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A ambos lados del escaparate (no exhaustivo)

La publicación de su última colección de ensayos, En cuerpo y en lo otro en 2013 (el tenis de nuevo: ahora Federer tangible e intangible, de nuevo la televisión como modelo de educación social y de equipamiento para la vida en la sociedad contemporánea, el lenguaje y la literatura, el cine de Cameron y algunas otras obsesiones wallaceanas; desde 2008 sabemos algo más de las obsesiones de David Foster Wallace), acompaña este mismo año a la muy esperada traducción española de su primera novela, La escoba del sistema, editada por el sello malagueño Pálido fuego, que había publicado unos meses antes el volumen de Conversaciones con David Foster Wallace, del profesor norteamericano Stephen J. Burn. La esperada biografía preparada por D. T. Max: Todas las historias de amor son historias de  fantasmas: David Foster Wallace, una biografía adelanta lo que sin duda será el paulatino desembalaje físico y sentimental de los archivos del autor (¡cómo le habrían gustado esos programas de televisión donde se subastan trasteros!) depositados por su familia en la Universidad de Texas (ya tenemos varias muestras: cartas, guías docentes de las asignaturas impartidas, etc.)[1].

También ha visto la luz en español el estudio Todo y más: una breve historia del infinito, fruto de las investigaciones académicas de Wallace en el ámbito filosófico, y la edición del texto con menos texto de la historia contemporánea: Esto es agua, que recoge el discurso que ofreció en el acto de graduación de la promoción de 2005 en el Kenyon College. Todo ello desde que en 2011 se publicara El rey pálido (esa obra tan wallaceana, tan inacabada, esa obra que “viene a ser más una autobiografía que ninguna clase de historia inventada”, esa obra que no convenció a los miembros del jurado del Premio Pulitzer, que prefirieron dejar desierta la categoría de “fiction”).

Mientras tanto, David Foster Wallace es, cada vez más, personaje. Sujeto y objeto. Sujeto de biografías y objeto de contundentes opiniones. Generador de controversias. Personaje de ficción. Zadie Smith habla de su genialidad en uno de los ensayos de Cambiar de idea (Salamandra, 2011). Bret Easton Ellis lanza en The Guardian andanadas dañinas a destiempo sobre el autor y sus lectores (y se cobra, de paso, las deudas con las opiniones de una lejana entrevista de Wallace con Larry McCaffery en 1993). Jonathan Franzen vende Más afuera, su último libro de no-ficción después de su aclamada y neobalzaquiana Libertad, aprovechando el tirón de su último viaje con las cenizas del amigo muerto (“Después, la persona deprimida se quitó la vida, de un modo calculado para infligir el máximo dolor a aquellos que más lo querían, y nosotros, quienes lo queríamos, nos quedamos con una sensación de rabia y traición”). Y no es difícil entrever la figura o la contrafigura de David Foster Wallace en alguno de los personajes[2] de las novelas recientes de Jeffrey Eugenides (La trama nupcial) y de Jonathan Lethem (Chronic City, donde aparece una novela titulada La bruma indistinta).

 

Vidas cruzadas

En el momento en que escribo este artículo, se rueda en Estados Unidos The End of the Tour, la versión cinematográfica del libro Although Of Course You End Up Becoming Yourself: A Road Trip with David Foster Wallace (Aunque al final acabas convirtiéndote en ti: un viaje de carretera con David Foster Wallace), del reportero de la revista Rolling Stone David Lipsky. Este libro, así como la película que lo adapta al lenguaje cinematográfico y lo convierte en imágenes, recoge el viaje que Lipsky, periodista musical, realizó acompañando a David Foster Wallace durante la promoción de La broma infinita. El largometraje estará dirigido por James Ponsoldt, director de la premiada The Spectacular Now, a partir de un guión adaptado por Donald Margulies. Jason Segel (The Muppets, Freaks & Geeks) dará vida –qué ironía- al autor neoyorquino, acompañado de Jesse Eisenberg en el papel de Lipsky.

