Es Jaume Plensa (Barcelona, 1955), un autor que habla constantemente de vibraciones, y él es una persona que genera buena “vibra”, como dirían en Sudamérica. Ha de vibrar el material, como lo ha de hacer la idea que lo atraviesa, y la relación que genera la obra con el espectador.
Es Plensa un orfebre del idioma aunque no escriba, y lo es creando imágenes visuales (esta entrevista es buen compendio de un generoso puñado de ellas) que suele terminar volcando en el dibujo y, sobre todo, la escultura. Es la ubicada en ámbitos públicos la que le ha terminado dando notoriedad (la “Crown Fountain” de Chicago, o “Julia”, en la arisca plaza de Colón de Madrid, donde ayuda a poner algo de calma), aunque ese reconocimiento comenzara en los noventa en su experimentación con los materiales.
Hoy, el catalán es uno de los creadores españoles más afamados fuera de nuestras fronteras. Su labor ha sido reconocida con galardones como el Premio Nacional de Artes Plásticas o el Premio Velázquez, también con la Medalla al Mérito de las Bellas Artes (2021) o la Medalla de la Orden de las Artes y las Letras de Francia (1993). En sus idas y venidas, conseguimos citarnos con él telefónicamente una mañana de domingo. Le pillamos en el estudio rodeado de silencio, para él, también materia prima de la labor escultórica. Comienza aquí la sucesión de recuerdos, de lecciones de vida, que afable comparte con nosotros y que van estructurando los grandes hitos de una biografía necesaria.
- Ni siquiera en domingo descansa
- Bueno. El estudio es una maravilla en sábado y domingo porque no tengo ningún ayudante rondando. Aquí hay una paz maravillosa. El mío está en una zona industrial, de forma que tampoco molestan los vecinos. Hay como un silencio especial. Por eso los fines de semana, los festivos o las vacaciones clásicas de agosto, Laura y yo intentamos estar aquí porque es el mejor momento para la reflexión.
- Se avanza más, supongo, claro.
-No lo sé. Hay mayor intimidad. Ayer me lo pasé bomba. Fue un día extraordinario. Es entonces cuando dibujo. El silencio del estudio normalmente es para dibujar.
“El dibujo posee una inmediatez que te ayuda a crecer”
- Para muchos creadores, el dibujo es una manera también de organizar ideas, de pensar en voz baja.
-Yo desde siempre he trabajado mucho, por supuesto la escultura, pero también el dibujo y el grabado, porque han sido elementos casi de laboratorio. El grabado, por descontado. Y el dibujo, porque hay una inmediatez entre tu cabeza y tu mano que a veces la escultura no puede tener porque implica procesos industriales, procesos para los que necesitas la ayuda de un equipo. El dibujo posee una inmediatez que, no sé, es muy satisfactoria porque te ayuda a crecer.
-¿Cómo supo que quería ser artista? ¿Había antecedentes familiares?
- En mi casa no había antecedentes. Yo nací en el barrio de Sants, que es un barrio muy, diríamos, castizo para lo que es Barcelona. Muy bonito. Un barrio muy barrio porque la gente ni salía de él para hacer nada. Todo pasaba allí. Un microcosmos. Y la verdad, no sé por qué soy artista aún, pero me acuerdo que acompañaba mucho a mi padre a comprar libros de segunda mano al Mercat de Sant Antoni. Y me fascinaban las portadas de esos libros maravillosos: sobre los etruscos, los sumerios, el arte egipcio... Y creo que si soy artista también es gracias a la poesía, a los poetas, porque ellos tienen la capacidad maravillosa de generar imágenes a través de las palabras. Y tú como lector creas la imagen. Esta sensación tan extraordinaria de poseer una imagen que solo tienes tú, a mí me dio mucha seguridad con mi vida y con mis cosas. Le estoy muy agradecido a los poetas por todo lo que me aportaron.
- ¿Y se lo pusieron fácil en casa una vez que dijo “me voy a dedicar a esto”? Porque si no me equivoco, hay en usted como una especie de vocación, una inclinación hacia la medicina truncada.
-A mi padre al principio le costó un poquito. Pensaba que era un desastre, pero después se fueron acostumbrando. Yo perdí a mi madre muy joven. Entonces mi padre también se tuvo que adaptar a la situación. Con los años, al ver que yo era feliz con lo que hacía, se tranquilizó.
