De Traslación (2022) es un libro en el que la escritura se confunde con el cosmos. Contiene el infinito sin achatar del universo y el bulto redondo finito de la palabra. Según Jordi Doce, es un texto admirable, lacónico y sintético. La voluntad de resta en él tiene que ver con lo sustancial, como si la autora “quisiera adelantarse a la erosión del tiempo”. Para Jaime Siles, su “lirismo de investigación” da lugar a una idea nueva de poema. En realidad, esa idea responde a una voluntad fraguada hace muchos años, de manera muy evidente en Oeste (2013), pero sus orígenes se remontan, como poco, a 1979, cuando publicó Habitable. En aquel título, Clara Janés vio a un ser frente al vacío. Habitable era un “libro-cosmos”. Es decir, adivinó dónde se situaría Pureza Canelo cuarenta y cuatro años después. En otra reseña, 2011, Janés manifestó no conocer a otro poeta en la España del momento “cuyo empeño sea más drástico, más ajustado a lo que pide la poesía”. Parecido, Siles -2022-: “La más rigurosa y autoexigente”. Pureza ha sido percibida siempre en términos similares por los grandes autores: ya en 1974, Gerardo Diego expresó el dominio y la “gran originalidad” con que escribía. Dijo que la poeta se había inventado una gramática y una sintaxis. Y eso que, si hacemos caso al criterio marcado hoy por ella, todavía no había empezado a escribir seriamente. Canelo dice que tomó conciencia de la materia poética en el mencionado libro Habitable. En aquel, como Saulo, se cayó del caballo, y se enteró de lo que era el agua, de lo que es la tierra… introdujo su mano en el barro de la creación.

De Traslación se articula de acuerdo a dos lentes-espejo, ‘Celeste’ y ‘Pizarra’, que se repiten, al comienzo de cada página, durante todo el libro. Da la sensación de que, en la segunda, la autora vuelca las palabras que le llegan del cielo. Y en esa transcripción, o traslación, la existencia se va iluminando. Mas su brillo no es de estrella, sino de tiza. O de hueso. De carne.

Cuando Pureza Canelo se encuentra ‘en creación’, se olvida de todo, también de sí. “Qué raro que me llame Federico”. Los versos le pasan por encima del entendimiento: “Y las madres terribles levantaron la cabeza”. A la publicación de De Traslación le siguieron unos vértigos que achaca al libro. Éste empieza con el balbuceo del lenguaje. Desde el principio, la autora tuvo claro que sería su estación término. Cumplirá el autodesignio por más que siga escribiendo. En él desaguan todas sus poéticas, dando a entender que no hay mejor teoría que la práctica. Nunca ha chupado rueda. Así que, por fidelidad a su impulso de abrir caminos, la intención es que, en esta entrevista, sea interrogada por sus versos. Que el último libro proyecte un arco y tiña su producción entera.

 

“La poesía lo convoca todo… siempre que haya calidad en la escritura”

 

- ¿Todo es poesía?

- La poesía lo convoca todo… siempre que haya calidad en la escritura. El asombro y el instinto poético aceleran lo que sucede en la confluencia del acontecer y del misterio, a merced del hacedor.

- ¿Y en los libros?

- Todo no es poesía, ahí está el reto de la alta creación. Una escritura pobre no transita pensamiento ni emoción. Una retahíla de palabras sin idea ni canto no es escritura. Si la luz es materia, la poesía también. Atrévete a aproximarte a lo intangible, a lo indefinible... sálvese quien pueda ante el riesgo de la escritura poética.

- “Una mujer / en escritura”. [La biografía literaria]

- Si el cuerpo de la persona es bioquímica, el mismo transcurrir también… igualmente referido al instante de la escritura. Me siento ser humano y me siento poema. Es la situación que sobrellevo desde mis primeros versos. No es un estado confortable, pero sobrevivo a base de intriga y resistencia. “Una mujer / en escritura” o “en escritura / una mujer”, la reversibilidad aparece sin buscarla. La biografía viene a ser soporte en la escritura, en mi caso no es el clavo fundamental. Dentro de lo biográfico, lo que más aflora en mí es el contacto con la naturaleza. Su contemplación, sus elementos.

