yo es mi cuerpo
yo es la música que no oigo

Mariano Peyrou

 

 

 

 

Este ensayo-lectura aborda Migraciones: Poema 1976-2020, obra “clave” de Gloria Gervitz, desde la perspectiva del lector extrañado más que desde un análisis académico stricto sensu. En él se exploran las múltiples voces, vivencias y emociones que entreveran esta obra fundamental de la poesía mexicana contemporánea, con énfasis en su construcción poética, su lenguaje íntimo y la constante tensión entre lo personal y lo universal. A partir del diálogo con ensayos recientes y figuras destacadas de la crítica, se reivindica el valor estético y existencial del poema como un acto de resistencia, memoria y afirmación vital. 

En Migraciones: Poema 1976-2020, la poeta mexicana Gloria Gervitz condensa más de cuatro décadas de vida y escritura en una composicion orgánica, íntima en plenitud, que fluye como un caudal polifónico de voces, personas, memoria y exilio: arraigo y desarraigo. En estas líneas me aproximo a Migraciones con la emoción del descubrimiento, desde el asombro del que escucha y lee. Sin renunciar, eso sí, a una deriva analítica y con la convicción de que estamos ante una de las obras poéticas más intensas y verdaderas de nuestro tiempo.

El pasado mayo de 2025, la poeta, ensayista y académica de la Universidad Iberoamericana (CDMX) Tania Favela (México, 1970) presentó en la librería madrileña Enclave de Libros, junto a los también poetas Marta Eloy (Cracovia, 1973) y Julio Prieto (Madrid, 1968), el volumen Este es el testimonio del oyente: aproximaciones críticas en torno a Migraciones de Gloria Gervitz (2024)1. Se trata de un conjunto de doce ensayos precedidos por un texto liminar de Favela (“El tiempo por fin vencido”) y una conversacion, a modo de colofón, que mantuvo Marta Eloy con la propia poeta. En estos ensayos los autores se interpelan acerca de la composición como si fueran “escuchantes” mientras recordamos el verso de la poeta mexicana: “(esto es solo el testimonio del oyente)”, quebrando así el silencio de la crítica especializada alrededor de la obra de Gervitz y ofreciendo diversas miradas con sus respectivos análisis y acotaciones técnicas.

Mi propósito, surgido al hilo de esa presentación y del coloquio posterior, no es analizar —en estas páginas— el innegable peso científico que tiene este trabajo en su pulsión y en su justificado afán de difundir la obra de la poeta mexicana, sino abordar desde una perspectiva personal, como un “oyente” más, el acercamiento a una obra casi inabarcable por su intensidad y complejidad, y así expresar mi percepción como lector que ha tenido la fortuna de toparse con estas migraciones en el lugar adecuado y en el momento propicio. Mi idea, por tanto, es contribuir, en la medida de lo posible, a fomentar la lectura de este texto sorprendente y a que esta se produzca obteniendo el máximo fruto/deleite intelectual y emocional.

Migraciones: Poema 1976-2020 de la escritora mexicana Gloria Gervitz (Ciudad de México, 1943) ha sido publicado por la Ibero y la editorial Mangos de Hacha (Ciudad de México, 2024)2 en un volumen cuidado por la académica Tania Favela, que incluye, además del corpus definitivo y el glosario autoral de Gervitz en sus páginas finales, una nota justificatoria de la edición. En dicha nota se detalla el periplo editorial de este libro, de este universo Gervitz que no es sino el poema de toda una vida: de las vivencias y convivencias de una mujer extraordinaria. Es el poema definitivo que gravita en el fluir migratorio de lo personal a lo poético a lo largo de más de 250 páginas y soñado a lo largo de muchos años de escritura y reescritura.

Tras su germen, una plaquette titulada Shajarit —editada en junio de 1979 por la Imprenta Madero de México— que pronto pasó a ser Fragmento de ventana en 1986 y Yizkor (“Que recuerde”)3 en 1987, será esta edición, Migraciones: Poema 1976-2020 (2024), además de las ediciones de Mangos de Hacha (México, 2018) y Libros de la Resistencia (Madrid, 2020) entre otras, la que permita, a partir de ahora, a un mayor número de lectores enfrentar una arquitectura lírica que atesora, como afirma Tania Favela, el nutrimiento necesario para alimentar a la poesía contemporánea. Y tanto es así que la fuerza de este libro radica en la capacidad de reescribir los recuerdos a partir de un cuerpo y un lenguaje que son el verdadero territorio/motor para la creación de una poética «en conversación con el que está en ninguna parte y con el más presentido de los sujetos»4.

