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SE TITULA “ECO MONTAÑÉS” Y FUE ESCRITO A LOS 15 AÑOS

La revista cultural TURIA, que distribuye este mes de noviembre un nuevo número de su edición en papel, da a conocer el que puede considerarse el primer cuento publicado por un jovencísimo Ramón J.  Sender. El relato se titula “Eco montañés” y apareció en el periódico madrileño “Los comentarios” el 27 de diciembre de 1916. Sender tenía entonces quince años y ya había publicado en la prensa aragonesa varios artículos de diversa naturaleza. De ahí que este rescate documental confirme la precocidad literaria del autor de títulos inolvidables de las letras españolas del siglo XX como “Crónica del alba” o “Réquiem por un campesino español”. Ahora TURIA, gracias a la labor del investigador Javier Barreiro, redescubre este texto perdido y lo analiza para los lectores de nuestros días.

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Escrito en Noticias Turia por Instituto de Estudios Turolenses Diputación Provincial de Teruel

21 de octubre de 2016

La trayectoria lírica de Juan Antonio González Fuentes (Santander, 1964) está jalonada por una deslumbrante serie de poemarios concebidos durante casi tres décadas. El minucioso quehacer del escritor cántabro ha ido configurando un universo personal en el que fulguran libros tan conocidos como La última seguridad (1993), La rama ausente (1995), Además del final (1998), La luz todavía (2003), Atlas de perplejidad (2004), La lengua ciega (2009), Haikus sin estación (2010), Haikus sin nombre (2011) y Monedas sueltas (2014). A la manera de una justa y precisa conmemoración, Antonio Portela Lopa –profesor de la Universidad de Burgos y conocido poeta- ha cuidado una antología de sus versos bajo el sugestivo título de Memoria. Este décimo volumen de González Fuentes comprende una selección de textos que permite reflexionar sobre su escritura globalmente, desde los poemas de juventud redactados en 1989 hasta una gavilla de inéditos datados en torno al bienio 2014-2015. El momento dulce que vive el autor se ve, además, refrendado por la publicación de un ambicioso tomo de estudios sobre su obra, coordinado por los catedráticos Philippe Merlo Morat y Claudie Terrasson: Una epifanía escueta. Poesía y Poética de Juan Antonio Gonzalez Fuentes (Santander, Tantín, 2015).

Parece obligado dar inicio a esta recensión con la valoración que han hecho de la obra del autor norteño dos grandes conocedores de la misma, dos intelectuales afines que han tratado de resaltar los rasgos más relevantes de su estilo: Dámaso López García y Álvaro Pombo. Si el primero caracterizaba de forma general la poesía de González Fuentes como “difícil”, el segundo se atrevía a definir al escritor como “un excelente poeta de lo oscuro”. Ambas estimaciones sitúan claramente sus versos bajo la enseña del hermetismo, en una singular indagación personal que bebe del mejor legado visionario y podría remontarse hasta las voces autorizadas de Arthur Rimbaud, Paul Valéry o Saint-John Perse. Junto a esa tradición gala que funda buena parte de la modernidad, acaso no resulte baladí traer a colación, en el ámbito de las letras castellanas, la honda veta surrealista de Vicente Aleixandre, cierta producción vanguardista de Gerardo Diego, el contorno lírico de las alucinaciones de José Hierro o –por espigar un dechado más próximo- el caudal irracionalista de Antonio Gamoneda.

En el marco de una declaración de poética encaminada a la traductora Carina Potor, González Fuentes evidenciaba del siguiente modo la intención de su impulso creativo: “yo busco torcer las palabras y sus significados, romperlas, darles la vuelta para usarlas de forma exploratoria en busca de aquellos espacios del pensamiento y el sentimiento” que la lengua cotidiana no puede expresar en una situación de normalidad. Como apunta el autor mismo, la colisión de imágenes y significados, la revelación sorprendente de hallazgos expresivos le llevan -tanto a él como a sus lectores- a explorar de forma visionaria los territorios ocultos del intelecto y la emoción.

Esa singular definición poética acaso debería matizarse con otras declaraciones programáticas afines, cinceladas en verso. Baste evocar aquí el testimonio de una delicada composición publicada originariamente en Además del final:

 

Vivo tras el festivo abismo

que la memoria ostenta.

Y en este azul empeño

del tiempo que dormita,

me obligo con premura

a la palabra y su vuelo.

 

Los eneasílabos y heptasílabos del epigrama permiten intuir el trasfondo último de una escritura que extiende sus raíces a través de la acción de la memoria, ofreciéndose como una pugna contra el tiempo, a través de la cual la palabra poética anhela escalar el cielo. El poema va revelándose a los lectores atentos mediante sutiles recursos expresivos, como el oxímoron (“festivo abismo”) o el desplazamiento calificativo del “azul empeño del tiempo”, que connotativamente puede asociarse tanto a las alturas celestes que el yo lírico debe recorrer en un rapto de inspirados vuelos, así como a la evanescente melancolía del azur modernista y la recuperación de los momentos perdidos a través del recuerdo. 

