
En el capítulo final de Réquiem, en la cena que reúne al yo narrador con el gran poeta portugués al que ha perseguido en sordina durante todo el libro, incluye Antonio Tabucchi (1943-2012) un diálogo en el que, a propósito de los platos de la carta, se ironiza sobre cómo la vida llega en ocasiones a imitar al arte, subvirtiendo el precepto clásico. Como si no quisiera contradecirlo, el destino quiso, con un trágico y apresurado bucle cuya ironía no hubiera desdeñado el propio escritor toscano, que su vida se apagara un domingo de marzo, hace ahora un año, tal como la de uno de sus grandes personajes, el protagonista de Tristano muere.
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