Son muchos los calificativos que la crítica ha puesto sobre la mesa para definir qué es y qué supone Migraciones en el panorama poético actual: libro único, libro de arena, libro río, poema total, etc. En este flujo de versos sin regreso aparente, en este ir y venir de mareas, a veces mansas, a veces enfurecidas que, con resaca, vuelven a las profundidades del animal poema y lo habitan —en palabras de Favela—, «tenemos un principio y un fin; y en medio, en ese oleaje hacia adentro, de ascensos y descensos, que es el poema: soledad, miedo, duda, deseo, reclamo, súplica, vértigo, dolor, perdón, revelación, comprensión»5. En la contracubierta del libro, Myriam Moscona6 habla del tiempo, la guerra, la luz física y metafórica, el cuerpo [“aquí en tu cuerpo aquí están tus alas” (p. 250)], el sexo, la madre [como epicentro desconcertante cuando leemos “madre no me juzgues / tú también estás condenada al olvido” (p. 66)], la palabra, el deseo o la muerte [porque “¿dónde está tu muerte ahora?” (p. 58)].

En definitiva, la deriva de la vida —peregrinatio vitae como afirmación, como conocimiento de una misma. En palabras de Olvido García Valdés, la «difusión de un sujeto […] que procede, sin embargo, en femenino»7, que ya es otra a cada golpe de verso, a cada vuelco de página y a cada vuelta del minutero de su corazón. Parafraseando a Borges: para el mismo lector el mismo libro cambia, ya que somos el río de Heráclito. He aquí, pues, a una mujer con verdadera devoción por el lenguaje, porque Migraciones es el lenguaje íntimo y generoso de lo telúrico por la belleza. Es, en cierto sentido, para bien o para mal, un acto poético irreverente y contestatario —por momentos— de amor a la memoria, al soporte de los recuerdos que es el cuerpo, al sufrimiento, al miedo, a la vida, y así escuchamos una voz que dice: “estás en la belleza de estar viva en esta tu vida” (p. 250). O, como afirmación categórica embutida de esperanza al final del poema y ante un profundo sentimiento de orfandad: “entré al lugar entreme huérfana […] estoy aquí / en este instante / que es todo los instantes / estoy viva” (p. 89, p. 267).