“El artista tiene un privilegio, que es su mirada conceptual sobre las cosas”
- ¿Fue el miedo al dolor lo que truncó esa vocación médica? Porque el mundo está lleno de dolor, Jaume. ¿Cómo se afronta ese dolor desde el arte?
-El artista tiene un privilegio, que es su mirada conceptual sobre las cosas. Yo tengo muchos amigos médicos, los admiro profundamente, porque ellos están al pie del cañón, como aquel que dice verdad. Afrontan el sufrimiento cara a cara y el dolor humano. No sé cómo compararlo. Por ejemplo: un alcalde está más cercano a los ciudadanos que un presidente de un país, por decir algo. Por esta lejanía, nosotros tenemos una visión del dolor mucho más conceptual, más global. Cuando ves a Goya, “Los desastres de la guerra”, obviamente él no estaba disparando en una trinchera. Pero sí que entendió mejor que nadie lo que era el dolor de una contienda béelica. Y a veces casi más que un fotorreportero. Esta capacidad extraordinaria es solo del artista. Por eso siempre lo considero un privilegio. Y es verdad: el dolor está en todas partes, pero esta proximidad o distancia de la que te hablo, creo que es definitiva. Suerte que me di cuenta de esto, porque, de no ser así, estarías hablando ahora con un médico...
“Siempre he reivindicado el silencio como una necesidad absoluta para poder pensar de verdad con nuestras propias ideas”
- Sus esculturas monumentales recientes, figurativas, piden silencio...
- Sí. Yo creo que desde siempre he reivindicado el silencio como una necesidad absoluta para poder pensar de verdad con nuestras propias ideas, con nuestras propias vibraciones. Lo he repetido infinidad de veces. Lo que pasa es que en estas últimas piezas, que son más figurativas, decidí hacer algo muy literal, ese dedo que se posa sobre los labios. De una forma muy suave, pero pidiendo silencio. Pero no es un silencio impositivo, es un silencio de “hablen un poquito más bajo, por favor. Calmaos un poco”. Porque creo que estamos viviendo, no sé por qué razón, un momento en el que las ideas y los mensajes generan mucha crispación. Se ha polarizado mucho todo. Incluso en la cultura. Parece que nos dividimos en buenos y malos. Siempre se está contra alguien. Y te juro que yo no estoy contra nadie. Ni creo que mis ideas sean mejores que las de otros. Simplemente son las mías. A veces parece que no cuadren. Por eso pido calma. Si estáis en silencio, entenderéis mejor vuestros pensamientos. Y pasaréis al espectador este mensaje para que él trate de escuchar los suyos, porque son tan importantes como los nuestros. Esta voluntad de silencio lo es de que la obra de arte, de alguna forma, sea como un espejo en donde se refleje cada espectador.
- Desde luego hay una gran diferencia entre esos proyectos últimos a los que se refiere y los iniciales, cuando trabajaba con el hierro fundido. ¿Qué se mantiene y que ha cambiado?
- Se mantiene desde el minuto cero en mi trabajo intentar que sea reconocible como obra. Que lo aportado no necesite contexto. Estarás de acuerdo conmigo en que muchas veces cuando exponemos en una galería, en un museo, eso nos da el contexto que nos permite hacer cosas que en otro sitio no serían comprensibles. Yo siempre he pretendido que la obra sea como una cápsula que se entienda por sí sola. Como cuando tienes un libro entre las manos. Después, si lo abres y lo lees, sabrás si te gusta o no. Pero de nada lo has reconocido. Creo que el arte tendría que volver a ser reconocible inmediatamente. Después, para mí siempre fue básico acercar al espectador el arte, o mi obra, de una forma emocional. He pasado un tránsito donde siempre ha habido cierta figuración, a veces de una forma menos evidente, porque incluso lo que había era ausencia de la figura. Por ejemplo, en la época de las “Puertas”; el pomo de una puerta te da la medida exacta de una mano. O la misma puerta, la medida de tu cuerpo para pasar. Pero no estaban presentes ni el cuerpo, ni la mano. Siempre he sido un artista con una voluntad figurativa en su obra. Representar el cuerpo. Reivindicar la forma humana como complemento en el arte, en el espacio público o en la Naturaleza es imprescindible.
- Llegarían luego otros materiales, quizás menos relacionados con la escultura como la luz. Alguna vez ha dicho que no importaba tanto el material como la vibración de la materia. ¿A dónde conduce esa vibración?
