue uno de los actos más emocionantes que voy a tener en mi vida. Nadie me había dicho ‘léeme estoy que yo no soy capaz de hacerlo y dime si hay un libro aquí’. Y pasar toda una tarde leyendo un libro en voz alta a su autora. Todo eso crea una atmósfera personal y no sé vivir sin ello.
“Las antologías son una de esas locuras editoriales que nos encantan”
–Esa complicidad que se demuestra con el primer hito del aniversario que fue Primera Enciclopedia de Tlön tomo XI, donde se ponía en marcha un juego literario al cuidado de Jorge Volpi. Y la complicidad de veinte autores jóvenes.
–Ese es un homenaje que nos hemos dado a la propia editorial y que surgió, como bien dices, de un juego en torno a una mesa y un poco de tequila con Jorge Volpi que fue el creador de la idea. Con Jorge tenemos una amistad de veinticinco años y me propuso para el 25 aniversario hacer un homenaje a una parte bonita de la editorial que son sus antologías. Una de esas locuras que nos encantan y que hacía un guiño a Borges y a Bioy Casares que son los que hablan de esa imaginaria enciclopedia en un cuento. Y luego veinte escritores y escritoras jóvenes que han mostrado cariño a la editorial aportando un texto inédito. Creo que la editorial ha conseguido radiografiar, a través de un libro muy singular, una generación que dentro de quince o veinte años tendrá siete u ocho nombres importantes. Ahora hemos reeditado los cuentos completos de Edgar Allan Poe y hemos mantenido los comentarios del libro que hicimos hace dieciocho años, ahí había autores que ahora suenan pero entonces eran unos niños. Estoy hablando de Alejandro Zambra, de Antonio Ortuño, de Eduardo Halfon, de Guadalupe Nettel etc. etc. Esa misma semilla también está en ese proyecto y en otros que vamos creando día a día
“Todo clásico merece una traducción contemporánea”
–Hablemos de esa nueva edición de los Cuentos Completos de Edgard Allan Poe que ha sido sin duda uno de los platos fuertes de este aniversario. La editorial ya había hecho en su primera etapa una edición de esos cuentos ¿Por qué traducirlos de nuevo y embarcarse en un libro tan complicado por otra parte?
–Sí lo es porque la edición tenía muchos interlocutores y ahora la hemos aderezado con más. Los Cuentos Completos de Poe fue el primer clásico de cuentos completos que publicamos en el 2008. Es el que abría una puerta a lo que ha sido una gran colección de autores clásicos que ha forjado casi una biblioteca en la que los cuentos completos aparecen en un orden cronológico y, esto es muy importante, con una traducción nueva salvo en algún caso muy concreto. Este libro ha sido un long seller en el que se unían además de los editores, Jorge Volpi y Fernando Iwasaki, tres grandes nombres como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Julio Cortázar como traductor. Pasados casi 20 años, la editorial por un lado ha ganado músculo, es más fuerte, y esta colección alberga una potencia que puede sostener proyectos más arriesgados desde distintos puntos de vista. Lo fueron, por ejemplo, las narraciones completas de Stefan Zweig, 1.400 páginas traducidas del alemán por primera vez por un solo traductor. Asumimos ese riesgo que era sobre todo económico. Eso vale mucho dinero, ahí nos dejamos entre sesenta y setenta mil euros. Es verdad que ese libro vendió diez mil ejemplares que al precio de venta suponen 400.000 euros, es decir, ha ido muy bien. ¿Cuál era el riesgo de editar a Edgar Allan Poe bajo otra traducción? Primero, desde una editorial que publica clásicos hay como un compromiso de que todo clásico merece una traducción contemporánea. Y, sin desmerecer en absoluto al padre que es Julio Cortázar, lo cierto es que esa traducción que se hizo hace más o menos setenta años, teniendo en cuenta nuestro idioma, la bibliografía en torno a Poe, las ediciones en inglés definitivas que han salido… merecía una revisión. Y esto lo digo en segundo lugar, pero es muy importante: es una edición íntegra y completa. Y sí, Julio Cortázar hizo una versión insuperable de los cuentos de Poe pero en la traducción hay elementos objetivos que podían mejorarse. Yo conocí a Aurora [Bernárdez], la viuda oficial de Cortázar, y hablé sobre la traducción y claro, hay que tener en cuenta que Cortázar tenía veintipocos años, que le dan un dinero desde la Universidad de Puerto Rico que se lo dieron Pedro Salinas y Francisco Ayala que establecieron una beca para traducir a Poe en Paris… Que la pareja se traslada a Roma porque era una ciudad más barata para poder terminar la traducción en dos meses, una traducción de casi mil páginas… Nuestro proyecto se sostiene en hacer una traducción acorde al siglo XXI. Y dar una mirada a Poe no ya desde sus digamos hijos, no en vano Cortázar le dio a conocer en el mundo de habla hispana, sino de los nuevos escritores. Los que comentaron la primera edición que hicimos tenían entonces la edad de las nuevas prologuistas, que por su escritura son claramente nietas de Poe: Mariana Enríquez y Patricia Esteban Erlés. Si Carlos Fuentes y Vargas Llosa fueron elegidos como hermanos de camino de Cortázar, Mariana y Patricia son continuación de la herencia de Poe, el gran capital. Y a esto hay que añadir el trabajo de ilustración de Arturo Garrido que ha puesto en contacto la obra de Poe con Velázquez y Goya.