En la película Amor y letras (Liberal Arts), La broma infinita aparece como libro favorito del personaje interpretado por el actor Josh Radnor, también guionista y  director de la cinta, y a la sazón compañero de Jason Segel en la conocida serie que ambos han protagonizado a lo largo de los últimos años Cómo conocí a vuestra madre. El personaje de Radnor, un treintañero que vuelve a su alma mater para participar en el homenaje a su mentor a punto de jubilarse, conoce allí a una joven estudiante (brillante Elizabeth Olsen en este papel) que le hace replantearse su presente, recordar su pasado y encarar su futuro a partir de premisas distintas. La broma infinita es, de hecho, en esta cinta el libro que lee de manera obsesiva un estudiante depresivo (de apellido Franzen) con poco aprecio por su propia vida; y también el libro que había sido quince años atrás un shock en la vida del entonces estudiante universitario y hoy responsable de variados asuntos administrativos en la burocracia universitaria, y que, suponemos, le empujó a ser el escritor que finalmente no es. En una conversación de café, el estudiante angustiado que lee a David Foster Wallace y el protagonista aparentemente frustrado mantienen una conversación sobre La broma infinita y sobre el suicidio de su autor. Amor y letras se rodó en el Kenyon College, donde David Foster Wallace dio su famoso discurso This is Water.[3]

 

Proceso de “kurtcobainización”, or How to Become a Legend

Resulta verosímil plantear, pues, que el rodaje de esta road movie sobre la gira de un escritor “de culto” y basada en las vivencias de un reportero musical, responda a una necesidad de kurtcobainización del personaje de Wallace, esa especie de canonización laica pero no por ello menos ritual de aquellos aspectos que hacen del personaje un icono, un símbolo,  aquellos rasgos que mejor se avienen al culto, pero que ocultan u oscurecen otros muchos de su personalidad poliédrica. Es una hipótesis, en cualquier caso. No es distinto lo que algunos otros documentos recientes han hecho con la figura del autor que presentó como tesis de licenciatura una novela como La escoba del sistema. La canibalización del animal sacrificial, del agnus dei simbólico, del semejante-otro (como el relato aquel del niño sabio al que la tribu enaltece y manipula), el aprovechamiento de los manjares o de los productos de casquería que ofrece para disfrute de sus acólitos o de sus detractores e impugnadores, forman parte del proceso para elevar a los altares a Wallace (se ha ido organizado una especie de Positio Super Vita et Virtutibus et Fama Sanctitatis: documentos y testimonios para canonizar a un “hombre de iglesia”, con sus consabidos abogados del diablo) o para convertirlo en chivo expiatorio, como han hecho los seguidores de la teoría conspiranoica que desacredita por falso todo lo que emerge de él y de su obra, y, por tanto, abominan de ambos. Así, Harold Bloom dijo en una entrevista a Lorna Koski para la revista Women’s Wear Daily:

“¿Sabe usted? No pretendo resultar ofensivo, pero La broma infinita es simplemente malísima. Resulta ridículo tener que decirlo. No sabe pensar, no sabe escribir. No se percibe ningún talento [...]. Stephen King es Cervantes comparado con David Foster Wallace. [Wallace] parece haber sido una persona muy sincera y muy problemática, pero eso no significa que su lectura tenga que ser un sufrimiento para mí”.[4]

 

Más adentro           

El niño del Midwest adicto a la televisión, el adolescente adicto a la marihuana, el muchacho desgarbado, atacado por un acné pertinaz y una sudoración extrema, que avanza por el pasillo de su colegio mayor con el albornoz sucio y abierto, la bandana en la cabeza y las botas Timberland desatadas, taconeando camino de la –enésima- ducha del día. El joven obsesionado con el lenguaje y con el sexo, empeñado en la tarea de “encajar” en la vida universitaria de la Costa Este. El brillante estudiante que compagina tareas académicas de resultados extraordinarios con procesos depresivos que le obligan a regresar a su casa para recuperarse. El escritor incipiente. La conciencia autorial, tan presente en David Foster Wallace desde muy pronto (probablemente desde el proceso de escritura de La escoba del sistema). En una carta enviada a Harper’s, a cuenta de la publicación de alguno de sus relatos o reportajes en esa revista, y de las posibles manipulaciones que pudieran producirse en esa publicación, escribe:

“Este es el trato. Le doy a usted la bienvenida para hacer las lecturas que usted desee. Pero le pediría que ni usted (ni la señora Rosenbush, a quien respeto pero temo) no manipulen este texto como si fuera el trabajito de un estudiante de primero de carrera”.  

