MERCEDES MONMANY: “LA CORRUPCIÓN MENTAL SE INSTALA, DEFORMA LOS VALORES Y CUESTA DESPRENDERSE DE ELLA”

            La historia desagua en la enciclopedia y la crítica, en el ensayo. Estos son los centros que dominan la actividad literaria de Mercedes Monmany. Si Gombrowicz logró un Curso de filosofía en seis horas y cuarto en ciento cincuenta páginas, lo que sigue bien podría considerarse un seminario de literatura contemporánea. Milan Kundera, fallecido hace unas jornadas, será la guía de esta conversación. Él ha sido un pilar en las lecturas de nuestra entrevistada, junto a los exyugoslavos Danilo Kiš e Ivo Andrić y a los checos Bohumil Hrabal y Václav Havel, menos conocido como dramaturgo que en su faceta política. Monmany se reconoce parte de una generación que, en la universidad, leyó el Cuarteto de Alejandría, de Durrell, al mismo tiempo que La broma y La vida está en otra parte, de Kundera. “Estos autores nos sirvieron a muchos jóvenes de la Europa occidental -y de España, en concreto- para conocer las dictaduras de la Europa Central y del Este. Eran la otra cara de la nuestra, pero muy desconocidas.

            - Y apoyadas.

            - Incluso. Y mire que tuvimos oportunidades para despertar: los húngaros tuvieron su revolución fracasada en el 56. Los checos, la Primavera en el 68. Y en julio del 80, los polacos empezaron las revueltas de Gdańsk, lideradas por Lech Wałęsa. Todo esto era muy poco atendido. Durante mucho tiempo, las izquierdas occidentales no quisieron ver el sufrimiento europeo. Se supone que, en esos países, los dirigentes apoyaban la lucha contra Franco, o que combatían las dictaduras de derechas -Salazar-, y con eso bastaba. Al dolor que sufrían los opositores al comunismo se le quitaba importancia. Había que estarlo ahí padeciendo en el día a día.

            - Kundera analizó la impregnación del pensamiento totalitario en la vida cotidiana.

            -En la vida social, sí. También Czesław Miłosz, en El pensamiento cautivo. Las ideas llegaban a ocupar todas las capas del arte, lo sabemos también por los procesos del realismo socialista ruso. La libertad se alcanza en el arte a la vez que en la política. No quiero jugar a visionaria y decir que no volverá a salir alguien con su energía, pero para mí Kundera ha sido insustituible.

 

“Me interesa el análisis del arte en las sociedades libres y en las totalitarias”

 

            - Acaba de referir grandes nombres con el Nobel -Andrić, Miłosz...-. Kundera se va sin él.

            - Deberían habérselo concedido. Es una tara que padecemos. Un galardón más o menos no aporta especial significado, pero es un reconocimiento que merecía. Al final, estas literaturas no reciben la atención que merecen, a pesar de que no han faltado miradas cosmopolitas. Susan Sontag tiene unos ensayos buenísimos sobre Danilo Kiš, el James Joyce de la Europa Central. Yo siempre he buscado estos vigías culturales que, además de fabricar buenas obras de creación, han dejado huella en la teoría de la novela, así como en algo que me interesa: en el análisis del arte en las sociedades libres y en las totalitarias. La obra Adam Zagajewski [de quien fue amiga] refleja el mundo oscuro de la persecución al disidente, de la paranoia de los delatores.

            - Kundera fue acusado, en 2008 y 2009, de delator o, al menos, de colaboracionista,.

            -... de delator, sí. Durante un tiempo lo castigaron porque se expandió el rumor que, de joven, había participado en delaciones.

            - ¿Qué crédito le merece? Günter Grass, al final de su vida, sin que nadie le preguntara, confesó una pertenencia muy antigua a las SS.

            - Son operaciones. Cuando un genio cobra respeto y alcance internacional, a menudo hay alguien que saca lo que sea. Lo hicieron con Kapuściński, de quien todos conocemos sus crónicas, sus viajes. ¿Que tenía tratos con el régimen porque, en caso contrario, no habría podido viajar?... En estos regímenes todo era tan difuso... y los calumniadores no descansan. Leí con pasión las novelas de Kundera y, después, con deslumbramiento sus ensayos: El arte de la novela, Los testamentos traicionados… su teatro, Jacques y su amo. Su pensamiento cultural gira alrededor de la política tanto como del arte. Eso sí, perteneció al Partido Comunista en su juventud.

            - Como tantos.

            - ¡Pero tantos! Recuerdo que, con veintipico años, conocí a unos cuantos intelectuales polacos. Estaban el croata Predrag Matvejevic, el polaco Adam Michnik… y comenté que me gustaba Kazimierz Brandys, que había publicado en Anagrama, y añadí ingenuamente: “Bueno, creo que perteneció al Partido Comunista”. Hicieron un gesto, alargando el brazo, como quitando importancia al hecho, como diciendo ‘quién no ha pertenecido’.