- Bueno, estarás de acuerdo en que la materia es imprescindible. Como lo es la relación entre el cuerpo y el alma: sin el cuerpo, es muy difícil hablar de alma. Sin el material es muy difícil hablar de este contenedor que es la escultura, en el cual intentas guardar mensajes, que son estas vibraciones de las que yo te hablo, estas ideas. Me di a conocer internacionalmente con el hierro fundido. Y un día, fijándome en la fundición en ese hierro de color rojo, pensé: “Esto es luz”. Entonces, ¿qué es lo que cambia de la luz o del hierro? Simplemente tu actitud con él. Esto me abrió un mundo nuevo, y estuve investigando y probando con la luz, con el sonido, y aún sigo, con los címbalos y las gotas de agua, con los gongs...
“El arte tiene una capacidad enorme de regeneración y de futuro”
-¿Y cuál es la conclusión?
Vuelvo a la pregunta que me has hecho antes, vuelvo al silencio. No hay un material que vaya en una única dirección, no hay un material bueno, ni malo. Es tu actitud con ellos la que cuenta. La gente cree que he experimentado muchos materiales, lo que es probable, pero es que cada material nacía con una idea. No puedes utilizar el mismo si la idea no es exactamente parecida. Entonces, creo que he tenido un registro muy amplio, pero al final siempre he estado hablando de las mismas cosas, sobre lo que tú me preguntabas antes también: La voluntad de crear puentes entre las personas, entre las culturas, entre el pasado y el futuro. Esta idea de que el arte tiene una capacidad enorme de regeneración y de futuro. No importa qué material utilices, sino la vibración que hay detrás.
- Tiene otra anécdota muy bonita que ha contado también alguna vez, que es cómo se quedaba dormido en la caja del piano que tocaba su padre. Y ahí, claro, no sé si esa obsesión por la vibración ya está presente desde el propio Jaume niño, en el que experimenta la vibración en todo su cuerpo.
- Es probable. Lo que pasa es que no me di cuenta hasta adulto de que, en el fondo, me fascinaba estar dentro del piano. Y sobre todo que mi padre, al no reparar en ello, tocase ese instrumento. Estos recuerdos son recuerdos muy poderosos, pero que se han ido configurando, los he ido entendiendo con los años. Y cuestiones que tal vez eran misteriosas, se han ido volviendo luminosas y muy claras. Pero siempre parece que hay algo que no está resuelto. Y entonces hay como cierta obsesión por volverlo a intentar. Parece como el mito de Sísifo, que cuando parece que rozas algo con los dedos, ¡pum!, se te vuelve a derrumbar. Y creo que esto es maravilloso en nuestro trabajo. Aunque es complejo gestionarlo. También con la edad lo entiendes mejor, ya no te lo tomas todo tan a pecho como cuando eres joven, que pasabas días que creías que estabas acabado, otros que eras un genio, otros que volvías... Los altibajos eran brutales. Ahora creo que disfruto también esta duda permanente, esta especie de falta de confort en mi propio trabajo.
- Sí que hay dos influencias clarísimas en su labor. Ha hablado de la música, pero está asimismo la literatura. Eso nos lleva a Blake, a Shakespeare, a Canetti... Pero me gustaría centrarme más en las personas que le han influido. Gente de carne y hueso cercana con la que ha convivido.
- Creo que siempre que pienso en ello, acabo acordándome de un tío de mi padre, cuya hermano era violinista y que hacía jaulas para pájaros. Era un hombre muy romántico que se llamaba Josep Frank. Era de descendencia judía, del centro de Europa. No sabemos muy bien por qué vino a parar aquí. Se casó con una prima de mi padre. Y este señor, cuando yo era niño, me adoptó un poquito. Me hacía discursos y me dio mucha seguridad. Conservo con gran amor un retrato que le hice a lápiz siendo yo niño. Este hombre fue clave en mi vida.
“El alma de una sociedad es el poeta, el escritor, esta persona que está pensando mientras todos los demás duermen”
- Vuelvo entonces ahora a la literatura... Ese puente que establece entre el arte y los libros. ¿Cómo se produce?