–¿Y cómo está yendo la edición?
–A punto de agotar una tirada de 6.000 ejemplares y en el top cinco de las ventas de la editorial tanto en España como en Hispanoamérica, según los datos de Cegal [Confederación Española de Asociaciones de Libreros]. Estamos contentos por la repercusión y haber recuperado un libro que era emblemático de la editorial. Salvo excepciones, la gente ha entendido bien que Poe necesitaba una traducción nueva con un aire distinto y aportando una base lectora y una bibliografía primaria y secundaria que no estaban disponibles hace setenta años. Ha llegado a toda Latinoamérica y en la Feria de Madrid ha sido uno de los más vendidos junto a Larvas [de Tamara Silva Bernaschina], que ha sido el más vendido y de Siete casas vacías de Samantha [Schweblin] que no se baja nunca de las ventas, es como el catecismo.
“Editar los cuentos completos de Ray Bradbury es uno de los proyectos más importantes de Páginas de Espuma”
–Y ahora tienen muy reciente otro de los hitos de este año de celebración.
–En esa rotación de dos clásicos al año que hacemos, veníamos de Poe y estamos en Bradbury que es un proyecto de los más importantes que va a abordar Páginas de Espuma en estos 25 años que concluyen. Este Bradbury tiene una doble historia. Por una parte, una historia lectora que teníamos latente. Acceder a Bradbury para Páginas de Espuma era imposible. Este autor tiene una historia de más de medio siglo publicando en Minotauro, en Planeta, pero surgió una posibilidad a nivel lector y la supimos aprovechar porque a nivel económico no podemos competir con Planeta. Si ganamos la apuesta fue por dos razones: porque venimos desde el 2008 haciendo un trabajo con los clásicos, y los herederos de Bradbury querían situarlo en la misma colección donde está Chejov, Joyce, Edith Warton o Kafka. Por otro lado, porque presentamos ese proyecto lector basado en las grandes antologías. Es decir, en EEUU no hay una edición de los cuentos completos de Bradbury porque es inalcanzable. Escribió cientos de cuentos. Se jactaba de escribir más de un cuento a la semana. Vivió más de 90 años: había mucho cuento. Hay dos grandes antologías, sobre todo la de un especialista en él, Spinetta, que reunió cien cuentos. La hemos superado con ciento veinte y recorre el principio y el final de su carrera que es donde nos jugábamos el proyecto. Porque en un volumen de 1.400 páginas poner todos los cuentos de Crónicas marcianas es muy sencillo, pero había que rastrear los cuentos de los fanzines de juventud o los cuentos de madurez y eso es lo que Paul Viejo había hecho durante años y eso eclipsó la apuesta de la agencia estadounidense. Y se añade algo: las traducciones de Bradbury no es que estuvieran mal, pero han pasado de algunas más de medio siglo y lo que hemos hecho es que todo es nuevo, todo nuevo y traducido entero por Ce Santiago. Hay cuatro o cinco textos que no me atrevo a calificarlos como inéditos porque sería altamente peligroso pero a día de hoy no conocemos que hayan salido en español ni siquiera en revistas, pero, claro, quién dice que a lo mejor un fanzine del año 73 en Santiago de Chile que estuvo activo unos meses y unos estudiantes tradujeron el cuento y lo sacaron y como en este ‘mundo Bradbury’ hay mucho friki…
“Samantha Schweblin creció gracias a nosotros”
–Hablando de apuestas, todo editor tiene el prurito de haber descubierto nuevos valores para la literatura. Mirando hacia atrás ¿de quién presumiría en el sentido de haberlo puesto en el mapa de la narrativa breve en español?
