Dormir en la misma casa,

tú en tu pequeña habitación,

yo en la mía, que es también pequeña,

pero un poco más grande que la tuya,

es un privilegio.

 

Saber que estás al otro lado del tabique me da paz.

 

Pero hoy te has quedado dormido,

y llegas tarde al instituto.

 

No sabes la pena que me causa

que te pierdas una hora de clase.

 

Las leyes de los hombres –yo las conozco—son inflexibles,

y debes aprender a convivir con ellas,

como yo lo hice.

 

Me he quedado pensando en tu futuro.

 

Daría mi vida por protegerte mañana,

por que no te alcance nunca ninguna desdicha,

ningún dolor, ningún veneno de los hombres.

 

Abro la ventana de tu cuarto y miro tus cosas y me conmuevo.

 

Adoro todas tus cosas.

 

Adoro tu letra, pequeña, dulce, humilde,

la letra de un alma bondadosa.

 

Adoro tu ropa colgada en mi armario,

tu cazadora marrón, que me encanta.

 

La fragilidad que expresa tu cuerpo me estremece

y me alegra al mismo tiempo.

 

Estás todo el día con los cascos, cuando te hablo no oyes.

 

Vives para el teléfono móvil,

y poco para mí,

que vivo para ti.

 

Me gusta prepararte bocadillos delicados.

 

Pienso en que tendrás hambre a media mañana.

 

Adivino tu vulnerabilidad y sufro.

 

En ti me convertiré en ceniza

y tu vida nueva verá

la caída de todas las cosas

que me hirieron.