El nuevo número de la revista TURIA tiene, entre sus principales contenidos, un oportuno y amplio artículo de Juan Villalba Sebastián en el que se rinde homenaje y se hace balance de la rica e intensa trayectoria de Joaquín Carbonell. No en vano, este otoño de 2021, se ha cumplido el primer aniversario de su muerte. Bajo el título de “Joaquín Carbonell: alma de niño inquieto” se ofrece al lector un pormenorizado recorrido por la biografía de un creador polifacético nacido en la localidad turolense de Alloza en 1947.

Se da la circunstancia de que TURIA publicó, justo hace un año, un texto inédito de Joaquín Carbonell sobre Labordeta que tuvo carácter póstumo. Fue un original que el cantautor envió a TURIA poco antes de su ingreso en la UCI del Hospital Clínico y con el que la revista quiso analizar la figura y la obra de José Antonio Labordeta al cumplirse el pasado año el décimo aniversario de su muerte. La iniciativa fue muy bien acogida por el también cantante y escritor pero, desgraciadamente, el coronavirus acabó con la vida de Carbonell y ese texto que escribió sobre su gran amigo y maestro ya no pudo verlo editado.

Como es habitual, en este nuevo número de TURIA, los autores y temas vinculados a Aragón gozan de un protagonismo muy relevante. Un total de 44 autores aragoneses o radicados aquí participan en cada una de las diez secciones de la revista con sus relatos, fragmentos de novelas, poemas, artículos o críticas de libros. No podemos olvidar tampoco que TURIA dedica un gran monográfico de casi 200 páginas al cineasta turolense Segundo de Chomón, al celebrarse el 150 aniversario de su nacimiento.

 

UNA PERSONALIDAD ARROLLADORA Y OPTIMISTA

Según la opinión Juan Villalba Sebastián, Carbonell fue un “Peter Pan de contagiosa alegría;  culo  inquieto  de  mil  asientos:  música  y  poesía,  novela  y  opinión,  crítica  y compromiso, cine y televisión; irredento optimista; vitalista contagioso; volcán en continua erupción, nos abandonó hace poco más de un año, pero nos dejó su legado artístico, su ejemplo de vida y mil proyectos por hacer”.

A ese perfil final se llega tras dar a conocer al lector de TURIA la biografía de quien fue el hijo mayor de una familia de agricultores radicada en Alloza, en la que su padre había sido un maestro represaliado y sólo años después de la guerra civil española sería readmitido en su puesto. Y es que Joaquín Carbonell fue un niño rural, travieso e hiperactivo, carácter que le acompañaría  hasta el fin de sus días.

Desde muy jovencito, Carbonell demostró su pasión por la música y un autodidactismo prodigioso. Los años de infancia y juventud transcurrieron entre Alloza, Sarriá y Sitges (1947-1966). Primero fue el chico de la armónica, luego pasó a la batería y de ahí al micrófono como vocalista. Tenía 14 años y cantaba en la Orquesta Bahía. También fue un niño lector de tebeos y puede decirse que, ya en la adolescencia, nacía un periodista cuando en edita una publicación festiva en la que entrevistaba a personajes de su pueblo. Interno en los Salesianos de Sarriá de los 11 a los 15 años, a esa edad abandona los estudios y trabaja en Sitges y en diferentes lugares de la costa catalana.

Fundamentales para Carbonell fueron los tres años, de 1966 a 1969 que pasó en Teruel al retomar su educación reglada en el Instituto Nacional de Bachillerato Ibáñez Martín. Son los años que residió en el Colegio Menor San Pablo, en los que compartió pupitres, viajes y actividades con Federico Jiménez Losantos, Gonzalo Tena, Carmen Magallón, Jaime Caruana, Manuel Pizarro y un largo etcétera de nombres destacados de la cultura y el arte, cuya formación en estos años decisivos de su vida de estudiante se debió a un claustro de profesores privilegiado: José Antonio Labordeta, Eloy Fenández Clemente, José Sanchís Sinisterra, Eduardo Valdivia…Su primera actuación musical retribuida tuvo lugar en el Teatro Marín de Teruel, una tarde navideña de  1969.

Desde 1969 hasta su muerte, encontraremos a Carbonell ligado a Zaragoza. Cincuenta años de vida musical que se iniciaron como telonero de otros intérpretes para, ya en 1973, participar en el I Encuentro de la Música Popular en Aragón que se celebró en el Teatro Principal. Cuarenta y siete años más tarde, volvería al mismo escenario para festejar sus cinco décadas como cantante. Por el camino quedaron hitos fundamentales de la canción de autor.

El artículo de Juan Villalba explora también la dedicación de Joaquín Carbonell al periodismo y la literatura. Sus años de colaboraciones con TVE en Aragón, con RNE, Radio Heraldo y el periódico “El día”. Inolvidable fue igualmente su larga etapa, de 1990 hasta 2014 vinculado a “El Periódico de Aragón”, medio en el publicaría más de siete mil  artículos y entrevistas.

Su faceta como escritor la comenzó publicando un libro de poemas, “Misas separadas”, en 1987 y la cerró en 1994 con otro poemario de calidad: “Laderas de ternero”.