–Esa es parte de mi condición. Yo tengo un compromiso con el aquí y el ahora… El caso de Tamara Silva. Cuando Tamara nació Páginas de Espuma ya existía y eso para mí ha sido muy revelador del trabajo hecho. Y ahora si tuviera que decir un par de nombres… Uno absolutamente desde cero, la autora que nunca había publicado nada, es María Fernanda Ampuero y se ha convertido en un huracán, conocida en todo el continente. Pelea de gallos es el libro que más vende la editorial por encima de Siete casas vacías. Creo que Samantha Schweblin creció gracias a nosotros, no tengo problema en decirlo públicamente. Cuando gana el premio Ribera del Duero, ella en España no era conocida, lo era en Argentina, pero no en el resto de la geografía en español y creo que ahí hay una acción coordinada –y las cosas hay que decirlas– con Claudio López Lamadrid [director editorial de Penguin Random House, fallecido en 2019] que publicó Distancia de rescate por esas mismas fechas. Yo recuerdo que sacamos el primer miércoles de mayo del año 2005 un total de 5.000 ejemplares y en junio ya estábamos reimprimiendo. Y ahora va a salir una edición del décimo aniversario y llevamos treintaiséis ediciones. Ella ha trabajado muchísimo para llegar a ese estatus, pero la editorial ha hecho un esfuerzo enorme. Luego estoy muy contento del punto de inflexión que tuvo Eloy Tizón con Técnicas de iluminación. Un libro que le permitió a Eloy borrar su apellido. Ya no era Eloy Tizón el de Velocidad de los jardines, esa coletilla se le quitó y ahora la coletilla es Eloy Tizón ‘el mejor autor de cuentos en español de España’. Ese acompañamiento con la reedición de Velocidad de los jardines y con Plegaria para pirómanos y la publicación de sus lecturas en Herido leve para mí es una alegría. Otras cosas van más despacito. Un caso es Pedro Ugarte que con cada nuevo libro tiene más lectores, más reseñas… Y de todo vivimos los editores.
“Hemos conseguido hacer del cuento una singularidad espacio temporal”
–Le he oído decir en ocasiones que un editor independiente se acaba convirtiendo en un lector para los grandes grupos editoriales porque cuando consigue un autor de éxito éste puede tener la tentación de marcharse a una editorial más grande. Pero a usted se le van pocos.
–La verdad es que esa máxima es verdad en la mayoría de los casos. Cuando una editorial independiente publica novelas y tiene un novelista de éxito acaba yéndose a grandes grupos lo cual es comprensible por parte del autor. Eso puede ser más rentable a corto plazo aunque quizá no tanto a largo, porque hay que valorar mucho lo de ser cola de león o cabeza de ratón sobre todo para la visibilidad. Un autor en su editorial independiente puede tener una progresión más firme y con más ejemplares vendidos que en un gran grupo. Esto lo dijo una vez Claudio López Lamadrid, lo vuelvo a citar, en una entrevista conjunta que nos hicieron en 2017. Él decía que algunos libros tan bien como los impulsaba Páginas de Espuma, él no podía hacerlo por la estructura que tenía, y en esto también ponía de ejemplo a Blackie Books. En el caso concreto nuestro, es que trabajamos con esa singularidad llamada cuento y hemos conseguido hacer del cuento una singularidad espacio temporal. Desde ese punto de vista casi cuántico hemos conseguido que autores de grandes grupos quieran seguir dejando sus cuentos en Páginas de Espuma. Eso ha sido una norma y sigue funcionando así. En febrero del próximo año vamos a publicar el nuevo libro de relatos de Fernanda Trías que es una autora de Random House. Fernanda ha decidido que sus cuentos sigan aquí. Hemos hablado de Ray Bradbury y yo no he eludido que es un autor de Planeta Minotauro y ahora aparece la edición de sus cuentos en Páginas de Espuma. Eso ¿cómo se come? Porque existe un prestigio lector. Yo no puedo competir económicamente con un gran grupo, perdería siempre, pero sí puedo competir en un trabajo subterráneo. Lo de ser lector puede parecer una obviedad pero es que el editor que es lector sabe leer editorialmente y si sabes leer editorialmente sabes editar un texto y te aseguro que muchos autores que han pasado por aquí, cuando les he editado un libro me han dicho ‘nadie había hecho esto con mi texto y cuando digo nadie es nadie’. Yo edito textos que no voy a publicar. Edito novelas de mis autores.
