La celebración del centenario del nacimiento de Juan Rulfo (16 de mayo de 1917) invita a reflexionar sobre la trascendencia de la obra literaria del autor mexicano y su proyección en nuestro siglo. La publicación de su novela Pedro Páramo en 1955 supuso un antes y un después en el contexto global de la narrativa hispanoamericana, abriendo las puertas a la novelística del “boom” de los años sesenta y setenta. Considerada por muchos críticos como la novela más perfecta del siglo XX en Hispanoamérica y una de las más significativas en el ámbito universal, opacó, en cierta medida, su colección de cuentos El Llano en llamas (1953) que, sin embargo, también ha sido destacada como una de las obras más importantes del cuento hispanoamericano del siglo XX. Reconocido por ambas obras como uno de los maestros “clásicos” de las letras en español, también han de tenerse en cuenta la novela El gallo de oro (escrita entre 1956 y 1958), publicada en 1980, y otros textos escritos en los años cincuenta, que no alcanzaron su versión definitiva, pero que muestran la calidad literaria de su escritura. Su breve obra se explica por la depuración a la que sometió sus textos, pues no puede decirse que escribiese poco, ya que tenemos constancia de obras escritas que destruyó: tal fue su afán de perfección que apenas sobrevivieron ese reducido número de páginas que componen su obra editada y que le han convertido en uno de los escritores más admirados.

            Ni los lectores han decaído en nuestro siglo XXI, ni los críticos literarios han dejado de aportar otras perspectivas en sus análisis. Esa inmensa masa crítica (por cada página publicada de Rulfo existe un libro que analiza su obra) se ha visto enriquecida en los últimos veinte años por nuevas orientaciones que ponen en valor su dedicación a la fotografía, desde el punto de vista artístico, y su participación en proyectos cinematográficos.

  

El escritor. Los textos canónicos         

            La aparición de El Llano en llamas supuso un notable éxito y el libro recibió elogios de los críticos. En apariencia, Rulfo no se desviaba demasiado de la narrativa habitual de aquellos años, heredera del regionalismo mundonovista y anclada en los ambientes rurales. En realidad, esa ambientación rural que ligaba su narrativa con la tradición literaria no era más que una pantalla en la que se proyectaba la verdadera dimensión de la literatura de Rulfo, la presencia de los grandes temas universales que afectan al hombre. La publicación, dos años más tarde, de su novela Pedro Páramo fue una gran sorpresa: todo resultaba tan nuevo que la temática rural pareció un elemento indiferente ante las vanguardistas técnicas narrativas empleadas. Cuando a comienzos de los años sesenta se evidencia ese cambio sustancial que se produce entre la narrativa realista tradicional y la “nueva narrativa”, las miradas de los críticos se dirigieron a Rulfo para otorgarle el merecido reconocimiento de haber sido el iniciador de aquel movimiento literario que asombró al mundo.    

            En sus cuentos y en su novela, a través de historias que transcurren en lugares de del ámbito rural mexicano, cuya referencialidad es equívoca y que desemboca en simbolismo universal, Rulfo supo captar la esencia del hombre, encarnada en el campesino y su relación con la Naturaleza, al igual que hicieron otros autores del ámbito hispánico, como César Vallejo, Gabriela Mistral, Miguel Delibes o Luis Mateo Díez, cuyas obras son expresión de una cultura ancestral a punto de desaparecer. Frente a un mundo globalizado, Rulfo consiguió que perdure en nuestra memoria la existencia de un mundo rural que hoy día apenas podemos reconocer, pero que en él dejó una honda huella. No es extraño que en sus obras el testimonio de esa realidad esté marcado por la crítica, por la denuncia social, podría decirse. Pero aún más importante que la constatación de un mundo dominado por la injusticia resulta la capacidad que, a través de una concepción de la vida que no conoce lo superfluo, ofrecía ese mundo rural para representar los elementos sustanciales de la vida humana: el peso de las creencias religiosas, los sentimientos primarios, los valores de la cultura tradicional. Ese fue el legado que seguimos admirando hoy en El Llano en llamas y en Pedro Páramo.

