Bajo el título de “Pilar Narvión: el periodismo como forma de contar la historia” se ofrece al lector un recorrido por la biografía de una de las mujeres más relevantes del periodismo español en el pasado siglo. Ese certero perfil sobre su labor mediática se complementa con una antología de textos que recoge fragmentos de algunos de los materiales más relevantes y originales que publicó Narvión en la prensa de la época.

Se da la circunstancia de que el autor del artículo que TURIA dedica a Pilar Narvión es también de otro reconocido periodista turolense: Juan Carlos Soriano. Quien hace años escribiera la biografía “Pilar Narvión, andanzas de una periodista perezosa”, nos cuenta ahora que fue el alcañizano Mariano Romance quien le inoculó a su paisana y sobrina el veneno de la letra impresa: “Aquel personaje valleinclanesco había fundado, y llevó a la quiebra, varias publicaciones en el Bajo Aragón turolense; por entonces dirigía Amanecer, y Pilar, además de dictarle el nombre de los suscriptores para hacerles el envío, controlaba quién bajaba y subía al autocar del pueblo con el fin de publicar sus nombres en una sección titulada Viajes

Mención especial merece también el excelente artículo que protagoniza la sección de TURIA denominada “Sobre Aragón”. En él, Antonio Pérez Lasheras escribe sobre Ánchel Conte. Sin duda, como se nos dice en el título, es la de Conte una vida hecha obra. 

Además, “presentar al Ánchel Conte escritor no es tarea fácil, porque se trata de una figura poliédrica, que se ha ocupado en múltiples actividades con solvencia: profesor, historiador, poeta, narrador, periodista, folclorista, antropólogo, lingüista, activista militante, político…, observar todas estas facetas requiere detenerse en algunos datos personales que describan su trayectoria vital y literaria. Por otra parte, el hecho de que se trate de un escritor en aragonés, una lengua minoritaria y minorizada provoca que se trate de un autor postergado”. 

Como es habitual, en este nuevo número de TURIA, los autores y temas vinculados a Aragón gozan de un protagonismo muy relevante. Cerca de 40 creadores aragoneses o radicados aquí participan en cada una de las diez secciones de la revista con sus relatos, fragmentos de novelas, poemas, artículos o críticas de libros. No podemos olvidar tampoco que TURIA está ilustrada por el reconocido artista aragonés Pepe Cerdá, que publica doce trabajos originales realizados expresamente para esta ocasión. 

 

LA  ÚLTIMA  HUMANISTA DE NUESTRO TIEMPO

Pilar Narvión Royo (Alcañiz, 1922 – Madrid, 2013) reabrió la profesión periodística no sólo a muchas compañeras en pleno franquismo. También logró convertirse ella misma en una de las firmas más destacadas de la prensa española en los años de la posguerra y durante la Transición.

 Fue Pilar Narvión una periodista que manejó el idioma con destreza y su capacidad de análisis era legendaria entre los compañeros de profesión. Esas dos cualidades le hubieran bastado para ser buena periodista, pero, además, tuvo el privilegio de presenciar los acontecimientos que marcaron la Historia de España y Europa en la segunda mitad del siglo XX. Tras sus corresponsalías en Roma y París,  le tocó vivir, contar y analizar, en primera línea como cronista parlamentaria, la Transición española: desde el hara-kiri de las Cortes franquistas hasta el triunfo del PSOE en octubre de 1982, incluido el esperpento del 23-F.

 Según escribe Juan Carlos Soriano en TURIA, la última y definitiva década de la carrera profesional de Pilar Narvión la convirtió en la gran cronista de la Transición española: “Las crónicas parlamentarias de Pilar Narvión desvelan olfato político, pues se anticipa muchas veces a los hechos. Su estilo alterna la ironía, a veces abiertamente humor, con referencias a los clásicos (busca el parangón exacto, sin atribular con citas pedantes) y la cultura popular; ahí reside el secreto de que se conserven frescas medio siglo después. Ahí y en que hiciera caso al consejo que le dio una de las periodistas más renombradas de la República, Josefina Carabias, con la que trabó amistad cuando regresó del exilio y a la que llamaba, familiarmente, Pepita: “Escribe pensando en lo que le interesa al lector. No para que te lean otros periodistas y los políticos. Escribe así, o te quemarás en dos días.”

