Siete por ocho, cincuenta y seis. Este es el
número de ventanas que tenía un edificio
de Varsovia. Dormí junto a una de esas
ventanas. En Washington y en Budapest
también descubrí otros edificios que tenían
cincuenta y seis ventanas. Pero no dormí
dentro. Es fácil contar las ventanas de un
edificio. Y las personas que se asoman.
Lo que no es fácil es contar las ventanas
que hay en cada persona. Y no hablo de lo
irreversible.