El nuevo número de la revista cultural TURIA, que se distribuirá a partir del 24 de marzo,  brinda a los lectores que se interesan por los asuntos o protagonistas aragoneses un atractivo repertorio de temas. En primer lugar, TURIA se ocupa de rendir tributo a uno de los grandes nombres propios de nuestra cultura, el traductor y poeta Francisco J. Uriz. A través de un excelente artículo de Juan Marqués, se analiza la extensa e intensa trayectoria intelectual de un zaragozano “tenaz, ilusionado y algo zumbón que tiene mucho de artesano pero también un poco de jornalero” de las letras. Sin duda, Uriz ha sido un incansable trabajador del idioma: bien traduciendo con maestría como certifica su Premio Nacional a la obra de un traductor, o bien como autor de una obra poética propia que merece ser muy tenida en cuenta.

 

También TURIA ofrece a los lectores un artículo sobre uno de los grandes protagonistas del regeneracionismo turolense del siglo XIX: Jerónimo Lafuente. En esta ocasión, el texto que le dedica Francisco Lázaro Polo nos permite descubrir un aspecto menos conocido de su personalidad: sus viajes por Europa. Así, fruto de sus recorridos por Francia e Italia, publicó en Madrid en 1870 su libro “Tres meses en Italia”. Un volumen destinado a describir no sólo las ciudades y los monumentos principales, sino también encaminado a suministrar noticias curiosas e indispensables para el viajero.

 

UNA IMPAGABLE APORTACIÓN A LA LITERATURA

 

En su artículo “Francisco J. Uriz: un explorador en la jungla de las palabras”, Juan Marqués califica de impagable aportación a la literatura la dilatada labor de Uriz (Zaragoza, 1932). Y es que, entre las numerosas ocupaciones de este acreditado traductor y poeta, han estado también las de profesor, intérprete oficial del célebre primer ministro sueco Olof Palme, informal consejero de la Academia sueca o promotor, fundador y director de la Casa del Traductor de Tarazona.

 

Con centenares de traducciones de sobrecogedora calidad a su cargo, Uriz ha ejercido una notable influencia en la poesía española de las últimas décadas. Como señala Juan Marqués: “no hace falta ser especialmente perspicaz para adivinar en muchos otros poetas jóvenes actitudes y melodías que eran desconocidas entre nosotros antes de la recepción en español de la obra de los suecos Harry Martinson, Gunnar Ekelöf o Tomas Tranströmer, del danés Henrik Nordbrandt o de los finlandeses Claes Andersson y Marta Tikkannen”.

 

Además  de  su  faceta  como  traductor de referencia, Uriz cuenta con una obra poética, dramática, crítica y testimonial más que notable. Méritos todos ellos que le permiten reclamar, a Juan Marqués, la concesión del Premio de las Letras Aragonesas para este avezado explorador en la jungla de las palabras. Bien lo merecería quien se ha movido desde siempre bajo las directrices que proclamara un día su ilustre amigo sueco, Artur Lundkvist: “Hay que evitar el escepticismo paralizante y actuar como si se pudiese cambiar el mundo y mejorar la Humanidad”.

 

LOS VIAJES POR EUROPA DE UN TUROLENSE DEL SIGLO XIX

 

No es la primera vez que TURIA reivindica la figura y la obra de Jerónimo Lafuente como testigo crítico del Teruel del siglo XIX. Su labor regeneracionista en el periodismo, la política y la literatura fue ejemplar. Más aún: leídos hoy aquellos escritos, puede concluirse que la visión que Lafuente proyecta sobre la provincia de Teruel aún planea siglo y medio después. Recordemos ahora que, en 1896, publicaría un libro titulado “Por mi pueblo” en que encontramos versos que evidencian ese sempiterno sentimiento turolense de abandono, desolación y olvido: “enferma está la provincia, / y a pesar de sus esfuerzos, / si no la ayuda quien puede / a levantarse del lecho / donde agonizando yace, / sucumbirá sin remedio”.

 

En este nuevo número de TURIA, sin embargo, el objetivo es otro: redescubrir en Lafuente al gran viajero que fue. De ahí que el interesante artículo que ahora publica  Francisco Lázaro Polo se titule “El Grand Tour de Jerónimo Lafuente”. Y es que nuestro regeneracionista turolense también fue partícipe de la inquietud por recorrer la Europa del XIX. Un interés que le llevaría a conocer países como Francia e Italia y que entonces formaban parte del conocido como “Grand Tour”. Una costumbre viajera a la búsqueda del saber y la belleza que fue muy practicada por los jóvenes aristócratas y burgueses  como una forma de culminar su educación, previa a la edad adulta y al matrimonio.

 

De esa experiencia viajera de Lafuente quedó constancia en su libro “Tres meses en Italia”. Un volumen de más de doscientas páginas que da noticia de cuanto descubrió Jerónimo Lafuente, acompañando a un aristócrata, en ese fascinante país mediterráneo que es Italia. Su recorrido se inicia en Madrid y continúa en París. Una ciudad, esta última, que califica como la nueva Babilonia y que considera la más fascinante y alegre de Europa. En Italia, y al igual que otros viajeros del “Grand Tour”, Lafuente visitó ciudades como Turín, Milán y Venecia. Luego prosiguió hasta Florencia y la obligada visita a Roma y Nápoles. De vuelta a casa, conocería Pisa y Génova y, ya en Francia, Niza. Deslumbra, a lo largo de “Tres meses en Italia”, la erudición y bagaje cultural de Jerónimo Lafuente.