            La publicación, en marzo de 1980, de El gallo de oro fue un acontecimiento literario mucho menos celebrado de lo que cabía esperar, si se tienen en cuenta las expectativas que el propio autor había ido alimentando sobre nuevos textos que estaba escribiendo y que vendrían a paliar el ya largo silencio mantenido desde la publicación de Pedro Páramo. Con la perspectiva que da el paso del tiempo, hoy se puede considerar que el planteamiento de la edición de 1980 no fue muy acertado, pues, al vincular la obra a un proyecto cinematográfico y publicarla junto a otros textos del autor -estos sí, guiones y argumentos para el cine-, se la marginaba del ámbito literario. Por otro lado, la aparente desvinculación de Rulfo respecto a la edición no hizo sino añadir más incertidumbre. Las ediciones actuales[1] han permitido una mejor valoración de esta novela, corta en extensión (entre 50 y 60 páginas, según la edición), pero de gran profundidad en su planteamiento, que fue escrita por Rulfo como un texto literario no vicario de su finalidad cinematográfica. Sin llegar a la perfección de El Llano en llamas y Pedro Páramo, es una obra que debemos situar en ese mismo nivel de calidad literaria.

 

Otros textos

            Al margen de la obra canónica de Rulfo, numerosos textos suyos han terminado por ver la luz editorial. Para afrontar su análisis es necesario dividirlos en dos grupos: los de carácter literario y los ensayísticos o históricos.

            Entre los literarios, algunos se publicaron en vida de Rulfo: “Un pedazo de noche” (1959), que fue el único fragmento rescatado de su frustrada primera novela, El hijo del desconsuelo, escrita en torno a 1938, y “La vida no es muy seria en sus cosas” (1945); ambos textos fueron juzgados muy negativamente por Rulfo y, en efecto, pueden considerarse como propios de su etapa de formación. Otros textos, que se mencionan a continuación, se editaron póstumamente.

            En primer lugar hay que destacar Los cuadernos de Juan Rulfo[2], una extensa publicación de 180 páginas que recupera manuscritos y mecanuscritos, entre los que se encuentran relatos que podría considerarse que alcanzaron la versión definitiva (“Mi tía Cecilia”, “Clotilde” o “Se nos enfrió el comal”), versiones previas de Pedro Páramo y fragmentos de la proyectada novela La cordillera[3]. Se trata de un material muy valioso, pero difícil de analizar al carecer de datos sobre su proceso de escritura, entre ellos su secuencia cronológica. Es posible que no podamos ir más allá de la admiración que produce la belleza literaria de estas páginas, historias truncas que no sabemos ubicar en muchos casos, pero que ofrecen la posibilidad de analizar el proceso creativo de Rulfo al comparar las distintas versiones de un mismo relato.

            En segundo lugar merece destacarse el texto Castillo de Teayo, un relato de cinco páginas escrito hacia 1952, editado por primera vez en el año 2002[4], en el que se aúnan las experiencias personales del viaje a esas ruinas arqueológicas con la reflexión sobre el ejercicio despótico del poder a lo largo de la historia[5]. Se trata de una narración de gran calidad literaria que ha sido incorporada a las ediciones que recogen la obra literaria completa de Rulfo.

            En tercer lugar, ha despertado un llamativo interés la versión que Rulfo realizó, entre los años 1945 y 1953, de las Elegías de Duino de Rainer María Rilke. Los cuadernos manuscritos y las hojas mecanografiadas fueron descubiertas en el archivo personal del escritor por Alberto Vital y, bajo su dirección, se publicó la versión rulfiana en el año 2006, en una edición de gran rigor académico. Rulfo se basó en las ediciones en español de Juan José Domenchina (1945) y Gonzalo Torrente Ballester (1946)[6], para realizar su propia versión que, si bien en algunas partes es mera trascripción, puede considerarse una recreación personal de gran altura poética. Considerada por algunos críticos como la versión al español más bella de las elegías de Rilke, ha vuelto a ser editada en formato comercial[7]. No tenemos ningún testimonio del motivo que le llevó a Rulfo a efectuar el laborioso trabajo de apropiación del poema de Rilke, pero puede entenderse como parte de una natural vocación lectora y de su interés por el mundo literario de Rilke, cuyos grandes temas universales –soledad, amor, muerte, humanidad- muestran una afinidad evidente con Rulfo y, de manera especial, en lo relativo al concepto de desilusión ante la realidad. Al margen, no cabe duda de que para Rulfo fue un ejercicio de estilo, en esa constante búsqueda de la perfección del lenguaje literario que apreciamos en las distintas versiones de sus propios textos.

