“Después de escribir un aforismo, entran ganas de decir He escrito”.“Después de escribir un aforismo, entran siempre ganas de reír”.He citado dos aforismos de Carlos Marzal sobre el arte de escribirlos. Hay muchos en La arquitectura del aire, pero estos me llaman la atención especialmente porque muestran dos facetas importantes del aforismo: su rotundidad literaria, por un lado, y por otro, su puro juego que provoca alegría.

 

No es de extrañar que, después de alumbrar un buen aforismo, el autor se sienta muy satisfecho. Difícil debe de ser lograr esa arquitectura tan sutil y tan contundente e iluminadora que conlleva en sí misma la esencia de la vida y la alegría de descubrirla.

 

Concisión, precisión, riqueza de connotaciones, de sugerencias y, al mismo tiempo, sabiduría, conocimiento profundo del ser humano y de su experiencia, en todas sus dimensiones, son propiedades que posee este libro. Pero hay muchas más.  Sólo un verdadero conocedor de la vida, sólo alguien que la ama, puede escribir sobre ella de una forma tan precisa y tan libre:

 

“Soy tan voluptuoso de vivir que podría ser feliz en otras vidas, aunque no fuesen las mías”. “Amar es conocer, y a pesar de todo, seguir amando”. “Está pasando la vida, y no dejo de tener la misma edad”. “Aprender a encontrar tiempo para la vida nos lleva la vida, y no se aprende a tiempo”.

 

El amor, la literatura, el paso del tiempo, la infancia, la muerte, el arte de la música, el arte de escribir aforismos, la política, son temas que se abordan en este libro. El tema que más se repite es la experiencia de vivir, el comportamiento del ser humano en todas sus facetas, captado de manera irónica, en muchas ocasiones y, siempre, con luminosa profundidad.

Según Erika Martínez (Ínsula 2012) “hay aforistas que siguen cultivando las máximas morales y sus ideas redondas, cerradas, autosuficientes; aforistas con inclinación por el fragmento romántico, cuyo pensamiento es inseparable de la búsqueda epifánica y la imagen sensorial, o por el fragmento posmoderno, que no aspira a completarse; aforistas entregados al humor lúdico y ocurrente de ciertas vanguardias”. Se puede decir que Carlos Marzal abarca todas esas variedades.

La arquitectura del aire es un libro sabio que debe consultarse de continuo.  Bastantes aforismos se repiten con variaciones contradictorias. Es una forma de mostrar la riqueza de la vida que no puede agotarse en una afirmación. Ni siquiera en la contundente e inteligente brevedad del aforismo.

 

“Más que una teoría de uno mismo, lo que uno tiene son fragmentos teóricos sobre su ser fragmentario”. Realmente, La arquitectura del aire es una obra cargada de resonancias. El aire sostiene palabras que se mueven y se desplazan como las nubes: “Las palabras construyen arquitecturas en el aire: son otra forma de la solidez”.

 

Esa arquitectura hecha de apreciaciones y de sus contrarios es lo que ha creado un edificio luminoso, en donde cabe la experiencia de vivir, nada menos.

 

Libro excepcional que debería leerse en las escuelas como modelo de reflexión, aunque no pretende ser modelo de nada. Pero sí incita al pensamiento riguroso, a la gimnasia lingüística que tan esencial es para la Literatura. Y no sólo se trata de ejercicio de lenguaje, sino que muestra una de las más admirables propiedades del ser humano: la comprensión. Y la sabiduría y la bondad, que son su consecuencia.

 

 

Carlos Marzal, La arquitectura del aire, Barcelona, Tusquets, 2013.