            - Szymborska dedicó poemas a Stalin.

            - [ahora es Monmany la que reproduce el gesto con el brazo] Ella tiene un comienzo muy ortodoxo. Eran jóvenes que habían soportado la larga posguerra europea. Se metían en partidos muy potentes y luego se apartaban... Ése era el proceso.

 

“Lo que importa es la obra”

             - Era un mundo bipolar. Entonces, años 30, 40, 50, no sé si cabía ser antifascista sin ser comunista.

            - De eso quiero hablar justamente en mi próximo libro: cómo muchos jóvenes quedaban absorbidos por ideologías ante las que ahora nos llevamos las manos a la cabeza. Lo hacían con tal de formar parte de la resistencia al fascismo. Lo importante es que la gente válida se acababa separando. La propia Szymborska, el propio Kundera...

            - … Miłosz.

            -  Al pobre Miłosz le calumnian, como él decía, por todos lados. Se fue a Estados Unidos, volviéndose un blanco muy generador de odios. Al igual que en otros casos, le llega el triunfo y le sacan de todo. Fue la misma época en que atacaron a Kapuściński, vuelvo a él, con una biografía vergonzosa, llena de miserias, asuntos de mujeres...

            - ... sensacionalista...

            - … retrospectivamente amarillista. Una cosa es que sigas tocando la misma tecla ideológica, sin un mea culpa. Pero estamos hablando de personas a las que les avala una obra. ¡La obra de Kundera es profundamente antitotalitaria! O era bipolar y mentía... [con retintín] A mí lo que me interesa de Szymborska son sus escritos, su conciencia profundamente contraria a cualquier régimen represivo. Lo que importa es la obra.

 

“Me sigue pareciendo inconcebible que, en determinados países, no hayan gozado en décadas de un sistema democrático”

 

            - ¿La liberación de Europa pierde encanto si pensamos que, detrás, estaba la Unión Soviética? Era un ‘quítate tú para ponerme yo’.

            - La política de los grandes bloques llevó a eso. ¿Que unos sustituyen a los otros? Pues sí. Por eso me resulta una obligación insistir en la crueldad histórica a que se refiere. En el sadismo inmenso que han recibido estos países. Echan a los nazis, con lo que ello significa -muertos, internamientos en campos, sufrimiento colectivo…- y, al día siguiente, los soviéticos. En España, les digo a mis amigos extranjeros, pasamos una Guerra Civil, pero no participamos en ninguna guerra mundial. Y hubo dos. Tampoco padecimos una invasión soviética ni conocimos los campos nazis.

            - Ni hubo persecución de judíos.

            - La persecución de judíos fue muy ambigua, muy ‘de palabra’. Apelar a la ‘confabulación judeomasónica’. Nada más. Sabemos por el embajador de Budapest, Ángel Sanz-Briz, y por otros que, encubierto, existía un acuerdo con los sefardíes. Pasaba el mayor número de judíos por nuestras fronteras para luego, desde Portugal, embarcar hacia América e Israel.

            - ¿Qué más países no albergaron campos?

            - Además del nuestro, Suiza e Inglaterra. Los hubo hasta en el norte de Italia: Claudio Magris escribió sobre los de Trieste. El proceso fue traumático. Stalin dividió en dos a Europa y nadie se atrevió a enfrentarse.

            - Ni a él ni al resto de dictaduras.

            - Efectivamente. Nadie vino a salvarnos. Cuando las dictaduras se implantaban, se las dejaba continuar. No vinieron aviones estadounidenses a bombardear el Pardo. Había una Guerra Fría y los regímenes quedaban intactos. Sé que muchas veces tocaba una dictadura o la otra, pero me sigue pareciendo inconcebible que, en determinados países, no hayan gozado en décadas de un sistema democrático.

 

“Hungría y Polonia son democracias vigiladas”

             - Ahora se dice que los de Hungría y Polonia incluyen tendencias autoritarias.

            - Tiene que ver, supongo, con el modo en que los habitantes se han criado. Hasta cierto punto, en alguna cosa, imitan a quienes expulsaron. Son democracias vigiladas. La Unión Europea emite sanciones. Es un proceso colectivo que merece estudio. No quieres tiranía y luego manifiestas cierta inclinación. Lo analizó Miłosz: la corrupción mental se instala, motivando una especie de deformación en los valores. Cuesta desprenderse de ella.