 

“No me atrevo a decir si, en mi creación, es más importante lo visionario o lo autobiográfico”

 

- “Escritura / humana / a la deriva”.

- “Escritura / en alba / cuando hace el pan / la especie humana”. No me atrevo a decir si, en mi creación, es más importante lo visionario o lo autobiográfico. Todo es un laberinto de manantiales que, al final, van haciendo río. Ahora me acuerdo del nombre de uno, en Las Hurdes, llamado ‘Cuerpo de Hombre’. No fue el poeta quien lo puso, sino el receptor que, como yo, siente la idea en las palabras.

 

- “Si no sabes a qué unirte, sobre los versos encontrarás una línea que se alterna en sucesión de espejismos. Sept. 2021”.

- Al inicio de un poemario normalmente se recurre a una cita, o a varias, para mostrar un camino al lector, desde el tamiz del autor. Cuando se trata de autocitas, pueden pasar cosas que desconocemos: que el autor esté inseguro, que le falte humildad, que sienta desconfianza en el lector y desee apuntalar la entrega… En este caso, me limito a anunciar que los títulos de los poemas van a ir alternándose, ‘Pizarra’ y ‘Celeste’, por puro azar. Y que, dentro del azar, claro, asoma la fecundidad de uno u otro título, en cualquier dimensión. En mi autocita había además cierto mar de fondo: mis pasos en el campo de la poesía refleja y en la del metalenguaje.

Este libro es prolongación natural del anterior: Retirada (2018) es el pasillo que conduce a la galería en la que nos encontramos, la antesala del final. En De Traslación, en verdad, repican todos los libros anteriores. Durante su construcción, Pureza escribió y corrigió, y llegó a descartar más de medio centenar de poemas. Si dos se parecían, uno se iba fuera. Hay versos que le martirizaron semanas, iba a la compra, pensando: “Decídete”. Al llegar las galeradas, se dio cabezazos contra la pared. “Si no es mío”. La virginidad y la ceguera de los primeros tiempos regresaban, ahora bien, con la viruela de la vejez. Salvo en contadas ironías, en De Traslación no hay resabio. Ella se desplaza por las páginas a tientas y segura. De Traslación sólo parece posible en estado de gracia. Con trabajo, no sale; trabajo hubo en Retirada, incluso algún vals. En De Traslación flota.

 

“La obsesión creadora pesa tanto, obliga tanto, que se convierte en sufrimiento”

 

- “Ayúdame a poesía”. [Los artículos como excedente del lenguaje]

- La obsesión creadora pesa tanto, obliga tanto, que se convierte en sufrimiento. Entonces, le digo a la poesía: ayúdame. Si se lo pido de tú a tú, no me hace falta el artículo; así en el encabalgamiento de los versos. Normalmente, conmigo el poema se tensiona, por eso lo evito en los últimos libros. Me siento más libre y directa a otro ritmo de sintaxis, también cuando redacto una poética o unos escritos reflexivos. Yo sólo puedo hacerle un rasguño al poema, él me hace daño.

- [Así que hay dolor]

- Hay. A fin de cuentas siempre gana él.

- “No. / Es aquí / dentro. / Versión / del acontecer / debilitado / insomne. / Dentro”. [Adelgazamiento progresivo del verso]

- Me defiendo de la escritura con una manera de alinear el verso en cortedad extrema. Ni siquiera lo sangro: es. Porque me gusta y especialmente por lo que le decía antes: cada palabra me pesa un mundo. No me importa que se note mi claro deseo de adelgazarla. Precisamente ahí radica hoy mi poética. Todo invita a sorpresa en el decir, con una idea de revelación dentro que me identifica.

- [Vocablos sueltos]

- Como versos. Ayudan a capturar el significado inimaginable. Y, como van en vertical, la figura entra en espacio, se hace De Traslación.