Ya he escrito en alguna ocasión que la recepción crítica de la obra de David Foster Wallace en España es un caso de anacronía hermenéutica. Hemos recibido la traducción de La escoba del sistema como una “novedad” cuando es la primera de sus obras publicadas y en ella está el germen de todo lo que vendrá después. El lector (en) español de David Foster Wallace, que ya había pasado por los ensayos y opiniones, por los relatos, por las novelas éditas, inéditas, infinitas, pálidas y póstumas, llega al origen de todo, al big bang creativo de una propuesta narrativa, estética, filosófica y vital cuyo alcance aún no atisbamos a divisar. Porque, claro, cuando despertamos, La escoba del sistema YA estaba allí. La época -1987- en la que Wallace clamaba en el desierto:

“La narrativa o mueve montañas o es aburrida; o mueve montañas o se sienta sobre su propio culo”.

Pero así era el joven Wallace. Alguien a quien nos imaginábamos     –ahora lo sabemos por su biografía- debatiéndose entre la ficción y la investigación, entre la novela y la filosofía, entre la creación y la lógica matemática; alguien excesivo en todo, en los argumentos y en la sintaxis, en la interiorización y en el mundo (y en los demonios y en la carne); alguien obsesivo con el lenguaje y que puso palabras a las obsesiones; alguien fascinado por las imágenes, náufrago ante el televisor, deudor de la publicidad, devoto del consumo y de las conspiraciones, clásico, moderno, técnicamente superdotado, wonder boy. La imaginación apabullante, inmoderada, deslumbrante.

Cuando Frank Kermode postulaba la existencia del sentido de un final para la ficción, una clausura, un cierre semántico que contuviera (en todos los sentidos posibles: recoger/controlar) las líneas argumentales, y las devolviera cuidadosamente al almacén precintado de los objetos potencialmente perniciosos, estaba mirando de reojo los “desmanes” posmodernos. De estos “desmanes” es heredero David Foster Wallace, aunque con unas derivaciones formales y semánticas que lo alejan de la posibilidad de convertir todo en artificio retórico. Dominador como ningún otro miembro de su brillante generación (sea Next, Quemada o McSweeney’s, a estas alturas ya da igual) de la técnica narrativa, su triunfo fundamental no se produce –solo- en este ámbito, sino en el de la profundización en los miedos y obsesiones del ser humano en la época en la que le tocó vivir. Y en esos miedos y en esas obsesiones no hay líneas argumentales que se cierren. El propio autor lo explicaba de esta manera al referirse al modo en que se enfrentaba al concepto tradicional de “argumento”:

Y creo que no quise completar varias tramas cuidadosamente dentro del marco del libro principalmente porque bastante del entretenimiento comercial con el que crecí hacía eso y no se trata de algo del todo real. Es un tipo de técnica falsamente satisfactoria para redondear varias cosas que van sucediendo…[5]

Resulta más que evidente a estas alturas que las técnicas falsamente satisfactorias no convencían a David Foster Wallace como fórmula narrativa para cerrar o completar las tramas. Por lo que parece, ni en la literatura ni en la vida. Las tramas siguen abiertas.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

BURN, Stephen (ed.), Conversaciones con David Foster Wallace, Málaga, Pálido Fuego, 2012.

EUGENIDES, Jeffrey, La trama nupcial, Barcelona, Anagrama, 2013.

FRANZEN, Jonathan, “Más Afuera”, en Más Afuera, Barcelona, Salamandra, 2012, pp. 23-62.