            De la pulsión europeísta de Monmany nació Por las fronteras de Europa (2015), un total de 320 autores que van de los países nórdicos a la literatura turca. El libro, prologado por Claudio Magris, contempla a Israel. “Es una tierra de emigrantes europeos. Israel se construye a partir de Europa y de la tragedia de la Shoah”. Se quedaron fuera dos temas, que dominaron las siguientes entregas: la Shoah y los exilios, en Ya sabes que volveré (2017) y en Sin tiempo para el adiós (2021). En el primero, en vez de registrar nombres, una tarea infinita, se fijó en el posicionamiento de los intelectuales. Partió del ensayo de Jean Améry Más allá de la culpa y la expiación -Intellettuale a Auschwitz-. El tema seguía siendo demasiado amplio, así que escribió un nutritivo prólogo de medio centenar de páginas y se centró en tres figuras: Gertrud Kolmar, prima de Walter Benjamin, Irène Némirovsky y Etty Hillesum, que recomienda a cualquiera. “Una excelente diarista. Me cambió la vida”. Murieron a los 29, 39 y 49 años. “Con cada una, asesinan una obra, lógicamente, no sólo a una persona”. En el diccionario europeo queda una parte en blanco -o una parte negra, según se mire-: los escritores adolescentes a los que mataron. Monmany cree que muchos podrían haber sido figuras. En este apartado se encuentran, por citar sólo cinco: Ana Frank, Hélène Berr -muerta a los 23-, Éva Heyman -a los 13-, Petr Ginz -a los 16- y, aunque más mayor, la misma Etty Hillesum, “lectora apasionada de Rilke y de San Agustín”. El segundo libro está dedicado a las expatriaciones generadas por las dictaduras, de los dos signos. “Muchos mueren exiliados: Sándor Márai se pega un tiro un mes antes de la caída del muro, en su soledad de San Diego, Estados Unidos”. Su último libro hasta la fecha Del Drina al Vístula (2023), de alguna manera, tiene algo que ver: recoge lecturas de treinta escritores centroeuropeos que encarnan el acoso y derribo del nazismo y, más todavía, del comunismo. Todos, resulta espectacular, todos los autores, fueron perseguidos y/o censurados: Adam Zagajewski, Zbigniew Herbert, Wislawa Szymborska, Jósef Czapski, Mircea Cărtărescu, Ana Blandiana, Gabriela Adamesteanu y Tatiana Tibulec, por dejar la nómina en cuatro polacos y en cuatro rumanos. Daba igual la sensibilidad social de cada uno. Dedicarse al pensamiento y la creación parecía sinónimo de quedar marcado. Es la continuación de casos reseñados en Ya sabes que volveré: Robert Margolius, superviviente de los campos y ejecutado en las purgas estalinistas en Checoslovaquia.

            - No faltan en sus libros pasajes en los que le resulta inevitable citar autores con una trayectoria vital, digamos, mejorable. ¿Deberíamos separar definitivamente autor de obra?

            - Yo creo que sí. Por repugnante que sea la vida que ha llevado la persona: de la ferocidad antisemita de Céline se sorprendían los propios nazis. Acudía a una exposición de Arte Degenerado y, a la salida, se quejaba de que faltaba agresividad en las propuestas. Pero luego se demuestra un escritor admirable. Es algo diabólico. Más colaboracionistas menos conocidos internacionalmente: Drieu La Rochelle...

 

“El nacionalismo no me gusta en ningún aspecto”

             - ¿Qué pasa con Ernst Jünger?

            - Me he leído sus diarios y no encuentro afirmaciones contra los judíos ni rasgos de antisemitismo. Sin embargo… era un militar alemán. Es decir, estaba escribiendo una gran obra al tiempo que invadiendo Europa.

            - No olvidemos a los que rectifican…

            -… que se vuelven respetables: Cioran pidió perdón por haber sido fascista. En algún momento lo dice: “Errores de juventud”.

            - Pound se aísla.

            - Se hace el loco y se aísla. Mircea Eliade jamás pide perdón. Es duro. Una vez, en un café, me atendió un rumano que parecía culto -el nivel cultural de Rumanía es alto-. Pero no es lo mismo ser que parecer: le comenté que me gustaba su país, que lo había visitado varias veces y que me cautivaban sus escritores. No sé por qué, me salió que acababa de escribir sobre Mihail Sebastian. “¡Ah, fue usted! La que dijo que los rumanos somos antisemitas”. Dios mío, yo jamás he dicho eso, pero sólo con que aludas a uno... El nacionalismo no me gusta en ningún aspecto.

            - ¿Cómo siguió la discusión?

            -Bueno, le aconsejé disfrutar de sus grandes escritores al mismo tiempo que reconocer el aspecto biográfico de cada uno. Es como si un francés se ofende porque digo que la actitud moral de Céline, grandísimo escritor, me parece repugnante. Espero que no. Si es una persona culta, no debería. Aquel camarero no sabía deslindar.