 Pilar Narvión se prejubiló en 1983, a los 61 años, aunque siguió firmando columnas en Pueblo hasta que cerró el periódico, un año más tarde. Bien mirada, su trayectoria profesional fue corta: 33 años de una vida que alcanzó los 91. Pero fue una carrera intensa. Si la suerte es, como dijo Séneca, una suma de preparación y oportunidad, ella, que tenía cultura y buena pluma, se encontraba en primera fila cuando sucedieron hechos muy importantes de nuestra reciente historia.

Juan Carlos Soriano recuerda en TURIA que “hasta días antes de su muerte, acaecida en Madrid el 7 de julio de 2013, cada mañana leía varios periódicos de distinta línea editorial. Conservó intacta la curiosidad por todo lo que la rodeaba, haciendo buena aquella aseveración suya que convirtió en leitmotiv: “El periodista es el último humanista de nuestro tiempo”.

  

ÁNCHEL CONTE, UNA FIGURA POLIÉDRICA A REVALORIZAR

El escritor en aragonés Ánchel Conte, al que bien podría describirse como una figura de múltiples inquietudes y poseedor de una trayectoria de enorme riqueza y honestidad intelectual, protagoniza la sección de la revista TURIA denominada “Sobre Aragón”. En ella, Antonio Pérez Lasheras publica un completo y riguroso análisis en el que, como se nos dice en el título, es la de Conte una vida hecha obra.

Tanto como docente, como escritor o como político, si hay una palabra que define a Ánchel Conte es compromiso. Un compromiso que, en palabras de Pérez Lasheras, se “advierte en distintos aspectos: personal, social, lingüístico y literario. El compromiso personal se manifiesta en su irrenunciable capacidad por ser uno en sus múltiples dedicaciones; el social se refleja en su militancia en el Partido Comunista, en pleno franquismo, y en Izquierda Unida, después, participando como candidato en algunas elecciones (por Teruel al Congreso de los Diputados, en 1977; a las Municipales, por Huesca, al senado por Barcelona, al senado por Huesca, en 2008, y otros compromisos). Vida, obra y compromiso conforman una unidad en Ánchel Conte. Finalmente, tenemos su compromiso firme con la homosexualidad, como una manera de libertad en el amor.”

Además, “presentar al Ánchel Conte escritor no es tarea fácil, porque se trata de una figura poliédrica, que se ha ocupado en múltiples actividades con solvencia: profesor, historiador, poeta, narrador, periodista, folclorista, antropólogo, lingüista, activista militante, político…, observar todas estas facetas requiere detenerse en algunos datos personales que describan su trayectoria vital y literaria. Por otra parte, el hecho de que se trate de un escritor en aragonés, una lengua minoritaria y minorizada provoca que se trate de un autor postergado”.

Subraya en su artículo Antonio Pérez Lasheras que “como escritor literario, Ánchel Conte es, sin duda, el mejor escritor en aragonés de toda la historia (solo comparable a Juan Fernández Heredia, en el siglo xiv, en Avignon). Poeta y narrador, su obra se abisma en los misterios del alma humana. Parte del recuerdo de lo vivido, pero lo recrea para hacerlo más intenso. Su poesía implica la necesidad de comprender un mundo fragmentado que quiere reconstruir en el crisol de la creación por medio de la palabra, que tiene el poder mágico de nombrar y dominar lo desconocido. De ahí que en todos sus libros haya una recurrente mención al propio lenguaje, a su insuficiencia, a su engañoso destello o a su esplendor (el mismo nombre de su primer poemario, que es un apartado  del mismo; en Luna que no ye luna uno de sus apartados es «Parolas», ‘Palabras’)”.

 Por último, tras hacer referencia a los varios premios conseguidos por Ánchel Conte a lo largo de su carrera, Antonio Pérez Lasheras lamenta que se le niegue el Premio de las Letras Aragonesas, que ha otorgado un premio a un autor en catalán (Jesús Moncada, imprescindible en la literatura en catalán), muchos premios a autores en castellano y ninguno a un autor en aragonés.