En Teoría de poeta, una nueva definición del mester de escritura se pergeña a través de las breves líneas de un poema en prosa. El texto nos permite ahora atisbar otra serie de valores: la importancia que asume en buena parte de su obra la percepción de la naturaleza, la evocación intensa o arrebatada del entorno a través de una densa red simbólica, la identificación del yo lírico con toda suerte de elementos y objetos, en una suerte de visión “mística de las cosas”, tal como apuntara Antonio Portela. Así lo presenta con cincelada clave de lirismo el propio González Fuentes:

Se adensa el aliento del otoño con su escarcha de máscara oxidada, y el final de la estación viaja en el aire que tutela el diálogo de las cosas, que en ellas engendra una grieta sensible y les narra con euforia la teoría del poeta: soy lo que me rodea.

Como se puede intuir a la luz de las imágenes, no hay cesura entre la percepción sensorial, el plano anímico y el orbe intelectual. En el preciso instante en que el escritor evoca –o inventa- un paisaje va a ofrecer fundidos en sus versos esa misma percepción de un espacio real u onírico (un “otoño”, fingido o veraz, con sus fríos matutinos y sus tonalidades rojizas), la idea esencial que lo define (intuida a través del “diálogo” con el entorno) y el sentimiento que genera (la vigorizante “euforia”).

Tal como ha apuntado la crítica, una serie de símbolos reiterados permite apreciar la coherencia tonal y estilística de un autor que ha alcanzado ya la madurez plena: la luz, el mar, las estaciones, el jardín, la nieve, el mármol, la rosa, la lluvia, el naufragio... Puede seguirse, por ejemplo, a lo largo del entero florilegio la persistencia de una voz tan significativa como pétalo, emblema de hermosura, cifra de finitud y elegancia. Irrumpe el vocablo en el poema VI de Del tránsito y su pérdida (“Al fin comprendo el significado de la huida y siento el claro éxtasis del pétalo que sin esfuerzo vuela cumpliendo su destino”), en la composición vigésimo quinta de La última seguridad (“Hay lirios plantados en el mar que deambulan inciertos por el naufragio, ese reino tan extraño. Allí son como el ámbar de tu ausencia, voz de estrellas sin hoguera, lóbrego vuelo de pétalos extintos”), en el poema IV de Paisajes entre dos reinos (“La quiebra vertical de este solo invierno. Las piedras ahogadas en el azul perplejo de un cielo incómodo a la plegaria. El tributo afilado de un pétalo sobre la muda arquitectura que se desmaya”), el texto décimo cuarto de La luz todavía (“La llama requiere espacio, una flor para firmar su propia luz, para desdecir el peso sucesivo del engaño, de la distancia milagrosa que suma firme las afueras, el temblor herido que con pulso propio olvida el camino, el pétalo final de mi sed”)…

La búsqueda de la concisión y la intensidad es otro de los signos que identifican la lírica de Juan Antonio González Fuentes, que en algunas declaraciones ha sostenido que su “forma de pensar la poesía siempre es breve: intentar sugerir muchas cosas con pocas palabras”. De ahí que a través de asociaciones instantáneas y fulguraciones sensoriales haya confluido su escritura con un género tan propicio como el haiku. En ello coincide, además, con varios compañeros de promoción poética, que desde diferentes líneas de asedio han querido medirse con dicho género breve durante la última década. Quizá no esté de más evocar aquí algunos testimonios significativos, como el libro La sed provocadora: haikus y tankas (2006) de Ricardo Virtanen o los ciclos compositivos titulados Haikus del año seco (2008) de Aurora Luque o La condición del aire (2013) de Ana Martín Puigpelat.

Sin abandonar la arraigada conciencia de lo efímero que se trasluce en numerosos textos de Memoria, hallamos en ocasiones algún que otro elemento de tradición clásica. Así la composición XXXII de los Haikus sin nombre revela sin ambages sus lazos con el mundo antiguo: “Igual linaje / el del hombre y las hojas: / mil veces leve”. Acompasada por la suave cadencia del fonema lateral, en apenas tres versos toma cuerpo una delicada reescritura –como en quintaesencia– del más celebrado de los símiles de Homero: “Cual la generación de las hojas, así la de los hombres. El viento esparce las hojas por el suelo, reverdeciendo produce otras al llegar la primavera: de igual suerte, nace una generación humana y otra perece”. Como cabía esperar, los sutilísimos ecos de otras corrientes creativas pueden intuirse igualmente en varios poemas. De hecho, la clave misma de los haikai permitiría establecer algunos puntos de contacto con la mejor tradición del Orientalismo finisecular. Así el perfil majestuoso del tigre (“Bajo la luna / es el dorso del tigre / penumbra blanca”) o la delicadeza de un lirio que languidece (“Reclama un bosque / el ala alicaída / del lirio triste”) evocan de manera insospechada y lejana alguno de los mejores momentos del maestro Darío, como el sensual depredador de Estival o la famosa aliteración en lambdacismo del “ala aleve del leve abanico”.