Su producción narrativa, escribe Juan Villalba en TURIA, “comprende cinco novelas y tres biografías dedicadas a otras tantas personalidades de la canción, grandes amigos suyos y maestros absolutos en sus respectivos estilos: “El Pastor de Andorra, 90 años de jota” (2005), “Pongamos que hablo de Joaquín, una mirada personal sobre Sabina” (2011), y “Querido Labordeta” (2012). En colaboración con el director de Villarquemado, José Miguel Iranzo, realizó un par de documentales biográficos: “José Iranzo, el Pastor de Andorra” (2007) y “José Antonio Labordeta, con la voz a cuestas” (2009).       

Por último, “como novelista es un narrador vigoroso, de prosa ágil, voz dinámica, personajes berlanguianos bien construidos, con gran dominio de los tiempos narrativos y fina ironía, que ocasionalmente deviene en humor sarcástico y socarrón”, concluye Juan Villalba en su artículo.

 

CARLOS CASTÁN Y LAS ARQUITECTURAS DE HUMO

El escritor Carlos Castán, al que puede describirse como un barcelonés de Huesca por sus vínculos altoaragoneses, protagoniza la sección de la revista TURIA denominada “Sobre Aragón”. En ella, José Ignacio de Diego Lidoy publica un certero y riguroso análisis de su obra narrativa.

Carlos Castán es autor de tres colecciones de relatos: “Frío de vivir” (1997), “Museo de la soledad (2000) y “Solo de lo perdido (2008), ahora reunidos en Cuentos (Páginas de Espuma, 2020). Y también de dos novelas: “Polvo de neón” (2012) y “La mala luz” (2013), reeditada el pasado año. En todos estos títulos son claves la cuestión de la identidad, el impulso de huida, el miedo a la locura, la soledad, la importancia de la memoria, un concepto de tiempo de raíz machadiana, una estética de la crueldad, así como un singular uso de símbolos, tropos e imágenes. En suma, que Castán posee una estética personalísima y no sólo por la preocupación formal y estilística de su prosa, también nos atrae gracias a su forma de mirar la realidad.

Según se indica en el texto que publica TURIA, en la literatura de Carlos Castán “el lenguaje y el ritmo son esenciales. Por ello emplea uno rico, connotativo y con diversos registros. El lenguaje opera como líquido amniótico. Castán lo trata con mimo artesano, y sus personajes son conscientes de él”. También nos dirá que “la voluntad estilística ha hecho acreedor a Castán de la vaga etiqueta de narrador poético, pero él nunca ha querido caer en el poema en prosa ni en la prosa poética”.

Y más adelante se subraya que, en los libros de Castán, “La realidad no es el realismo, sino que surge de la yuxtaposición entre lo aceptable y lo inaceptable, lo interno y lo externo, lo delicado y lo brutal”. En definitiva, que Castán pretende y consigue en su narrativa “sondear lo incomunicable y ofrecer lo que la naturaleza humana oculta en beneficio del espectáculo”.

 

44 AUTORES ARAGONESES ESCRIBEN EN “TURIA”

Cada nuevo sumario de TURIA es un claro ejemplo de integración cultural de autores y textos de diversas procedencias geográficas, estéticas e ideológicas. Todo ello sin olvidar nunca el arraigo turolense/aragonés de esta revista. Buena prueba de esa filosofía de trabajo la constituyen los 44 autores aragoneses que publican textos inéditos en las distintas secciones del sumario.

Así, los lectores de TURIA podrán comprobar la creatividad narrativa de Soledad Puértolas, Joaquín Berges y Eva Fortea o de poetas como Manuel Vilas, Celia Carrasco Gil, Dalila Eslava, Mario Hinojosa, Ramiro Gairín, Manuel Martínez Forega, Angélica Morales y Angel Portolés Navarro.

Otra de las secciones habituales de TURIA es “La isla”, que contiene fragmentos del diario de Raúl Carlos Maícas ilustrados por Isidro Ferrer.

Más allá de las aportaciones ya comentadas de Juan Villalba Sebastián y José Ignacio de Diego Lidoy, hay que subrayar la nutrida presencia de aragoneses en la sección “La Torre de Babel”. Es el apartado que TURIA dedica a la crítica de libros, y en él se ofrecen cuidadas reseñas de libros de ficción, de no ficción y de poesía, tanto de autores españoles como de otros idiomas traducidos al español. La amplitud y calidad de esta sección han convertido a TURIA en una de las revistas que más y mejor practican la crítica literaria entre las publicaciones y suplementos culturales de España.

En esta ocasión, ejercen como críticos, un total de 21 aragoneses y, entre ellos, podemos citar a  José Luis Melero, Fernando Sanmartín, José Giménez Corbatón, Juan Marqués, Rosa Burillo, Cristina Grande, Miguel Mena, Manuel Górriz Villarroya, Aurora Cruzado, Jesús Villel, José Manuel Soriano, Rafael Esteban Silvestre, Rubén Benedicto, David Mayor, José María Ariño, Pablo Pérez Rubio o Enrique Villagrasa. 

TURIA es una revista de periodicidad cuatrimestral que tiene una edición en papel y otra  digital (web y Facebook). Con casi 40 años de trayectoria, está publicada por el Instituto de Estudios Turolenses de la Diputación de Teruel y cuenta con el patrocinio del Ayuntamiento de Teruel y el Gobierno de Aragón. Este número de TURIA ha contado con el apoyo de la Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura del Ministerio de Cultura y Deporte.