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Un magistral relato sobre la pérdida de la inocencia

26 de octubre de 2015 09:42:02 CET

Cuando se cumplen 30 años de la muerte del gran poeta inglés, Philip Larkin, la editorial Impedimenta nos ofrece el privilegio de poder disfrutar en español con la lectura de una de sus novelas.

Reconocido sobre todo por su labor como poeta, Philip Larkin (1922-1985) mantuvo una tensa y cercana relación con la narrativa. Su afán de perfeccionismo hizo que destruyese, nada más terminarlas, tres de las cinco novelas que escribió a lo largo de su vida. Por tanto, solo dos de ellas llegaron a ser publicadas. Suficientes para constatar la altísima calidad de una prosa que llevó a su amigo Kingsley Amis, uno de los grandes narradores ingleses del siglo XX, a pedirle asesoramiento durante la escritura de su primera novela, Lucky Jim, texto que posteriormente le dedicó.

Centro y referente de toda una generación de intelectuales, escritores y académicos, entre los que se cuentan el propio Kingsley Amis, pero también John Braine, John Osborne, Edmund Crispin o Anthony Powell, Philip Larkin representa una de las cumbres de la literatura inglesa de todos los tiempos y está considerado por The Times el mejor poeta inglés posterior a 1945. A pesar de ello, Larkin rechazó la distinción de Poeta Laureado en 1984 porque, según él «había dejado de ser poeta hacía mucho tiempo». La aparición, por primera vez en castellano, de su «novela perdida», Una chica en invierno, coincide con un cierto revival de su obra, tras la publicación hace unos meses de su Poesía reunida, también con traducción de Marcelo Cohen, en este caso acompañado por Damià Alou. Ambos están considerados los mayores especialistas en Larkin en lengua castellana.

Cuando, en 1947, Larkin publicó Una chica en invierno, pensaba en ella como la segunda entrega de una trilogía que nunca llegó a concluir y que vendría inaugurada por Jill (1946), la primera novela que el autor firma con su nombre —antes utilizaba el pseudónimo Brunette Coleman—. Si Jill es un relato sobre la ingenuidad de la juventud, Una chica en invierno aborda, de un modo más pesimista, la pérdida de esa inocencia y el dramático paso a la edad adulta. La intención inicial de Larkin era dedicar la tercera parte a los años de madurez, entendidos estos como aprendizaje o como vuelta a la vida después de las decepciones. Pero la realidad es que jamás volvería a escribir prosa de ficción, con lo que Una chica en invierno se convirtió en la última novela del autor británico, que a partir de entonces se consagraría por entero a la poesía y el ensayo.

Una chica en invierno nos sumerge en un período de veinticuatro horas de la vida de Katherine Lind, una refugiada de guerra que trabaja como bibliotecaria en una ciudad inglesa de provincias. Katherine, cuya misteriosa procedencia nunca nos será revelada, está harta de su trabajo y de su jefe, que pesan sobre ella como pesa la misma ciudad y su grisura, un invierno que resume el invierno de toda una Europa inmersa en la Segunda Guerra Mundial. La posibilidad de reencontrarse con Robin Fennel, el que fuera su primer amor, le permite enfrentar lo invernal de su rutina con el verano de sus recuerdos, aquellas idílicas vacaciones en que ambos se conocieron. Pero Robin, aquel perfecto gentleman del verano de juventud, también ha cambiado con el paso de los años, y no del modo en que ella hubiese esperado. Una chica en invierno es un relato melancólico y desencantado, en el que Larkin introduce muchos elementos biográficos y demuestra su magistral dominio del lenguaje, con un estilo exquisito y con esa belleza triste que caracteriza también su escritura poética.

Impedimenta presenta esta obra, inédita en nuestro país, en una cuidada traducción de Marcelo Cohen, el mayor especialista en Larkin en lengua castellana. Escritor y crítico literario, traductor de clásicos como T. S. Eliot, Wallace Stevens o Scott Fitzgerald, Cohen está detrás de las versiones española de Jill y del poemario Ventanas altas, ambos publicados por la editorial Lumen, sello que también le confío la edición de la Poesía reunida de Larkin, recientemente publicada (2014).

