El nuevo número de la revista cultural TURIA tiene como principal objetivo rendir un merecido homenaje a Segundo de Chomón, con motivo de cumplirse este año el 150 aniversario de su nacimiento. Este turolense pionero del cine universal es el protagonista de un espectacular, atractivo, novedoso y completo monográfico que pone en valor su obra y lo describe como uno de los grandes creadores de los orígenes del cine. Y es que Chomón no sólo contribuyó, a comienzos del siglo XX, a la construcción de un oficio hasta entonces inexistente como el cinematográfico, su papel también fue fundamental en la creación de un nuevo arte: el cine.  

El filósofo y escritor Juan Arnau fue el encargado de presentar TURIA, el día 1 de diciembre, en el Museo de Teruel. El acceso al acto, que tuvo lugar a las 20 h., fue libre hasta completar el aforo. También está previsto que el próximo mes de enero esta nueva entrega de la revista se de a conocer en Madrid, en un evento en homenaje a Segundo de Chomón que se desarrollará en la Academia del Cine.

Sin duda, con la elaboración y difusión de este trabajo colectivo en torno a Segundo de Chomón, se cumple adecuadamente con la necesidad de redescubrir a un gran nombre propio del cine universal. Un creador cuya obra cinematográfica puede y debe difundise entre el público actual por su trascendencia y singularidad.

A  través  de  un  cuidado  monográfico que contiene casi 200 páginas de textos inéditos elaborados por 22 autores, TURIA desea contribuir a fomentar ese conocimiento de la vida y obra de Segundo de Chomón (Teruel, 1871 – París, 1929). No en vano, el  propósito de la revista es, además de que varios estudiosos y especialistas analicen y difundan la relevancia de su trabajo cinematográfico, ofrecer una nueva mirada más creativa y contemporánea a su cine desde la perspectiva de la creación literaria actual.

 

CINE Y LITERATURA EN SEGUNDO DE CHOMÓN

Dado  su  carácter  interdisciplinar  y  la  calidad  de los colaboradores que participan en la iniciativa, el monográfico de la revista TURIA contribuirá a lograr una doble finalidad: en primer lugar, se confirma la vigencia y el interés de la labor cinematográfica de Segundo de Chomón. Una segunda, y más importante y novedosa,  es la de profundizar los vínculos entre cine y literatura a través del cine pionero de Segundo de Chomón. La idea es brindar una mirada más original sobre el personaje y/o la obra más allá de la erudición o de la especialización. Para ello los colaboradores aportan textos creativos inéditos (un relato, una aproximación personal, etc.) que permiten otra lectura más actual y diferente sobre el trabajo de Chomón, así como demuestran los vínculos entre cine y literatura o estimulan la creatividad narrativa contemporánea a partir del cine de principios del siglo XX.

Por tanto, y atendiendo al perfil de los colaboradores, la propuesta de la revista TURIA logrará alcanzar el objetivo de ofrecer nuevas y rigurosas aproximaciones en torno a Segundo de Chomón, su personalidad y su trabajo fílmico, así como recrearlo y ficcionalizarlo literariamente.

El monográfico de TURIA sobre Segundo de Chomón ha sido coordinado por Amparo Martínez Herranz, profesora Titular de Historia del Cine de la Universidad de Zaragoza. Lo integran textos inéditos elaborados por destacados estudiosos y especialistas en su obra, así como escritores de diversas procedencias y vinculados al mundo del cine.

 

EL CINE ES SUEÑO Y DESEO: CHOMÓN Y BUÑUEL

En el artículo que abre el monográfico Chomón de TURIA, Amparo Martínez Herranz plantea una interesante hipótesis de trabajo: “Dentro de los juegos con la leyenda y el misterio en torno a Chomón se nos ocurre plantear en este punto una apasionante ucronía: si Luis Buñuel hubiese aceptado el trabajo como ayudante de Abel Gance que le propuso su maestro Jean Epstein ¿Chomón y él se habrían conocido e identificado como paisanos? ¿De qué hubieran hablado? ¿Les preocupaban los mismos problemas en relación con el cine?