- Creo que lo que me sucedía con esos autores que mencionaste antes, Canetti, Shakespeare, y me sigue sucediendo todavía, es que con ellos confirmo mis intuiciones. Era como si de pronto alguien hubiera dicho muy bien algo que tú tenías ahí pero no te acababa de salir. Aquello que decimos “lo tengo en la punta de la lengua”. Y de pronto Blake decía algo que tú ya percibías. Me acuerdo cuando leí por primera vez a Ernesto Sábato. Pasé semanas que no sabía qué pasaba en la vida. Me pegó un revolcón tremendo. Bueno, tantos y tantos otros autores. Encontré en la literatura, o en escritores muy específicos que rozan la poesía permanentemente en cada línea, esta confirmación de mis imágenes, de que tú no eres el dueño de estas imágenes. Muchas veces he dicho que el alma de una sociedad es el poeta, el escritor, esta persona que está pensando mientras todos los demás duermen. Él sigue en reflexión, en esta larga noche de su pueblo que tomo de un poema de Vicente Andrés Estellés, un poeta valenciano extraordinario, que escribía en valenciano, una maravilla. ¡Yo qué sé!: Goethe, Fausto; Las flores del mal, de Baudelaire; Los proverbios del infierno, de Blake... La lista es infinita. Shakespeare, que es Macbeth... Y tantos y tantos... Yo los comparo con las patas de mi mesa, donde he ido construyendo toda una especie de estructura personal gracias a estos compañeros de viaje. A veces pienso si habría sido estupendo conocerlos personalmente, pero creo que la maravilla de un artista o de un creador es su obra; su obra, en el fondo, es el documento. Un día desaparecemos, y ya está, pero es muy bonito que hayas podido dejar esta cápsula en el tiempo y que otra persona la pueda coger, abrir y seguir, como en esas carreras que te pasan un relevo. A mí estos autores me han ayudado muchísimo.
- De Macbeth ha dicho en el documental “¿Puedes oírme?”, de Pedro Caballero (2020), que es “escultura en estado puro”. ¡Usted no deja de crear imágenes mentales!
- ¡Claro! Es que, imagínate tú, cuando él se da cuenta de que no ha matado al rey, sino que ha asesinado la posibilidad de dormir, cuando se lo cuenta a su esposa. Es exactamente lo que pasa cuando estás trabajando en escultura: que a través de la materia estás hablando de abstracción, a través de lo concreto estás hablando de lo invisible. Creo que es la mejor definición que se ha hecho jamás de escultura. Y “Macbeth” es casi cinematográfico, es trepidante, cuando el bosque de Bírnam se mueve, empiezas a preocuparte; pero ellos se ponen ramas en la cabeza y se mueve el bosque. Eso es escultura todo el tiempo, ¡en estado puro! Shakespeare debía ser un genio porque, te hablo de “Macbeth”, pero hay otras piezas extraordinarias...
“Dedicarse al arte es un destino”
- Ha mencionado que ''mientras la sociedad duerme el poeta, el artista sigue trabajando”. Hay una cosa que les caracteriza a los creadores y es que no pueden dejar de crear. Yo no sé si dedicarse al arte o a la poesía, en el fondo, es una maldición.
- Yo creo que es un destino. Cuando me han preguntado por qué me hice artista, muchas veces respondo que era inevitable. Estoy de acuerdo contigo. A veces no es confortable, a veces es incómodo, porque te das cuenta de que era inevitable cuando has formado una vida que no era esta o estás en un lugar que no era el adecuado. Has de transformar y corregir cosas a tu pesar, porque también las querías y también eran próximas y cercanas, pero hay algo que te obliga de alguna manera a seguir. Y sí, la creación a veces tiene este punto tan fuerte.
“El alfabeto sería como la partitura de nuestra voz”
- Ha llega a usar el texto, el alfabeto como material. ¿Qué le caracteriza en esa dimensión?
- El alfabeto es una locura, ¡es de una belleza! Porque sería como la partitura de nuestra voz. Cuando un músico escribe algo que quiere que otro interprete, lo documenta en una partitura. Nosotros eso mismo lo escribimos en un papel o en el ordenador, con letras, y otro puede interpretarlo. Pero cuando hable y lo lea, estará sonando la música de su voz. El texto es la música de nuestra voz. Es una carga de memoria brutal. Una letra con otra letra, con otra letra... Van formando palabras, textos, mensajes, cultura. De lo más pequeño a lo más general. Es la idea de la piedra fundacional a cuyo alrededor se hizo el templo, la ciudad, el país, el continente, el mundo, el universo.
- ¿Escribe Jaume Plensa?