Muchas son las reflexiones que podrían hacerse a partir de la complejidad y riqueza del lírico breviario titulado Memoria, mas no cabe seguir desgranando desde el ámbito de una breve reseña el tesoro de iluminaciones que éste acoge. Quizá pueda servir como escueta conclusión aquello que, con pleno acierto, Antonio Gamoneda había subrayado en la obra del autor santanderino: la importancia que asume la “búsqueda –y hallazgo- de una esencialización”. Coincidiendo plenamente con el juicio del gran maestro visionario, es de rigor afirmar que en las páginas que conforman el elegante tomo Memoria se ofrece a múltiples lectores la decantada y exquisita esencia de una de las voces líricas más genuinas de nuestro tiempo.

 

Juan Antonio González Fuentes: Memoria (Antología 1989-2015), Madrid, Abada, 2015. Edición y prólogo de Antonio Portela Lopa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Jesús Ponce Cárdenas

17 de octubre de 2016

Lo más parecido a la España vacía que describe Sergio del Molino en su libro homónimo seguramente sea un viaje por la Historia de la Literatura Española. Un lugar con más pasado que futuro; un recorrido por un territorio que cada vez tiene menos importancia en el devenir de los tiempos; un lugar que pese a las adversidades a las que se enfrentan las humanidades todavía nos mantenemos en preservarla en la memoria y en transmitirla a través de los distintos planes de estudio; una demarcación que es una especie de pueblo museo ya que en algunos casos sólo se leen algunos fragmentos de las obras más relevantes y, en otros, lo que directamente se lee son las adaptaciones que se han hecho de esas obras originales porque a sus autores ya nadie los entiende.

Pese a todo, los profesores intentan hacerla atractiva. Intentan adaptarse a los tiempos y tratan de acompañar sus explicaciones con la proyección de videos de YouTube, con la realización de actividades interactivas o con la implicación de los alumnos en su propio aprendizaje. Y aun así la idea con la que se quedan cuando acaban el bachillerato es que fundamentalmente sólo hay una obra digna de ser destacada: El Quijote. La insistencia en su singularidad y la conmemoración de los distintos actos que se celebran todos los años en torno a la figura de Cervantes han conseguido remarcar todavía más la importancia de esta obra impar en detrimento del resto, que han acabado relegadas a un segundo, tercero o cuarto plano.

De todo ello creo que es muy consciente Rafael Reig. De hecho, el personaje principal de esta novela, Martín, está caracterizado de forma similar a como lo está el hidalgo manchego en la obra cervantina. Ambos rondan la cincuentena de edad, están locos, ociosos, apartados de cualquier actividad laboral que los mantenga entretenidos, por lo que uno se dedica a emular las aventuras de los caballeros andantes y el otro, Martín, a escribir “estas notas” (esta novela) en cuyas páginas se va a trasfigurar en un personaje de ficción para contarnos sus venturas y desventuras al lado del juglar Rodrigo de Cota; sus andanzas como Lucas Gómez, más conocido como Lazarillo de Tormes a partir de la edición que se publica en 1554 sobre sus propias vivencias personales; o sus dichas y desdichas junto a la bruja Martina que, entre otras muchas correrías y periplos, le ayudará a desaparecer para no ser atrapado y condenado por la Inquisición.

Como se puede imaginar, la novela está llena de los personajes que pueblan las páginas de la literatura española: juglares y hechiceras, pícaros y villanos. Y además contiene algunos de los motivos más característicos de la literatura que comprende desde la Edad Media hasta los Siglos de Oro, periodo que engloba esta novela, como puede ser el tópico del manuscrito encontrado.

Pero además de una obra de ficción, este libro es un manual de literatura. Para su elaboración, Martín ha recurrido a sus recuerdos de estudiante de COU y después de filología; finalmente a los del profesor de instituto que ha ejercido alegremente su profesión desde el año 1992 en que aprobó la oposición hasta el 2015 en que se le ha incapacitado para seguir desarrollándola. Con todo ello lo que intenta es ofrecernos una visión cercana de la literatura, contrastada a menudo con las enseñanzas de sus profesores de universidad (como Antonio García Berrio, Francisco Rico o incluso Enrique Tierno Galván) o con las reacciones y comentarios de sus alumnos del instituto Sansón Carrasco, en especial de Yessi, una chica con la que le fue infiel a su mujer Elvira Montalvo.

Si desde una perspectiva marxista se puede entender la Historia como una lucha de clases, en el caso de la literatura también se puede ver como un enfrentamiento entre las clases populares y privilegiadas. O más concretamente a la inversa. Es decir, entre clérigos y cortesanos contra juglares. De esta manera descubrimos cómo los nobles se han adueñado de la literatura que hasta entonces había estado en manos del pueblo. De los juglares ha pasado a manos de los clérigos y después a la de los trovadores, volviéndose más refinada pero menos genuina, como lo atestiguan las pastorelas frente a las serranillas. Se introduce así el amor cortés proveniente de Provenza, aunque la gran revolución social y cultural la protagonizará la incursión del petrarquismo en el siglo XVI

Surgido en Italia a partir de 1336, en apenas tres siglos conseguirá triunfar en toda Europa dando paso a una nueva sociedad que, con pequeñas variaciones, ha llegado hasta nuestros días. De una sociedad que vivía el amor exteriormente durante el Medievo se pasó en el Renacimiento a una sociedad que lo entendía interiormente para después convertirse en la actualidad en el sello característico del capitalismo, es decir, en la libre dominación de las personas ante su propia voluntad. Como se puede suponer, esta es la sociedad con la que no encaja Martín como en su momento tampoco encajaba con la suya don Quijote. Se trata de una sociedad que lo margina y que lo ha ingresado en un centro psiquiátrico; una sociedad que despojó de sus antiguos valores tradicionales a la vieja clase estamental para después acabar imponiendo el pensamiento único.