 

CERCA DE 40 AUTORES ARAGONESES ESCRIBEN EN “TURIA”

Cada nuevo sumario de TURIA es un claro ejemplo de integración cultural de autores y textos de diversas procedencias geográficas, estéticas e ideológicas. Todo ello sin olvidar nunca el arraigo turolense/aragonés de esta revista. Buena prueba de esa filosofía de trabajo la constituyen los 37 autores aragoneses que publican textos inéditos en las distintas secciones del sumario.

Así, los lectores de TURIA podrán disfrutar de artículos elaborados por Soledad Puértolas y Teresa Agustín, comprobar la creatividad narrativa de Carlos Castán, Miguel Serrano Larraz, Begoña Fidalgo y José Antonio Gargallo. En poesía, subrayar las aportaciones originales de Olga Bernad, Ángel Gracia, Francisco López Serrano, Guillermo Molina Morales, Estela Puyuelo, Olga Sanz y Fernando Sarría.

Otra de las secciones habituales de TURIA es “La isla”, que contiene fragmentos del diario de Raúl Carlos Maícas ilustrados por Isidro Ferrer.

Más allá de las aportaciones ya comentadas de Juan Carlos Soriano y Antonio Pérez Lasheras, hay que subrayar la nutrida presencia de aragoneses en la sección “La Torre de Babel”. Es el apartado que TURIA dedica a la crítica de libros, y en él se ofrecen cuidadas reseñas de libros de ficción, de no ficción y de poesía, tanto de autores españoles como de otros idiomas traducidos al español. La amplitud y calidad de esta sección han convertido a TURIA en una de las revistas que más y mejor practican la crítica literaria entre las publicaciones y suplementos culturales de España.

En esta ocasión, ejercen como críticos, un total de 18 aragoneses: Guillermo Fatás, José Luis Melero, Juan Villalba Sebastián, Juan Marqués, José Domingo Dueñas, Ismael Grasa, Manuel Górriz Villarroya, David Mayor, Rodolfo Notivol, Rafael Esteban Silvestre, Rubén Benedicto, Jesús Soria Caro, José María Ariño, Enrique Cebrián Zazurca, Pedro Moreno Pérez, Agustín Pérez Leal, Javier Giralt o Enrique Villagrasa. 

 

ILUSTRACIONES ORIGINALES DE PEPE CERDÁ

La portada e ilustraciones interiores de esta nueva entrega de TURIA han sido realizadas por el prestigioso artista aragonés Pepe Cerdá (Bañuales, Huesca, 1961), que reside en Villamayor, Zaragoza, desde 1997. Con anterioridad, estuvo becado por la Diputación de Zaragoza en la Casa de  Velázquez, de Madrid y de 1990 a 1997 residió y trabajó en París. Sobre su trabajo artístico ha escrito: “No soy un pintor figurativo, no soy un pintor abstracto, no soy un pintor clásico, no soy un pintor moderno. Me importan un rábano la posmodernidad, la ultramodernidad y la retroprogresión. Niego la muerte de la pintura. Me hago preguntas y las intento responder sobre una tela y tensadas en un bastidor. Las cosas artísticas, por otra parte, deben tener algo de sustancia, algo de mágico, de casual o de inexplicable, algo de evidentemente cierto pero imposible de contar de otro modo”.

TURIA es una revista de periodicidad cuatrimestral que tiene una edición en papel y otra  digital (web y Facebook). Con casi 40 años de trayectoria, está publicada por el Instituto de Estudios Turolenses de la Diputación de Teruel y cuenta con el patrocinio del Ayuntamiento de Teruel y el Gobierno de Aragón. Este número de TURIA ha contado con el apoyo de la Fundación Mediterráneo.