- Lo intento, porque esto es algo muy serio. Pero sí que hay veces que lo que intento decir no me es posible con una imagen, pero sí con un pequeño texto. Cada vez escribo más cosas más. Cosas cortas. No son haikus, pero casi. Hay una frase de Oscar Wilde que me tiene fascinado. Él decía que cuanto más viejo se hacía, menos escribía. Se había dado cuenta de que no tenía ningún interés en describir la vida, sino en vivirla. Es verdad que cuando nos hacemos mayores parece que nos vayamos concentrando en eso mucho más.
“Siempre me interesó enormemente el espacio público y la relación del arte con la sociedad”
- Y luego está la estatuaria pública. ¿Qué supone ese salto de escala y esa ocupación del espacio público?
- Desde que empecé, siempre me interesó enormemente el espacio público y la relación del arte con la sociedad. Era la forma más democrática de intercambiar experiencias, mis sueños personales con los de una comunidad, con las ambiciones de un colectivo. Desde el minuto cero ya trabajé en ello. Y es verdad que ha funcionado muy bien. He tenido experiencias en todo el mundo. Sigo teniendo muchos encargos. Me gusta mucho trabajar no solo en galerías y museos, sino en el espacio público. A pesar de que yo entiendo que un museo también es un espacio público. Pero la forma de encararlo es distinta porque el museo quiere o te pide determinadas obras; en cambio, de pronto, un grupo, una comunidad, se encuentra al día siguiente que han puesto algo en su contexto que no habían pedido. Es llenar un espacio que crees que no estaba completo. ¿Y para qué? Para que se vea todo lo demás, lo que tiene alrededor, mejor y más bello. Eso es obsesión en mi trabajo. Lo que aporte -volvemos a la vibración- debe equilibrar lo que estaba como un poco descompensado. Creo, por ejemplo, que ha sido una experiencia en este país extraordinaria lo que ha sucedido en la Plaza Colón de Madrid.
“La Crown Fountain fue todo un compendio de buenas vibraciones que llevaron a hacerla”
- Hablaremos luego de ella, pero antes le quería preguntar por Crown Fountain, en Chicago, no sé si, para usted, un hito en su carrera.
- Fue un hito porque no solo es fantástica, sino porque se pudo realizar. A veces tenemos el cajón lleno de ideas estupendas que no han sido posibles por mil razones. Pero la “Crown Fountain” fue todo un compendio de buenas vibraciones que llevaron a hacerla. La empecé en el año 2000 y se inauguró en 2004, es decir, se cumplen 20 años de esta pieza. Es curioso que siga siendo tan importante, muy radical como concepto de espacio público y, sobre todo, una guía y una inspiración para muchos urbanistas en su concepto de plaza. La plaza vacía, que es un concepto de países como el nuestro, mediterráneo. La plaza ágora siempre estuvo un poquito vacía, precisamente porque vendrá gente a llenarla. No la llenes tú de objetos. Por eso Chicago fue la reivindicación de la gárgola como idea para el espacio público porque nos aporta asimismo el agua como elemento, algo tan fundamental en nuestras vidas. Sigue siendo una pieza muy importante en mi vida.
“Siempre que puedo instalo obras en el agua, o cerca, o en el límite del agua. O hago un espacio con agua”
- Ha definido alguna vez el agua como el gran espacio público. Crown Fountain es una lámina de agua transitable...
- También me habrás oído decir que yo no sé nadar, no floto. Solo he podido flotar en el Mar Muerto y he sido feliz allí. Pero mi obsesión era poder andar sobre el agua, volver a sentir la humedad, a ser partícipe con el agua. Porque todo lo relacionado con ella lo ves de lejos. En el fondo, no notas nada. Y ese fue, yo creo, uno de los éxitos de esta pieza. Siempre que puedo instalo obras en el agua, o cerca, o en el límite del agua. O hago un espacio con agua. Fíjate la casualidad allí, en la Plaza Colón, el lugar donde me pidieron la pieza era sobre un teatro, el Fernando Fernán Gómez, donde había en el pasado toda aquella cascada. ¿Te acuerdas? Y pensé “mira, qué suerte tengo, porque siempre hay agua cerca”. Era lo único que a mí me gustaba de toda la Plaza de Colón.
- Esa obra fue un encargo. ¿Se lleva bien con ellos, no limitan la imaginación?