Desde los enfrentamientos entre clérigos y juglares, progresivamente la literatura se ha ido alejando de su esencia y Martín trata de devolverla al pueblo, a sus inicios. Unos inicios que parten de las jarchas y El Cid, pero que después han sido mancillados por el petrarquismo, por lo que intenta hacer un recorrido por aquellas obras que han permanecido al margen de esta corriente dominante y que por eso son originales y novedosas. Estamos hablando del Libro de buen amor, de La Celestina, del Lazarillo de Tormes o de la poesía de San Juan de la Cruz y Fray Luis de León. Ya en el siglo XVII nos estamos refiriendo al Quijote de Cervantes y a las Rimas de Tomé Burguillos de Lope de Vega. A pesar de su manifiesta rivalidad, en el fondo cada uno de ellos quería ser como el otro. Cervantes quería ser como Lope en el teatro y Lope como Cervantes en la novela. Sin embargo fue en el uso que hicieron de la risa donde ambos consiguieron superar al petrarquismo durante el Barroco.

Señales de humo, por tanto, es un ejercicio de rigurosa inteligencia en el que Reig ha sabido mezclar acertadamente ficción, historia y literatura. Los pasajes literarios están muy bien elegidos; la breve trama novelesca conecta muy bien con el trasfondo socio histórico del libro ya que a lo largo de sus páginas el interés va creciendo hasta alcanzar su clímax con la irrupción del petrarquismo. Asimismo el desenlace también es afortunado. Equilibra muy bien el ritmo de la narración con la relación que hace entre el desengaño característico del Barroco y la incapacidad de sus gobernantes, los Austrias menores, para dirigir el país. El resultado, como digo, es un libro inteligente que supera a su precuela de 2006, Manual de literatura para caníbales.

 

 

 

Rafael Reig, Señales de humo. Manual de literatura para caníbales I, Barcelona, Tusquets, 2016

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Víctor Angulo

Hay un momento en el transcurrir de esta entrevista en el que Andrés Rábago, El Roto, dice que si por él fuera estaría callado. “¿Le gusta el silencio?”. “Sí, me gusta el silencio”. Al entrar en su estudio, a la derecha hay una mesa grande, con regla y cartabón de color verde, una revista abierta y un ordenador portátil cerrado. Enfrente, dominándolo todo, una estantería llena de libros, los más próximos sobre pintores. Al otro lado, uno de sus cuadros de gran tamaño y un cubo con pinceles limpios. En el fervor del diálogo no resulta fácil reparar en los detalles del ambiente, pero sí en que cuando se producen momentos de silencio, a través de las ventanas se escucha trinar a los pájaros, no como una melodía romántica, sino con cierta fuerza, como si estuvieran cerca, rodeándonos. La sensación es de calma despierta.

Wyslawa Zymborska, en su poema “Falta de atención”, cuenta que se ha portado mal porque ha pasado todo un día volcada en quehaceres cotidianos, sin preguntarse nada y sin sorprenderse, haciendo del mundo un uso trivial. Viene a la cabeza esta falta de atención que denuncia la poeta en propias carnes porque de la conversación de Andrés Rábago se desprende el envés de estos versos, es decir, una abundancia de atención. Desde hace cuarenta años, como un filósofo de la sospecha, Rábago golpea la realidad con un martillo para comprobar si es falsa. Y, si en este quehacer advierte alguna mentira bajo la máscara tan festiva y alegre, la condensa en una viñeta diaria. Sobre un cuadrado de papel de periódico van dejando rastro las contradicciones de la sociedad de su tiempo, y con ellas también sus sufrimientos. Al publicar todos los días, dice, uno va adquiriendo una cierta musculatura.

En la humilde buhardilla en la que nació Andrés Rábago había una notable colección de libros de arte y buena literatura: “mi padre era una persona cultivada que en su juventud quiso ser escultor y conservó toda su vida un gran amor al arte. Creo que esa vivencia inicial me marcó el camino”. Es un hombre flaco. Al vestir, discreto. Era muy joven cuando ilustró la primera portada de la revista de humor Hermano Lobo. Ahora publica cada día en el diario El País como El Roto. El pasado 15 de enero su viñeta en este medio reflejaba a un hombre, o más bien una calavera con pelo, con ojeras terribles y dientes grandes. Cruzaba los brazos y, con una mueca de pocos amigos, la figura miraba al lector y le preguntaba: “¿Y el humor, eso qué es?”.

- ¿Y el humor, eso qué es?