 

“Lo ideal es que el periodista cumpla unas reglas éticas básicas”

             - De Kapuściński se ha citado mucho aquello de ‘Un buen periodista tiene que ser una buena persona’. ¿Esa frase no ha hecho mal a la profesión? El periodista igual tiene que ser honesto, simplemente; y luego, como persona, lo que quiera o pueda.

            - Sin ser periodista, he frecuentado las redacciones desde los 21 años y creo que esa enunciación pertenece, nada más, a las llamadas ‘frases de titular’. Quiero entender a qué se refiere: no hay que ser, blablablá, ya sabe la lista de pecados: manipulador, mentiroso, malintencionado… Imagino que lo sintetizó de ese modo y ahora le persigue.

            - Un tanto naif.

            - Sí, lo ideal es que el periodista cumpla unas reglas éticas básicas. La deontología.

            - O sea, que sea buen periodista -no buena persona-.

            -El problema del periodismo es que, igual que la literatura, es una profesión basada en la palabra. Se me ocurre. Un ingeniero puede ser un desgraciado y hacer buenos puentes. Un arquitecto puede ser un fanático y levantar edificios bellos. Nosotros trabajamos con la palabra, y la palabra va muy ligada a la persona. Seguramente, él se refería a los intelectuales. Utilizó el término periodista, pero se refería a ellos, ese núcleo que, si no está en una conferencia, anda escribiendo un artículo o dando clase en una universidad. Son oficios que tienen que ver con la divulgación, con la construcción de la memoria, con el humanismo. No son profesiones técnicas.

 

“Debemos conservar una brújula que nos indique dónde está el bien y dónde está el mal”

             - El relativismo ha hecho mella en todas las áreas.

            - Yo diría que nos hemos liberado de las religiones, pero debemos conservar una brújula que nos indique dónde está el bien y dónde está el mal. Hablo de profesiones sensibles: periodista, profesor, historiador.

            - Hay historiadores negacionistas. Pocos.

            - Pues a esos sí se les podría decir, uno a uno: “Usted, aparte de mal historiador, es un mentiroso, lo que equivale a una mala persona, porque los campos nazis están perfectamente documentados. Hay fotos, archivos de variado tipo.

            - Antes ha citado la Shoah. A veces salpica los libros de referencias cinematográficas. Qué documental prefiere: ¿el de Lanzmann o el de Resnais, Noche y niebla, más estético?

            - Como cinéfila, siempre me quedaría con Alan Resnais. El documental de Lanzmann tiene el valor de la entrevista, una joya dentro del campo documental. Siempre se tendrá que estudiar. El de Resnais, más estético, como usted dice, no me parece menos profundo. Y en cuanto a la ficción de los hechos, igual me quedaría con Au revoir les enfants, de Louis Malle, sobre su infancia. Los niños en las escuelas. La versión de la historia estadounidense es La lista de Schindler, de Spielberg. Está bien hecha.

 

“Del cine me fijo en lo mismo que en la literatura: el caudal informativo que ofrece de la historia de los países”

 

            -  Para usted el cine parece casi tan importante como la literatura.

            - Sin el casi. Creo en las dos artes. Desde adolescente. Del cine me fijo en lo mismo que en la literatura: el caudal informativo que ofrece de la historia de los países. Visconti, lo mismo en El gatopardo que en Senso, te habla de la Italia del Risorgimento, de la liberación, de la lucha contra los austriacos. Podría haber sido crítica cinematográfica, pero escogí los libros. Es el mismo aprendizaje: en Guerra y paz, de Tolstói, está la historia rusa; en Las ilusiones perdidas, de Balzac, te acercas a las costumbres de Francia en la primera mitad del XIX, visualizas el ascenso de la burguesía, la avidez de los periodistas, que vivían una época dorada... Siempre tengo una novela en una mano y en la otra, un libro de historia.

            - ¿No sale de esos géneros?

            - Por supuesto, visito la poesía y la filosofía. Pero me tira la historia.

            - Ahora se publica mucha.

            - Tanto de españoles como traducciones.

            - ¿Algún autor especialmente de su gusto?

            - Apreciaba a Tony Judt. Él analizó las dos Europas. Se sentía culpable. Decía: “Estuve en Mayo del 68 y me he dado cuenta de que guerreábamos idealmente, dentro de sociedades libres. Ignorábamos que en Praga luchaban contra tanques”. Él admitía el yerro de su generación: “Fuimos una sociedad mimada, del bienestar. Éramos jóvenes y hacíamos revueltas contra estados democráticos”. En París no se encarcelaba… en Hungría sí. Y se mataba.