- Si todos los encargos son como este, yo firmo. El encargo fue que hiciera un proyecto con agua. No se limitaba más. Y se lo pidieron a tres artistas. El mío ganó el concurso de ideas. Chicago ya contaba con una fuente muy famosa pero muy tradicional. Y ellos querían, en el nuevo Millennium Park, darle una vuelta a la idea. Creo que lo logré con este proyecto. Es una fuente, porque me gusta el agua con locura, pero podía ser muchas cosas. Recuerdo que cuando me encontré con los Crown, la familia que esponsorizaba el proyecto, yo estaba instalando la exposición en el Palacio de Velázquez de Madrid, en el año 2000, que fue una exposición muy importante también y que cambió muchas cosas en mi forma de ser. Y me acuerdo que en la reunión había dos 'advisors' que dijeron que habían visto mi exposición en el Jeu de Paume de París, y que les había impresionado tanto que yo era el artista adecuado.
- Cabe preguntarse si sus resultados son tan figurativos como parece. Cuando está trabajando con los alfabetos, por ejemplo, reconocemos las formas, pero hay más de abstracción de lo que pueda parecer.
- La idea de esos cuerpos que hago con alfabetos la tuve en Tel -Aviv, donde decidí hacer un cuerpo con textos. Porque pronto me di cuenta de que la vida nos va tatuando. Y que es invisible este tatuaje que nos genera. Así llamé “Hombre de Tel-Aviv” a la primera obra de esas características que hice. Y es verdad que, a pesar de sus formas humanas, son piezas más abstractas. Por ejemplo, casi nunca les pongo cara. Y el pecho queda abierto para que sean penetrables. Esto me interesa mucho: el cuerpo como una cúpula en donde puedes entrar y sentirte protegido. Ver el mundo a través del texto. Hay un componente muy arquitectónico en estas piezas que tal vez las hace más abstractas, como tú dices.
- Mencionábamos antes su capacidad para generar constantemente imágenes. Hay una frase suya que me encanta, se refiere a la escultura que es figurativa. En esos casos, la escultura tiene espalda. Y es una cosa que le ha obsesionado: intentar descubrir la espalda de las esculturas. ¿Has intentado también verle la espalda a los textos? ¿Fue como nace, por ejemplo, El libro de vidrio?
- El libro de vidrio, y también las cortinas de textos. Lo había dicho muchas veces antes: a veces me parecía al leer un texto que las letras estaban delante de un paredón a punto de ser fusiladas. Yo quise liberarlas de esta presión que es la pared blanca, el papel. Y “El libro de vidrio” lo hice con un poeta, Toni Tapiès i Barba. Él hizo un poema que yo descompuse en todas las páginas del libro. Y cuando lo cerrabas tenías a la vista toda la composición entera. Creo que es muy potente. Si ponías la mano detrás, la veías. Fue un libro muy importante conceptualmente en aquel momento. Hice sólo quince ejemplares. Supongo que algunos se habrán roto en el camino. Y, después, la herencia de este libro han sido las cortinas de poesía que he seguido haciendo con los años.
“La cabeza es el resumen de todo el cuerpo”
- Sin embargo, usted se ha centrado en otra paradoja: el rostro; aquella parte del cuerpo, tan importante, que somos incapaces de vernos, y que entregamos a los demás.
- La cabeza es el resumen de todo el cuerpo. Cuando dos ideas se encuentran, ya está: es demasiado tarde para arreglarlo. Entonces todo el cuerpo, en el fondo, verifica las experiencias o las intuiciones que estás teniendo en tu cabeza en torno a esas dos ideas. La cabeza es tan potente que por eso todas las culturas históricamente, en un momento u otro, las han hecho: cabezas de Budas, las cabezas olmecas, las de Pascua... Incluso las caras que ves en el planeta Marte. Todo rostro es un poquito como el silencio. Es una ambición que no logramos nunca abarcar. Porque nunca lo que vemos es de verdad; porque lo hacemos a través de un espejo y siempre invertido. Hay deseos que jamás se llegan a cumplir, como el silencio absoluto, como traducir un rostro. Yo a la cabeza la tengo una fascinación, y al rostro más que a la cara. Fíjate en una tradición religiosa, en el cristianismo, aquella Sábana Santa que guardó la impronta de uno. ¡Qué fuerte!, ¿no? Es fascinante. Creo que siempre, en un momento u otro de la Historia, tenemos esta necesidad de volver al punto de salida. No podemos siempre vivir en la abstracción. La abstracción es muy interesante, pero tiene un punto intelectual muy fuerte que necesita de lo físico en algún momento. Si no, se deshace. Todos los grandes pintores abstractos, en algún momento, acaban haciendo referencias figurativas. ¿Por qué? Porque no puedes vivir en la flotación. Somos humanos.