- Entiendo el humor como un desplazamiento de significados. Se usa para ampliar conceptos, para darles la vuelta, para ver de qué están hechas las ideas que manejamos. El humor o la sátira trabaja con materiales ya dados e intenta ver qué mentiras y contradicciones hay dentro de ellos. El humor es desmontar el juguete que manejamos y observar qué hay dentro. La sátira es un lenguaje que se ha utilizado siempre un poco como instrumento de combate no cruento. La sátira puede tener agresividad, pero siempre tiene una carga de comprensión. Y, cuando comprendes, te vuelves menos agresivo. A mí no me gusta la sátira que se ha usado en muchas ocasiones –en algunos conflictos bélicos- como instrumento de guerra, de pelea, a favor de unos y en contra de otros. Esa sátira a mí me interesa menos. Creo que es una utilización espúrea, no es su verdadera función. Su función es más bien de ayudar a entender por qué son las cosas y a cimentar los mitos y las mentiras que nos quieren vender.

 

“La desaparición de los periódicos será un drama de enormes consecuencias”

- Andrés, ¿a usted le preocupa el periodismo?

- No puedo desvincularme del periodismo porque la viñeta es una parte especializada del mismo. Entramos en un territorio muy triste. Desde mi punto de vista, tal y como yo lo veo, hay una voluntad clara de acabar con la prensa en papel, porque eso ayudará enormemente a crear una sociedad mucho más manipulable que la que tenemos ahora. La prensa en papel es muy útil para crear estructuras de pensamiento que el periodismo digital no puede crear por el propio medio con el que trabaja, que es continuamente fluctuante, que no tiene fijeza. Es como mirar un río, ver pasar el agua; no puedes fijarte en un punto, para hacerlo tienes que lanzar una rama a la corriente. De ese fluido continuo en el que todo se mezcla, en el que no hay estructuras, es de una enorme dificultad extraer alguna idea. Así se crea una opinión sin estructura, fácilmente manejable. La desaparición de los periódicos será un drama de enormes consecuencias.

- ¿Dice “será” y no “sería” porque cree con firmeza que va a suceder?

- Va a suceder porque hay voluntad de que suceda.

- ¿La voluntad de quién?

- No podemos establecer quién es el que está detrás de todo esto, pero sí sabemos que hay un sistema que se está implantando. Nos dicen que este sistema lo producen los medios por propia naturaleza, otros creemos que es porque hay una voluntad que viene de muy lejos de que eso sea así, y va encontrando los cauces para producir ese efecto.

- Me recuerda a una entrevista reciente realizada por Alfonso Armada al filósofo coreano ByungChul-Han (autor de La sociedad del cansancio y de Psicopolítica). Éste hablaba de que“La técnica de poder del sistema neoliberal no es ni prohibitiva ni represiva, sino seductora. Se emplea un poder inteligente. Este poder, en vez de prohibir, seduce. No se lleva a cabo a través de la obediencia sino del gusto. Cada uno se somete al sistema de poder mientras se comunique y consuma, o incluso mientras pulse el botón de «me gusta». El poder inteligente le hace carantoñas a la psique, la halaga en vez de reprimirla o disciplinarla”.

- Dos cosas. Uno, el sistema neoliberal utiliza la violencia cuando le conviene y cuando ve que no tiene otra forma de establecerse. Eso para empezar. El sistema financiero neoliberal es violento por naturaleza y así se muestra cuando lo necesita. La segunda parte es que está demostrado que la lectura sobre papel, la forma en la que se lee en papel, permite reflexionar sobre lo que estás leyendo, distanciarte y repensar las cosas, mientras que la lectura en pantalla no permite esa reflexión. Es hipnótica, por decirlo de alguna manera. Y tu voluntad queda anulada por esa capacidad de penetración.

- Sin embargo, pareciera que el periodismo se guía ahora mucho por las reflexiones de los lectores, por el supuesto diálogo que se establece con el lector de la página web. El “feedback” es rápido y se tiende a escribir lo que el público quiere, lo que por sus reacciones se va deduciendo que le interesa. Se deciden contenidos en función de lo que va a gustar o leerse mucho. ¿Qué opinión le merece?

- A partir del momento en el que entran dentro de esa comunicación los mecanismos económicos o de seducción, que básicamente es de lo que se trata, esa comunicación está corrompida. Es una comunicación falsa, superficial, sucia. Se trata de fabricar  un mero producto. El comunicador no puede ser un fabricante si lo que pretende es hacer algo que tenga cierta relevancia. Si lo que busca es convertirse en fabricante y hacer un producto, allá él, pero está demostrado que eso no tiene ninguna trayectoria. Que se desvanece en  muy poco tiempo.

 

“La prensa se ha puesto en demasiadas ocasiones al servicio del poder”

- ¿Qué errores ha cometido la prensa?

- Ponerse en demasiadas ocasiones al servicio del poder. El mal periodismo, porque no estamos hablando del periodismo sino del mal periodismo, ha sido también manipulador. Lo que pasa es que la manipulación en el papel se ve más claramente. ¡Claro que hay mucha manipulación en un periódico! Pero se ve con claridad. Mientras que en estos otros lugares casi no puedes verla, porque todo es tan rápido, unas veces se te dice una cosa, luego otra, o se mezclan elementos… En un periódico todo está estructurado: puedes ver lo que es economía y lo que es fútbol. En lo digital te lo mezclan todo, e incluso te superponen una cosa a la otra. Con lo cual, estás indefenso, la mente no es capaz de procesar esa amalgama.

