La revista cultural TURIA publica en su nuevo número, que se distribuirá este mes de junio  en España y otros países, un sumario con interesantes textos inéditos protagonizados por grandes autores. Así, TURIA avanza, en primicia en español, el nuevo libro de relatos del escritor italiano Claudio Magris, premio Príncipe de Asturias y uno de los grandes intelectuales europeos actuales. Bajo el título de “Tiempo curvo en Krems”, este volumen reúne cinco relatos conectados sutilmente por algunos temas compartidos: la vejez, la evocación del pasado, el tiempo que adquiere una dimensión no lineal y una sensación de desplazamiento, de extrañamiento que de un modo u otro acompaña a los personajes.

 

También TURIA da a conocer un amplio e interesante artículo de José Teruel en el que invita a redescubrir la personalidad y la obra de la escritora Carmen Laforet, de quien se subraya su carácter de pionera de la literatura escrita por mujeres en España tras la posguerra. Sin duda, que el primer Premio Nadal, que será el galardón literario más importante durante décadas, fuera concedido en 1945 a su novela “Nada” cuando la autora era una desconocida de 23 años, se convirtió en un auténtico fenómeno social y cultural. Resulta muy oportuno revisitar ahora su obra, adentrarnos en su trayectoria creativa cuando se cumple este año el centenario de su nacimiento y confimar su vigencia e interés. 

 

UN CLAUDIO MAGRIS DESLUMBRANTE E IRÓNICO

Los protagonistas de “Tiempo curvo en Krems”, que será editado por Anagrama este próximo otoño,  son un hombre rico que se camufla interpretando un peculiar papel, un profesor de música que recibe la visita de un antiguo alumno, un profesor que viaja a una ciudad para dar una conferencia sobre Kafka y allí se encuentra con una mujer que le lleva a pensar en otra mujer, un escritor judío que comparte coche y conversación con un joven poeta, y un profesor que asiste al rodaje de una película basada en una novela que recreaba un episodio vivido en su juventud…

 

Claudio Magris despliega en estas piezas breves -auténticas delicatessen- toda su elegancia y sabiduría literaria y algunas gotas de jugosa ironía. Por sus páginas asoman el pasado no siempre glorioso de Europa, la memoria de lo que se ha dejado atrás y Trieste, siempre Trieste, ciudad entre la realidad y el mito. El resultado es un libro bellísimo, repleto de matices y emociones.

 

Según el análisis de Héctor Orestes Aguilar, “el tiempo de los relatos de Magris es curvo, convexo, torcido, sinuoso, redondo…, nunca lineal. El pasado no es un país remoto. Es el único lugar que alberga aún cosas por descubrir. Para los ancianos protagonistas, no se trata únicamente de la única patria recuperable sino de un terreno incógnito. Esperanzador. Recupear lo vivido es la mejor manera de reinventarse. De perpetuarse. La memoria es la ficción más depurada, fina y legítima”, como puede pensar el buen lector de “Tiempo Curvo en Krems”

 

La recepción de la nueva obra de Madrid entre la crítica italiana ha sido excelente. Así, Vittorio Panicara, en “Girornatte di Lettura”, afirma que “recupera y fusiona la pasión por la cultura centroeuropea, el legado de Italo Svevo, el amor por Trieste, pero además por fin lleva a cabo toda una reflexión sobre el tiempo, que en sus obras anteriores habían dejado incompleta”. Ida Bozzi, en “Il Corriere della Sera”, asegura que “Magris desarrolla una escritura vagamente irreal, atemporal pero evidentemente inspirada en lo contemporáneo y la ironía”. Mientras que, en “La Stampa” se nos dirá que “en este libro, uno de los maestros de la literatura y la cultura italianas condensa con ironía su poética narrativa”

 

Claudio Magris (Trieste, 1939), prestigiosísimo germanista, ensayista y traductor de Ibsen, Kleist y Schnitzler, entre otros, es una de las figuras mayores de la literatura italiana contemporánea. En Anagrama se han publicado sus obras narrativas Conjeturas sobre un sable, El Danubio (Premio Internacional Antico Fattore y Premio Bagutta), Otro mar (Premio Europeo Agrigento, Premio Palazzo al Bosco y Premio Pannunzio), Microcosmos (Premio Strega), A ciegas (PremioTomasi di Lampedusa), Así que Usted comprenderá y No ha lugar a proceder, el libro de textos breves Instantáneas, la pieza teatral La exposición, así como los ensayos recogidos en Utopía y desencanto, El infinito viajar, La historia no ha terminado, Alfabetos y La literatura es mi venganza (coescrito con Mario Vargas Llosa) y El secreto y no. Claudio Magris ha recibido numerosos premios, entre los cuales el Premio Erasmus en 2001, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2004, el Premio de la Paz de los Libreros Alemanes en 2009 y el Premio de la FIL de Guadalajara en 2014.