En 1970, Pureza Canelo entrevistaba a María Gutiérrez –Maruxa-, una prima hermana, “un talento” que fundó el grupo de música popular y tradicional El Caldero, y que actualmente es catedrático/profesora de Bellas Artes jubilada. Esa conversación reposa entre materiales dispersos -cierres de simposios, Juan Ramón, su relación con Carmen Conde, con Gerardo Diego...-. Su vida está en carpetas. En ellas, la bibliografía se vuelve biografía. Artículos en el diario Pueblo, una reflexión por aquí, una manifestación por allá. El 20 de enero de 1971 dice que para ella la poesía es necesidad. Meses después, anota en un margen: “Primeras declaraciones a partir del susto de Adonáis. Estaba molesta con el revuelo de entrevistas, críticas, escritos y toda la farándula del momento”. Fue una invasión. Una chica joven, de un pueblo llamado Moraleja, abre un Telediario. Era un animal esquivo apresado por los que le atusaban. Enfermó.

También hay rastros de biografía oculta en la correspondencia, que abarca desde poetas del 27 hasta hoy. Su primer poema registrado es ‘Niños azules del Vietnam’. 1968. Su prehistoria estará en una edición crítica próxima, a cargo de José Teruel. Será el ensayo general de la obra reunida más adelante, dividida en dos tomos: poesía y prosa.

 

“Durante años hice una poesía extensiva, coloquial, derramada”

 

– [Más partición del verso. La de ayer]: “Mi amor había caído en paz / como la prolongación del sueño”.

- Durante años hice una poesía extensiva, coloquial, derramada.

- [Incluso tituló Tendido verso (Segunda Poética) (1986)]

- Con tendido verso me refería a lo que normalmente se etiquetaba como prosa poética o como verso en prosa. Pues yo… verso tendido. Fue a partir de Dulce nadie (2008), con estrofas a modo de salmodia u oración, cuando se desencadenó mi gusto por el verso de mínima hojarasca.

- [Desnudo]

- Individualista. Como dardo y puntero de luz.

- [¿Dudó?]

- Hasta la decantación actual, he muerto y revivido muchas veces con dudas ante la cuartilla en blanco. Siempre ha sido así, pero últimamente en una concentración que ha superado lo habitual. Y cuando releía lo escrito, sentía que aquello no me pertenecía.

- [Cuerda floja]

- Era… como la perfección del error, como el hallazgo de saber que te equivocas y, en la equivocación, alumbrar… el acierto. Así, la entrega y la ensoñación del vivir cotidiano. La poesía en lo alto de la existencia.

- [La poesía como todo, al comienzo de la entrevista]

- Sí, mi escritura perpleja en su cauce. Ese, mi universo.

- “Después de Retirada / dónde cobijarse?”.

- Retirada (2018) es un libro moral sin moralina. En él revisé las deficiencias y los egos que rodean al hecho poético y a sus hacedores. Puse censura a lo propio y a lo ajeno. Confesé mi deseo de apartamiento e incluso mostré mi poco aprecio por la especie humana.

- “Mira que no / hacer versos / como hojas / y fuentes”. [Las limitaciones del ser]

- ¿Qué merecía la pena en mi vida? Siempre la poesía. Así que me fui con ella de este planeta terrícola -lo visionario- a una galaxia de creación pura. Y en ese deseo de traslación, escribo una poética que es el precipitado de toda mi escritura, desde los albores. Es un poemario de exigencia feroz. Con él quería callarme de una vez. Ahí queda mi adiós. Será lo último que publique como pieza suelta.

- “No saber / si la escritura / es posible / en galaxia”.

- Sigo escribiendo. Tengo varias vías temáticas abiertas. Haré selección de todo ello para darlo como inédito a la poesía reunida en marcha. Por edad, dispongo de tiempo restringido y debo dejar mi poesía medianamente ordenada.

 

“Hay que saber callarse a tiempo, aunque siga, en secreto, avanzando en la escritura”

 

- “la roca no sabe / la mancha tampoco”.