- Hay un silencio y se escucha el ruido de los pájaros detrás de las ventanas. Andrés Rábago no parece tener prisa. Coge un vaso de té que tiene en la estantería y bebe un poco. “Perdone que no le ofrezca, este té se llama Tulsi té. Corta los catarros por la mitad”. Tuvimos que cancelar nuestra primera cita por una gripe incipiente, y pocos días después se ha recuperado. Se diría que Rábago es un conversador a la manera de la filosofía clásica, del diálogo platónico. Es un interlocutor reflexivo. Normalmente calla un momento antes de responder y lo hace como ponderando cada cosa que dice. Tiene un afán hoy infrecuente por clarificar los conceptos que utiliza. “Quiero precisar eso que he dicho de la criminalidad del estado neoliberal”, dice.

- El sistema neoliberal, o eso que llamamos sistema neoliberal, es la transformación de la realidad en dinero. Eso degrada de tal manera lo que constituye la realidad que es un auténtico mecanismo de destrucción de todo lo  vivo. Cuando la vida se convierte en materia de que la que puedes obtener un beneficio, en ese momento estás cometiendo un gravísimo pecado, en el sentido teológico del término, contra la propia existencia de la vida. El hombre se convierte, no en el hacedor que debería ser, sino en el destructor, que es su contrafigura.

- Hablando de la destrucción de la vida en el sentido más literal, no puedo dejar de preguntarle por los pasados atentados al Charlie Hebdo. El 9 de enero usted publicó el dibujo de una pluma ensangrentada.

- Era una viñeta obligada en el sentido de que era un testimonio de compañerismo hacia unas personas que habían sido asesinadas. Todos hemos hecho algo en recuerdo a los compañeros de Charlie Hebdo.

 

“La ofensa gratuita no tiene ninguna utilidad”

- ¿Cuál es su postura respecto al asunto de la libertad de expresión y del derecho a ofender?

-  La ofensa gratuita no tiene ninguna utilidad. Yo nunca he hecho un dibujo con la voluntad de ofender. Pero tampoco creo que deba eliminarse esa posible agresión o expresión soez. Si a mí una cosa me molesta, no tengo por qué exigir que eso no se publique. Yo soy partidario de la libertad de expresión absoluta. Ahora bien, también creo que esa libertad obliga a los que la ejercemos a saber lo que hacemos y a no utilizarla gratuitamente. Otra cosa es que tú creas que esa agresión es útil por alguna razón. Cuando tienes a tu disposición un medio público, al menos yo así lo entiendo, debes cuidar las formas. No te pones a gritar en una sala de exposiciones porque estás en un espacio compartido. Y un medio de comunicación es espacio compartido. Debemos cuidar lo que decimos. Yo me niego a aceptar que los dibujos del Charlie Hebdo produzcan tal rechazo que induzcan a actuar a los terroristas. No, el terrorismo está ahí y lo que está buscando es una percha de la que poder colgarse, que parezca justificarlo. Se agarró a las viñetas del Charlie Hebdo porque le pareció útil para sus fines propagandísticos, como se podía haber agarrado a otro sitio. Para nada tienen la culpa esos dibujantes de los crímenes que cometen una banda de enloquecidos.

 

“Sin un trabajo de degradación previo, no hubiéramos aceptado el feísmo”

- Hay una última cosa que quería preguntarle sobre periodismo. A veces se nota una cierta fealdad en la prensa, como una dejadez también estética que causa en el lector un cierto desánimo…

- Entiendo su preocupación. Ahora mismo hay una exposición en Madrid sobre pintura académica del siglo XIX y principios del XX francés. Aquello era un callejón sin salida. Esa belleza decadente, exangüe ya, medio muerta… hacía falta un revulsivo. Ese revulsivo implicaba mirar la realidad de nuevo, enfrentarse a ella, salir a la intemperie y volver a buscar lo que había de verdad en la realidad y no contentarse con esa realidad de alguna manera recreada o imaginada en los estudios cerrados de los pintores neoclásicos de las academias. Ese revulsivo se produjo con el naturalismo primero y luego con el impresionismo, con Cézanne, con la ruptura de las formas y todo lo que vino después. Esa destrucción en principio era útil para desmontar lo que estaba ya muerto y volver a montarlo. Pero de esa destrucción deriva una secuela, que es la estética del feísmo. El feísmo convierte lo que en principio era liberador en algo degradado. Es como una trayectoria curva que empieza con voluntad ascendente y acaba con un inevitable descenso. Ese punto de feísmo es un elemento de degradación de eso que llamamos verdad, que es bella por su propia naturaleza. No bella en el sentido de cánones, sino de autenticidad. Y yo sostengo que ese feísmo es inauténtico, que es falso y que apoya la parte del hombre que busca el menor esfuerzo. Hay otro punto importante en este aspecto del feísmo. Y es que muchas veces parte de una incapacidad. Le gusta a mucha gente porque es como si se les dijera: “Como es fácil, tú también puedes hacerlo”. Feísmo es, por ejemplo, la demagogia, feísmo es halagar el gusto del público, después de que ese gusto ha sido degradado. Sin un trabajo previo de degradación del gusto, no habríamos aceptado el feísmo.

- Cuando quiera terminamos, Andrés.

- No, cuando me diga… Yo, por mí mismo, estoy callado.