KARMODI, Ostap, David Foster Wallace: Un’intervista inédita, Milán, Terre di mezzo Editore, 2011.

MAX, D. T., Todas las historias de amor son historias de fantasma. Barcelona, Debate, 2013.

WALLACE, David Foster, Esto es agua, Barcelona, Mondadori, 2012.

WALLACE, David Foster, En cuerpo y en lo otro, Barcelona, Mondadori, 2013.

WALLACE, David Foster, La escoba del sistema, Málaga, Pálido Fuego, 2013.

WALLACE, David Foster, Todo y más: una breve historia del infinito, Barcelona, RBA, 2013.



[1]          La familia de Wallace ha cedido al Harry Ransom Center un total de 34 cajas y 8 carpetas de manuscritos del autor para su catalogación e investigación.

 

[2]           El personaje de Leonard en La trama nupcial es, a todas luces y a todas sombras, el Wallace más caricaturesco y más extremo: problemas mentales, drogas, personalidad, vivencias, familia, obsesiones…  Y también las botas Timberland, el tenis, la bandana en la cabeza, el sexo… Eugenides lo niega. De la misma manera, pueden encontrarse, sin mucha dificultad infinidad de datos biográficos y familiares en La escoba del sistema. La comparación de ambas novelas con la biografía de Max ofrece resultados muy reveladores.

[3]          Una adaptación cinematográfica de Entrevistas breves con hombres repulsivos, dirigida por John Krasinski, se estrenó en 2009, en el Festival de Cine de Sundance.[] La película está protagonizada por Julianne Nicholson, y cuenta en su reparto con Christopher Meloni, Rashida Jones, Timothy Hutton, Charles Josh, Will Forte, y Corey Stoll.[]

[4]           Lorna Koski, “The full Harold Bloom”, en Women’s Wear Daily, 26/04/2011, (http://www.wwd.com/eye/people/the-full-bloom-3592315?full=true).

[5]           S. J. Burn (ed.), Conversaciones con David Foster Wallace, Málaga, Pálido Fuego, 2013, pp. 197-198.

Escrito en Lecturas Turia por Javier García Rodríguez

15 de febrero de 2016

El poeta portugués Sebastião Artur Cardoso da Gama, más conocido como Sebastião da Gama, nace un viernes de abril de 1924 en Vila Nogueira de Azeitão, distrito de Setúbal, y fallece, víctima de tuberculosis renal y con apenas 27 años, en Lisboa. Su breve e intensa vida se vertebró principalmente en torno a dos pasiones: la actividad poética y la docencia. Licenciado en Filología Románica por la Universidad de Lisboa, Gama debe su reputación, además de a la considerable valía de sus libros de poemas y de su Diário, a su excelente capacidad pedagógica, siendo sobradamente conocida y casi legendaria su dimensión humana, su bondad natural y el exquisito trato que dispensaba a sus alumnos. Debido a sus problemas de salud, y bajo recomendación médica, Gama trasladó su lugar de residencia a la melancólica y mágica Sierra de Arrábida, muy cerca de la costa, gracias a lo cual desarrolló una rigurosa conciencia medioambiental: no en vano una carta de su autoría en defensa de la Sierra contribuyó decisivamente a que se fundara, en 1948, la Liga para a Protecção da Natureza, la primera asociación ecologista portuguesa.

Los dos primeros libros de Sebastião da Gama, Serra-Mãe (1945) y Cabo da Boa Esperança (1947), suponen un canto directo y sencillo de las innúmeras virtudes de la naturaleza y del amor: montes, nubes, mares y personas se alternan en sus versos desde una óptica inusitadamente optimista y romántica, en una suerte de hermoso panteísmo y de comunión entre los seres. Pero Gama no ha encontrado todavía su verdadera voz: no será hasta que la enfermedad comience a causar honda mella en su salud, hasta que la zarpa de la muerte planee concienzudamente sobre su cabeza, que su poesía gane en altura, riqueza formal y sentido de la trascendencia. En su cuarto y último libro publicado en vida, Campo Aberto (1951), es ya patente el salto de calidad conseguido con respecto a sus obras anteriores, que vendrá a confirmarse y a aumentarse en el póstumo Pelo sonho é que vamos (1953), considerado de manera casi unánime por la crítica como su mejor obra; sirva este ramillete de poemas, en traducción propia y, hasta donde llegan mis indagaciones, por vez primera en lengua castellana, para dar a conocer la voz franca y honesta de Sebastião da Gama.