- Se acabó la juerga de una publicación tras otra. Hay que saber callarse a tiempo, aunque siga, en secreto, avanzando en la escritura. Desde siempre he sido poco mundana. Mi mundanal ruido está por dentro.

En Oeste, la autora adoptó una escritura sin rastro previo. A partir de entonces, ello procuró al que firma una especie de miedo a la decepción cada vez que algo nuevo llegaba. Temor infundado. En Retirada reproduce un correo de Clara Janés, 12 de febrero de 2017: “He soñado contigo, Pureza (…) Vivías en una cueva sin más luz que la entrada (…) Yo te decía: Pero tienes que hacer una apertura a la luz. Tú decías: No, hay que estar sólo tocando la tierra, nada más. Hay que mezclarse con la tierra”. Pureza respondió: “Esa cueva a la que se accede es el trasunto del nuevo libro, no lo dudes, adivinadora amiga (…)”. El nuevo libro fue claro y abstracto. Se dice que el que no sabe explicar una cosa no conoce la cosa. Mentira. Una cosa es el entendimiento y otra la expresión. Y al revés. Ahí están la inmanencia, la capilaridad, la mística, las sensaciones. Y llegó el salto. Al vacío. No mortal. Al misterio. La rotación cabe trienal; la traslación, no.

 

“Lo oculto, lo desconocido, son fuente de poesía”

 

- “Galaxia / proveedora / de mi ignorancia”. [Diferencia entre mundo y vida]

- El poeta se busca en la creación del universo, que no comprende. Lo oculto, lo desconocido, son fuente de poesía. Así, los ojos en ella para dar a la ignorancia la oportunidad de aproximación a ese Todo o a esa Nada. Inquirir es la clave. Y desvarío, al unísono. Sin respuesta, viene el desasosiego ante el verso inapresable, el que puede ser materia infinitesimal.

- [Poética y galaxia]

- En tu hacer te refugias en lo pequeño. Tomas las palabras con fidelidad a una escritura que, día a día, golpea tu resistencia humana al tiempo que enriquece el afán de lo que buscas en los versos. Versos que, acaso, no fueron tan desastrosos en su aproximación a lo oculto y a lo extraordinario. La poesía se asombra ante el universo que todo lo engulle. Hay que contar esa experiencia de dentro afuera y de fuera adentro. La poesía es creación menor si estás en el vientre de la ballena-universo. Ya de joven sentí esa vivencia de entrega espacial, por la vía de la naturaleza.  

Pureza es un ser de naturaleza. La desolación y la muerte las lleva dentro. Le pidieron unos poemas Jordi Doce y Álvaro Valverde para una antología en la Fundación Ortega Muñoz y demoró meses, más de un año, la entrega. Brindó un sentido nuevo a lo ya publicado, dio a imprenta un libro nuevo. En el preliminar se confesaba desnortada. De nuevo, las dificultades del lenguaje. Palabra Naturaleza (2020). “Dices ‘árbol’ y es otra cosa. Pisas surco y el sonido no pertenece a este mundo”. Admite desconocer si es la Naturaleza la que le llevó a la Palabra, o si fue ésta a la otra. Una de las obsesiones de Pureza es la organicidad en cada proyecto. Ha hecho granero libro a libro. De luz. A veces negra. En la tarea de buscar la organicidad redime las carencias de su escritura.

A Pureza le dan miedo los poetas memorables que, por el afán de publicar, son incapaces de guardar sus calcetines, sus sombreros, y acaban dejando una obra con dientes de sierra. “Lo he dicho en muchas ocasiones: o intentas cruzar el océano o no publiques. En creación lo que no suma, resta sin miramientos”. Más de cuarenta años centrada en una obra tan fracontiradora como ella, que José Teruel definió como ‘autocrítica’.

- “Este navegar sin inteligencia ni tiempo”.

- En este último libro he intentado articular mi entrega hasta la extenuación. En él se sostienen los versos en suspensión. La nave de toda mi experiencia creadora se ha vertido al vacío.

