Me acuesto en la meseta de lo improbable.
Lamo en sueños las muescas precisas
que labraste en mi espalda
y amago un despertar incandescente.
Tu fe se acumula
en la matriz fecunda de nuestro don táctil.
Mi gracia tiene sustento en tu vientre apuntalado.
Hoy la hierba comprende su siega
y cien endrinas aspiran
al roce lento de tu menester.
II
La invitación se hace propicia…
tú me encuentras entre el mejor de los preceptos
y el trance responsorial.
Nuestra piel es consciente
del insulto que supone ser dos y no uno.