Acercarse a la poesía escrita y visual, a las actuaciones o performances de Pilar Astray, es hacerlo a uno de los espectáculos sonoros y reivindicadores de una artista que así puede llamarse. Una poeta con espacio propio desde el saber decir y situarse con verosimilitud y contundencia, en los mundos invisibles y dolorosos, pero muy presentes, de nuestra sociedad y de muchas familias. De un saber revelar (y denunciar) esa trastienda emocional que daña a las víctimas de la violencia patriarcal, y que sabe trasmitir por su capacidad teatral, sólida presencia sobre las tablas e, indudablemente, por su talento al trasmitir desde el verso libre sus preocupaciones sobre la violencia doméstica y el maltrato. Pilar Astray se ha ido aupando imperceptiblemente a un mundo en el que, en la última década, han destacado los ejercicios de María Salgado y Lola Nieto (no solamente, pero no quiero caer en el dropping name), en una reactualización de una tradición que en la España de los años 60- 70, tuvo nombres importantes como José Luis Castillejo, Fernando Millán, el colectivo Zaj entre tantos y tantos (pienso desde la teoría en Rafael de Cózar y en la misma María Salgado), o los Encuentros de Pamplona 72, de hace más de medio siglo. De lo que no cabe duda es que ese espíritu en que se materializa la actuación, la palabra y el espectáculo sonoro, ha evolucionado y redirigido hacia las preocupaciones de la sociedad actual (el maltrato y secuelas, en este caso), con algunos nombres de referencia entre los que se encuentra Pilar Astray y la música de Marcos Muñoz. Artista con el nombre artístico de Rooteo y con un talento mayor que el simple acompañar con su música electrónica al texto. De hecho, el cuidado libro (se debe elogiar la excelente fórmula y diseño, mezcla de fotos y calidades de papel, maquetación y tipografías), trae unos códigos QR para proporcionar al lector que no pueda asistir al espectáculo, la posibilidad de hacerlo desde su tableta o teléfono móvil, y vivir unas oleadas apabullantes en su emocionalidad y misterio, sugerencia. Oleadas que se fusionan admirablemente con la poesía de la escritora madrileña y su ejercicio de catarsis, de puesta en escena y denuncia, pero también de complicidad y llamada al dolor del espectador, de superación del mismo a través de la imagen, la palabra y la música. El espectáculo, con esa fortaleza y presencia propio de artistas como Angélica Liddell o las dos poetas citadas, incrementa su verosimilitud con esa investigación musical basada en el Ambient y el Drone sorteando el mero acompañamiento, como hemos dicho, pues se fusiona, ratifica y realza los poemas. En ese sentido estamos ante esa imposibilidad de diferenciar la bailarina de la danza, escribió nada menos que alguien muy atento a las actuaciones y espectáculos, como William Butler Yeats.

Pilar Astray cuenta con una larga tradición como artista con títulos que empiezan a ser bien conocidos: El lenguaje de la gravedad (2016)  y Aquelarre (2018) ha presentado un diálogo entre “la poeta” y “el carnicero” en el primero de los libros, titulado explícitamente así, El carnicero, pues está diferenciado aun en sus contigüidades y fórmula de Cómo recuperar un cuerpo maltratado. Títulos rotundos, honrados, pues responden al asunto, tal y como ha estudiado Gérard Genette, y donde encontramos esa denuncia de «el fantasma que fui bajo su ala» y el daño infringido a “la poeta” y no solo. También a su ámbito familiar, al oikos que desea y pretende proteger desde el amor o, si prefieren, sanar, pues es imposible preservar el daño cuando está hecho, la herida causada por el maltratador o carnicero que se desea cicatrizar. Esa es la angustia que la puesta en escena propone (insisto, se debe asistir al espectáculo, si bien el libro pueda leerse y escucharse en sí mismo como un todo muy convincente) resalta con una iluminación roja y donde un cuchillo ocupa el ámbito, como el silencio en La casa de Bernarda Alba. Y donde se escribe silencio se puede escribir horror, temor, miedo, despotismo. Los poemas en prosa o proemas que acompañan a esta estupenda aventura denuncian las tremendas consecuencias: «La carne es efímera pero las palabras perduran todas tus palabras perduran las reconozco congeladas en mi banco de memorias no puedo extraerlas tan fácilmente». Y así es. Los títulos van apuntando a todo ello «Desvelo», «La jaula» o «No se puede triturar la carne que no está en venta», por ejemplificar brevemente, y muestran las intenciones y calado del libro. Poema versicular y salmódico este último, centro del poemario en mi opinión, y fuera de ese versículo que Antonio Gamoneda o Juan Carlos Mestre tras sus pasos (Mario Obrero), han propuesto, sino con uno muy diferenciado, propio, y que apela a sus intereses y lecturas cuando lo necesita o lo desea, versículo que lanza la red al fondo desde ese grito contra la violencia de género y el silencio que históricamente ha rodeado a las víctimas, mujeres o hijos, normalmente.  Pilar Astray busca la sanación de la herida por la palabra, cuenta en otro poema, «Khandroma» y esa relación con las palabras que saben de «cuanto amor me has robado» y de «(…) la orfandad/cuando se seca: sacra plausible diadema». Poema y dolor se suben al pedestal del verso y del verbo que le interroga, y desde donde nos interroga en un agónico envite con unos dolientes «Si me está doliendo tanto, por qué lo escribo» y vía donde nace la raíz del canto que trae «(…) esta pose melancólica y secreta/que me apunta con su duelo/cuando intento acercarme al poema desde lejos/cuando intento acercarme al poema desde lejos». Si algo tiene Pilar Astray es mundo propio, capacidad plástica y verosimilitud, deseo de dejar de ser esta «azucena vacía» o vaciada por el odio que se reconstruye y construye la denuncia con esta nueva poesía comprometida con la vida; y sabedora e inconformista con un «Soy la mula que carga con secretos en su lomo», pues a pesar de las ciclotimias busca siempre esa mujer nueva y explícita, lejos del viejo daño desde «voy a parirme». Y esto es en buena medida esta suma de libros complementarios, que no quieren derretirse «en el envés de la venganza» sino traer el «pulso de cirujana de las silenciadas» con la misma actitud, pero con otros asuntos, que portaron en su día las mujeres del Lyceum Club o las célebres “sin sombrero”. Algo afortunadamente ha ido cambiando y nos podemos encontrar ante versos y actuaciones, poetas y músicas, aventuras, solía decir Claudio Rodríguez, como las que nos regalan Rooteo y Pilar Astray al unísono, con este libro que así puede llamarse en la cuidada edición de Mundos Flotantes.

 

Pilar Astray, El Carnicero. Cómo recuperar un cuerpo maltratado, Madrid, Mundos flotantes, 2024.