- “No sabemos”.

- Tanta sospecha -y sorpresa y confusión- forjan el molde para que una palabra, a la vez que desafina, pueda ser tacto del mundo, olvidando su insignificancia. Al menos, es escritura instalada en el peldaño de la dignidad.

- “Lo pequeño”. ¿“Hacia lo invisible”?

- Para mí ‘lo pequeño’ en escritura poética es la máxima aspiración. El milagro. Hay días en los que te vas a dormir con sensación de hondura de vida por lo ‘pequeño’ conseguido y… a la mañana siguiente tachas lo que creíste haber alcanzado. Estas y muchas otras cosas sustentan mi vocación poética en la luz y en la sombra, en no sé qué ilimitado hacer y deshacer.

 

“El olvido es la solución a todo este asunto que llamamos vida”

 

- “Al olvido / que da la eternidad”. [¿Desaparecer es hacerse más puro en el tránsito?]

- Claro. El olvido es la solución a todo este asunto que llamamos vida. A toda esta extrañeza conjugada a través de siglos y milenios, con el ser en el centro. Me hace pensar tanto que lo instalo como divinidad. Escribo sobre él para la serie de los Inéditos y callados.

- “un morir / pleno. No habrá / más títeres”.

- Sobre ese tema tengo tanta materia que podría sacar un libro exento. No lo haré. Es una reflexión tan prolongada que debo quedarme en el acopio. La entraña de la poesía me ofrece pensar y sorber poco a poco una visión interminable.

Pureza Canelo ha dedicado muchos años a la gestión cultural, primero en la Universidad Autónoma de Madrid –en los años 70 y 80- y luego en la Fundación Gerardo Diego -de 1999 a 2019-. Ahora, con ademán entre indiferente y levemente despreciativo, considera que dedicó demasiado al empeño. A punto de proclamar ‘bah’, afirma que debería haberlo dejado diez años antes. “Tengo poco tiempo y mucha tarea pendiente”. Su balance es agridulce. Realizó trabajos de los que sentirse orgullosa: poner en el mapa a poetas sepultados; crear un premio de investigación; programar y dirigir desde la libertad; procurar a Gerardo una dimensión transnacional... Hizo de la gestión una tarea creativa. Por otro lado, el ser la única responsable jurídica le llevó a tenerse que estudiar la Ley de Fundaciones, a hacer balances de situación… en fin, cuestiones en los antípodas de su espíritu. Por si fuera poco, hubo de lidiar con políticos necios o ajenos a la cultura, con herederos contradictorios y con patronos volanderos. Lo peor fue soportar grandes deslealtades. Cuando son menores, dan risa, pero en este caso, afirma, “daban pena”. Gestión y creación. Autoría y edición. Elena Diego le regaló una muñeca africana con dos cabezas. Descansa en su casa.

Pendiente, su archivo. Sólo en Cáceres, 5.400 libros, medio siglo de poesía y filología. En Madrid, más libros y documentos: papeles y papeles, fotografías, videograbaciones, audios. Durante la pandemia metió en casa a dos documentalistas profesionales que, sin embargo, hubieron de aprender a manejarse en la confección de un archivo vivo, a funcionar por asociación de temas, de personas y de preocupaciones. Eran entomólogos pinchando mariposas. Desconocían a Laín, a Mainer... “En las cartas, hay que rescatar poemas y otros textos, y ponerlos aparte”. Las misivas de Yuste, Franco, Gallego y Carranque no se deben colocar por iniciales, “todas han de ir a un apartado que se llame Fundación Juan March”; “Gerardo Diego necesita una carpeta aparte; Adonáis, otra”.

- “Al enigma /no se puede / llamar / a la puerta”.

- Esos versos expresan la afirmación desde la negación. Hay que llamar a la puerta y escudriñar si, al otro lado, desde el interior, en la mirilla te devuelven la mirada. La posibilidad es una mirilla reversible y el esfuerzo de esperar día y noche junto a la puerta. No es un juego: es la fidelidad del can pegado a su ama: la poesía.