 

“Los franceses son buenos haciendo revoluciones y luego buscando respuestas”

             - El pensamiento francés ha realizado contrición: Bernard-Henri Lévy, Glucksmann, no sé hasta qué punto Lipovetsky…

            - Sí. Los franceses son buenos haciendo revoluciones y luego buscando respuestas. Hay varios intelectuales franceses importantes en mi vida. Los tres que ha citado son capaces de reconocer errores y rectificar por escrito. Alain Finkielkraut es a quien más admiro. Fue muy claro. No temió ser acusado de antiprogresista. Admirable. Gente valiente en el análisis. En otros países son más hipócritas y eluden afrontar temas delicados, por temor a ser tachados de antiizquierdistas, o incluso de racistas cuando se invoca la tiranía islámica.

            Contrasta el testimonio de Mircea Cărtărescu, volcado en Del Drina al Vístula, con el de cierta intelligentsia española. Ignacio Ramonet, al comienzo de La tiranía de la comunicación, intenta exculpar al gobierno de aquella Rumanía de 1989, en descomposición. En El ala derecha, Cărtărescu dice: “Ni los cerdos, comerían lo que ellos han hecho con este país”. Cuarenta mil muertos en Timisoara. A pesar de Ramonet.

 

“Liberal es cualquier persona que ame la libertad y el conocimiento, que no se case con una tendencia”

             - En varios momentos de su obra cita a otro francés: Albert Camus. En el capítulo ‘Katyn en la memoria’ -Del Drina al Vístula-, dedicado a Józef Czapski, cuenta cómo luchó “a brazo partido” por difundir su En tierra inhumana, que usted equipara al Archipiélago Gulag. Algunos autores, afirma, corrieron un velo. Esto viene a ser una constante. Sartre viajó a China, vio los triunfos de la Revolución Cultural y siguió en sus trece.

            - Muchos siguieron siendo maoístas, no sólo él. Los liberales eran mirados entonces –y en España hasta hace poco- de forma sospechosa. No digamos desde la ortodoxia comunista. Para Sartre y su esposa eran lo peor. Liberal sería Chaves Nogales. Liberal es cualquier persona que esté por encima de las ideologías y, por supuesto, de los totalitarismos. Esto es, que ame la libertad y el conocimiento, que no se case con una tendencia. Isaiah Berlin. Por supuesto, Albert Camus, en aquellos momentos, el perdedor. Pocos reconocían estarse equivocando. Pocos admitían que lo principal era la libertad, la libertad individual, el hombre; y ahí está El hombre rebelde. Los poderes fácticos los detentaba la ideología comunista.

            - Siempre más permitida que la fascista.

            - Pues sí, aún hoy. Entonces, la sociedad estaba instalada en la paranoia. Queda algo de eso. La suerte es que el menos atendido ayer es el más reivindicado hoy: ¿quién habla de Sartre actualmente? Cualquier escritor europeo joven citará a Camus. Ni siquiera a Ortega y Gasset. Camus defendió, en un momento difícil, el derecho a ir a contracorriente. Y lo hizo cuando por todos los lados se oía que Mao era una bendición. Siempre me ha gustado la gente que va contra las mareas de la historia.

            - En Italia fue imposible publicar Un mundo aparte, de Gustaw Herling-Grudziński, sobre los gulags, después de cuarenta años exiliado en Nápoles, donde era un desconocido. Todo, debido al peso de una izquierda pagada de sí, y al poderoso PCI.

            -Siempre ha existido una izquierda muy rígida. Yo hablo del martirologio de algunos libros hasta entrar en imprenta, décadas después de ser escritos.

            - Y publicados con sordina.

            - Sí, pocos conocen la inmensa documentación que existe del siglo XX. Llegan a Solzhenitsyn. El libro de Herling, y eso que era socialista, aunque no autoritario, se publicó en el 51 en Inglaterra; en su Polonia natal no vio la luz hasta 1983.

            - Camus medió ante Gallimard para publicarlo, sin suerte. De nuevo, pesó más la influencia de Sartre.

            - Y de Louis Aragon. El dogmatismo recorrió todo el siglo. Herling lamentó en sus memorias la poca gente que estaba dispuesta a conocer. Y esta ignorancia se hereda…

 

“Cuando un escritor destaca hay que estar dispuesto a leerlo en todos los niveles narrativos”

 

            - Las grandes ideologías se han visto frenadas por la posmodernidad. Cărtărescu, retratista de los años de plomo de Ceauçescu, ha estudiado este fenómeno en el arte y lo ha llevado a cabo. Acuñó el textualismo.

            - Todos son movimientos. Antes, el Nouveau Roman, igual de rompedor, y el experimentalismo. Cuando yo era muy joven, viví el imperio de Tel Quel, del 60 al 82, con Julia Kristeva, con Philippe Sollers…

            - El experimentalismo duro.