“Las nuevas generaciones de editores van a venir mejor formados”
–Ese es un gran tema. La figura del editor en el mundo anglosajón parece más definida tradicionalmente. Es un trabajo de acompañamiento concienzudo, se trata de mejorar el texto, de señalar posibles tics innecesarios, de mejorar el estilo. Pero en España a veces se echa de menos ese trabajo. Se leen libros, incluso de sellos prestigiosos en los que cabe hacerse una pregunta: ¿dónde estaba el editor o editora?
–Yo soy muy optimista con las nuevas generaciones de editores. Los editores cada vez van a venir mejor formados, con una experiencia previa en sellos ajenos, una formación que yo no tuve. Lo que sí es verdad es que las editoriales de pequeño tamaño a veces no tienen la oportunidad o el tiempo necesario para incidir en el texto, pero es un error no solo porque podrías mejorarlo, que eso es obvio, sino porque cuanto más te comprometas con un texto mejor lo vas a defender en otros ámbitos. Tú me sufres… Hay periodistas que afirman que soy el único editor que no acepta un no por respuesta. Eso me viene porque me comprometo con la lectura y creo que ahora hay grandísimos editores que hacen ese trabajo, pero es posible que no sea la norma por lo que me dicen algunos autores. En este sentido, una cosa que llevo haciendo desde hace unos diez años es guardar los manuscritos. Y ese interés me ha permitido dar clases en EE.UU. porque les interesa la genética textual. Ya la Universidad de Brown me preguntó qué iba a hacer con esos manuscritos. Yo tengo aquí desde novelas de Andrés [Neuman], editadas por mí en sus inicios, hasta los manuscritos de Siete casas vacías o Pelea de gallos o los libros de Eloy en sus primeras versiones.
Ese ‘aquí’ al que se refiere Casamayor es la sede de la editorial. Un piso en pleno centro de Madrid que es a la vez vivienda y oficinas. Un lugar bien conocido por autores, periodistas y cuantos alguna vez toman contacto con la casa. Uno de esos pisos antiguos con largos pasillos. Y a ese pasillo mítico se refería Jorge Volpi en la fiesta de aniversario. Porque une vida privada y pública, porque, valga la redundancia, por él pasan miles de historias, centenares de proyectos. Y en las estanterías que llenan los espacios no sólo están esos manuscritos, está la tesis doctoral del editor que nunca llegó a leer sobre la poesía completa de José Cadalso. El filólogo que es Casamayor y que nunca concluyó la tesis no sólo iba para profesor, tenía prácticamente apalabrado un contrato de lector de español en la Universidad Estatal de Luisiana de Nueva Orleans, pero en Madrid se topó con el mundo editorial y comprendió que lo suyo no sería estudiar textos ya publicados, sino investigar en los textos por publicar. Y así cambió de rumbo.
Sobre el premio Ribera del Duero y la expansión en Latinoamérica
–Mirando hacia atrás, parece evidente que hay dos saltos importantes en el crecimiento de la editorial tanto en volumen como en importancia. Serían la creación del premio Ribera de Duero y la expansión en Latinoamérica. ¿Desde su punto de vista qué otros hitos han sido clave en su trayectoria?
–Habría dos escalones más: la publicación sistemática de los autores clásicos que supuso mayor financiación por parte de la editorial, pero también supuso mayor facturación. A ese nivel la editorial creció porque, de pronto, publicar dos libros al año de cuarenta y cinco euros era arriesgado. Y de algunos, como es el primer tomo del libro de los cuentos de Chejov, vamos por la séptima edición. Hablamos de muchos miles de ejemplares porque, para que un libro de mil páginas sea rentable, tienes que hacer muchos libros. En total son veintiséis ediciones. Este fue un punto de inflexión alargado en el tiempo. Pero hay otro que fue un punto de inflexión importante: la publicación de Alumbramiento de Andrés Neuman, porque por primera vez un autor que estaba en un sello mucho más potente que nosotros que es Anagrama decidió que sus cuentos los iba a sacar en Páginas de Espuma. Fue el primero. Es cierto que habíamos publicado ya a Clara Obligado y a Fernando Iwasaki, pero ellos no estaban entonces en el estatus de Andrés, que había sido finalista del Herralde y finalista del premio primavera de Espasa. De hecho, cuando decide darnos Alumbramiento, Anagrama se mosqueó.