 

LOS QUE VENÍAN DEL DOLOR

Los que venían del Dolor tenían en los ojos

cruelísimas verdades estampadas.

Lo que era difícil era fácil

para los que venían del Dolor directamente.

 

La flor sólo era bella en la raíz,

el Mar sólo era bello en los naufragios,

las manos sólo bellas si arrugadas

para los ojos vívidos y sabios

de los que venían del Dolor directamente.

 

Los que venían del Dolor directamente

eran demasiado nobles para despreciaros,

¡Mar azul!, ¡manos de lirio!, ¡lirios puros!

Pero en sus ojos graves sólo entraban

las verdades humanas y cruelísimas

traídas del Dolor directamente.

 

EL SUEÑO

Por el sueño nos vamos,

conmovidos y mudos.

¿Llegamos? ¿No llegamos?

Haya o no haya frutos,

por el sueño nos vamos.

 

Basta la fe en lo que tenemos.

Basta la esperanza en aquello

que quizá no tendremos.

Basta que el alma entreguemos

con igual alegría

a lo que desconocemos

y a lo que es del día a día.

 

¿Llegamos? ¿No llegamos?

 

?Partimos. Vamos. Somos.

 

MAÑANA EN EL RÍO SADO

Blancas, las velas

eran sueños que el río soñaba alto.

Muchachas acodadas en ventanas,

se veían, a través de la flor azul del agua, las gaviotas.

Y la Mañana tranquila (sonriendo, hermosa, llegaba la primavera…)

ponía sus pies melindrosos entre las conchas.

Emanaban jardines imponderables

de sus pasos de ninfa

y temblaban las conchas

por súbitas caricias.

 

Lejos estaba todo: el miedo del naufragio,

la angustia de los hombres, el disgusto,

las muecas de tragedias y comedias

de cada uno, el luto, las derrotas.

Lejos la paz verdadera de los niños

y la obstinación heroica de los que esperan.

 

Allí, en la orilla del río,

mirando sólo el río, con los oídos sordos

a lo que no es la música del agua,

un sosiego alegórico persiste.

Ni el jadear de las velas lo perturba.

Ni el rumor de los senos caprichosos

de la Mañana, que brotan en las aguas

y fluctúan, enfermos de perfume.

Ni la presencia humana del Poeta

?sombra que poco a poco se ilumina

y se diluye, anónima, en la brisa…

 

FLORBELA (A SU MEMORIA)

¡Soy yo, Florbela! Aquel a quien buscaste.

Hablan de mí tus versos de Muchacha.

Tu boca para mí se abrió, divina,

mas fue sólo el Luar lo que besaste.

 

¡Has de volver, Florbela! En débil asta

por entre el trigo crece, purpurina,

la más fresca amapola de este prado

que, por haberme visto, no cortaste.

 

Tengo yo tres mil años: soy Poeta.

Nací del labio seco de un asceta,

de una oración que Dios dejó de lado.

 

Redimí tantos cuerpos, tantas vidas

viví en ellos, que siento ya nacidas

alas para subir, para alcanzarte.

 

INSCRIPCIÓN

Nada sabe del Mar

quien no murió en el Mar.

Que callen los poetas

y que digan apenas la mitad

los que andan sobre las olas

sujetos por un hilo.

 

Sabe todo del Mar

quien en el Mar perdió todo.

Pero duerme en su fondo,

tiene los labios sellados,

y sus ojos, que reflejan

y explican claramente

los misterios del Mar,

para siempre cerrados.