- ¿Le gusta el silencio?

- Me gusta el silencio. Pero también me gusta comunicarme.

- ¿Es necesario el silencio para comunicarse?

- El silencio es lo que nutre la comunicación. Si hay mucha bulla, no hay comunicación.

- ¿Qué piensa alguien a quien le gusta callar y que utiliza la concisión para trabajar de la verborrea de nuestra sociedad, del ruido? ¿Se habla demasiado?

- Las palabras han sido adulteradas, ése es el principal problema del lenguaje, no que hablemos demasiado. El lenguaje se ha desvitalizado. Quizás porque hemos pasado de un lenguaje comunicativo verbal a uno más visual y con el cambio de paradigma la parte verbal ha perdido eficacia. Somos menos capaces de precisar lo que queremos decir y el propio vocabulario se está reduciendo al mínimo. Cada vez tenemos menos palabras. Cuando lees algunos libros del Siglo de Oro te das cuenta de la riqueza del lenguaje, y de cómo se está convirtiendo en un lenguaje muy mecánico, reseco, que representa a un tipo humano notablemente embrutecido. Se ha perdido sutileza.

 

“Queremos parecer inteligentes cuando sólo mimetizamos lo que otros han sido o han dicho”

- En la viñeta del 26 de enero, en el diario El País, se leía: “Eliminaron las encrucijadas y las sustituyeron por rotondas para que nadie se detuviese a pensar”.

- Sostengo que pensar es muy difícil, y que llamamos pensar a repetir esquemas heredados o ideas preconcebidas, o los contenidos de los medios de comunicación. Queremos parecer inteligentes cuando sólo mimetizamos lo que otros han sido o han dicho. Pensar por uno mismo es difícil porque implica poner en cuestión los propios pensamientos, mirar qué hay de verdad en ellos. Inevitablemente al movernos dentro de la comunicación, tendemos a ubicarnos en un lenguaje común e incluso en unas ideas y unas culturas que compartimos. Siempre se parte inevitablemente de territorios comunes. Pero, dentro de ese magma, uno puede intentar pensar por sí mismo lo que son las cosas, asumiendo que una gran parte de elementos con los que se cuenta son heredados.

 

“Todo aquello que produce dolor me provoca rechazo y por lo tanto tengo que tratarlo”

- En una de sus viñetas en El País hay una vaca que dice “Me ponen música clásica para que dé más leche. Comprenderá que odie a Mozart”. En otra llueven jamones, porque se acercan las elecciones. En otra una madre le dice al hijo que tendrá que aprender a leer, a escribir y a tener miedo. Algunas preocupaciones son recurrentes en El Roto. ¿Qué temas le conmueven?

- Realmente no puedo decir que me conmuevan las cosas, porque estaríamos en el terreno de las emociones. Y El Roto no está en el terreno de las emociones. Es verdad que utiliza una cierta calidez en la manera de tratar los temas. Hay un amor subterráneo. Hay una voluntad amorosa en lo que hago. Todo aquello que produce dolor me provoca rechazo y por lo tanto tengo que tratarlo. Pero no parto de cosas personales que me conmueven, sino de la constatación de estructuras que están ahí y que deben ser corregidas. No es que yo diga “¡Ay, esto me ha afectado mucho!”. De una historia personal me interesa extraer qué está pasando a nivel general. Usted antes hablaba de Platón y no andaba lejos, porque es verdad que yo entiendo casi todas las cosas a partir de esos esquemas en que luego individualmente se particularizan. Los casos aislados son reflejos, como diría Platón, de esa estructura que crea esos casos. Los casos están ahí. Cada caso puede ser resuelto, pero si la estructura permanece generará más casos.

 

“Todas las deformaciones que uno observa parten de una misma esencia: del error”

- En una de sus viñetas el campanero de Wall Street llama a la oración. Denuncia el culto al dinero.

- Todas las deformaciones que uno observa parten de una misma esencia: del error. De la equivocación de la mente humana. De la separación de su verdadera esencia. De la distancia ya sideral que tiene consigo misma la mente humana. Porque ha perdido de vista su origen. Porque no sabemos lo que somos. Es el error original del que parten luego todos nuestros errores. El problema final es teológico. Tenemos el gravísimo problema de que tenemos una Iglesia, que es el principal impedimento para comprender lo sagrado, o el nivel, digamos, trascendente de las cosas. Se ha convertido, si no lo ha sido siempre, en un mecanismo de entorpecimiento de la relación del hombre con su nivel superior, al situarlo en algo externo al propio hombre. La Iglesia oficial dificulta la conexión del hombre consigo mismo.

- Se ha publicado hace poco un libro de Pablo D’Ors que se llama Contra la juventud, no contra los jóvenes, sino sobre el ideal de la madurez, “donde nos acercamos a aquello que queremos ser”. ¿Qué opina, desde la madurez?

- Cada etapa vital tiene sus ventajas y sus inconvenientes. La fuerza que tienes cuando eres joven la tienes que suplir con una cierta sabiduría que puedes haber alcanzado cuando ya tienes experiencia. Pero sin el empuje de los jóvenes el mundo no avanzaría. No se debe desechar ni el impulso juvenil ni la sensatez de la madurez. Justamente la sabiduría de la vida es que hay distintos segmentos sociales, y los jóvenes deben escuchar a los mayores, no deben desestimarlos, y los mayores no debemos rechazar a los jóvenes por su inconsistencia, en muchos casos, o por su ignorancia.