            Por último, cabe incluir entre sus textos literarios la colaboración que desarrolló para El cuento. Revista de imaginación entre los años 1964 y 1966. Bajo el título de Retales, seleccionó diecisiete textos, la mayoría de tipo literario, de autores muy conocidos, como Faulkner, o, en otros casos, absolutamente desconocidos. El interés radica tanto en que, en ocasiones, somete al texto a un proceso de reescritura, como porque esa gavilla de autores pueden indicar las variadas preferencias de sus lecturas. La excelente edición de estos textos en el año 2008[8] nos permite indagar en su faceta de “lector profesional”, tal vez lo único de lo que Rulfo se sentía orgulloso.   

            En cuanto a los textos de Rulfo de carácter no literario nos encontramos lejos de poseer una relación precisa y, menos aún, de un análisis crítico que nos permita una mejor valoración de la que en este momento puede hacerse. Habría que distinguir entre los textos publicados por él y los que, póstumamente, han ido apareciendo, realizar una catalogación de los mismos (Rulfo escribió reseñas de libros, ensayos históricos y de crítica literaria), recuperar sus artículos, generalmente relacionados con la arquitectura o la historia de México, en revistas con las que colaboró, analizar la importancia de los textos manuscritos o mecanografiados que se encuentran en su archivo personal. No es escaso el material publicado, pero su dispersión dificulta su estudio, tema que queda pendiente. El principal corpus se recogió, bajo el título “Ensayos, discursos, conferencias y prólogos” en Toda la obra (1992)[9]. Allí encontramos dos textos fundamentales para entender la concepción literaria de Rulfo: “Situación actual de la novela contemporánea” y “El desafío de la creación”. Especial interés tiene el libro, ya citado, Juan Rulfo. Letras e imágenes (2002), tanto por el estudio introductorio de Víctor Jiménez (págs. 17-27) que nos muestra las grandes posibilidades de investigación que al respecto ofrece el archivo personal de Juan Rulfo, como por la publicación de algunos textos sobre historia y arquitectura mexicanas (que Rulfo fue recopilando de otros autores, a modo de materiales de trabajo para algún proyecto que no culminó), en los que añadió comentarios, algunos de carácter literario (págs. 30-46). Para finalizar, mencionaré dos interesantes textos: “Pedro Páramo treinta años después”, escrito y publicado en 1985 -y reproducido en muchas ocasiones- y el texto publicado en 1954 “The Real World of William Faulkner”, recuperado por Jorge Zepeda en 2005[10].

 

Rulfo, fotógrafo y sus proyectos en el cine

Desde que en 1980[11] se “descubrió” que la conocida afición de Rulfo a la fotografía era, en realidad, una manifestación artística de suma importancia, han sido muchas las exposiciones de su obra fotográfica que han podido verse en diversos países y, también, numerosos los libros que han reproducido sus fotografías. Hoy puede afirmarse que en el campo de la fotografía tiene un lugar importante que debemos desligar de su fama literaria. Sin alcanzar, por ceñirnos al ámbito latinoamericano, la significación de Martín Chambi o Manuel Álvarez Bravo, ni la difusión de Sebastiâo Salgado o de Marcos Zimmermann, su nombre figura de igual a igual con la mayoría de los fotógrafos más reconocidos. La abundante bibliografía sobre esta nueva faceta del escritor ha permitido descubrir, además, las confluencias temáticas con sus obras narrativas.

            Su afición por la fotografía se inició muy pronto y de ella quedaron algunos testimonios en imágenes de Apulco y San Gabriel, correspondientes a los años treinta, pudiéndose establecer una continuidad en su actividad fotográfica a lo largo de los años cuarenta, un punto álgido en los cincuenta y un progresivo abandono en los años siguientes, aunque sus fotografías llegan a los años ochenta. En todos los casos estamos hablando de fotografías realizadas desde una perspectiva artística. El interés de los críticos por la fotografía de Rulfo se inicia a partir de la exposición de 1980, pero ha sido en el siglo XXI cuando se han recuperado materiales e informaciones que permiten trazar la cronología de su obra, más allá del conocimiento muy parcial que se tenía hasta ese momento. El deslumbramiento que produjo su exposición de 1980 encontró su explicación en una imagen simplificada del escritor famoso que había mantenido oculta una afición que, casi de manera fortuita, es descubierta. Algo de cierto hay en ese encubrimiento que deriva en descubrimiento (unos siete mil negativos guardados en cajas de zapatos)[12], pero cuando rastreamos su trayectoria fotográfica nos damos cuenta de que fue pública y bien conocida, aunque su fama como escritor terminó convirtiéndola en un mero recuerdo del que solo sobrevivió esa imagen del escritor que era aficionado a la fotografía[13].