 

POESÍA DESPUÉS DE LA LLUVIA

(A Maria Guiomar)

Después de la lluvia, el Sol: la gracia.

¡Oh, la tierra mojada iluminada!

Y regueros de agua atraviesan la plaza

?luz fluyendo, en un fluir imperceptible casi.

 

Canta, contento, un pájaro cualquiera.

Después, en las ramas desnudas, aletea.

El fondo es blanco –cal fresca en las casitas de la plaza.

Cascabeles, ruedas girando, voces claras en el aire.

 

¡Tan alegre este Sol! Hay Dios. (Si lo hubiera negado

antes del Sol, no lo dudaba ahora).

¡Tarde virgen, Señora aparecida! ¡Oh, Tarde,

igual a las mañanas del principio!

 

Y tú pasaste, flor de los ojos negros que yo admiro.

¡Grácil, tan grácil! Pura imagen de la Tarde…

Flor llevada por las aguas, mansamente…

 

(Fluía la luz, en un fluir imperceptible casi…)

 

PLAZA DEL ESPÍRITU SANTO, 2, 2º

Ni más ni menos: todo similar

al desmedido sueño que tenías.

Apenas no soñaste con estas golondrinas

que habitan el tejado.

 

Vivimos en la plaza… ¡Qué hermoso

es el nombre que tiene nuestra plaza!

Fíjate que con esto no contábamos.

(Éramos dos soñando y exigiendo.)

 

Desde la casa el Alentejo es verde.

Y basta abrir los ojos: son sembrados,

son olivares, huertas… ¡Y pensabas

que nuestros ojos vivirían sedientos!

 

Y el pan de nuestra mesa… ¡Y la jarrita

que nos da de beber! Los mil dibujos

de la vajilla: flores, peces pardos,

dos pájaros que cantan en un nido…

 

¿Y nuestro cuarto? Ahora puedes darme

tu cuerpo sin recelo ni amargura.

Observa a la Señora de la Moldura

reír por nuestra alma y nuestra carne.

 

En todo, Compañera,

nuestra casa es sin duda nuestra casa.

Hasta en las flores. O en la encina en brasas

que gime en la chimenea.

 

Así lo quiso Dios. Y nosotros al sueño alzamos muros,

yo rasgué las ventanas, tú bordaste

las cortinas. Después, flor en el asta,

fue cogerte y quedamos ambos puros.

 

Puros, Amor –y a la espera.

Y serenos. Igual que nuestra casa.

(Y llamará a la puerta, con un ala,

un ángel de sangre y carne verdadera.)

 

A LA MEMORIA DE ALBERTO CAEIRO

Ahora sí, ahora que he cerrado el libro de Poesía.

El Sol ha dejado de ser una metáfora para ser el Sol.

Los sentimientos han dejado de ser apenas palabras.

Todo es de verdad, ahora que he cerrado el libro de Poesía

y he mirado de frente todo aquello que existe.

 

¿Por qué demonios me enseñaron a leer?

(Si no supiera leer ni siquiera tendría que cerrar el libro,

insatisfecho por no haberlo abierto)

¿Por qué no me dejaron ser siempre agreste y niño?

Todas mis lecturas serían fuera de los libros.

 

Miraría todo con una alegría tan grande,

con una virginidad tan grande,

que hasta Dios sonreiría

contento por haber creado el Mundo…

 

CARTA DE GUÍA

Incluso con este calor, quiero ir.

A tropezones, serpenteando, como sea,

porque existen personas que me esperan

y que han nacido para que me preocupe por ellas.

Llevo veintidós años hablando de mí

y habré de hablar de mí la vida entera:

¡tengo tanto que decir

y pasar al papel!

La anatomía de mi alma, principalmente,

que ha de quedar escrita,

para que vean lo extraño que es un hombre por dentro.

 

Pero ahora, en este momento,

y en otros iguales a este,

dejo aparte el binóculo con el que acecho

y gracias al que todo lo que es pequeño en mí me parece grande

y voy hacia delante, a pesar del calor,

a pesar de marchar como un borracho.