            - Leías y no tenías por qué entender demasiado. Luego llegaron el rescate del realismo balzaquiano de Jonathan Franzen... y el posmodernismo, del que un buen ejemplo es Cărtărescu. Yo creo que él es un gran escritor, hay que quedarse ahí. Las etiquetas no me entusiasman. Le he leído textos realistas, indudablemente buenos, traducido por Marian Ochoa de Eribe, en Impedimenta, y también me gusta cuando escribe de forma no lineal, barroca, mezclando épocas... parecido a Lobo Antunes.

            - En Del Drina al Vístula, le sitúa en la frontera de Pynchon y de William Gadis. ¿Qué herencia pesa en él?

            - La de William Faulkner, la de Céline, la de Thomas Bernhard, la de Peter Handke...; por descontado, la de Kafka y la de Joyce. La de todos en los que no hay una línea realista exacta. Todos, admirables. Reitero que me dan igual las etiquetas. La importancia del posmodernismo fue romper con el costumbrismo canónico y con el experimentalismo fuerte de los 70. Al final, los que valen son los autores.

            - Otro fallecimiento reciente ha sido el de Martin Amis. Su escritura es más aposentada.

            - Es una muerte que me ha afectado. Qué categoría tan inmensa la suya. Califica su escritura como más aposentada, y es cierto, pero su último libro [Desde dentro] podría ser posmoderno. Introduce la autobiografía, dialoga con personajes clave en su vida, incluye páginas centradas en el ensayismo y en el pensamiento sobre lo contemporáneo, mezcla sistemas narrativos… Responde a una línea cultivada con brillantez por Julian Barnes y Coetzee. Hay que estar abierto. Cuando un escritor destaca hay que estar dispuesto a leerlo en todos los niveles narrativos.

            - Apoyando su tesis, los que más alto han llegado estaban fuera de etiqueta. Usted dice que los tres autores de novela total, en el XX, son Joyce, Proust y Musil.

            - Bueno, Joyce es el experimentalismo… Yo diría que son los mejores renovadores del arte de la novela. Esto lo explica muy bien Kundera.

            - En El telón refiere varias veces el Quijote como el principio de la renovación, claro.

            - Libro que hoy sería posmoderno. La novela es un género en continua modificación, completamente abierto. Desde Cervantes y desde Sterne, con Tristram Shandy.

 

“Kafka es un planeta autónomo”

             -¿No consideró a Kafka?

            - Perfectamente podría sacar un elemento de la triada y meterle a él. O hablar de cuatro. Kafka es un planeta autónomo. Hablamos antes de las fuentes de Cărtărescu, que son las de Lobo. ¿Cuáles son las fuentes de Kafka?: ¿el misticismo, el simbolismo...? Él es su propio universo.

            - Se cumple eso de que los grandes abren caminos que cierran ellos mismos.

            - Es que resulta imposible la imitación. Por mucho que digan ‘tiene la herencia de Joyce’, o ‘su tono es kafkiano’... Puede haber algún guiño, no te puedes subir a ellos. Son autores que dejan el adjetivo: kafkiano -cuando se confronta la realidad con su absurdo-, proustiano -cuando hay largos párrafos en torno a la memoria y sale el monólogo interior-.

 

“No es un tópico: la cultura va unida a la ebullición de la libertad”

             - Ha citado a Bernhard y a Handke. Ellos mantuvieron una relación tensa con Austria. También Robert Musil. En el cine se me ocurre Haneke. ¿Austria es tan madrastra como la pintan?

            - ¿Qué Austria? Porque yo soy seguidora del Imperio Austrohúngaro…

            - Tan reivindicado por Kundera. La modernidad de Europa terminó ahí, dice.

            - Muy reivindicado. Y por Joseph Roth, otro de mis autores fetiche. Con todas sus imperfecciones, la riqueza cultural del Imperio es evidente. Kundera siente nostalgia porque sabe que ahí se acaba todo. Después vienen los nazis, pocas bromas. Era una nación de naciones, término ahora de moda [enarca una ceja], cada una con su lengua y su particularismo. No era un modelo perfecto, había luchas internas, pero era un caparazón protector hasta para los judíos. Cuando el Imperio cae, empiezan las persecuciones. La Austria previa es la Felix Austria, la Austria Feliz, llena de arquitectos, de músicos… No es un tópico: la cultura va unida a la ebullición de la libertad. Con el totalitarismo, las obras se van al cajón –Bulgákov se desespera porque no puede publicar-. Pero el 98% de los austriacos votó a favor de la anexión con la Alemania nazi. Ahí llega esa Austria incómoda para los autores que ha citado.

            - Acaba de asociar cultura y libertad. Cărtărescu dijo que los poetas son mejores cuando tienen un adversario y Handke admite escribir desde la cólera.

            - Un enemigo da fuerzas. Motiva. Escribir contra algo tiene sentido. El Imperio Austrohúngaro no representaba dificultades objetivas. No pierdo de vista que éstas llegaron con los nazis y con el comunismo; los totalitarismos son las obras perseguidas, los autores masacrados. La negrura.