- [¿La poesía es un límite?]

- No debería. El quid es que la Poesía es incalculable. El poeta aspira a aproximarse a hacerlo. Por eso identifiqué De Traslación con el cosmos. Era como el cartucho que me quedaba para consumar una poética que había mantenido sucesiva, lanzándome, ahora sin red, a pleno limbo, con un libro de cierre de obra y trayectoria.

- “Beber / del firmamento”.

- Confieso sin pudor que la organicidad de este libro es la muestra del fin que he buscado paso a paso y que, consecuentemente, ha hecho obra. Será digna, mala o regular, pero está. Lo he pasado mal en el empeño, con torres de Babel, auroras imposibles… auscultando si cada poema hacía masa con el siguiente y con los sucesivos. He desarrollado una autocrítica que fustiga mis adentros en una búsqueda constante de la ‘Alta y Soberana Señora’. A estas alturas, casi nos podemos mirar frente a frente: ella impera sin límite y yo la espero en el rinconcito en el que sigo despierta hasta que me vaya de este mundo.

 

“La poesía será lo invisible absorbiendo el color de cualquier cuerpo celeste”

 

- “la poesía / (…) clara oscuridad”. [¿La poesía es un péndulo que se ‘mueve quieto’ entre la sombra y la luz?] “¿Lo negro existe?” [El negro surge de la ausencia de luz… pero es la suma de todos los colores]

- Si el negro es la suma de todos los colores, la poesía será lo invisible absorbiendo el color de cualquier cuerpo celeste. Gracias por haberme invitado a pensarlo. Escribo el verso -“¿Lo negro existe?”- y usted me aproxima a lo que he dicho. El lector es una prolongación del hacedor, sin embargo, cuando escribo no pienso en él. Mi celo en preservar la privacidad de la creación me lo impide. Estoy tan entregada al asunto que pierdo la noción de lo complementario. Tampoco bajo la guardia cuando corrijo, y alguna vez pienso: ‘Esto no lo entiende nadie. Ni yo’. Pues que siga el vuelo sin pertenencia.

- “Exaltación / ¿inocente? / de mi ser”; “Haces retórica. / Hago escritura”.

- La retórica, con sus figuras de armonía, es admirable siempre que no sea en el vacío. Hablo de la retórica esencial. Hay que disponer de capacidad de escritura y de poso en la cultura literaria. Como no dispongo de ese don necesario, me posiciono ante la sintaxis de manera libérrima, por instinto; no en la excelencia de la expresión. Cuando aparecen espontáneamente conjeturas y asociaciones bien compuestas, me aviso de que se pueden perder la idea y la fuerza. Así me cuido ante lo predecible, ante lo ‘bien hecho’ y ante el adorno. También la falta de pericia hace que no haya buscado el metro ni la rima, que admiro, siempre que no acabe en virtuosismo.

- [Verso libre]

- En él son esenciales los ritmos internos y externos. La oración magistral no es para mí, sí el galope rebelde, el volcar el esfuerzo en el camino, pues torpeza somos en la línea que espera remisión.

Tradición de cultura no hubo casa. Su padre sacó las oposiciones de Estado de Veterinaria y fue presidente del Colegio Oficial de la provincia Cáceres durante 40 años. El tesón, el cumplimiento, la racionalidad vienen de él. El insecto africano infectado, de la madre. En los Gutiérrez no había nada cuadriculado, sólo intuición e independencia. Sus abuelos no eran cultos, pero dieron al siguiente eslabón facilidades para el cultivo. Terratenientes que mandaron a sus hijos a estudiar a Salamanca, adonde la propia Pureza llegaría más tarde. Sus tíos se manejaban en inglés y francés, hablamos de principios del XX; y fueron contertulios de Unamuno. Todos desempeñaron profesionales liberales: médicos, siquiatras, juristas… El orgullo de su madre es que ningún miembro de la familia, tan amplia, se dedicó a la política. Esa era su distinción. Pureza lleva al cuello una cadena de ADN: abuelos potentados que no se mezclaban con los de su igual, y ayudaban a quien no tenía, fueran niños asalvajados, un seminarista sin posibles o un albañil descalzo; por eso, los niños bien en Moraleja recelaban de los Canelo. Con el tiempo, Pureza creó la biblioteca pública; su hermano, el club de baloncesto…