Lo que sí sabemos es que Buñuel y Chomón estaban especulando en términos cinematográficos y por las mismas fechas y acerca de la naturaleza de los sueños, aunque los de Buñuel resultasen más desasosegantes. Chomón lo había hecho brillantemente construyendo para Benito Perojo, en El negro que tenía el alma blanca (1927), la secuencia del sueño de Emma, una joven actriz interpretada por Conchita Piquer que sueña con uno de sus compañeros de reparto, el bailarín negro Peter Wald (Raymond Sarka), por el que experimenta sentimientos encontrados, una mezcla entre rechazo y deseo. Para componer estas imágenes, Chomón utilizó sobreimpresiones, maquetas y empleó muy inteligentemente la cámara lenta. Los mismos trucajes que dos años más tarde aplicó Buñuel a la producción de Un perro andaluz (1929), planteada toda ella como el fluir de un sueño en el que también se entretejen el deseo, el rechazo y los juegos de aproximación más o menos erótica. Todo ello combinado con la mediación de la publicidad como otra forma distinta de provocación del deseo que en la siguiente película de Buñuel, La Edad de oro (1930) se materializa en el anuncio de medias Anitta y En el negro que tenía el alma blanca, en el póster de papel de fumar Bambú.

Resulta curioso que estos dos turolenses llegasen a similares soluciones visuales para evocar el mundo onírico y la pulsión del deseo. Pero, pese a la diferencia generacional, esta coincidencia puede explicarse en el contexto del París de los años veinte, en dos profesionales del cine impregnados hasta la médula de la cultura francesa e influidos, en mayor o menor medida, por las búsquedas y reflexiones de las vanguardias y por los hallazgos de Hollywood, el Expresionismo alemán y autores como Jean Epstein o Abel Gance. Tal vez esto explique que Chomón y Buñuel desde distintos ámbitos, llegasen a la misma conclusión: que el cine, en esencia, es sueño y deseo.”

 

REIVINDICACIÓN DE LA FIGURA DE CHOMÓN

Fundamental para entender el espíritu pionero de Segundo de Chomón y la calidad de su trabajo es el artículo que Agustín Sánchez Vidal publica en TURIA  bajo el título de “Contextos”. El catedrático emérito de Historia del Cine de la Universidad de Zaragoza, reconocido especialista en Chomón, argumenta que “de todos los malentendidos, quizá el más difícil de gestionar sea el sambenito de Méliès español, que sigue coleando de forma explícita o bien conduce a una asimilación tácita de su obra con la del pionero francés, hoy ampliamente recuperado. (…) Es lógico que se vinculen los trabajos de este último con Méliès. Se inició bajo su tutela y más tarde fue contratado por la Pathé para competir con él. Además, durante algún tiempo compartieron muchas cosas. Pero terminaron abordando problemas y géneros desde una mentalidad bastante distinta. El talante de Méliès era más teatral y arcaizante; el de Chomón, más cinematográfico y moderno. Por decirlo de un modo un poco tosco, el primero tendía a los trucos filmados y el segundo a los trucos fílmicos”.

Según Sánchez Vidal, “el turolense terminó siendo una enciclopedia viviente de recursos técnicos, con un nivel que ningún otro alcanzó en su tiempo. En contra de lo que aún suele decirse, muchos de ellos no eran invención suya, como sucede con el paso de manivela. (…) Lo que sucede es que él perfeccionó esta y otras técnicas, otorgándoles diferente alcance y dimensión, al igual que sucedió con determinados movimientos de cámara, a los que añadió los travellings en interiores, las tomas cenitales, los caches para presentar figuras humanas de diferentes proporciones o el uso de las transparencias. Y sigue siendo una referencia imprescindible en el cine de animación, al que aportó los muñecos articulados, las sombras chinescas, las siluetas, el modelado en barro, con hielo, cuerdas, fotografías o papeles.”

