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Ni metaliteratura ni secuela (de la sospecha)

2 de octubre de 2015 08:37:49 CEST

“Viajé a Barcelona tal vez para estar más cerca de Vila-Matas (...). Quién sabe. Suena ridículo, pero aunque no lo conozco, quiero estar cerca de él”. Lo escribe Claudia Apablaza en una de las primeras páginas de su novedoso Diario de las especies (Barataria, 2010). Bueno, en realidad lo escribe el personaje de A.A., la joven escritora chilena, alter ego de la autora, que hace en su blog un encendido acto de autoafirmación literaria y autorial a través de un acto de fe en la escritura de Vila-Matas. Claro, que, en realidad, este Vila-Matas es solo un personaje más en la ficción de la chilena, un personaje que recibe sus cartas y que tiene una buhardilla, una buhardilla que está en un edificio que es el objetivo “real” de un ataque imaginario (“imaginé que eso quedara en mi biografía”, dice) con manzanas por parte de A.A., y todo para “asesinar la bulla y el miedo que produjo él en mi cabeza”.

Perfecta definición de las desazones literarias (la bulla y el miedo) que genera Enrique Vila-Matas. La bulla de esos personajes en la espera, de los niveles narrativos (un autor que se lee a sí mismo como crítico que habla y escribe notas al margen de un artículo sobre un autor admirado dentro de un texto que aparenta ser narración ficcional –tiene su título, “La espera”- pero se articula como un falso diario que se organiza en muchas ocasiones como un ensayo), de los autores falsos y reales, de las prologuistas existentes e inexistentes, de las universidades verdaderas, de las falacias, de las ilusiones, de las pistas que no conducen a ninguna resolución, de los equívocos, de los juegos, del lenguaje, de los juegos del lenguaje, del humor (Vila-Matas es un humorista triste, como Kafka), de la conciencia hiperagudizada de la escritura. De las teorías. Y el miedo al tiempo, a la mentira, al doble que nos habita y que termina desdoblándose interminablemente en legión, a los que no llegan a buscarnos, a la muerte del autor (la de Barthes, pero también la real, la de los hospitales asépticos y los órganos vitales envenenados), a no llegar, a no comprender, a estar participando en un concierto sin partitura, a quedar –sólo, o por fin, o afortunadamente- “convertido ya en el protagonista de mi relato” .

Hace ya tiempo que se instauró en los estudios literarios un cierto afán de rechazo a la teoría. Y no me refiero solo entre los creadores (solo en los ultimísimos años se está recuperando el des-ahogo de la reflexión en los autores literarios, frente a generaciones de rechazo casi patológico), sino en los estudios literarios como disciplina (y se publican libros con títulos como After Theory o Against Theory), . Algo parece apuntar la ficción de Vila-Matas: la culpa es de los franceses. De los sesentayochistas, de los izquierdosos de salón, de los filósofos airados. Quién lo vivió, lo sabe. Encontrar una teoría para después perderla, esa es la solución. Y la solución se materializa en un taxista de Lyon perdido en las calles pero que acierta con las preguntas importantes (“que no está seguro de nada, ni siquiera de ser un taxista de Lyon”), en un escritor a quien le gusta jugar a sentirse otro, en un escritor-esperador que hace acopio de fe en el presente (“La alegría, al igual que la espera, hay que entenderla como afirmación del presente, sin nostalgia del pasado ni temor al futuro”), en reflexiones que se hacen vivas (“y acabé reflexionando sobre una época de mi juventud en la que las teorías literarias tenían mucho peso”), en teorías que jamás deben preceder a la práctica (“... hacer teoría al andar. Y andar para mí es escribir directamente una novela, que es un modo muy directo de hacer teoría”). Y, entonces, la teoría, los rasgos esenciales, irrenunciables, de la novela del futuro: la intertextualidad, las conexiones con la alta poesía, la escritura vista como un reloj que avanza, la victoria del estilo sobre la trama, la conciencia de un paisaje moral ruinoso. Y después, Gracq, Duras, Roussel, Blanchot, Bloom camuflado (“Porque no nos engañemos: escribimos siempre después de otros”), Sterne, Cervantes, Rabelais, Montaigne. Y la miríada autores “contemporáneos” de Vila-Matas, tanto en el tiempo real como en el espacio creativo que es su propia tradición. El libro se convierte entonces en un ensayo más alineado en las costumbres del género, pero que no renuncia a establecer diálogos constantes con otras formas narrativas. Se multiplican los ejemplos, los diálogos, las citas, los títulos, las reflexiones (esto no es nuevo, por supuesto, esto es Vila-Matas siempre). Y se desarrollan demoradamente los cinco rasgos esenciales del proyecto teórico (que, en realidad, consiste en perder toda teoría) el autor. Y se olvidan –o quedan en suspenso- los trece puntos que son/eran indispensable para escribir una novela tal y como aparecen en París no se acaba nunca, aquellos puntos que le entregó Margerite Duras al autor en un trozo de papel. Qué más da. Perder un papel no significa que se pierdan los papeles.