Hay un episodio que se repetía tres veces al año y que sirve para entender el marco en que adquirió madurez. En Semana Santa, verano y navidad, los tíos volvían de Salamanca y aprovechaban para abrir la finca, permitiendo la salida de ovejas, gallinas, cerdos… todos los animales, hala, por el pueblo. Lo hacían de noche. Abrían las compuertas para que la gente cogiera. “¡Que vienen los chicos de Salamanca, cerradme bien los corrales!”. No había manera. Seguramente el propio abuelo hacía la vista gorda. La imagen de los animales sueltos es maravillosa. El ganado propio, en casa ajena, después de trotar a la luz de la luna. Surrealismo feliz. Cine puro. La concepción, eso sí, era sociomoral, no política.

 

“La poesía como arte dialoga con el alma de las demás. Hay vasos comunicantes entre ellas”

 

- “danza”.

- La poesía como arte dialoga con el alma de las demás. Hay vasos comunicantes entre ellas. En mi juventud eran el cine y la pintura. Luego me decanté por la escritura en soledad. En los cineclubs de los sesenta y setenta, visioné el primer Resnais, el cine checo, Eisenstein... Kazan, Visconti, El manantial de la doncella. Quiero decir: yo leía a Juan Ramón, pero me bebía Film Ideal. No es lo mismo ver estos cines ahora que antes. Muchos estaban naciendo. Veías el volcán echando lava. Cuando se abrieron la primera y la segunda bocas, estábamos allí. Recuerdo salir de un cine, en Argüelles, después de haber visto La caza -sobre el papel, una película del Oeste- y correr a una cabina de teléfonos para avisar a mis amigos: “Tenéis que verla”. Duró una semana en cartel. Yo repetí en la segunda sesión. Del arte, qué decir: ir a la galería Edurne, ver a Millares, a Sempere… la primera exposición de Botero, en formato pequeño… En mí se dio el choque entre el espíritu de la época y el mundo rural. Dese cuenta de que las obras matéricas, por ejemplo, de Tàpies, las había visto antes en las paredes de mi pueblo y en los bidones. El desconchado de la materia lo llevaba dentro. Y luego, en Madrid, lo vi asociado al silencio, en una pared. De ese cruce viene mi poesía. “Pero si esto ya lo he visto”, me decía. La gran pintura la había visto en la iglesia y en el corral. Luego, es importante añadir que, así como la Corte de la novela estaba en Barcelona, la poética estaba en Madrid: Adonáis -cuya réplica fue El Bardo-, Velintonia, las tertulias de Montesinos, con Dámaso, Gerardo, Rosales, Leopoldo de Luis, Claudio, Morales… y los chiquilicuatres y los santos, juntos. Los setenta dieron para mucho. La poesía de aquella década no está estudiada. Hay muchas voces. Además de la poesía, me llena la música. Confieso que anímicamente, en la pandemia, lo que me salvó fue escuchar flamenco, barroco y a Freddie Mercury. Entre otras cosas. Escuchaba música hasta el agotamiento. Volviendo al inicio de la escritura, le diré que era mágico y verosímil el poner en un papelito lo que sentía. Cuando iba por la calle, el pensamiento robaba mundo al mundo. Toda aquella aventura se hizo árbol y en él puedo hoy cobijarme.

- “Poema / (…) / no sabe a qué unirse”.

- Puede que en este verso exprese que el afán de mi escritura está en una ‘pizarra-celeste’, sin fijar el trazo de lo humano. De ese deseo imposible, recurrentemente intentado, nace la poética De Traslación. La ‘pizarra’ nunca atenderá el ofrecimiento de mi creación aturdida en cosmos.