Los otros dos puntos que tú mencionas son evidentes también y son labrados en el tiempo. El premio Ribera del Duero surge en 2009 y le da una potencia a la editorial en dos sentidos. Por un lado, lanzamos un mensaje a la industria del libro: es posible hacer un premio de narrativa breve donde hay mucho dinero detrás y la ambición comercial y promocional del libro ganador no tiene nada que envidiar ya no al Herralde, sino a otros importantes, de hecho, solo el Alfaguara llega a más sitios. Magalí Etchebarne [la última ganadora del premio con La vida por delante] a estas alturas ha estado promocionando el libro en Uruguay, Argentina, Ecuador, México, Estados Unidos y España. Le queda Chile y casi un año más tarde va a Bogotá a la feria para celebrar la edición colombiana. Y eso ha trascendido a los lectores y a las agencias. Y por otro lado nos ha servido para tener la luz de un faro y que ciertos barcos se aproximen. ¿Hubiéramos podido editar un libro de Guadalupe Nettel sin esa luz? Creo sinceramente que no. El matrimonio de los peces rojos sigue con nosotros después de veinte ediciones. Y otra más invisible de valorar es la marca Páginas de Espuma que es más conocida gracias al premio y también el premio tiene ese estatus porque está respaldado por una editorial como la nuestra que es la referencia en el cuento.
–¿Y sobre la expansión americana?
–También es un asunto larvado en el tiempo. Páginas de Espuma publica su primer libro en el año 2000 y al final de ese año ya estamos exportando. Y a partir del 2003 yo empiezo a viajar a América. Hasta el año 2024 en que voy siete veces. Ahí lo que ha costado mucho a lo largo de quince años es conseguir la distribución horizontal en todos los países excepto en Venezuela y en Cuba. Luego la otra posibilidad es empezar a imprimir en esos países, herramienta fundamental para ser más competitivos de cara a los autores. ¿Por qué puedo tener a Mónica Ojeda? Porque un libro de Ojeda sale impreso en seis países sudamericanos y con España son siete… Debe de haber vendido unos 30.000 ejemplares. Eso nos permite competir con Random House que es la otra editorial que hace muy bien el trabajo en América. Al final las agencias literarias también valoran todo ese trabajo de promoción para un libro de cuentos. Por eso entró el año pasado Lina Meruane. El libro de Katya [Un nombre para tu isla, lo nuevo de la autora peruana Katya Adaui] sale en Argentina, Colombia, Perú, México y España. Si sumas todos los ejemplares estamos hablando de una primera tirada de siete u ocho mil ejemplares. Ya no estamos hablando de 1.500 como era lo habitual en una tirada de este tipo.
“Ha habido dos momentos duros: la crisis económica del 2008 y la pandemia”
–En la historia de Páginas de Espuma no todo habrán sido pasos hacia adelante. También habrá habido momentos duros, quizá de los que hacen dudar si se podrá continuar. ¿Es cierto?
–Coyunturalmente ha habido dos momentos duros: uno fue la famosa crisis del 2008-2010 que alcanzó su clímax en el 2012. Diego Moreno de Nórdica la definió muy bien. Dijo ‘yo creo que alguien imprime mis libros solo para devolvérmelos’. Eran tales las devoluciones de los libreros porque los libreros tenían que abrir y ¿cómo conseguían dinero? devolviendo lo que tenían en las librerías. En el verano de 2012, Encarni y yo no fuimos dos meses a Buenos Aires pensando en que quizá nos debíamos quedar ahí. Ahora no iría allí tampoco. Y luego el otro momento de incertidumbre fue la pandemia donde todo lo que habíamos aprendido no servía de nada. La cadena del libro cierra. La editorial minimiza gastos, pero hay gastos que no se pueden evitar. Aunque lo que nunca pudimos imaginar es que saldríamos reforzados. Y el año pasado tuvimos un ataque informático desde Tailandia que nos encriptó parte del servidor pero que afortunadamente se resolvió pronto.