  

UN ARTÍCULO DE PILAR NARVIÓN DE 1974

La revista TURIA publica una una selección de fragmentos de textos publicados por Pilar Narvión en el que fue el periódico de su vida, el diario “Pueblo”. Allí realizó todo tipo de tareas y llegó a ser directora adjunta en 1981. De ese ingente material, en que destacaron sus crónicas parlamentarias y sus columnas de análisis político que radiografiaron la transformación de España de una dictadura en una democracia, seleccionamos hoy el siguiente  texto que apareció el 1 de noviembre de 1974:

 

LA DERECHA CIVILIZADA

“Eso faltaba, que encima no fuese civilizada nuestra opulenta derecha. Nacida en pañales de anuncio, criada entre puericultores de cinco estrellas y nurses inglesas, educada en El Pilar o sucedáneos de alto prestigio pedagógico-social, veraneada en Biarritz, soleada en Marbella, titulada en Oxford, vestida en Londres, calzada en Mallorca, con reloj japonés y anillo en el meñique, sólo nos faltaba que fuese incivil.

 No parecería normal que los buenos modos que le vienen de cuna, de educación, del medio familiar, del desahogo económico, de los principios de casta, los fuese a perder presidiendo consejos de administración en confortables despachos de estilo inglés, viajando en Jumbo, y no en clase turista, al volante de sus grandes cilindradas, dando órdenes a su mozo de comedor, o almorzando sopa de tortuga, lubina al gran duque y profiteroles al limón sardo. Todo regado con caldos civilizados.

Las preocupaciones, los modos, los medios, los intereses y hasta esa calefacción que nos preocupa ahora tanto, son más propicios a la civilización entre la derecha señalada que el uso del Metro, las ventoleras del andamio, las colas del autobús, las algaradas del mercado, el alza de la sardineta y el aceite de soja, las reivindicaciones laborales, la habitabilidad de los barrios del suburbio, la escolarización de los mismos, el desconocimiento del solomillo de ternera, el caviar y el champaña francés. Todas estas ignorancias no civilizan nada, convengamos en ello.

No hablemos de lo poco que civiliza el analfabetismo, con su fraternal amiga la subcultura y sus compañeros de ruta el oscurantismo, la marginación y la información trucada que padecen los sufridos ciudadanos que no han tenido nunca la comodidad de pertenecer a la derecha civilizada. Bueno está el horno para esas tortas.

Paréceme más simple y natural ascender a las cimas de la más refinada civilización desde la biblioteca de papá, heredada ya de sus mayores y con ediciones príncipe, si nos aprietan, que desde la desolación cultural del hogar proletario, que a duras penas llega a comprar una enciclopedia por fascículos en el quiosco de la esquina.

Paréceme más simple y natural ascender a las cimas de la civilización desde los bancos de la Universidad que desde la cadena de montaje, con ocho horas apretando el mismo tornillo y las extraordinarias apretando otro igual, para no cambiar.

Quizá esta derecha se autodenomina civilizada porque ya no pretende que sus obreros les saluden con la boina en la mano mirando las puntas de sus alpargatas con los ojos modestamente bajos. Quizá se autodenomina civilizada porque, de tanto ir a Oxford y leer el “Times”, ha terminado por enterarse de que el paternalismo de sus papás entró en barrena, y no hablemos de la caridad de sus mamás, las protectoras de la gota de leche y otras instituciones tan oportunas para ganar el cielo.

Quizá lo que quieren decir con esto de la civilización es que la derecha de los hijos no es la cerril derecha de sus abuelos; pero de ahí a hacernos creer que sus metas no son las mismas hay un abismo que no va a saltar ningún proletario del contorno, por muy incivil que esté el pobre.

Civilizada o cerril, la derecha de nuestro país, y en esto no hay diferencia con la derecha de los países vecinos, lo que quiere es no soltar la sartén del mango y hábilmente trata de cambiar de métodos y ponerlos a la moda de la sociedad 1974. Si nos descuidamos hasta son capaces de hablar un día de la cogestión, que, vista desde su ángulo, debe de ser algo así como permitir que el enlace sindical suba a su despacho a tomar un whisky con la derecha civilizada y despedirlo después con una palmada en la espalda hablando del Real Madrid. Como su abuelito el cacique, pero a nivel de cigarrillo rubio.”