            Su relación con el cine nos remite de nuevo al escritor, porque en esta faceta de su obra lo que consideramos son los textos que escribió para el cine (sinopsis de argumentos, diálogos de personajes y guiones literarios), sin que llegase a escribir guiones cinematográficos, en el sentido estricto del término. El proyecto más importante en el que estuvo involucrado fue El gallo de oro, pues aunque el texto que escribió es una novela, no cabe duda de que tuvo presente su destino cinematográfico[14]. El periodo que va de 1955 (participación de Rulfo, en calidad de fotógrafo, en la filmación de la película La Escondida) a 1964 (estreno de El gallo de oro, bajo la dirección de Gavaldón) concentra su interés por el cine y plantea no pocas cuestiones de interés, entre ellas, la relación de Rulfo con ese medio profesional y su disyuntiva entre el cine comercial y el vanguardista. La trayectoria de Rulfo en el cine muestra de forma rotunda su concepción “artística” de este medio expresivo y su interés por aportar novedades a un cine mexicano que se estaba anquilosando a finales de los años cincuenta.

            En 1960 participa en El despojo, cortometraje (12 min.) de Antonio Reynoso, en cuyos créditos figura “Línea argumental y diálogos: Juan Rulfo”. Podría pensarse que, dado su carácter de cortometraje, su relevancia es escasa; sin embargo, es una pieza precursora del nuevo cine que se intentará hacer en México en los años siguientes. La cinta puede verse como el paradigma de la creación cinematográfica desde la perspectiva de Rulfo y su contribución más exitosa al cine. El argumento de Rulfo coincide con las historias habituales de su obra literaria: la profundización en temas universales (dolor, soledad, injusticia) a través de una imagen desolada del México rural.

            De su segunda intervención en una película conservamos algunos fragmentos que formaron parte del guion de Paloma herida (1962) dirigida por Emilio Fernández “El Indio”, publicados en Los cuadernos de Juan Rulfo[15]: un análisis comparativo con El despojo permite establecer numerosos elementos comunes de carácter artístico.

            Por último, la participación de Rulfo en La fórmula secreta (1964) de Rubén Gámez es significativa. La cinta -un mediometraje (44 minutos)- es una radical muestra de cine experimental, cuya característica más relevante es su tono surrealista. Rulfo colaboró en ella con un texto (en los créditos se señala “texto de Juan Rulfo”) que una voz  en off declama acompañando las imágenes de dos de las diez escenas de que consta la película. Recibió el 1º premio en el concurso de cine experimental mexicano de 1965 y es considerada un referente del cine independiente. Lo mismo que en el caso de El despojo, Rulfo se sentía satisfecho del resultado y no deja de ser llamativo que sean justamente las dos escenas en que se utiliza el texto de Rulfo las vertebradoras de la película y que, además, ambas tengan un carácter muy diferente al resto, que trascurren en un ámbito urbano: la presencia de campesinos, el mundo rural desolado y  la acentuación estética del dramatismo son elementos que remiten a sus textos literarios.

 

Conclusiones

            Desde su aparición, El Llano en llamas y Pedro Páramo se han reeditado de forma constante[16]. De forma paralela, el reconocimiento crítico se efectuó desde las primeras ediciones, llegándose en la actualidad a más de un centenar de libros monográficos, una cincuentena de libros recopilatorios de artículos, una decena de libros de carácter biográfico y, como puede adivinarse, un número ingente, y en la práctica imposible de cuantificar, de artículos en revistas especializadas. Desde la perspectiva crítica, los años setenta y ochenta del pasado siglo resultaron especialmente significativos, pues en ellos se fijaron las diversas posiciones interpretativas del universo literario rulfiano[17], centrándose en sus dos obras canónicas. Aunque ya desde la década de los ochenta comienza a prestarse atención a El gallo de oro y a su labor fotográfica y fílmica, ha sido en las últimas dos décadas cuando estos estudios se han afrontado de manera más rigurosa. En los siguientes puntos podemos concretizar en qué medida la crítica del siglo XXI ha contribuido a una mejor comprensión de la obra de Juan Rulfo.