Philip Larkin. Una chica en invierno. Impedimenta, 2015.

 

Escrito en La Torre de Babel Turia por Redacción

El poder perturbador de la literatura

16 de octubre de 2015 08:13:06 CEST

María Fasce (Buenos Aires, 1969) es escritora y directora literaria de Alfaguara en Madrid. Ha traducido a Marcel Proust y a Patrick Modiano, ha trabajado como periodista y crítica literaria y cinematográfica, y en la actualidad colabora con distintos medios. Su obra ha sido traducida al francés, inglés, ruso, holandés, portugués y alemán.

Publicó El oficio de mentir. Conversaciones con Abelardo Castillo (1986), los libros de relatos La felicidad de las mujeres (Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes 1999) y A nadie le gusta la soledad (2007), y la novela La verdad según Virginia (Gallimard, 2003; Emecé, 2004). Participó en diversas antologías, entre las que figuran La vida te despeina, No somos perfectas, Madres por madres, y, en el extranjero, Zerfurchtes Land. Neue Erzählungen aus Argentinien y Les bonnes nouvelles de l’Amérique Latine (con prólogo de Mario Vargas Llosa). Su obra de teatro El mar (2006) se representó en Buenos Aires y en Barcelona bajo la dirección de Gabriela Izcovich.

Su segunda novela, La naturaleza del amor (2008), fue escrita gracias a la beca de la Maison des Écrivains Étrangers et des Traducteurs de Saint-Nazaire, y La mujer de Isla Negra, al programa de Writers in Residence de Amsterdam. 

Elisa y su madre, Raquel, dejan atrás el humilde hogar de Temuco y llegan a Isla Negra a comienzos de los años cincuenta. Pablo Neruda las alberga en su gran casa parecida a una gruta marina llena de objetos. La pequeña Elisa espía sus infidelidades y sus poemas, mientras Raquel trabaja silenciosa, convertida en su sirvienta. Hasta que la casa cobra nueva vida con la llegada de la esposa de Neruda, Delia del Carril, una aristocrática pintora argentina, tan deslumbrante que parece no tener edad.

Mirando, oyendo y leyéndolo todo, Elisa abandona la infancia y descubre los misterios del amor y del deseo. También los caminos de la feminidad: Delia y su amiga Victoria Ocampo son el glamour, la ironía y el estilo. Todo lo que no es Matilde, la amante de Neruda. Todo lo que nunca será su madre, casi invisible para todos, aunque guarde un secreto.

María Fasce revela a un Neruda avasallador y genial, cruel e infantil, seductor y egoísta, que marca a fuego el destino de sus mujeres. "La mujer de Isla Negra" es una novela de amor cargada de sensualidad y tensión que, basada en hechos y personajes reales, perturba y conmueve gracias al poder de la literatura.

 

 

María Fasce. La mujer de Isla Negra. Alianza Editorial, 2015.

Escrito en La Torre de Babel Turia por Redacción

Relatos para entender la Europa del siglo XXI

8 de octubre de 2015 09:29:21 CEST

Cristian Crusat (Marbella, 1983) debutó con el libro Estatuas (Pre-Textos, 2006), al que seguirían los relatos de Tranquilos en tiempo de guerra (Pre-Textos, 2010) y, un año más tarde, de Breve teoría del viaje y el desierto (Pre-Textos, «Premio Internacional de Cuentos Manuel Llano»), a partir de cuya publicación en 2011 recibió la atención y el aplauso de la crítica y los lectores más atentos, lo que le ha supuesto en los últimos tiempos, entre otras cosas, distinciones como el «European Union Prize for Literature 2013», la inclusión en antologías tan prestigiosas como Cuento español actual. 1992-2012, de Ángeles Encinar (Cátedra, 2014), o la traducción de su trabajo al inglés, francés, italiano, neerlandés, búlgaro y croata. Paralelamente a su obra de ficción, Crusat ha publicado también el ensayo Vidas de vidas. Una historia no académica de la biografía (Páginas de Espuma, 2015), por el que recibió el «VI Premio Málaga de Ensayo», y se ha encargado de editar, prologar y traducir los artículos y ensayos críticos de Marcel Schwob en el volumen El deseo de lo único (Páginas de Espuma, 2012).

