Hoy que termina marzo

y que el sol de la tarde, ya vencido,

se tiende extenuado sobre el mar

y ahí, al tocar las aguas,

se va apagando en un chisporroteo

de ascuas pequeñas y de signos de oro,

cómo no agradecer emocionado,

antes de que la noche sobrevenga,

que este instante del mundo

—tan alegre, tan triste, tan intenso

como todo lo hermoso—

coincida en su existir con mi existir

y lo sepan mis ojos.