            Cuántas veces hemos oído asociar el franquismo al color gris. El mismo adjetivo es el que usa Adam Zagajewski para definir los años del socialismo real. Las dos caras de la misma moneda, apuntadas al comienzo por Monmany.

 

“En cualquier época hay que rechazar la cancelación”

             - No poder publicar, para un creador es más serio de lo que parece.

            - En cualquier época hay que rechazar la cancelación [vuelve a elevar una ceja]. En la de Stalin, el solo terror de que le encontraran algo impreso llevó a la mujer de Ósip Mandelshtam a aprenderse los poemas de memoria. Era su manera de conservarlos. Esto es brutal. La película Fahrenheit 451.

            - ¿Qué pasó, pues, con el Imperio? ¿Estaba ensimismado?

            - Yo creo -igual escribo en extenso sobre ello algún día- que hay momentos de esplendor localizado. Ocurre en la cultura europea. Nadie sabe por qué. Pensemos en la Italia de la segunda posguerra mundial, años 50, 60, 70: tenemos a Pasolini, a Calvino, a Bassani, a Montale, a Quasimodo, a Rossellini, a Visconti, a Bertolucci, a Eco... Una vez, a un periodista italiano me salió preguntarle, admirada: “¿Cómo tuvisteis aquella riqueza?”. Ahora son como nosotros. Españoles, italianos, franceses... nuestra cultura está igualada, con aciertos modestos y parecidos.

            - Ese “esplendor localizado” ¿surge en qué circunstancia?, ¿sin motivo?

            - Sí, al margen de condicionantes. Si tuviera que resumir la idea, hablaría de contagio cultural. Cuando las épocas tienen, por lo que sea, un brillo especial, las artes se contagian. Todo es bueno. Hay vasos comunicantes y sensación de infección.

            -¿Qué eco tiene eso en las revistas? Antes citó Tel Quel. Eran un vehículo cultural de primer orden.

            - Un eco inmediato. Las revistas eran la continuación de los libros. Buenísimas. Las devoro. Las revistas recogen estética y pensamiento. En las épocas resplandecientes colaboraban todos. Volviendo a Italia: escribían Natalia Ginzburg, Elsa Morante... toda la gente que le digo, comprimida en treinta años.

            - Una reunión de talento parecida a la del Imperio Austrohúngaro.

            - A eso voy. Allí, en novela tenemos: Joseph Roth y Stefan Zweig...; en teatro: Arthur Schnitzler…; en arquitectura: Otto Wagner…; en música: Strauss, Mahler... Podríamos citar y citar.

            - Los momentos que menciona son de paz. Seguro que no fáciles, pero de paz.

            -Mucha tensión imagino que no será buena. La libertad es importante. Francisco José mantenía un equilibro muy frágil. Estamos hablando de una organización política imperial en la mitad de Europa. Ya lo advirtió Kundera: “Las pequeñas naciones se cargan el imperio ignorando lo que viene después”. Él lo expresa mejor. El Imperio tenía que ver con la cultura más que con la política. Aunque va unido.

            - En el prólogo de su último libro lo cita.

            - Sí, le miento varias veces. Kundera atribuye al fracaso del Imperio un fracaso para Europa entera.

            - Italia, el Imperio… me habla de extensiones bastas, ¿también cabe la concentración creativa en entornos pequeños?

 

“Irlanda es como un invernadero de escritores”

             - Vayamos a Irlanda. Una isla de cinco millones. La Comunidad de Madrid.

            - Seguramente Madrid sea mayor.

            - Pues fíjese, esa pequeña nación tiene cuatro premios Nobel en el siglo XX: Beckett, Bernard Shaw, Yeats y Heaney. Sume a James Joyce, a Flann O’Brien, a Edna O’Brien, a John Banville... Es como un invernadero de escritores. O mi querida Sicilia, que tiene a Pirandello, a Lampedusa, a Brancati... Oiga, en Mallorca no hemos dado ningún Nobel. Hablando de concentración de talento y de libertad, en otro orden mucho más humilde, aquí tuvimos un minicontagio en La Movida: Ceesepe, Almodóvar, Gabinete... es un momento en que surge lo moderno. Todos estaban juntos o pasaban por los mismos lugares. Fuera tenemos correspondencia entre Sigmund Freud y Stefan Zweig, entre Stefan Zweig y Hermann Hesse...

            - Ahora todo se antoja más frío.

            - E individualista. ¿Usted cree que estos autores necesitaban agentes literarios? Ahora todo es mecanizado.

            - Antes mencionaba a Sándor Márai, pegándose un tiro antes de caer el muro. Stefan Zweig se suicida poco antes de que se desplome el nazismo. No parece una decisión juiciosa. ¿Estaba perturbado o deprimido...?