«Cuando llegué a Bruselas empezaba a escucharse en algunos medios de comunicación aquella idea del fin del sueño europeo». Los protagonistas de estos relatos se mueven en un escenario que nos resulta turbadoramente conocido: la Europa del siglo XXI, entre las urbanizaciones turísticas que devoran las costas del Mediterráneo, la soledad insidiosa de las habitaciones de hotel y la rutina de los suburbios. Un mundo, que es el nuestro, en el que los viejos signos de identidad basados en la nacionalidad y en las tradiciones familiares o religiosas tienden a borrarse.

Sin embargo, la soledad, las dudas, los impulsos que embargan a los personajes de Solitario empeño son tan universales como un mito griego, una leyenda esquimal o una remota maldición yugoslava. Buscadores de su propia identidad, los protagonistas de estos relatos experimentan el gran misterio, la colosal perplejidad que desde el inicio de los tiempos gobierna las relaciones de padres e hijos, de amantes, de extraños que se cruzan llevados por un azar inexplicable. Cada uno de ellos aspira a hacer de su desarraigo un espacio íntimo, habitable, tal vez comprensible. Sin tragedias ni sentimentalismos. Página a página, relato tras relato, todos se entregan a la titánica y cotidiana labor de conferir sentido a una realidad que –implacable, múltiple y escurridiza– les cautiva y desconcierta.

 

Cristian Crusat. Solitario empeño. Pre-Textos, 2015.

 

Escrito en La Torre de Babel Turia por Redacción

El novelista más osado de nuestro tiempo

2 de octubre de 2015 09:25:48 CEST

Martin Amis (Swansea, Reino Unido, 1949) está considerado como uno de los escritores británicos más relevantes y polémicos de nuestros días. Debutó brillantemente como novelista con El libro de Rachel, galardonada en 1973 con el Premio Somerset Maugham, publicada en España por Anagrama, al igual que Dinero, Campos de Londres, La flecha del tiempo, La información, Tren nocturno, Niños muertos, Perro callejero, La Casa de los Encuentros, La viuda embarazada y Lionel Asbo. El estado de Inglaterra, los relatos de Mar gruesa, los ensayos de Visitando a Mrs. Nabokov, La guerra contra el cliché y El segundo avión y los libros de carácter autobiográfico Experiencia y Koba el Temible.

Esta novela demuestra una vez más que a Martin Amis no le tiembla el pulso a la hora de abordar temas controvertidos. Después de la demoledora Lionel Asbo. El estado de Inglaterra, que levantó ampollas por su crudo retrato de lo peor de la sociedad británica, el autor regresa al nazismo y al Holocausto, que ya había tratado en La flecha del tiempo. Y lo hace desde un ángulo cuando menos sorprendente, cediendo la palabra a los verdugos, y sin renunciar a incomodar al lector con ciertos toques de comedia negra.

Golo, un joven oficial sobrino del jerarca nazi Martin Bormann, llega a un campo de exterminio para trabajar en la puesta en marcha de una fábrica con mano de obra esclava. Seductor nato, no tarda en quedar prendado de Hannah, la esposa del comandante del campo, el grotesco Paul Doll. Y a este triángulo se une una cuarta pieza, el Sonderkommando Szmul, es decir, uno de esos judíos que colaboraban con los verdugos.

Con la maquinaria de la crueldad como telón de fondo, la novela desarrolla una historia de amor y celos entre funcionarios de la barbarie. Es el marco para indagar en el horror y preguntarse: ¿qué sucede cuando descubrimos quiénes somos en realidad? ¿Cómo podemos llegar a aceptar las consecuencias de nuestros actos?