Migraciones cobija la palabra enunciada por una voz de voces —especulares— a veces difícil de identificar por el lector, una dicción que se des/dobla en dolor, en nostalgia de volver, en miedo, en deseo o en placer sexual cuando “el placer se hace tan intenso” (p. 19). Y al mismo tiempo, el poema se deshilacha, resuena en presencias como “una niña loca que mira desde dentro” (p. 17), “y la muchacha que lloraba abrazada a su madre muerta” (p. 34), la madre, la abuela y la mujer vieja que en medio del insomnio escribe: “son las tres de la mañana / y tengo miedo” (p. 138). Una voz que interroga al vocativo (yo/tú) y que nos evoca los versos de Juan Ramón Jiménez en Eternidades: “Yo no soy yo. / Soy este[a] / que va a mi lado sin yo verlo; / que, a veces, voy a ver, / y que, a veces, olvido. /…/ el que quedará en pie cuando yo muera.”8. Una forma de decir, la de Gervitz, que se interpela constantemente y afirma: “memoria ¿me oyes? […] y aquella que soy / ofrece perdón a la que fui” (p. 41), que se anuda al cuerpo siendo este cuerpo amparo, alimento y firme sostén de dicha memoria “aunque donde se la toque duele[a]” (p. 129). Pero Migraciones, más allá de las significaciones emocionales que retumban con registros de oralidad en cada palabra y en cada vuelco de página, es lenguaje lírico de alta tensión, es un no lugar cuya orografía pluridimensional se asienta en la adopción de una sintaxis desanudada, en los márgenes de la norma y en los silencios que, en ocasiones, gritan más que callan cuando, por ejemplo, leemos en voz alta “acaso un tedio / de otra yo también / olvidada / y grito” (p. 139) o “y el grito / apenas / un filo / un ala” (p. 160). Además, este poema clama por la tradición literaria y lingüística que transita desde “en ese tu fluir quietísimo” (p. 121) —José Ángel Valente de fondo y su ensayo sobre Miguel de Molinos cuando dice que «la primera paradoja del místico es situarse en el lenguaje»9—, y Juan de la Cruz (el humilde del sin sentido) hasta los salmos, pasando por estructuras de la tradición mística y hebrea, como han constatado en sendos artículos Margarita León Vega en “Del ritual a la interiorización de la palabra” y Denise León al afirmar que Migraciones puede ser leído como «una floración de la mística salvaje»10  “y la devocion [que] como una hoja de obsidiana / corta” (p.124). En este sentido, Cruz Flores concluye que «en la obra de la poeta mexicana, como en la intención del cabalista o del exegeta, se distingue una indagación sobre el acto de nombrar y una intención —fútil a sabiendas— de conciliar la experiencia vivida con el lenguaje»11. A esto se suma el uso espontáneo de varias lenguas, como el hebreo, el inglés y el español, que es en sí el exilio de la lengua materna como territorio-alma del poema. En Migraciones la alternancia de lenguas se hace presente, pero es que la migración no es solo un desvío de lugar o territorio, sino que acarrea consigo —casi siempre— la adopción/imposición de otra lengua, de otra cultura. El uso del hebreo y el inglés aquí no es un gesto de poseer don de lenguas, es la evidencia de una mutilación: Gervitz arrastra una historia familiar de desarraigo y el dolor mismo del lenguaje en el desapego. 

En la contracubierta del libro, afirma William Rowe que en el poema de Gervitz las palabras parecen «sostenidas solo por el aire» y que «el espacio blanco se ha convertido en espacio denso, resistente»12. Como venimos señalando, el cosmos gervitziano no es un texto al uso, no es un poema común, en absoluto: Migraciones es la demostración de que la carga emocional/vivencial en el ente poético está cimentada en un conglomerado de recursos hilvanados, quebrados con libertad creativa, con precisión de maestro relojero y con la capacidad de poder nombrar lo que no ha sido nombrado antes, tejido todo ello en el telar mágico de la introspección, de la mirada/miradas inteligente/s de la poeta.

Los recursos, vaivenes tipográficos en cascada y los blancos que esos vaivenes precipitan, por ejemplo, con los que Gervitz ahorma muchos momentos de Migraciones son profusos, incluso a veces podrían parecernos abrumadores, sin dejar de ser en su extrañeza pertinentes. Pues bien, a pesar de esto y gracias a esto, los versos fluyen limpios, frescos, seguros de sí mismos, acunados por un ritmo que asciende y desciende como las aguas en un azud, como si nada sucediese en la hoja de papel; mas al cabo todo sucede, todo está preñado en el vacío, en el útero del poema. Las anáforas, véase la copulativa que se desliza a lo largo de varias páginas (desde la p. 171) y que comienza con el sorprendente —casi oxímoron sintáctico o deixis léxica o elipsis simbólica— “y el calor derritiéndose en las barras de chocolate”, las concatenaciones, el rompiente de los versos, las distribuciones espaciales, esas páginas que vaciadas, salvo por un breve apunte versal en su ápice o en su desembocadura (pp. 244 y 245), sobrecogen al lector.

En fin, todo parece fluir en el poema, haberse dejado ahí en pausado movimiento de forma natural, igual que la naturaleza hace crecer un árbol (recordando a Huidobro) o cómo el río “se ovilla en ese regazo de lágrimas” (p. 159) que es el mar, o cómo la abuela reza el rosario bajo una lluvia que nos moja a todos de melancolía. Las metáforas —“claveles rojos de este sueño” (p. 245)—, las comparaciones, las imágenes, los juegos léxicos o las paradojas —Teresa de Jesús presente “vivo sin saber de mí / vivo sin vivir en mí […] soy sierva de la loca / la insondable / la inasible pasión” (p. 211)— son gestos egoístamente solidarios con el tempo pausado o encendido, manso o violento que el acontecer sensorial del poema demanda en cada instante, en cada compás.