 

Lectura, sueño, espera. Ocultación. El escritor es al final un invitado a un hotel donde nadie va a recibirle. Y entonces, escribe para tomar partido ante una situación “de impotencia del individuo frente a la máquina devastadora del poder, del sistema político”.

 

 

Enrique Vila-Matas, Perder teorías, prólogo de Liz Themerson, Barcelona, Seix Barral, 2010.

Escrito en La Torre de Babel Turia por Javier García Rodríguez

Halfon, príncipe de los cuentos

24 de septiembre de 2015 12:36:57 CEST

Eduardo Halfon (Guatemala, 1971) es uno de los mejores escritores latinoamericanos de su generación. La calidad de sus libros y la favorable recepción de la crítica internacional así lo acreditan. Traducido al inglés, francés, alemán, italiano, serbio, portugués y holandés, entre sus obras más recientes destacaremos “El boxeador polaco” (2008), “La pirueta” (2010) y “Monasterio” (2014).

Eduardo Halfon, que actualmente es profesor y escritor residente en Nueva York, nos ofrece en “Signor Hoffman” una nueva y brillante pieza de su proyecto literario. Cada uno de los relatos que componen este libro se mueve entre dos polos: de lo cosmopolita a lo rural, del viaje mundano al viaje interior, de la identidad que adoptamos para salvarnos al disfraz que con el tiempo vamos personificando: de señor Halfon a signor Hoffman.

 En estos cuentos encontramos a un escritor que viaja a Italia para honrar la memoria de su abuelo polaco, prisionero en Auschwitz; recorre las costas de Guatemala, desde una playa de arena negra en el Pacífico hasta una playa de arena blanca en el Atlántico; llega a Harlem, tras la nostalgia de un salón de jazz; y busca en Polonia el legado familiar heredado por su abuelo. Porque todos nuestros viajes, como dice el narrador, son en realidad un solo viaje.

Como bien ha señalado la revista francesa “L’express”: “Eduardo Halfon es el príncipe del desvío, de la atenuación y del final inesperado. Los cuentos son el terreno de juego favorito de este judío guatemalteco, que mezcla brillantemente la autobiografía, el humor y la fantasía”.

 

Eduardo Halfon. Signor Hoffman. Libros del Asteroide, 2015.

 

Escrito en La Torre de Babel Turia por Redacción

Inquietantes iluminaciones sobre la condición humana

18 de septiembre de 2015 11:46:30 CEST

El escritor granadino Ángel Olgoso (Cúllar Vega, 1961) es autor de numerosos libros de relatos. También ha publicado el poemario Ukigumo y se le considera un maestro del microrrelato, que cultiva desde finales de los años setenta del pasado siglo.

Breviario negro es el nuevo libro de Ángel Olgoso y en él afirma su dominio de lo extraño, trasciende el género del relato y consigue con plenitud la resonancia sombría, según destaca José María Merino en el prólogo. Breviario negro renueva la innegable riqueza imaginativa del autor en historias de particular fuerza y belleza expresiva, fruto de su constante búsqueda de tramas originales, escenarios sorprendentes y perspectivas insólitas.

Los sueños, lo ominoso, el tiempo, el horror, lo telúrico y lo legendario se nos revelan en unas piezas inquietantes. Esta joya de la narrativa breve, alentada por lo poemático y lo filosófico, plantea interrogantes al lector, pero también ilumina, aunque sea con luz oscura, la permanente condición humana.