            - La depresión está ahí. Hace poco vi una película que trata de forma poética el suicidio: El primer día de mi vida, de otro italiano, Paolo Genovese, con Toni Servillo. Para que haya suicidio tiene que haber depresión. Es lo que usted indica: está en Brasil, protegido, no hay bombardeos, podía haberse dedicado a escribir... pero le perseguía una depresión.

            - Ha citado varios premios Nobel. Echo en falta en sus libros a Herta Müller.

            - No la introduzco en Sin tiempo para el adiós porque no es una exiliada convencional… Le dedico protagonismo en Por las fronteras de Europa.

            - Esperaba una entrada para ella en Del Drina al Vístula, como tiene Danilo Kiš, sólo recuerdo dos menciones a ella, en los capítulos dedicados a Ana Blandiana y a Gabriela Adameșteanu. Pero entiendo que es porque ya ha estado atendida en otros lugares.

            - Exacto, yo no la infravaloro en absoluto. Al revés: me parece fundamental. La he conocido y mantenemos el trato. De hecho, uno de mis primeros podcasts, en la web de RTVE, en 2021, se lo dediqué. Cuando aquí era totalmente desconocida, me empeñé en traerla a un ciclo en el Círculo de Bellas Artes, en Madrid, año 99.

            - O sea, diez años antes del Nobel.

            - Era minoritaria no, lo siguiente.

            - Y a España, ¿no le va tocando otro Nobel?

            - Claro que le va tocando. Falló Marías. Era un premio clarísimo.

            - Nos queda Vila-Matas. Tiene traducciones.

            - Muchísimas, está volcado a 37 lenguas. Eran los dos con oportunidad de serlo.

 

“Me gustan los intelectuales provocadores, los fustigadores”

             -¿Por qué Francia ha tenido tantos los últimos años y a nosotros nos dejan esperando?

            -Esto ha sido tratado en el articulismo cultural. Los franceses son muy buenos promotores de lo suyo.

            - Es que hasta el chino Gao Xingjian se había nacionalizado francés antes de obtenerlo.

            -Sí [ríe]. Francia es una máquina de atracción. Es, de hecho, el país que más premios Nobel tiene, por encima de Estados Unidos [14-10]. Allí todos reman a favor. Hay que tomar nota. Los institutos franceses -parte de mi familia es francesa- son muy activos, es admirable. Nosotros, a pesar del elevado número de lectores de nuestra lengua, no llamamos la atención. Algo está fallando. Le Clézio, Modiano, Annie Ernaux...

            -¿Ahí bajaron un peldaño?

            -Sí, a mí tampoco me interesa... Pero hay una escritora esplendorosa actual a la que hay que seguir: Delphine de Vigan, paralela a Emmanuel Carrère. Ambos me cautivan, son de lo que más me gusta.

            -¿Y Houellebecq?

            -También. Me gustan los intelectuales provocadores, los fustigadores. Y escribe muy bien.

            - ¿Se encuentra en un momento bajo, tal vez?

            - No sé, esperemos la próxima novela. Es un intelectual muy potente.

            - Así lo veo.

            - La gente que lo desprecia, de entrada, por ideología... demuestra su carencia cultural... Yo soy muy houellebecquiana. Eso sí, no creo que se atrevan a concederle el Nobel, por su incorrección. Pero lo merecería… ¿Y dice, entonces, que no ha leído aún a Delphine de Vigan?...

            En ese giro último, sus puntos suspensivos me parecen un punto final. Al menos, de la entrevista. Ella camina a ultimar un viaje: mañana parte a Sicilia, Italia, para fallar el premio G. T. di Lampedusa, del que es jurado. Yo camino, hacia el metro, escuchando su podcast sobre Delphine de Vigan. Su programa se llama “Por las Fronteras de Europa”, igual que su libro. Después, encargo por teléfono dos libros de la francesa.

            La vitalidad de Mercedes Monmany se parece al optimismo o, por lo menos, linda con la alegría. Igual, después de escribir sobre la parte más dura del siglo XX, sólo cabe salir a la calle con una sonrisa, en legítima defensa. En Ya sabes que volveré, usa como frontispicio una cita de Etty Hillesum: “(…) Y sin embargo, considero que esta vida es bella y está llena de sentido”. Parece un aserto contra las dudas del materialista Adorno. En Del Drina al Vístula nos informa de que su admirado Zagajewski intentó, a lo largo de toda su vida, “hacer exactamente lo que dice su poema escrito tras el atentado de las Torres Gemelas: alabar un mundo que, a pesar de todo es sorprendentemente hermoso”. Mercedes Monmany se escribe escribiendo de los demás. E irradia entusiasmo. Lo que es una prueba de vida tan válida como la detección de las pulsaciones en la muñeca.