El director de la Filmoteca Española, Josetxo Cerdán, en un artículo que firma junto a Marián del Egido, escribe en TURIA sobre los materiales fílmicos de diverso origen y formato que se conservan en su organismo, avala la tesis de que el universo de Chomón se continúa expandiendo y concluye afirmando que “en Filmoteca Española esperamos que, igual que ha ocurrido con Chomón, las diversas fechas redondas sirvan para poner en orden nuestras colecciones y, no menos importante, poder estructurar un discurso transversal sobre nuestro cine que derribe barreras que, aunque invisibles, todavía lo constriñen”.

La escritora Irene Vallejo, subraya en su texto titulado “Palabra de fuego, cuentos de luz” que “este aventurero turolense fue uno de los primeros en diseñar para la gran pantalla nuestro imaginario visual del mundo clásico”, mientras que el director de cine y escritor Manuel Gutiérrez Aragón nos dirá, en su artículo “Segundo de Chomón: búsquedas, sorpresas y hallazgos”:  “Lo que me gusta ver en las realizaciones de Segundo de Chomón hoy en día es precisamente lo que tienen de búsqueda de un sentido propio del cine, sean por la exploración de la “ilusión de realidad” o de la ilusión a secas. Son dos caras del cine. Y revisando aquellas películas, nos quedan muy marcados, muy evidentes, ese carácter bifronte del cine. Pero la mano que mueve la manivela es la misma: un único artista en posesión de los recursos de que dispone en ese momento, tanto técnicos como creativos”.

Una de las inequívocas certezas que tenemos sobre Chomón es la pasión que sentía por el color, que utilizó con una vocación mágica y surreal, tal y como señala Vicente Molina Foix en su artículo “Segundo de Chomón, el mágico prodigioso”. Por su parte, Antón Castro reivindica, en su texto “Segundo de Chomón, el pionero de la moderna luz”, el misterio en torno al cineasta.

También participan con artículos inéditos autores y especialistas como: Fernando Sanz Ferreruela (“Segundo de Chomón en España: más allá del cine de trucajes”), Daniel Sánchez Salas (“De Chaumont a Chomón. El lugar de Segundo de Chomón en la historiografía del cine”; Joan M. Minguet Batllori (“El paradigma Chomón: una visualidad extinguida”), Bernardo Sánchez (“En la órbita de Chomón”), Mariona Bruzzo y Rosa Cardona (“Cine de atracciones: Segundo de Chomón, Barcelona y Filmoteca de Cataluña”), Ana Marquesán Modrego (“Mariposas, cascadas de fuego y cuentos de hadas en la Filmoteca de Zaragoza”), Roberto Sánchez López (“L’affiche de Chomón. La cartelería y el cine de Chomón”), Luis Alberto de Cuenca (“Carlos Fernández Cuenca y Segundo de Chomón”), Manuel Hidalgo (“Una charla con Carmine Coppola”).

Especial relevancia tienen las ficciones literarias en torno a Chomón, con relatos inéditos de Ana Alcolea (“Julienne y el columpio”), José María Conget (“Mañana de lluvia en el Café de Flore”) y Antonio Castellote (“Color caballo”) y que acreditan que la fantasía es una hermosa forma de preservar su memoria. 

 onzalo Montón Muñoz, actual director de la revista turolense de cine “Cabiria” escribe un necesario y clarificador artículo sobre “La huella de Segundo de Chomón en Teruel” y cierra el monográfico de TURIA una completa “Cronología de Segundo de Chomón (1879-1929)” elaborada por el Amparo Martínez Herranz.  

 

UN SUMARIO REPLETO DE TEXTOS Y AUTORES DE INTERÉS

Además del espectacular monográfico dedicado a Segundo de Chomón, el nuevo número de TURIA brinda un sumario repleto de lecturas y autores de interés.  Así,  las páginas de la revista se enriquecen  con  textos  originales  de  importantes  autores  internacionales.  Entre  ellos, citar una primicia en español: el anticipo de la nueva novela del escritor británico Graham Swift, premio Booker y uno de los principales narradores actuales de habla inglesa. Bajo el título de “Aquí estamos”, la novela brinda un maravilloso relato sobre la magia y el amor durante la posguerra y también nos ofrece una narración que ayuda a comprender más claramente lo ocurrido en la segunda mitad del siglo XX en Inglaterra.

