Las soledades de las fronteras. Las soledades
verdaderas. La soledad profunda de la poesía
que sus raíces toca. La soledad fiera
y la soledad brisa como caricia
y en los poemas sentirla
y acercarse a ella, en
los poemas tocar
su raíz, su
agua negra
bajo ella.
La soledad de la poesía, que la poesía
toca y en la que se hunde: la soledad
a la que llega y en la que ahonda,
y la misma soledad, la soledad
que la poesía también necesita
y de la que nace. Rosa
de la soledad, poesía, líbranos
de lo que nos puedas librar, ayúdanos
a soportar las heridas del vivir, y en poemas
ir diciéndolas y olvidarlas al decir, en el decir,
déjanos en ti ser así, soledad, en la poesía
que haces nacer déjanos ser y danos algo de paz.
Y la soledad irremediable. La soledad
ya sin posible amparo. También
el poema para ella. El poema
inerme, indefenso. El poema
en su última inocencia, para
esa soledad irremediable
el poema así ya para siempre.