“Una persona acaba siendo un lugar que siempre te acoge, al que siempre puedes volver”
- Su imagen más poderosa es la que dice que cada rostro es un lugar y que su lugar favorito es su pareja, Laura. Eso sí que dejará a todo el mundo en silencio.
- Esto ocurrió un día, no me acuerdo si era en Japón, que me preguntaron dónde me gustaría vivir. Yo contesté: “Donde viva Laura”. ¿Por qué? Porque Laura es el lugar. Para mucha gente que tenga pareja o que quiera a alguien y se sienta a gusto cerca entenderá perfectamente lo que quiero decir. Una persona acaba siendo un lugar que siempre te acoge, al que siempre puedes volver. Es un punto de salida y de encuentro. La mano de Laura es un destino. En el fondo, somos nómadas hasta que encontramos el amor. El amor de verdad es el que te da alas. Te hace más nómada, más salvaje, más aventurero porque aporta seguridad. Sabes que tienes un refugio de vuelta. No creo en el amor que te encierra o te reduce.
“La belleza es muy fugaz, es como un tránsito”
- Tampoco es casualidad que todos sus rostros sean femeninos.
- Esto fue una decisión. Cuando acabé la Crown Fountain, para la que se filmaron en vídeo alrededor de mil rostros de gente que habitaba la ciudad, yo quería hacer un mosaico lo más amplio posible: Niños, ancianos, hombres, mujeres, razas... Lo máximo que representase perfectamente la ciudad de Chicago. Me di cuenta de que me encantaba el retrato. ¡Qué agradable era estar cerca de alguien y pedirle que cierre los ojos, los abra, que ponga la boca como si fuera a apagar una vela!... El resultado es una gárgola. Cuando terminé decidí seguir en el retrato, pero solo de mujeres. Mujeres jóvenes que están en este momento en que no son ya niñas. La belleza es muy fugaz, es como un tránsito. Reivindicaba lo femenino como gran arma de futuro. Una mujer, lo femenino, conserva la memoria y la tradición en una familia, en una sociedad. Pero tiene la carga extraordinaria de crear futuro. Nosotros los hombres, que somos muy interesantes, somos un accidente en este proceso. Decidí pues solo hacer estas niñas. Siempre con los ojos cerrados, intentando hablar de este mundo interior que mantenemos oculto, que no nos acabamos nunca de mostrar por pudor, por cultura, por mil razones. De pronto, aquella mujer, aquella niña, ya no es una persona concreta, sino puede ser la tuya, la suya... Esto pasó con la “Crown Fountain”, que de pronto te muestra el rostro de un anciano que podía ser tu padre o tu tío, de un niño que podía ser tu hijo, o de una mujer que podía ser tu esposa.
“Julia expresa la fuerza que tiene el arte de regenerar y de introducir conceptos que todo el mundo puede compartir”
- Por cierto, ¿qué le evoca a usted Julia en la Plaza de Colón?
-Yo creo que ha sido de las cosas más fantásticas que me han ocurrido en mi vida. La forma en que la gente de Madrid, los madrileños, han abrazado a “Julia” y la han hecho suya. El otro día mi hijo, que vive en Estados Unidos, me mandó una imagen de un póster de Madrid que han hecho en Inglaterra. La imagen es “Julia”. Esto me emociona mucho. Ya salió en una revista que tenéis en Madrid una conversación el Día de la Mujer, el 8 de marzo, entre la Cibeles y “Julia”. Ella bajaba del carro y hablaba con la escultura. Esto es genial porque expresa la fuerza que tiene el arte de regenerar y de introducir conceptos que todo el mundo puede compartir. La plaza de Colón, como tantas en el mundo, es muy dura, muy hostil. Creo que “Julia” le ha dado ternura, un punto de referencia. La ha vuelto humana, por la escala, por mil razones más. Espero que se quede. La pieza, como sabes, no es mía. Es de la Fundación María Cristina Massaveu-Peterson. Han sido de una elegancia extraordinaria porque la cuidan, la restauran, la limpian. La polución en Madrid es altísima, más en el centro, en la plaza de Colón. La pieza, al ser tan blanca, tan pura, de vez en cuando se ha de limpiar. Y cada año ellos la ceden de nuevo al Ayuntamiento. Espero que siga esta cesión, porque creo que la pieza queda fantástica en ese emplazamiento.