            1) La creación de la “Fundación Juan Rulfo” en 1996 ha resultado ser un hecho relevante. Organismo de ámbito privado ligado a la familia del escritor, sin subvenciones públicas, se encarga de proteger el legado del escritor y facilitar su estudio. Su función ha sido determinante en la difusión de la actividad fotográfica de Rulfo, participa en la organización de actos académicos y lleva a cabo una intensa labor investigadora, colaborando con diversas editoriales comerciales y académicas (de manera especial con la editorial RM). Uno de sus mayores logros ha sido la fijación de los textos de Rulfo, tanto en El Llano en llamas (en el año 2000) como en  Pedro Páramo (en 2001), caso este verdaderamente singular en la transmisión de un texto del siglo XX, pues las variantes significativas entre las distintas ediciones llegaron a sobrepasar las doscientas (unas debidas a la intervención de Rulfo, otras a numerosas erratas de los editores y algunas a modificaciones inexplicables). A través de un minucioso examen, la Fundación Juan Rulfo ha mejorado notablemente la última versión sobre la que Rulfo tuvo alguna intervención (ediciones 1980/1981 del F.C.E.), tomando como referente los mecanuscritos que, en casos dudosos, permiten apreciar –a veces con correcciones a pluma de Rulfo- la versión definitiva[18]. De igual manera, las nuevas ediciones que a partir del año 2010 han aparecido de El gallo de oro cuentan con un texto definitivo e introducciones que permiten ubicar la novela en el contexto literario apropiado. Tan significativa resulta esta fijación de los textos que invalida las ediciones anteriores al año 2000, siendo ahora las de las editoriales RM y Cátedra las únicas autorizadas[19], y en ellas deberían basarse las traducciones, tema complejo y en el que, por su trascendencia, la Fundación realiza el máximo esfuerzo de asesoramiento[20]

            2) Tradicionalmente, los estudios críticos se han centrado en el análisis de El Llano en llamas y Pedro Páramo. En el siglo XXI se ha continuado esta línea de investigación y han aparecido diversos libros, que muestran la vitalidad de los estudios sobre Rulfo, entre ellos una obra fundamental para el análisis de la novela, La recepción inicial de “Pedro Páramo” (1955-1963) de Jorge Zepeda, (op. cit.), un denso libro con gran aporte documental.

            3) Otra de las novedades que ha aportado el siglo XXI ha sido el interés por la biografía del escritor. En el año 2000 se publicaron las cartas que Rulfo había escrito entre 1945 y 1950 a Clara, su entonces novia (nueva edición en la editorial RM en 2012). Aunque no deja de ser un asunto delicado la publicación de textos privados, no cabe duda de que esas cartas aportan informaciones interesantes tanto desde el plano puramente biográfico como en relación con sus actividades literarias y fotográficas. También en estos últimos años se han publicado varias biografías sobre Rulfo. Hay que decir que son bastantes discutibles porque, basadas en las entrevistas de Rulfo, reiterando lugares comunes y afianzándose en testimonios poco fiables, han contribuido a crear una imagen distorsionada del escritor, fruto más del acercamiento apriorístico del biógrafo que de la investigación documental. En cambio, puede considerarse acertada la realizada por Alberto Vital[21], en un excelente libro basado en una documentación exhaustiva. También son destacables las investigaciones de varios autores, recopiladas en Nuevos indicios (op. cit., 2010).

            4) Hay que insistir, y ya se ha puesto de manifiesto, que ha sido en estas dos últimas décadas cuando se ha ampliado la valoración de Rulfo más allá de sus dos obras canónicas. Una aportación significativa, en este sentido, fue la aparición de Tríptico para Juan Rulfo (op. cit., 2006), libro en el que un buen número de especialistas contribuyeron al análisis de facetas poco estudiadas, destacando por su novedad la publicación de la versión de las Elegías de Duino, tal como ya se ha mencionado, y los trabajos sobre fotografía y cine, aspectos en los que más se ha avanzado en los últimos años[22]. Hay que destacar, en el apartado de la fotografía, la selección de 100 fotografías de Juan Rulfo[23] por cuanto representa, entre las numerosas ediciones de sus fotografías, el conjunto más equilibrado y representativo de las diversas temáticas que le interesaron.