También TURIA da a conocer tres amplios e interesantes artículos en los que invita a conocer mejor la personalidad y la obra de tres autoras muy diferentes pero enormemente atractivas para los buenos lectores: la brasileña Clarice Lispector, la italiana Marisa Madieri y la norteamericana Amanda Gorman.

En narrativa, TURIA da a conocer textos inéditos de Soledad Puértolas, Patricio Pron, Sara Mesa, Joaquín Berges, Gonzalo Calcedo y Eva Fortea. La revista ofrece igualmente a los lectores poemas inéditos de, entre otros, Clara Janés, Enrique Andrés Ruiz, Manuel Vilas, María Negroni, Marta López Vilar, Mario Obrero, Constanino Molina y Rosa Berbel. 

En la sección que TURIA dedica al ensayo, se invita a leer a una mujer tan inteligente como injustamente olvidada hoy: la filósofa judía Rachel Bespaloff. Para conseguir ese objetivo, la revista publica un fragmento de su libro “El instante y la libertad en Montaigne”, inédito en español. Sin duda Bespaloff merece ser redescubierta en nuestros días por esos mismos lectores que reconocen la valía de pensadoras como María Zambrano, Simone Weil, Hannah Arendt o Jeanne Hersch en cualquier balance de la historia intelectual del siglo XX.

Especialmente recomendables son las dos amplias entrevistas exclusivas que TURIA publica con dos nombres propios de la cultura muy relevantes: Remedios Zafra y Víctor Fuentes. Ella es uno de los nombres propios más destacados del ensayismo español actual gracias a dos libros muy valiosos para analizar el presente con mirada crítica y coherencia: “Frágiles” y “El entusiasmo”. Él, por su parte, ha desarrollado una ingente labor intelectual en los USA, donde actualmente ejerce como profesor emérito de la Universidad de California en Santa Bárbara y es una de las figuras más respetadas entre los estudiosos de nuestra cultura en el extranjero.

En las dos secciones que TURIA dedica a temas y protagonistas aragoneses y/o turolenses, destaca un oportuno y amplio artículo de Juan Villalba Sebastián en el que se rinde homenaje y se hace balance de la rica e intensa trayectoria de Joaquín Carbonell. No en vano, este otoño de 2021, se ha cumplido el primer aniversario de su muerte. Bajo el título de “Joaquín Carbonell: alma de niño inquieto” se ofrece al lector un pormenorizado recorrido por la biografía de un creador polifacético nacido en la localidad turolense de Alloza en 1947.

El escritor Carlos Castán, al que puede describirse como un barcelonés de Huesca por sus vínculos altoaragoneses, protagoniza la sección de la revista TURIA denominada “Sobre Aragón”. En ella, José Ignacio de Diego Lidoy publica un certero y riguroso análisis de su obra narrativa. 

Completan el sumario de TURIA, las secciones “La isla” (que contiene fragmentos del diario de Raúl Carlos Maícas) y “La Torre de Babel” (una cuidada y amplia sección de crítica de libros, en la que se analizan las más interesantes novedades editoriales en el ámbito de la narrativa, el ensayo y la poesía).

Por último, la portada e imágines interiores de esta nueva entrega de TURIA están igualmente dedicadas a Segundo de Chomón y corren a cargo de la ilustradora y diseñadora gráfica Eva Cortés.

TURIA es una revista de periodicidad cuatrimestral que tiene una edición en papel y otra  digital (web y Facebook). Con casi 40 años de trayectoria, está publicada por el Instituto de Estudios Turolenses de la Diputación de Teruel y cuenta con el patrocinio del Ayuntamiento de Teruel y el Gobierno de Aragón. Este número dedicado a Segundo de Chomón ha sido posible gracias al apoyo de la Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura del Ministerio de Cultura y Deporte.