Hay manos extendidas, labios secos.

Casas en las que el Sol tiene pudor de entrar, de tan infectas.

Donde Dios se taparía la nariz, si llegase a la puerta.

Cuando las palabras son como tiritas de lino,

no hay nada mejor para el alma, hecha de carne viva de un hombre.

Por eso voy indiferente a este calor de junio.

El binóculo puede esperar.

Yo me quedo esperando.

Suelto barcos y redes,

no vaya a ser que aquellos que me esperan

hubieran muerto ya, cuando yo llegue,

o no tengan ya oídos para mis palabras,

ni aun labios que sientan

la frescura del agua que les llevo…

 

 

 

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Miguel Ángel Manzanas

15 de febrero de 2016

Encuentro a los jóvenes tan preocupados por la venta, por la agencia literaria, por la repercusión en el mercado, por la notoriedad, que eso tiene que influir en su escritura
Jaime Salinas

 

 

 



esto que escribimos nace muerto, se vuelve mercancía obsoleta para ojos que son cuencos vacíos, en bien de consumo según el librero que devuelve a la guillotina el continente porque el contenido ha dejado de estar de moda, nunca lo estuvo y si lo estuvo: mal, muy mal

 

este nuevo tiempo de los asesinos
exige una oración para el profeta Bernard London
una elegía para el profeta Brooks Stevens

 

es inútil y si no, mal, no contiene ni los colores, ni las formas, ni los eslóganes, ni el maquillaje, ni el peinado, ni las lentejuelas, ni los materiales adecuados, no hay desnudos de los fáciles, denota el momento de su realización y lo que es peor: el afán por sobrevivirte, desgraciadamente, sinvergüenza pretencioso, eres viejo para sacar bíceps en los bares, nadie pagará por ver tus pechos, para liarte a tortazos con cualquiera por los favores de un padrino y has empezado a pensar en la poesía como un bien, por tanto, la estás matando tú mismo



este nuevo tiempo de los publicistas
exige un AOP para el profeta Bernard London
un estudio sobre su awareness para el profeta Brooks Stevens
An Advertising Model with Wearout and Pulsation

esta poesía es abono, detrito, uña seccionada, lo recogerá en breve y dejará registro de su existencia baldía la nueva edición corregida y aumentada del bestiario de la Real Academia Española de la Muerte, una crítica elogiosa, una indiferencia colectiva


este nuevo tiempo de los artistas
exige un hapenning en honor al profeta Bernard London
una performance para el profeta Brooks Stevens


la muerte no tiene mala prensa, en los diarios se achican las secciones de Cultura pero se mantienen y crecen las necrológicas, bailamos un flashmob como bailan las polillas a la luz de las bombillas, llevamos la pancarta con el mensaje más simple, coger el megáfono es un lujo que nos podemos permitir, porque hemos llegado a la meta y, como sospechábamos, allí no hay nada

 

este nuevo tiempo de los suicidas
exige responsabilidades a Bernard London
una mano de hostias para Brooks Stevens

 

Escrito en Lecturas Turia por Enrique Cabezón

5 de febrero de 2016

 

Antonia Pozzi nació en 1912 en Milán, donde murió en 1938.
Ha publicado: Parole y La vita sognata e altre poesie inedite.

 

 

 

 

 

 

 

LA VIDA

En el umbral del otoño
en un ocaso
mudo

Descubres la ola del tiempo
y tu rendición
secreta

Como de rama en rama
ligero
un caer de pájaros
a los que las alas ya no aguantan.

 

GRITO 

No tener un Dios

no tener una tumba

no tener nada firme

solo cosas vivas que huyen  —

ser sin ayer

ser sin mañana

y cegarse en la nada —

— ayuda —

por la miseria

que no tiene fin —

 


INCREDULIDAD

Las estrellas - las nubes exiliadas
más allá del viento
quién sabe por qué
espacios desconocidos caminan.

Ayer corrían sombras
sobre las nieves de la colina -
como dedos ligeros.