–La foto fija de la editorial nos muestra dos grandes colecciones. Digamos, la columna vertebral que son los libros de relatos de atores contemporáneos y el otro gran puntal que es la edición de los cuentos completos de autores clásicos. Pero, además de una pequeña colección de obras ilustradas, está la que usted ha llamado en ocasiones la cara B de la editorial, compuesta por textos de no ficción, como cartas, memorias, pequeños ensayos literarios que complementan la visión de la obra de sus autores. ¿Alguna novedad en este campo?
–Acabamos de publicar dos novedades en esa cara B. Un árbol de compañía que es un libro que ha hecho Clara Obligado con Raúl de Tapia, botánico y biólogo, premio nacional de Medio Ambiente. Entre los dos han hecho un libro sobre el mundo de los árboles y la escritura tan bonito y tan necesario además. Y luego otro libro titulado Poesía y economía. Rimas internas, de la premio Nacional de Poesía Yolanda Castaño. Trata de cómo se ganan la vida los que se dedican al mundo de la escritura. Me gustaría que cuando se presente en Madrid sea con una conversación entre ella y Remedios Zafra, que es la más indicada para hablar del tema de la precariedad en el mundo de la cultura.
“La editorial es fuerte porque no publica novela”
–Algunos autores de cuentos de los que mantienen su fidelidad al género se quejan de una pregunta que suele estar en el ambiente ¿Para cuándo una novela? Gonzalo Calcedo afirma con humor que a un novelista no se le suele preguntar ¿para cuándo un libro de cuentos? Pero usted, como editor, también ha sufrido la pregunta de cuándo piensa dar el salto a la novela.
–Esa pregunta ya no la hacen los periodistas. Quizá todavía preguntan por qué un libro de cuentos. Efectivamente esa pregunta no se haría con una novela. Recuerdo que esa pregunta se hizo en una rueda de prensa el 25 de octubre de 2002. Presentábamos la antología Pequeñas resistencias en la que participaban veinte autores y se la hicieron a Carlos Castán. Y él dijo: ‘Yo ya tengo solucionado ese asunto porque mi próximo libro de cuentos se va a titular Para cuando una novela’. Es decir, contestó con un absurdo a algo que ya no tenía sentido. Y en esto Páginas de Espuma ha sido un granito de arena de un movimiento que ha situado al cuento en otro lado desde finales de los 90. Y sí, es verdad que desde hace unos diez años se me viene diciendo: ahora que la editorial está sólida por qué no abordáis la novela. Y mi respuesta es que no tengo ningún interés en hacerlo. La editorial es fuerte precisamente porque no publica novela. Al menos el concepto de editorial que yo tengo. Si yo publicara novela tendría algún libro que me funcionaría muy bien pero no podría sostener el catálogo que tengo ahora. No podría sostenerlo con las novelas de Andrés Neuman, de Jorge Volpi, de Magalí Etchebarne, de Antonio Ortuño… Pero tengo esos autores para sus textos de formas breves y eso me permite apostar por autores menos conocidos que han ido muy bien. Para mí sería una vía muerta, un callejón sin salida. Quiero tener la editorial que honestamente quiero. Y en eso tiene que ver mi especialidad en el género, el número de novedades que hago al año que son dieciséis y pueden parecer pocas, pero si tenemos en cuenta los meses en que no hay novedades salen dos al mes. A lo mejor tengo menos complicaciones de producción que otras de nuestro tamaño que sacan treinta novedades pero, a cambio, somos muy ambiciosos en nuestra proyección en Latinoamérica. Pocas de esas otras editoriales de nuestro tamaño tienen el tejido editorial que tenemos nosotros allí.
“Distribuir en Estados Unidos es un reto que siempre está ahí”
–Podemos decir entonces que, después de esta trayectoria ascendente, ha llegado al lugar en el que se encuentra satisfecho. ¿Algún reto a corto plazo?