 

IRENE VALLEJO ESCRIBE SOBRE SEGUNDO DE CHOMÓN

Entre las cerca de 200 páginas de material inédito sobre Segundo de Chomón que contiene el monográfico de TURIA, merece la pena subrayar el interés del artículo elaborado por Irene Vallejo. A continuación ofrecemos un fragmento del texto que le dedica al cineasta turolense la autora de “El infinito en un junco”, uno de los mejores libros publicados en España los últimos años y con el que obtuvo el Premio Nacional de Ensayo.

 

PALABRAS DE FUEGO, CUENTOS DE LUZ

“(…) Nunca he sentido el arrebato detectivesco de los bibliófilos, esos sagaces exploradores que desembarcan ojo avizor en las librerías de viejo, pero siempre me emociona acariciar mi colección de libros de escala liliputiense. En una vieja caja metálica, guardo la única posesión que conservo de mis bisabuelos. A través de los desgarros de la guerra y los años de privaciones, mi abuela protegió como un tesoro la colección de cuentos de la editorial Calleja. Desde esos libritos en miniatura, del tamaño de un meñique, me hablan zorros con gafas, hijas de molineros y habitantes de Jauja. Cada historia incluía ilustraciones y, como epílogo, la biografía de un personaje célebre. Sus páginas popularizaron aquel “fueron felices y comieron perdices”, un desenlace glotón que todavía sobrevive en nuestra tradición oral. A finales del siglo xix, en un país que pasaba hambre y donde aún pocos niños sabían leer, Saturnino Calleja se atrevió a editar libros de tamaño ajustado a todos los bolsillos y todas las escuelas. Lanzó larguísimas tiradas abaratando los precios para divulgar la lectura y regaló ejemplares a los colegios más pobres. Aunque sus páginas fueran humildes, su entusiasmo era colosal. Reclutó a los mejores ilustradores y a escritores como Zenobia Camprubí o Juan Ramón Jiménez. En esas minucias, que cabían en la palma de la mano, latía una revolución: la letra entraría, no con sangre, sino con sueños.

Quizá por eso, la fábrica de sueños se interesó pronto por los cuentos. Uno de los más asombrosos encontró su “érase una vez” en Teruel. Allí había nacido un joven delineante que, en 1899, tuvo la estrafalaria idea de emigrar a París y enrolarse en la estrambótica tripulación del gran invento de la época: el cinematógrafo. En ese incipiente territorio de pioneros, el prestidigitador Georges Méliès había entrevisto las posibilidades ilusionistas de aquel sorprendente artilugio. En un paso más, Segundo de Chomón aunó la fascinación del mago con el empeño tecnológico del ingeniero. Combinando ambas facetas –solo aparentemente opuestas–, se convirtió en el maestro internacional de los efectos especiales, contratado en su época por los mejores cineastas europeos. En los umbrales del nuevo siglo, deslumbrado por los cuentos de Calleja, Chomón los adaptó a películas protagonizadas por demonios y duendes saltimbanquis, donde los objetos se movían solos o donde Gulliver descubría boquiabierto gigantes y liliputienses. A partir de esas narraciones tradicionales creó prodigiosas fantasmagorías, fue un pionero de la animación y nos legó ilusiones inolvidables. Su imaginación voló a lugares imposibles pero también –con el mismo espíritu inventivo y trapecista– fue capaz de recrear el pasado. Este aventurero turolense fue uno de los primeros en diseñar para la gran pantalla nuestro imaginario visual del mundo clásico. En la monumental Cabiria, de Giovanni Pastrone –con insufribles intertítulos de Gabriele D’Annunzio–, una colosal producción que recreaba las batallas entre romanos y cartagineses, Chomón dirigió la iluminación y trucajes de muchas escenas. Después, continuaría esta labor en muchas de las adaptaciones de Maciste para Itala Films, entrelazando la magia del cuento fantástico con las tradiciones narrativas grecolatinas. Sus imágenes esculpieron una iconografía audiovisual teñida de pulcros mármoles, frontones y columnatas que todavía moldea nuestra memoria colectiva. (…)”