Envuelta en la polémica y rechazada por algunos de los editores habituales de Martin Amis, incómodos con sus planteamientos, La Zona de Interés ha recibido sin embargo una extraordinaria acogida crítica en Estados unidos y Gran Bretaña, donde ha sido saludada como una de sus obras mayores.

Martin Amis. La Zona de Interés. Anagrama, 2015

 

 

Escrito en La Torre de Babel Turia por Redacción

La agonía de un Imperio

2 de octubre de 2015 09:01:23 CEST

            El reino dividido (1940) constituye la tercera y última entrega de la Trilogía transilvana del escritor húngaro Miklós Bánffy (1873-1950), siendo las dos primeras novelas que la compusieron Los días contados (1934) y Las almas juzgadas (1937), ambas también editadas por la editorial barcelonesa Libros del Asteroide (2009 y 2010, respectivamente). El conjunto es una monumental y prodigiosa novela de mil seiscientas páginas que arrastra al lector desde el principio hasta el final tanto por su sólida factura narrativa como por el atractivo de sus protagonistas, y por reproducir un período de la historia europea complejo y apasionante que desembocó en la primera gran catástrofe del siglo XX (la guerra del 14-18, que tuvo sus inicios en los Balcanes).

            Miklós Bánffy, aristócrata transilvano entregado a las artes –músico, pintor, dramaturgo, escenógrafo, memorialista y novelista-, ocupó cargos diplomáticos y políticos –tuvo la cartera de ministro de Asuntos Exteriores de Hungría en el periodo de entreguerras. Fracasó en el empeño de renegociar los Tratados de Trianon, por los que Hungría hubo de ceder una buena parte de sus territorios –la tierra natal de Bánffy, entre otros, a Rumania-, y defendió a lo largo de su vida la lengua y la cultura húngaras en esta región centroeuropea. Su obra fue silenciada por los regímenes comunistas rumano y húngaro. En fechas recientes, su hija, Katalin Bánffy-Jelen, tradujo, en colaboración con Patrick Thursfield, esta Trilogía transilvana, iniciando así una feliz y necesaria recuperación de un clásico de los años 30 del pasado siglo. La versión que ahora han realizado para Libros del Asteroide Éva Cserháti y Antonio Manuel Fuentes Gaviño, ejecutada en un perfecto castellano, resuelve con soltura pasajes sin duda escritos en densa prosa en el original y no pierde fuelle en ningún momento.

            En el excelente y bien documentado prólogo que Mercedes Monmany escribió para la edición de Los días contados, recordaba a los lectores españoles la riqueza cosmopolita y renovadora que Hungría ofreció al mundo en los años en los que escribe Bánffy, y rememoraba a cineastas emigrados a Estados Unidos como Cukor o Curtiz, o posteriores como Jancsó o Szabó; a fotógrafos como Capa, Kertész o Brassaï; a músicos como Bártok; a historiadores como Hauser; a sociólogos, filósofos, psicoanalistas... Sin olvidar a Sándor Márai, importante narrador que estos últimos años hemos empezado a poder leer en español... Con Bánffy tenía pues una deuda pendiente la edición de nuestro país. Esta trilogía es un buen comienzo, y no puedo evitar aconsejar que se lea en su integridad, y en orden. No digo que no se pueda leer suelto cualquiera de los tres volúmenes, pero el lector sufrirá de una doble carencia: no asistirá al complejo desarrollo psicológico, social y político de sus personajes, prescindirá de muchos matices, y, sobre todo, carecerá de los datos fundamentales que llenan la historia de Hungría, de Transilvania, de los Balcanes, en el marco del decadente Imperio Austrohúngaro entre 1904 y 1914: tensiones entre nacionalidades, etnias, culturas y lenguas, luchas electorales, juegos de pactos y de traiciones, renuncias, componendas de partidos que, por cierto, y no creo empeñarme en hilar demasiado fino, tienen bastante actualidad pues asistimos al nacimiento o consolidación de una partitocracia y de unos cambalaches parlamentarios que al lector de hoy le resultan familiares.

