La vida nos somete a numerosas presiones y momentos en los que desearíamos desaparecer, aunque solo fuera momentáneamente para luego regresar a nuestra vida cotidiana, con sus miserias y sus (a veces) alegrías. Desde que nacemos tratamos de buscarle un sentido a nuestra existencia, dentro de un vínculo social con los demás que ahora, en estos tiempos de redes sociales que abrotoñan por doquier, en una vida cada vez más individualizada, necesita una revisión. Cuando decidimos, por el motivo que sea, romper esa unión con los demás y concedernos un tiempo, estamos, en cierto modo, tratando de salvarnos a nosotros mismos. Por eso, en ocasiones, el vínculo social con los demás puede convertirse en algo opcional e innecesario. Recordemos, aunque resulte tópico, que el hombre contemporáneo, como afirma Le Breton (Le Mans, 1953), se halla cada vez más conectado o comunicado, pero menos vinculado, en un giro en las relaciones sociales que marca nuestros tiempos. Así, para el sociólogo y antropólogo francés, existe un estado de ausencia, denominado blancura (p. 15) que consiste en “despedirse del propio yo, provocado por la dificultad de ser uno mismo”. A partir de esa idea, Le Breton comienza a desarrollar las diferentes formas de alcanzar esa blancura, a la que se llega, muchas veces, cuando uno no puede seguir asumiendo más el papel o personaje con el que la sociedad lo reconoce. Este retiro del mundo, que suele ser voluntario, puede ser también el resultado de una enfermedad degenerativa, demencias, alzhéimer o del simple proceso de envejecimiento.

Quizás sea la desaparición, como reza el subtítulo de este ensayo, una “tentación contemporánea”, siempre y cuando esta se haga de manera voluntaria y nos permita, de algún modo, seguir afrontando la vida. Pero no responde a ese patrón en la mayoría de las ocasiones, pues detrás de las muy diversas formas de desaparición que se analizan en el libro, no todas van asociadas a una decisión voluntaria y meditada. Quizás este deseo de desaparición responda al desnortamiento que padecemos, a la falta de referentes o a la no asunción de nuestra identidad y lugar en el mundo. Una manera de desaparecer la veíamos ya en el anterior y fantástico ensayo de Le Breton, titulado Elogio del caminar (Siruela, 2014), en el que el paseo y el acto de caminar suponen ya en sí un acto desaparición, una liberación de nuestras esclavitudes cotidianas. De hecho, este libro guarda una estrecha relación con Desaparecer de sí, en una forma de continuidad sobre determinados temas, principalmente nuestra manera de ser individuos y las responsabilidades que asumimos en nuestro día a día.

Para Le Breton, hemos de reservarnos un espacio íntimo, que nos permita dejar de asumir las obligaciones de nuestra identidad. De esa manera, realiza un recorrido por las distintas formas de desaparición a lo largo de la historia, con cierto detenimiento en el mundo presente, como el de los jóvenes. Comienza definiendo qué entiende por la blancura (“la voluntad de ralentizar o detener el flujo del pensamiento, de poner fin a la necesidad social de componerse en todo momento un personaje”, página 23) y cómo se puede lograr. La indiferencia es una de ellas (pensemos en personajes literarios como Bartleby, Oblomov… y recordemos también, que este mismo tema, el de la desaparición, es el de la fantástica novela Doctor Pasavento, de Enrique Vila-Matas); otra es la de la multiplicación de personalidades para diluir la presente (Pessoa y sus heterónmos) y, finalmente, el abandono de la propia historia y la aceptación de una nueva identidad alejada del boato y la leyenda (T. E. Lawrence), que no hacen sino suponer una decisión extrema de libertad individual.

Junto a ellas, existen otras más sencillas y discretas (y algunas placenteras), como dormir. El sueño se convierte en una ausencia natural en la mayoría de las ocasiones, si bien en otras puede deberse a situaciones o experiencias traumáticas. Pero es tal vez el deseo de desaparición asociado al tiempo presente el que más posibilidades concita: el burnout en el trabajo, la hiperconexión a la que nos vemos sometidos, la competitividad extrema, la necesidad de cumplir con unos objetivos casi inasumibles…Todo ello puede derivar en ausencias o desapariciones involuntarias como la depresión, la fragmentación de la personalidad, los trastornos de disociación, la absorción en una actividad que nos abstraiga de todo (por ejemplo, véase a este respecto el interesante artículo que Rubén Benedicto dedica a las teorías del filósofo Byung-Chul Han publicado en el anterior número de Turia). Quizás dentro de unos años podamos ver con más claridad en qué ha derivado, pero columbra uno que los trastornos y evasiones que nombra Le Breton a cuenta de nuestro modo de vida actual aumentarán y tomarán nuevas formas.

La adolescencia es también un periodo de la vida clave para el análisis de nuestro autor, pues en él conviven diversas posibilidades de desaparición, algunas en constante aggiornamento, sobre todo las denominadas “conductas de riesgo”, (véase el capítulo 3, titulado “Formas de desaparición de sí en la adolescencia”). Más compleja es, desde luego, la parte dedicada a las enfermedades asociadas a la desaparición de uno mismo, como el alzhéimer o la demencia senil, que son analizadas con rigor y precisión y que remiten a una forma bien diferente de ausentarse (involuntariamente) del mundo. El contraste entre esta parte y la anterior –el análisis de las desapariciones asociadas a conductas de riesgo en la adolescencia- resulta cuando menos clarificador de cuáles son los derroteros por los que se mueve nuestra sociedad.

Asimismo, la desaparición puede suponer una oportunidad de una nueva vida, alejada de las presiones que sobre nosotros se ejercen cotidianamente. Ahí están los caminantes de largo recorrido (el camino de Santiago, Thoureau…), la desaparición y posterior asimilación en otras culturas más allá de las fronteras establecidas, lejos de la burocracia y sus obligaciones, como los coureours des bois (los tramperos) en los siglos XVIII y XIX en los territorios fronterizos de Norteamérica, tentación hoy imposible, aunque algunos traten infructuosamente de emularla en fechas más recientes (véase, por ejemplo, la historia de Chris McCandless que relata Jon Krakauer en Hacia rutas salvajes, también mencionada en el libro).

En cualquier caso, todas estas posibilidades de desaparición remiten a una búsqueda constante de uno mismo, en permanente revisión y cambio, que no hacen sino mostrar la fragilidad con la que se construye la personalidad de cada uno en la sociedad contemporánea, en tanto en cuanto se es un ser social. Tal vez se eche en falta alguna alusión a los retiros místicos o espirituales, que tanto peso y tradición tienen, pero eso no empaña para nada el profundo calado de este ensayo, desde luego. Nuestro tiempo está caracterizado por múltiples tentaciones que pueden llevar hacia la desaparición de sí mismo, pero no hemos de olvidar que somos nosotros los que creamos esas imposiciones y esa presión coactiva que parece instalarse en cada una de las actividades que realizamos. Y ahí está el quid de la cuestión.- PEDRO MORENO PÉREZ.

 

David Le Breton, Desaparecer de sí. Una tentación contemporánea,  Madrid, Siruela, 2016.