–Por tamaño, por las personas que estamos, cinco fijas en Madrid y cinco colaboradores en América, y por concepto de editorial creo que es el tamaño justo. Difícilmente pudiéramos crecer. Quizá podríamos tener una persona más porque cada vez se factura más y los que estamos trabajamos al ciento diez por cien. Frente a la facturación del año 2000 que fue la primera, ahora facturamos un mil por ciento más. No me importa decir que para que esto funcione necesitamos vender entre doscientos y trescientos ejemplares al día. Hay editoriales que necesitan mil y otras cien. Pero este es nuestro tamaño. En cuanto a retos próximos, el de entrar en Estados Unidos es algo que siempre está ahí, y que en el último año ha evolucionado muchísimo. Ya tenemos un distribuidor, Spanish Publishers, y por otro lado estamos intentando hacer un trabajo integral en universidades americanas para que nuestros libros salgan en los programas y que lleguen bien a las librerías de los campus que es el territorio más sensible, más allá de las librerías independientes. Eso va por un lado. Y otro reto que ha surgido ahora, y que está dando los primeros pasos, es volver a introducir libros nuestros en Venezuela. Algo que ocurrió en los primeros años de la editorial y ahora se vislumbra la posibilidad de volver.
Casamayor no ha perdido nunca de vista su origen aragonés. De hecho, la editorial comenzó publicando textos de Luis Buñuel entre los que se encontraba el guión de Un perro andaluz. Esa conexión sigue latente en autores como Patricia Esteban Erlés o los ya desaparecidos Javier Tomeo o Jesús Vived, autor de una biografía de Ramón J. Sender. Por otro lado, Zaragoza es parada obligada en las giras de sus autores. Un vínculo que es de doble sentido pues recientemente la librería Cálamo de la ciudad aragonesa distinguió con el premio al libro del año a Irene Reyes Noguerol por Alcaravea, que lleva el sello de la casa.
“El cuento es más generador de preguntas que la novela”
–En su editorial conviven varias estéticas desde las más líricas a las que se aproximan al cuento de terror incluso de la ciencia ficción, pero ¿diría que hay un sello, algo que caracteriza al fondo editorial?
–Sí. Lo que Herralde llama la marca editorial. Hay una lectura en el fondo. Me gustan los textos anclados en conflicto, en cómo la memoria distorsiona las cosas y la escritura es, en términos astrofísicos el horizonte de sucesos. Es decir, lo que estamos viendo que pasa pero que ya pasó. La literatura tiene algo de eso. Leemos algo en lo que nos podemos identificar, que podemos aprender de ello pero que ya en algún lugar pasó en la vida de otra persona. Y yo quiero seguir instalado en ese tipo de texto. Un texto que alberga más preguntas que certezas que creo que es lo que debe hacer la literatura. El cuento es más generador de preguntas que la novela. Esta tiende a explicarlo todo y está bien. El cuento te deja en un silencio y en una elipsis que tiene que completar el que lo lee. Y la memoria, que te lleva a pérdida, dolor, desubicación, extrañamiento, epifanías, hallazgos, encuentros, esos grandes temas de la vida que me gusta que transiten por el catálogo.
–Volviendo al tema de la presencia del cuento, de la narrativa breve en el panorama actual de la Literatura española, la botella se puede ver medio llena o medio vacía. Algunos autores no son tan optimistas en cuanto a si existe ahora un boom del relato breve en nuestro país. ¿Qué opina al respecto?
–Un boom del cuento no hay. Pero, si uno mira los catálogos de finales de los 90 y los de la tercera década del siglo XXI en la que nos encontramos, la presencia del cuento es infinitamente mayor. El crecimiento sostenible de lectores de cuentos es una realidad. Una causa es la bibliodiversidad, ahora hay muchas editoriales independientes muy buenas y esas son capaces de hacer de su gusto personal una aventura rentable que es una gran definición de editorial independiente. Estas asumen publicar cuentos. Lo hace Anagrama, lo hace Impedimenta. Que le digan a Random House si con Lucía Berlin o Alice Munro no ha tenido buenas ventas. Otra cosa es la tecnología. No quiero decir que, porque ahora vivamos con la brevedad de las redes y el móvil, se facilite la lectura porque el cuento es muy exigente. Pero la comunicación creativa de formas breves es muy importante. Se ha creado un buen hábitat para el cuento. Y algo que ha crecido mucho en España son los talleres de escritura creativa y no es poco lo que ahí se trabaja con el cuento. Pero no deja de ser cierto que la industria editorial española ha apostado por la novela como el género prioritario y remar contra corriente exige mucho esfuerzo, mucho trabajo. A Páginas de Espuma le salen las cuentas porque trabajamos muchísimo.
–En su catálogo hay muchas autoras de uno y otro lado del Atlántico. Numéricamente destacan las autoras sudamericanas. Algunos pensamos que se trata de un nuevo boom de la Literatura latinoamericana. ¿Qué opina?