            Algún reseñista ha escrito, a propósito de estas novelas, con evidente ligereza, que esos pasajes resultan poco menos que ilegibles, y que puede obviarse su lectura. Nada más lejos de la verdad. En primer lugar, son necesarios para entender la evolución de los personajes, en particular la del protagonista principal, el conde transilvano, de ideología liberal, Bálint Abády, a través del cual Bánffy vierte sin ninguna duda su propia visión del mundo. Por otro lado, gran parte de los nombres y de los personajes que pueblan esas páginas son reales, y nos ayudan a conocer los puntos de vista sociales y políticos del autor. Un solo ejemplo: basta comparar el análisis que Bánffy lleva a cabo del político húngaro István Tisza en esta tercera entrega de la trilogía, de elocuente título, El reino dividido. El autor despide en la novela a quien detentó el máximo poder húngaro en los meses previos al estallido de la guerra como un hombre “con la mirada perdida en la lejanía como si viese el fatal destino del país. Todo él inmóvil, callado, mordisqueando el cigarro”. El lector también se queda con esa imagen cargada de duda, de dolor, de dignidad. La novela se detiene ahí. Nada en el personaje descrito apunta a que Tisza no apoyó a las minorías de su país y acabó siendo asesinado en 1918 por un grupo de soldados que lo consideraba un dictador responsable de la hecatombe. Un detalle así nos permite conocer con precisión la ideología liberal de Bánffy, que se hace patente, como ya he dicho, a través de su protagonista Abády, un noble partidario del cooperativismo agrario, de las ayudas al campo, artífice de una relación paternalista, no exenta de sincera generosidad, con sus siervos.

            El reino dividido concluye, con la misma brillantez y densidad que había desarrollado en las entregas anteriores, el devenir personal de Bálint Abády, y el de su primo, el también noble László Gyeróffy, al que casi dábamos por muerto al concluir Las almas juzgadas. La historia de este último contiene poderosos trazos de desesperación, de autodestrucción, unos tintes fatales que encuentran, al final, el delicado contrapunto del amor generoso, lírico y sin correspondencia de una dulce adolescente que nos emociona como raras veces lo consigue una narración novelesca. Pero el armazón fundamental, la peripecia que sostiene el complejo edificio de la trilogía entera es la relación entre Abády y Adrienne Milóth, una de esas historias de pasión y de lucha que hacen que de inmediato la obra de Bánffy se transforme en un clásico indiscutible. El novelista mantiene al lector en vilo hasta las últimas líneas.

            Y a una novela de tan alto vuelo no podía faltarle un tipo como Pál Uzdy, villano, sádico, loco, terrorífico, que atraviesa y destruye una y otra vez las ansias de felicidad de la pareja principal tanto desde dentro como desde fuera de la escena, a veces no sabemos si sólo por maligna voluntad o impelido por fuerzas desconocidas de las que él mismo acaba siendo la principal víctima. Ni podían faltarle tampoco secundarios de una pieza, como las poderosas y rígidas representantes de la vieja nobleza condenada a desaparecer, temibles viudas, las madres de Abády y de Uzdy, esculpidas en granito, tan fieras en sus discursos como en sus silencios.

            Esta Trilogía transilvana a la que da cierre El reino dividido posee, como recordaba Mercedes Monmany, la importancia de El Gatopardo de Lampedusa, de la magna obra de Proust, o de La marcha Radetzky de Joseph Roth. Es, además, un canto a la dignidad humana y al honor entendidos en su más amplio alcance.

 

El reino dividido. Escrito en la pared. Trilogía transilvana III, traducción del húngaro de Éva Cserhati y Antonio Manuel Fuentes Gaviño, Barcelona, Libros del Asteroide, 2010.

Escrito en La Torre de Babel Turia por José Giménez Corbatón

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