- Y considera que una gran esfera de alfabetos es su autorretrato. ¿Se ha enfrentado alguna vez a su propia imagen?
- Bueno, yo creo que está bien así. Mi autorretrato es esta esfera que mencionas y que contiene un personaje dentro. Tanto la esfera como el personaje están hechos de alfabetos. En el fondo, supongo que es lo que acabaré siendo, difuminándome en esto.
“Siempre me propuse que mi obra mandara un mensaje positivo al mundo, un mensaje de esperanza”
- La frase es suya: “Se ha pensado siempre que el intelectual, que el artista ha de estar más por la tristeza que por la alegría. Más por la fealdad que por la belleza”. De hecho, reivindica la belleza. ¿Por qué?
- Porque desde siempre también me propuse que mi obra mandara un mensaje positivo al mundo, un mensaje de esperanza. Ya sé que el mundo es un desastre. El ser humano es muy imperfecto, pero también te tengo que decir que a veces con nuestra imperfección tenemos la capacidad de iluminar la vida. Esto es un mensaje que puede ser muy útil no solo para el más rico sino también para el más pobre. Me acuerdo una vez que, con Médicos del Mundo, me tocó inaugurar una exposición para ayudar en la guerra de los Balcanes. Yo nunca había estado en un país en guerra y eso me impresionó profundamente, porque aquella gente lo que necesitaba era una flor en la mesa, un abrazo, amor de verdad. No precisaban de una escena más de guerra también en mi exposición. Ellos ya sabían qué era la guerra y aún mejor que yo. Y a veces esto me ha puesto en duda, y por eso de verdad yo intento mandar belleza. La belleza siempre ha sido en toda la Historia un arma revolucionaria. Porque la belleza no tiene ningún compromiso con nada. Y la puedes entender tú, yo y el otro. Cada uno la hacemos nuestra de una manera diversa y esa es su fuerza arrolladora. Me molesta que a veces que se ha utilizado la palabra como algo cursi o de color rosa, y la belleza no tiene nada que ver con eso. Es un arma cargada de futuro, que diría el poeta.
“El arte ha de ser tan inútil que todos nos sintamos capaces de apropiarnos de él. Esto es su fuerza”
- Cuando fue investido doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de Barcelona reivindicó la inutilidad, y sin embargo, necesidad del arte. Esto tiene que explicárnoslo.
- ¡Qué gran contradicción o paradoja!, ¿no? Pero, ¡qué verdad! Es decir, cuando tú le quieres sacar rendimiento a la creación estás perdido. Esto es: el arte ha de ser tan inútil que todos nos sintamos capaces de apropiarnos de él. Esto es su fuerza.
- “En mi vida todo empieza a ser retrospectiva”. También cree que la mejor obra es la que está por llegar. Eso significa que queda mucho por hacer, ¿no?
- Pues sí. Si no, no iría hoy al estudio porque me faltan horas. Es otro de los privilegios de nuestro oficio, esta posibilidad de reflexión y de trabajar con tus fantasmas. Y la edad también acaba siendo un fantasma porque cada vez acumulas más información y memoria, y has de saber liberarte de ella para seguir siendo fresco. Esto es muy apasionante.
“El arte es la vida”
- Termino parafraseando torpemente a Shakespeare. Dice ser artista como manera de crecer como persona. “¿Esa es la cuestión?”
- También he dicho en muchas ocasiones que la obsesión no era crecer como artista sino como persona. El arte es una consecuencia de tu vida. Siempre lo he pensado así. Yo creo que el arte no es una reflexión intelectual aparte. Es la vida. Nunca será tan fuerte como ella pero es lo que más puede sentir su perfume. El perfume de la vida. Y yo creo que sin arte nos moriríamos en segundos.
- Permítame la licencia y la ironía, pero usted se ha hecho “muy mayor”.
- Sí, mi densidad humana es cada vez más enorme. He multiplicado muchas cosas. Hay cuestiones que no puedes hacer en una edad o en otra. Pero creo que el arte tiene la enorme capacidad de ayudarte a utilizar todas las herramientas de tu época. Y cada edad tiene unas. Estamos en un momento súper excitante.
- Yo estoy a punto de cumplir los 50. Deme algún consejo.
-Lánzate al agua de los 50 porque es una edad extraordinaria. La gente tiene la crisis de los 40, pero nunca tiene crisis de los 50. Igual tienes otras, pero la década de los 50 ya verás cómo será inolvidable.