Las luces de las casas
atraviesan las ramas de los árboles
como dardos en un puesto de feria.
Bruñida por la tarde,
cada piedra refleja su porción de universo.
Nuestra ruina hace hermosos
los viejos edificios,
sobre nuestros despojos se levantan las ciudades antiguas.
Como la rosa árabe
que el vaho de las palabras hace crecer a ciegas
desde las comisuras de los muertos,
sobre la piedra roja del pasado
cantan para nosotros las aves del futuro.
En los templos ocultos
en las profundidades de las plazas
nace el espino blanco de la melancolía.
En el cielo violeta de las torres,
en las puntas doradas de todas las iglesias,
revolotean los pájaros
con la misma piedad con que lo hacen,
en tardes como esta,
sobre la catedral de San Basilio en un verso de Milosz.