            5) Las traducciones que se han hecho de las obras de Rulfo son más de un centenar[24], lo que indica la universalización de su obra. De modo paralelo, aunque en una escala mucho menor, también han sido relevantes las contribuciones críticas en otros idiomas, especialmente en inglés, tendencia que se ha consolidado en los últimos años. La recepción que la obra de Rulfo ha tenido desde otras culturas y, especialmente, la ardua tarea de la traducción de sus textos fue el tema del voluminoso Juan Rulfo: otras miradas (op.cit., 2010), libro de referencia sobre esta fundamental cuestión.

            Unas últimas pinceladas. Rulfo realizó un número asombrosamente elevado de entrevistas que resultan, en general, de difícil acceso. Sería interesante su recopilación en un libro porque ofrecen muchas claves para entender su obra. Una curiosidad: una encuesta realizada en 2008 entre cien escritores españoles e hispanoamericanos para seleccionar las cien mejores obras literarias de todos los tiempos situó a Rulfo en el puesto 16 con Pedro Páramo (con la misma puntuación de La montaña mágica de Thomas Mann, que figura en el 15). El primer puesto lo ocupaba Cervantes con el Quijote y solo dos escritores en español aparecían por delante de Rulfo, Borges con Ficciones (nº 10) y García Lorca con Poeta en Nueva York (nº 11). García Márquez aparecía en el puesto 59 con Cien años de soledad[25]. Un testimonio: el del célebre autor colombiano que acabamos de mencionar, cuando recuerda su encuentro con Pedro Páramo[26]: “Aquella noche no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura. Nunca, desde la noche tremenda en que leí la Metamorfosis de Kafka, en una lúgubre pensión de estudiantes de Bogotá -casi diez años antes-, había sufrido una conmoción semejante [...]. El resto de aquel año no pude leer a ningún otro autor, porque todos me parecían menores”.  

 



[1] El gallo de oro, México/Barcelona, RM, 2010. Nueva edición (2016).

[2] Los cuadernos de Juan Rulfo (ed. de Yvette Jiménez de Báez), México, Era, 1994.

[3] Respectivamente, págs. 13-28 y 103-122; 45-94; 127-152.

[4] Juan Rulfo, Letras e imágenes (ed. de Víctor Jiménez), México, RM, 2002. Se reproducen 116 fotografías de tema arquitectónico y 16 textos relativos a esta cuestión.

[5] Es un tema esencial para Rulfo, presente en sus textos literarios, en sus ensayos y en su fotografía. En este relato se contextualiza en el apogeo y decadencia de las culturas indígenas mexicanas, marcadas por ese signo de la violencia que define sus cuentos y su novela Pedro Páramo.

[6] En Tríptico  para Juan Rulfo: poesía, fotografía, crítica (coords. Víctor Jiménez, Alberto Vital y Jorge Zepeda), México, Fundación Juan Rulfo/RM, 2006, se editan conjuntamente el texto alemán de Rilke, la versión de Domenchina (basada en traducciones inglesas, francesas e italianas), la traducción directa del alemán de Torrente y la versión de Rulfo (págs. 93-215). Es relevante la información de Alberto Vital en su artículo “Rulfo y Rilke” (págs. 17-32), ampliado en  Alberto Vital, Rilke, Rulfo, México, Samsara, 2012.

[7] En la editorial Sexto Piso (Madrid/México, 2015).

[8] Juan Rulfo, Retales (Víctor Jiménez, Alberto Vital y Sonia Peña, editores), México, Terracota, 2008.

 

[9] Juan Rulfo, Toda la obra (coord. Claude Fell), Colección Archivos, Madrid, CSIC, 1992 (ed. de López Mena). Nueva edición ampliada en 1996, págs. 369-447.

[10] Ambos textos se publican en Jorge Zepeda, La recepción inicial de “Pedro Páramo” (1955-1963), México, Fundación Juan Rulfo/RM, 2005.

[11] De manera bastante casual, se realizó una exposición de unas cien fotografías suyas con motivo de los actos de homenaje que en ese año se le tributaron en el Palacio de Bellas Artes de México.

[12] Aproximadamente, conocemos unas quinientas fotografías, muchas de las cuales se han reproducido de manera reiterada.

[13] En Tríptico para Juan Rulfo (op. cit., 2006) diversos estudios permiten tener una visón bastante completa de su actividad fotográfica. Tienen gran interés los encartes de las 11 fotografías que publica en la revista América en 1949 y de las 23 fotografías de la, hasta entonces desconocida, exposición de Guadalajara.