 

“Lo ideal es estar a la altura de lo que la vida te va proponiendo”

- ¿A usted le ha costado llegar a donde ha llegado?

- Uno no sabe cómo llega a donde está, ni siquiera dónde está. Siempre vas siguiendo las pautas que te da la vida, y procurando equivocarte las menos veces posibles. Aunque a veces algunos errores conducen a sitios interesantes. Aun así, digamos que la vida se va construyendo por sí misma, y tú eres un actor muchas veces ignorante de esos trazados. El creer que nosotros decidimos nuestras vidas creo que es un pensamiento irracional. Lo ideal es estar a la altura de lo que la vida te va proponiendo. Aunque en ocasiones también flaqueamos y somos vagos… y a veces maleantes.

- ¿Recuerda algún error fructífero?

- ¡Digo yo que pueden ser fructíferos! Al hablar de los errores cometidos me refiero, sobre todo, a los errores como prejuicios. En un momento dado piensas que algo no te interesa. Y después lo miras más a fondo y adviertes que eso que habías rechazado de antemano sí tenía interés. Rechazas algo que tiene valor y más tarde te das cuenta de que si entonces lo hubieras tomado en consideración hubieses llegado antes a donde ahora estás.

 

“Lo importante es conservar, tanto cuando eres joven como cuando eres mayor, esa voluntad de búsqueda de la verdad”

- Mirando hacia atrás, ¿qué ha cambiado con la larga trayectoria, con el éxito?

- He tenido la enorme fortuna de poder estar presente en los medios durante cuarenta años. Esa fortuna es algo que agradezco enormemente y que me ha permitido desarrollar una carrera larga y estar vivo intelectualmente y dar testimonio de la sociedad, que es la utilidad que yo creo que puede tener el trabajo que he desarrollado. Son muy distintas las épocas estéticas que he atravesado y los territorios mentales en los que he estado. De joven a mayor, todo ese espacio temporal ha sido espacio de investigación sobre mí mismo, de comprensión de las estructuras de las que estamos formados (campo emocional, intelectual, espiritual o metafísico). La generosidad de la vida me ha permitido estar, reflexionar y plasmar lo que he podido advertir desde mi experiencia. El tener una trayectoria larga te da una cierta seguridad. El tiempo te hace menos impulsivo, te hace más reflexivo. Creo que lo importante es conservar, tanto cuando eres joven como cuando eres mayor, esa voluntad de búsqueda de la verdad, una búsqueda que siempre te ha de guiar, tanto en las etapas juveniles como en las etapas maduras. La verdad siempre se te escapa, nunca llegas a alcanzarla, es permanentemente mutable, no está establecida… Esa búsqueda  la entiendo como un mecanismo implantado en el ser humano, que a veces se deforma y se convierte en la búsqueda de la gloria, del poder o del dinero. Estas son deformaciones de esa búsqueda de la trascendencia, son caídas en ese largo y digno camino.

- Andrés, usted parece tener una formación global en filosofía, pintura, literatura. ¿Qué libro le ha marcado, o que autores forman su “familia espiritual”?

- No tuve una formación académica, mi formación fueron los idiomas y los viajes. Gracias al conocimiento de varios idiomas pude viajar por toda Europa incluidos países de Europa del Este y leer autores y prensa extranjera (inglesa, francesa, alemana, italiana....) en un momento en que España era un páramo de miseria moral e intelectual. Esas lecturas y viajes me dieron una información de lo que se estaba gestando en Europa y Norteamérica. Creo que mi mentalidad se nutrió de las ideas libertarias de Mayo del 68 y de sus consecuencias posteriores. Los viajes me permitieron conocer grandes museos y la visión directa de obras de grandes maestros.

- ¿Cree que ahora hay demasiada especialización y que debería volver “el hombre del Renacimiento” más interesado por más cosas?

- No es un problema de especialización, todo trabajo de calidad exige una especialización, el problema puede ser la ausencia de un horizonte, un punto cardinal al que dirigirnos.

- ¿A qué viñetistas admira más? ¿En cuáles de los contemporáneos se fija?

- El territorio de la sátira gráfica es demasiado estrecho, no es una referencia suficiente, hay que ampliar el campo de visión a todo el panorama del arte en todas sus formas y lenguajes, la sátira no puede encerrarse en un gueto. Por lo demás, en el dibujo echo en falta el color, por eso necesito pintar… pero eso sería ya otra conversación.

 

 

Escrito en Lecturas Turia por Paloma Torres

17 de octubre de 2016

Todo lo que ahora ves,

hasta el mismo horizonte

—la silueta de una antigua leyenda,

la lágrima de luz

sobre la bóveda

celeste de Santa María,

los altos edificios que ensombrecen

el mar y sus dominios,

el silencio encalado de la brisa,

el lento diapasón

que conmueve la piel

de las palmeras—,

será nuestro algún día.

 

Tendremos que aprender a merecerlo.

 

Escrito en Lecturas Turia por Luis Bagué

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