La línea actual de la autora es de despedida completa. En uno de los apéndices de sus poemas sin publicar, establece: “El poeta debe callarse a tiempo”. Una idea de la que no se apea. Central. Como si a la retirada le siguiera la deidad cósmica y sólo quedase por delante algo parecido a un agujero negro. Ni cosmos. Tira una foto y sale velada. Lo que existe, lo que no existe y lo que no sabemos si existe, todo, en negro: un apagón inexplicable hasta para el propio misterio.

- “Esta nada”. [Cuanto más grande, ¿más nada?]

- … de nuevo, la queja. Todo en De Traslación es petición y lamento, un ofrecerse a una nulidad perpetua. ‘Insistencia en Luzbel’, del poeta; insistencia en celeste, de mí.

 

“Vivir es tan raro y tan único que también la vida pide su porción de espacio, de lugar, de prevalencia”

 

- “Qué difícil decirle / a la palabra / que otro alguien / me perturba / más que ella”.

- Nada de amores. La que me roba es la prolongación de mi angustia cuando se me instala la duda total de vivir. Tanto que no la puedo encauzar en el poema. El poema no me sirve, ahí, para expresarme. Como la palabra me está esperando, para no defraudarla, le digo que esta vez no se va a llevar el gato al agua porque vivir es tan raro y tan único que también la vida pide su porción de espacio, de lugar, de prevalencia.

- “Este libro / debe cerrarse / pronto. / No cabe / más asfixia / en él”.

- Este libro se ha llevado todo lo que podía hacer creadoramente desde la atalaya de mis años de vocación cumplida. Este libro es una exhalación de sintaxis inesperada en el pentagrama de todos mis sentidos. Me ha dejado K.O. A solas con la poesía, en un universo propio. Después me levanto y empiezo a palparme: cabeza, ojos, cuello… y digo: “Ah, pues soy yo”.

El poema tiene armas para defenderse del poeta. Pero a veces llegan las cosas a un punto en el que el poema le permite al poeta acercarse. La redondez de la palabra permite, en este libro último, que la sección de los poemas sea intercambiable: los de ‘Celeste’ pueden ir en ‘Pizarra’, y viceversa. La perseverancia en la palabra mantiene con pulso a Pureza, aunque también es responsable de su agotamiento. Ella siente que la creación le ha vencido. Ella le ha hecho rasguños. Pero la poesía le ha matado.  Lo visionario mata. Lo puro, ese veneno.

En 1974, Gerardo Diego decía en Informaciones que El Barco de Agua había sido su libro del año. Veía en él “talento y originalidad extraordinarias”. Cinco años más tarde, se ratificaba en el diario Ya: “Poesía escrita o, mejor, recibida, como en trance de alucinación (…) abocada al misterio”. Habla de Habitable, que presentó en el Ateneo de Madrid. La crónica de aquel día cita las palabras de Gerardo: “Un milagro natural”. Así habla quien vio, en 1932, siendo profesor de instituto, la nueva poesía española. Altolaguirre y Cernuda apenas habían publicado. Arriesgó y acertó. Clavó en su antología lo que sería el 27. Habría pasado a la historia nada más que como antólogo. Y a Gerardo le gustaba Pureza, mucho, en ella veía el futuro; aunque, en verdad, no se trataban demasiado y cada uno tenía sus gustos. Pureza escribió Habitable becada por la Fundación March.

Tanto Gerardo como Clara fueron visionarios, la poesía es visionaria, respecto del destino que le esperaba a Pureza. Podemos decir que adelantaron su Palabra Naturaleza y su De Traslación, ¿se habrá dado cuenta Pureza? Clara Janés, por cierto, en aquellos setenta, se refería a ella como “esquiva”. Gracias a esa condición, ha paseado por el precipicio sin verse abrasada por los focos, cultivando la poesía en un huerto privado que se hace jardín público nada más que cuando un libro suyo aterriza en las librerías. Al final, la organicidad no responde a un libro, es la obra entera. Y la vida. Juntas forman esa figura geométrica llamada Esfera.