–Yo no creo que lo haya. Hay un boom, pero no de la escritura porque las mujeres han escrito siempre pero no estaban en el canon. Leí hace tiempo El coloquio de las perras, de Rosario Ferré, en el que dice cómo la Academia y la crítica hacían el trabajo de ocultar a las mujeres. La famosa antología del cuento hispanoamericano del Fondo de Cultura de los años sesenta tiene una mujer entre ochenta o noventa hombres. Treinta años después el libro se reedita y se actualiza y hay cuatro. Eso es una prueba clara de que quien ha hecho esa antología no le ha preocupado en absoluto qué mujeres escribían cuentos. Lo que ha pasado ahora es que, si miras los índices de lectura quien lee ficción en España, son las mujeres pero con más de diez puntos de diferencia respecto a los hombres. Un setenta por ciento de las mujeres leen. En los clubes de lectura solo hay mujeres y un señor que se sienta al fondo. Eso es así. Las mujeres han dicho, por un sentimiento de pertenencia y de rebeldía: yo voy a leer a mujeres porque las sensibilidades, las estéticas, los temas son las cosas que me preocupan o me están pasando. O, simplemente, son las cosas con las que quiero pasar una tarde de lectura. El boom ha sido de las lectoras y sería ingenuo decir que los editores no hemos hecho nada. Ojalá esto no sea una moda sino un paso decisivo.
“La desaparición de las lenguas es multifactorial”
–¿En qué trabaja la editorial para 2026?
–En el apartado de los clásicos, destacaría la edición de los cuentos completos de los Hermanos Grimm. Un edición completa y con aparato… no quiero decir crítico para no asustar pero sí con una sección amplia donde se va a contrastar la primera edición, la más salvaje de estos cuentos, con las posteriores ediciones que fueron evolucionando hacia un lado más conservador. Alberto Gordo está haciendo la traducción y el periodista Andrés Seoane, que es un fanático de los Grimm, está haciendo el texto comparativo de las distintas versiones.
Y en la sección de ensayo contemporáneo estamos con un texto de Socorro Venegas sobre el linaje de mujeres y la pérdida de un idioma. La abuela de Socorro hablaba nahuatl, su madre también, pero ella ya no. Su abuela y su madre decidieron que no la hablara y le dieron una lengua fantasma. El libro profundiza sobre la memoria, la infancia, el lenguaje, la relación entre madres e hijas. Es muy potente y poético. Y va a ser también una reflexión sobre lo que hizo el español en los distintos países latinoamericanos y donde se prohibieron las lenguas originarias pero también lo que se hizo desde la propia Latinoamérica. Porque en México se hablaba el español procedente de Castilla y Aragón, pero gobiernos mexicanos posteriores del XIX y XX prohibieron hablar lenguas originarias y se impuso el español. La desaparición de las lenguas es multifactorial.
“Alargar el presente de Páginas de Espuma es mi objetivo”
–Después de este aniversario, ¿tiene el visor puesto a larga distancia o prefiere mirar a corto plazo? ¿Cómo ve el futuro de la editorial?
–Leí recientemente un texto conmovedor de Martín Caparrós sobre su enfermedad y ahí dice que más que explorar las posibilidades del futuro lo que quiere es exprimir las posibilidades del presente. Alargar el presente ese es mi objetivo. Páginas de Espuma, como editorial independiente donde sus fundadores estamos en torno a los sesenta, tiene unos años por delante, sí, y seguro que muy buenos, pero el futuro no está garantizado. Tengo un hijo, Fernando, al que le encanta la editorial pero es arqueólogo y no creo que siga este camino, como yo no seguí el de la Medicina que ejercían mis padres. Yo quiero pensar que la editorial seguirá fortaleciéndose y que los autores jóvenes que están seguirán consagrándose y habrá un momento en que habrá que tomar decisiones. En el futuro quién sabe si podríamos interesar a un grupo grande, habría que valorar muchas cosas. Pero ahora disfruto con lo que hago que a veces pienso que tiene que ver con una de mis aficiones juveniles: el barranquismo. Porque lleva una carga física, vital enorme y a veces te preguntas si todo este merece la pena, estas siempre al borde del del abismo. Pero me encantaba estar colgado de una pared a 150 metros de altura mientras me caía agua. Eso es el mundo de la edición. En ese abismo quiero seguir.