 

 

CARMEN LAFORET, UNA AUTORA FASCINANTE QUE MERECE SER REDESCUBIERTA

El sumario del nuevo número de TURIA se abre con una aproximación a la obra de Carmen Laforet (Barcelona, 1921 – Majadahonda, 2004), una de las escritoras más singulares de las letras españolas del siglo XX. Cuando se cumple el primer centenario de su nacimiento, el profesor José Teruel (que es titular de Literatura Española en la Universidad Autónoma de Madrid y es también uno de los principales conocedores de su obra) nos invita a redescubrir a la autora que fascinó en 1944 cuando ganó el Premio Nadal por su novela “Nada”, que obtuvo un éxito extraordinario de crítica y público. Sin duda,  Laforet abrió un camino y brindó un modelo, que era la antítesis de la novela rosa y de los estereotipos heroicos, a otras jóvenes escritoras de la inmediata posguerra.  Pero si Nada despertó nuevas vocaciones, también Carmen Laforet se sintió desbordada por las expectativas creadas por su primera novela y por tener que poner a prueba su talento.

 

Como se dice en el artículo: “Laforet inició con Nada una singladura narrativa presidida por una despiadada capacidad de autocrítica que se llevó todo por delante, incluso las ganas de escribir novelas. Su autoexigencia fue férrea como demuestra continuamente su correspondencia con Elena Fortún, Ramón J. Sender y Emilio Sanz de Soto (esta última aún inédita). El silencio siempre la sedujo. A pesar de ello —y es importante recordarlo— su escritura se prolongó hasta Al volver la esquina (2004), explorando nuevos caminos y demostrando de continuo un genuino talento para crear personajes vivos. Los narradores de sus relatos no ejercen la omnisciencia, sino que presentan la vida o sus vidas como un fluir haciéndose. En toda la narrativa de Laforet hay un secreto último que reside en el modo: en la capacidad de su lenguaje narrativo para recrear objetos, ambientes, estados de ánimo, miradas. Laforet atenúa el suceso y expande su creación poética, consiguiendo el equilibrio justo entre lo uno y lo otro (un equilibrio que no encontró históricamente la llamada novela lírica). La estrategia narrativa de Laforet despliega la mirada interior de sus personajes, para narrar con una desarmante naturalidad de adentro a fuera. La mirada se convierte en introspección. Tengo la firme convicción de que su obra no se agota en su primer título y de que Carmen Laforet es una escritora aún por descubrir. Será este uno de los perentorios objetivos del centenario que celebramos”.

 

TURIA, que cuenta ya con treinta y ocho años de trayectoria, ha conseguido convertirse en una de las revistas culturales de referencia en español. Tiene periodicidad cuatrimestral en papel y además dispone también una versión digital (web y Facebook) muy apreciada por los lectores. Está publicada por el Instituto de Estudios Turolenses de la Diputación de Teruel y cuenta con el apoyo del Ayuntamiento de Teruel y el Gobierno de Aragón. En reconocimiento a su labor, la revista obtuvo el Premio Nacional al Fomento de la Lectura.

 

 

UN INÉDITO DE CLAUDIO MAGRIS

La revista TURIA difunde un avance del nuevo libro de Claudio Magris, “Tiempo curvo en Krems”, que será publicado por la editorial Anagrama el próximo otoño. De ese material inédito, adelantamos hoy el siguiente fragmento:

 

“Bajó del autobús apoyándose en el pasamanos hasta que el pie, con alguna vacilación, tocó el asfalto. Dudó un instante aferrado al brillante metal y se apartó justo antes de que la puerta volviera a cerrarse. Era agradable tocarlo, tan frío, todavía no recalentado por muchas manos húmedas y sudadas. Por eso, para sentir unos segundos más aquel fresco contacto, había descendido del autobús lentamente, no porque tuviese dificultad. Miró alrededor receloso. Siempre aquella estúpida idea de que el hijo o la nuera pudieran haberlo seguido. Además, a esa hora estaban ocupados. Y quizá ya lo supieran. En todo caso, le alegró no ver ninguna cara conocida. La calle iba hacia el mar. Había una claridad lívida al fondo; guiñó los ojos, como Mitzi Matzi cuando se le acurrucaba sobre las rodillas en el sillón del estudio y levantaba el hocico hacia la lámpara de la mesa.

 

No le gustaban las calles perpendiculares al mar, que desembocaban en su gran luz; en la geometría de la ciudad, prefería las paralelas a la orilla, protegidas por esas casas altas entre las que había más sombra y caía antes la oscuridad. Toda la ciudad, desde que la vio por primera vez al asomarse desde el Carso, le parecía demasiado volcada sobre la gran llanura de agua. También debieron de entenderlo así los triestinos, puesto que habían construido una retícula de calles rectilíneas, un enrejado que protegía del golfo y de su inmensidad; por lo demás, muchos de ellos habían llegado del corazón del continente, como él mismo de Moravia, aunque bastante tiempo atrás.

 

Cuando se encontraba frente al mar, se le dibujaba una sonrisa incómoda que le levantaba imperceptiblemente el labio superior y descubría un poco en exceso los dientes, como Roll, el bulldog que tuvo muchos años, al que, según sus nietos, había terminado por asemejarse. El mar, al final de aquellas calles, le parecía cada vez más grande; a veces tenía la sensación de verlo alzarse, anegar las aceras, crecer y retumbar, un fragor que llegaba de lejos, de una oscuridad surcada por enormes olas blancas”.