Hacer del método científico una poética del pensamiento no es una empresa inédita. Hace más de un cuarto de siglo, Hans Magnus Enzensberger fundió las raíces de la poesía y la ciencia en las "37 baladas de la historia del progreso", que publicó en su libro Mausoleo. Más recientemente, el pensador alemán ha proseguido sus "miradas de soslayo" en poesía y prosa en Los elixires del progreso. Enzensberger se congratula de haber superado por fin el cientifismo excluyente decimonónico, cuyo epitafio es el Bouvard et Pécuchet flaubertiano. Tras asociar el léxico de la astronomía, las matemáticas o la física a lo que Jakobson denominó "función poética", Enzensberger colige que toda narración científica se fundamenta en un discurso metafórico: "Invisible como un isótopo que sirve para el diagnóstico y la medición de tiempos, imperceptible pero apenas renunciable como un oligoelemento, la poesía está actuante allí donde nadie la supone".

Esas sugestiones permiten calibrar las intenciones de Jorge Wagensberg (Barcelona, 1948). Doctor en Física, profesor de Teoría de los Procesos Irreversibles en la Universidad de Barcelona, ameno divulgador y cabeza pensante de la modélica Área de Ciencia y Medio Ambiente de la Obra Social de "la Caixa", Wagensberg encadenó en Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál era la pregunta? (2003), colección de aforismos que otorgaban un tono coral a unas reflexiones que, como anuncia el interpelativo título, pretenden que el lector abandone la arcaica condición de "desocupado" para pasar a ser "interactivo".

Siguiendo la misma estrategia, Wagensberg vuelve a proponer en A más cómo, menos por qué 747 reflexiones sobre la verdad, la duda, lo bello y lo inteligible, la selección y la evolución, las construcciones y fronteras de lo humano, los museos y el arte… Y lo hace en dos formatos de pensamiento y expresión. En la primera parte del libro utiliza el aforismo como distancia corta y en la segunda opta por géneros literarios como la crónica o el cuento para modular la distancia larga. Wagensberg considera el aforismo "el más científico de los géneros literarios"  y subraya que "la poesía es más científica que la historia" y se vacuna contra la autocomplacencia: "El dudoso prestigio de los aforismos procede de la facilidad con la que se logra un aforismo malo", advierte. El aforismo, como la buena poesía, expresa lo máximo con el mínimo número de palabras, una decena a lo sumo, por lo que el autor encadena sus reflexiones para que sean leídas como los versos de un poema. A cada familia de aforismos le corresponde en la segunda parte un texto que permitirá que esa idea "empaquetada en una sola frase se disuelva, se desarrolle y viva su propia vida". Como ejemplo, la segunda ley de Newton, que se escribe con tres letras (F=ma), "pero comprende cualquier movimiento de cualquier cuerpo cuyo conocimiento quizá se exprese con una larga, muy larga secuencia de datos". La relación entre reflexiones extensa y compacta podría explicar algunas opiniones de un periodista de la celebridad del polaco Kapuscinsky, cuando afirma que la capacidad de expresión poética es la semilla del mejor periodismo. Para Wagensberg, "una frase de veinte palabras se conserva peor que una palabra y un texto de mil palabras peor que una frase de veinte. En veinte palabras la intención es más bien comprender, en mil palabras la intención es má bien conocer".

Partiendo del cogito ergo sum descartiano, Wagensberg indaga en los fundamentos de la verdad y la inteligibilidad, que "es la belleza externa de las cosas". Apunta como primera evidencia del sentido estético la simetría obsesiva de un hacha de Homo erectus, mientras que la autoconciencia se plasmaría en un enterramiento ritual neandertalense y el conocimiento abstracto en la inteligibilidad del Homo sapiens que esboza una pintura rupestre. Tienen estos aforismos un ritmo y una cadencia que repiquetea en el pensamiento como las gotas de lluvia en un fino cristal. Palabras que propician la simbiosis entre Ciencia, Literatura y Arte. "El árbol amazónico Acariquara ilustra una intuición de Oscar Wilde: hace milenios que la naturaleza copia a Gaudí". Los asombros de Einstein que le llevan en volandas desde los cinco años a los veintiséis, cuando su Teoría de la Relatividad "prepara los siguientes cien años de la ciencia" señalan en lo cotidiano la fuente primigenia de los genios. Einstein y Newton inspiran el título del libro: "A más cómo, menos por qué". Y esa frase sobre la que pivota la especulación científica abre la puerta del asombro permanente. "Educar no es llenar sino encender", advierte Wagensberg.

La curiosidad del escritor de aforismos alcanza a la ciencia social. Nos dice que en las sociedades creativas como el Renacimiento italiano las masas se miran en la elite, mientras que en las destructivas, como el nazismo, la elite se mira en las masas. En los últimos apartados de su exploración revela su experiencia museológica en la colisión de objetos, fenómenos, ideas y visitantes. Ese Museo Universal, utilizando una denominación del siglo XIX, depara cuestiones como la creación, la copia, el plagio y la clonación. Si el museo es interacción, la conversación es el postrero mojón de un autor que cuantifica cada formato comunicativo, al igual que lo hace entre la extensión aforística y el desarrollo narrativo de esos aforismos. "Un individuo es para la reflexión, dos individuos son para la conversación, unos diez son para la tertulia y unos cien son para la conferencia". La reflexión supone la independencia individual ante la incertidumbre.

Y al final, los aforismos se despliegan en poemas en prosa: la innovación tiene la forma de un violín de Cremona. La tecnología no es capaz de conseguir el "raro terciopelo" de un sonido de violín. Y el aserto platónico de que conocer es recordar se reafirma cuando el profesor Wagensberg evoca el sabor de los morados melocotones de agua de su infancia que comía directamente del árbol "quizá, como los violines de Cremona, ya no vuelvan". La ley de Proust gravitando en un pensamiento científico. Poesía actuante donde nadie lo suponía.- SERGI DORIA

 

 

 

Jorge Wagensberg. A más cómo, menos por qué. Barcelona, Tusquets, 2006