 

Ángel Olgoso. Breviario negro. Menoscuarto, 2015

Escrito en La Torre de Babel Turia por Redacción

Una novela repleta de sutilezas y secretos escondidos

11 de septiembre de 2015 12:08:50 CEST

El escritor peruano Gustavo Faverón Patriau (Lima, 1966, es doctor en literaturas hispanas por la Cornell University y actualmente trabaja como profesor asociado en Bowdoin College, Maine, donde dirige el Programa de Estudios Latinoamericanos. La editorial Candaya ha publicado este año su novela El anticuario.

En su superficie, El anticuario es un misterio gótico y una novela de enigma “deliciosamente macabra” según el periódico The New York Times. Más adentro, es una profunda interrogación sobre la locura y el poder de la palabra. Una historia de homicidios seriales, mensajes cifrados y coleccionistas de antigüedades, en la que se reflexiona sobre los límites entre lo público y lo privado en un país de postguerra.

En El anticuario se nos cuenta la historia de Daniel, que lleva años encerrado en una clínica psiquiátrica acusado de un crimen terrible y que ahora es sospechoso de otro. Para demostrar su inocencia necesitará la ayuda de un amigo, experto en patologías del lenguaje. 

 

Gustavo Faverón Patriau. El anticuario. Candaya, 2015.

Escrito en La Torre de Babel Turia por Redacción

Una voz propia

10 de septiembre de 2015 08:29:39 CEST

Sucede en la voz de otros (apuntes mundanos de poesía) reclama y reivindica y nos convierte (al autor también) en lectores, pero no desde aburridas teorizaciones o desde aquella buenista convención de que el receptor crea el poema junto al emisor de este. Juan Manuel Macías barre convencionalismos de todo tipo, desde géneros, clasificaciones y taxonomías existentes, a corrientes, categorías y modas tan insulsas como la de los poetas jóvenes y la del escritor enfermo de escritura.

Ciertamente, es una desmitificación mitificadora del poeta como un ser habitual, Juan Manuel no desea ser una máscara, por ello despierta la literatura como a los sabios de Ball of Fire (Hawks, 1941). A través de una prosa -y no es que por ello no sea poesía, ni que la “poesía en prosa” fuera un perjurio, ni para la poesía ni para la prosa., pues mediante esa prosa cuidadísima, delicada, elegante, perfectamente sincopada y dulce, inocente, pero a la vez irónica y humorística y cotidiana cuando debe, nos adentramos en pequeñas cápsulas poéticas: filias, fobias, recuerdos, ilusiones, sueños, destellos, lecciones de helenismo y literatura… pero ante todo, asombro, sensación a la que apela Juan Manuel siguiendo a Borges. Y recuperando el juego y el verdadero yo, a lo Gerardo Diego, vamos atisbando en estos pecios que cobran unidad en esta agrupación, una honda reflexión sobre la mundanidad y derrumbes literarios y sobre el ser humano, desvelando nuestra naturaleza ficcional, más profunda de lo que podemos asimilar. Incluso se atisbarían ficcionalizaciones vitales-literarias cuasi unamunianas en la existencia de “Juana” y en las desviaciones de “Las impropias traducciones”.

También es una lectura, que por la buena nostalgia y melancolía, rejuvenece y provoca benevolencia por el pasado; y perdón y comprensión amable por ese ser que fuimos, desde destruir sonetos, a emocionarse con una sola maraca. Al columpio que bien podría haber sido al que subiera Dylan Thomas.

Y de hecho, es tanta la positiva ligereza que desprende esta obra, que yo invitaría a leerla (y no porque mi primera lectura fuera así) dejándose llevar por el vuelo de la casualidad y el encuentro fortuito, abriéndolo al azar. Y esta preferencia y sugerencia de lectura no pretende ir disfrazada de vanguardismos caducados y trasnochados. Solo del misterio que debe tener una voz propia. Y si puede ser oral, mejor. Maravillosa invitación a la recuperación de la oralidad, o puede que la única y verdadera realidad física para el poema.

Y gracias a todo es un viaje, una sutil odisea en plena verbena por quién fue el autor y por quién hemos sido: desde arqueólogos troyanos a helenistas, por islas sofonisbas, los Parises de María, y macedonias con la mujer dormida. Y King Crimson de fondo aderezado con parsley, sage, rosemary and thyme.

 

 

Juan Manuel Macías, Sucede en la voz de otros (apuntes mundanos de poesía). Ediciones de la Isla de Siltolá, Sevilla, 2015.

 

Escrito en La Torre de Babel Turia por Anna Montes Espejo

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