Ojos no míos
que la niebla invade -



PENSAMIENTO

Tener dos largas alas
de sombra
y plegarlas sobre tu mal;
ser sombra, paz
vespertina
en torno a tu apagada
sonrisa.


LA ARMÓNICA

En un claro - dulce
sollozante armónica -
quisiera oírte - acompañando
una danza de muchachos
ante rocas
que el ocaso desangra y deja exánimes
en brazos del cielo -

no aquí - en la dura calle
donde cantas canciones de miseria
y tu voz es un sarmiento
reluciente de hiedra
que abraza en vano
las altas casas enemigas.


MUERTE DE LAS ESTRELLAS

Montañas - ángeles tristes
que en la hora del crepúsculo
mudas lloráis
al ángel de las estrellas - desaparecido
entre oscuras nubes -

arcanos florecimientos
esta noche
en los abismos nacerán -

oh - sea
en las flores de los montes
el sepulcro
de los astros apagados -


RÍO

Oh día,
oh río,
oh irreparable andar -

suben a tus riberas las mentiras
como duras gravas -
se eleva en tu desembocadura un blanco
sepulcro para tus
olas -

oh día,
oh río,
oh irreparable andar que recorre el alma -

oh alma mía
en soledad elegida
para que viva entre
en su ataúd.


REFLEJOS

Palabras - vidrios
que infielmente
reflejáis mi cielo -

en vosotras pensé
después del ocaso
en una oscura calle
cuando sobre los guijarros cayó una vidriera
y los fragmentos largamente
esparcieron en el suelo luz.



AMOR DEL AGUA

Por el valle que es un lago
de sol - agitado por la ola
de las campanas -
huye la sombra
y se reúne
bajo un árbol solitario
donde el torrente
cae -

Toda la sombra y la frescura del mundo
se cierran en torno
a la frente acalorada
del niño
que - asomado a la orilla -
no sabe liberar
su alma abandonada
de los plateados brazos
de la casc

Escrito en Sólo Digital Turia por Antonia Pozzi

8 de enero de 2016

 

 

Traducción y nota de Álvaro García

No encuentro muchos poemas infantiles como 'The Sound Collector', de Roger McGough, donde las cosas concretas se abren a lo inconcreto y el sonido de los versos, con sus fijaciones y oscilaciones, deja lo cotidiano ante el vacío que nos amenaza y nos potencia. Recitado, puede ser inquietante.

 

 

 

 

Hoy llegó un desconocido

vestido de negro y gris.

Empaquetó los sonidos

y se los llevó de aquí.

 

El hervir con un silbido,

el cerrarse el pasador, 

el ronroneo del gatito,

el tic tac del reloj.

 

El salto de la tostada,

el crujir los cereales.

Al untar la mermelada,

el áspero ruido que hace.

 

El chupchup de la cazuela,

el tintineo del horno,

el borboteo en la bañera

al llenarse poco a poco.

 

El golpeteo del agua

de la lluvia en el cristal.

Cuando se hace la colada,

el glugú del desaguar.

 

El llanto del niño chico.

La silla cuando la arrastro.

De la cortina, el chirrido.

El crujir de los peldaños.

 

Alguien vino esta mañana

sin decir su identidad.

Nos dejó sólo el silencio.

La vida no será igual.

 

THE SOUND COLLECTOR

 

A stranger called this morning

Dressed all in black and grey

Put every sound into a bag

And carried them away

 

The whistling of the kettle

The turning of the lock

The purring of the kitten

The ticking of the clock

 

The popping of the toaster

The crunching of the flakes

When you spread the marmalade

The scraping noise it makes

 

The hissing of the frying-pan

The ticking of the grill

The bubbling of the bathtub

As it starts to fill

 

The drumming of the raindrops

On the window-pane

When you do the washing up

The gurgle of the drain

 

The crying of the baby

The squeaking of the chair

The swishing of the curtain

The creaking of the stair

 

A stranger called this morning

He didn’t leave his name

Left us only silence

Life will never be the same.

Escrito en Sólo Digital Turia por Roger McGough

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