[14] Análisis comparativos entre el texto de Rulfo, el guion cinematográfico que escribieron García Márquez y Carlos Fuentes y las dos versiones fílmicas (Gavaldón y Ripstein) pueden verse en la edición ya citada de 2010 de El gallo de oro y en Rethinking Juan Rulfo’s Creative World Prose, Photography, Film, editated by Dylan Brennan and Nuala Finnegan, Cambridge (Great Britain),  Modern Humanities Research Association and Many Publishig, 2016.

[15] Se publicaron con el epígrafe “Borradores para un guion cinematográfico” (op. cit., págs. 155-160), sin fecha ni otros datos.

[16] Con relación a Pedro Páramo, Zepeda (op.cit., 2005, págs. 298-305) menciona alrededor de 50 ediciones en castellano. Desde la fecha del recuento, 2004, las ediciones han seguido aumentando a buen ritmo. 

[17] La recensión de Gerald Martin, “Vista panorámica: la obra de Juan Rulfo en el tiempo y en el espacio” (Rulfo, Toda la obra, op. cit., págs 471-545), analiza los estudios más significativos y los categoriza por tendencias críticas.

[18] En relación con el complejo tema de la fijación textual de la novela, véase González Boixo (“Historia textual de Pedro Páramo”, págs 77-94, en Juan Rulfo: perspectivas críticas. Ensayos inéditos (coord. Pol Popovic y Fidel Chávez), México, Siglo XXI, 2007) y González Boixo, “Introducción” (págs. 37-53) y “Apéndice II: análisis y registro de variantes” (págs. 215-254), en Juan Rulfo, Pedro Páramo (edición crítica), Madrid, Cátedra, 2013.

[19] De forma ocasional se han publicado ediciones especiales en otras editoriales. Es el caso de la edición para bibliófilos (525 ejemplares numerados) de Pedro Páramo (Madrid, Turner, 2005) y la lujosa edición El Llano en llamas, Pedro Páramo y El gallo de oro publicada por la Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco (2011).

[20] Una amplia panorámica de las actividades de la Fundación Juan Rulfo puede verse en la entrevista que Julio Moguer realizó a su director, “Por los caminos de Rulfo: conversación con Víctor Jiménez” (Nuevos indicios sobre Juan Rulfo: genealogía, estudios, testimonios (2010) (coord. Jorge Zepeda), México, Fundación Juan Rulfo / Juan Pablos Editor, págs 233-252.

[21] Noticias sobre Juan Rulfo. 1784-2003, México, RM, 2004.

[22] En cuanto a la fotografía de Rulfo es importante el artículo de Paulina Millán, “La difusión inicial de las fotografías de Juan Rulfo, 1949-1964” (en Nuevos indicios, op. cit., págs. 91-133) y, en cuanto a la relación de Rulfo con el cine, varios artículos del volumen colectivo Rethinking Juan Rulfo’s  (2016). Está prevista también la publicación en 2017, por parte de Douglas J. Weatherford, máximo especialista en el tema en estos momentos, de un libro sobre el cine y Rulfo, que incluirá la edición de los guiones cinematográficos que sobre El gallo de oro y Pedro Páramo escribieron Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes.

[23] México/Barcelona, RM. También hay que destacar la edición de Juan Rulfo, En los ferrocarriles, México, RM/Fundación Juan Rulfo/UNAM, 2014. Contiene 64 fotografías y varios estudios

[24] Jorge Zepeda en “Juan Rulfo en traducción” (en Juan Rulfo: otras miradas (eds. Víctor Jiménez, Julio Moguel y Jorge Zepeda), México, Juan Pablos Editor/Fundación Juan Rulfo, 2010, págs. 471-480) hace un análisis hasta 2008. Pedro Páramo se tradujo al inglés en 1955, en el mismo año de su publicación en castellano.

[25] Encuesta de El País semanal (en Juan Rulfo: otras miradas, op. cit., págs. 144-150).

[26] “Breves nostalgias sobre Juan Rulfo”. El texto se publicó por primera vez en 1980, en la revista mexicana Proceso (29 de septiembre). Ha sido reproducido en innumerables ocasiones, pero no siempre de forma completa, como puede leerse en Juan Rulfo: otras miradas, op.cit., págs. 89-94.