Por momentos, el discurso se tensiona, se violenta hasta límites sorprendentes y el lector tiene la sensación de surfear/migrar una gran ola y hacerlo con la seguridad que nos da esa tabla de salvación que es el ritmo. Y así gravitar en equilibrio sobre la superficie deslizable y la profundidad del poema-agua, del poema-inmensidad, del poema-universo. Esta es, a nuestro entender, una de las muchas bondades de este texto extraordinario. Todo en Migraciones rezuma verdad y transmite al lector una emoción sustantiva: “y dijo mi abuela a la salida del cine / sueña que es hermoso el sueño de la vida muchacha” (p. 16), una imantación de complicidad y cercanía, ahora bien, sin concesión alguna a lo inane, sin ornato aparente o real prescindible.

Este libro, que comienza de manera abrupta con letra en minúscula (in media res), alienta a su descubrimiento desde su versículo inicial e invita al lector a que no se detenga “en las migraciones de los claveles rojos donde revientan cantos de aves picudas y se pudren las manzanas antes del desastre” (p. 7). Desde su nacimiento, que es la migración primigenia, Migraciones exhala toda la emoción de quien se sabe efímera y vital en esta vida pasada, presente y por venir, de quien se desgarra, recapacita y rememora el tiempo que habita un cuerpo si soporte de la palabra que dice cuanto calla. Y esto, que es de lo que da fe Gloria Gervitz a lo largo de toda su vida en sus migraciones, no solo nos conmueve. Debería conmover al mundo porque “afuera enmudece la lluvia […] y la oscuridad se dilata” (pp. 64-65). Y aun así, Migraciones permanece como una voz ex(n)trañable que nos habla desde el cuerpo —y más allá de él—. Un poema que sigue, a día de hoy, respirando entre nosotros.

 

—————————————————

  1. Tania Favela Bustillo, ed., Este es el testimonio del oyente: aproximaciones críticas en torno a Migraciones de Gloria Gervitz (Ciudad de México: Bonilla Artigas Editores, 2024). En este volumen, Premio LAJSA 2025 al Mejor Libro Editado, aparecen ensayos de Tania Favela, Mark Schafer, Blanca Alberta Rodríguez, Perla Sueiras, William Rowe, Cossette Galindo Ayala, Alejandra de la Peña Barrigón, Margarita León Vega, Denise León, Javier Helgueta Manso, María Rivas Casanueva, Juan Manuel Portillo, Perla Masi y Marta Eloy Cichocka.
  2. Gloria Gervitz, Migraciones. Poema 1976–2020, ed. Tania Favela (Ciudad de México: Universidad Iberoamericana / Mangos de Hacha, 2024). Todos los versos citados provienen de esta edición definitiva.
  3. Shajarit, oración judía de la mañana, pone título a lo que podríamos convenir en la primera version del poema de Gervitz publicada en 1979. Yizkor, oracion judía entonada en memoria de los difuntos, es a su vez el epígrafe de la tercera entrega en 1987. Entre ambas, en 1986, se publica Fragmentos de ventana.
  4. Juan Carlos Mestre, Manifiesto por un no lugar, Los Cuadernos del Mildendo (Cáceres: Ediciones Liliputienses, 2015), 67.
  5. Tania Favela Bustillo, “Migraciones dentro de Migraciones”, en Remar a contracorriente. Cinco poéticas (Madrid: Libros de la Resistencia, 2019), 122, 155.
  6. Myriam Moscona, texto de contracubierta en Gloria Gervitz, Migraciones. Poema 1976–2020 (Ciudad de México: Universidad Iberoamericana / Mangos de Hacha, 2024).
  7. Olvido García Valdés, “El vuelo excede el ala,” El Urogallo 122-123 (1986): 63. Citado por Tania Favela en Remar a contracorriente. Cinco poéticas (Madrid: Libros de la Resistencia, 2019).
  8. Juan Ramón Jiménez, Eternidades (Madrid: Taurus, 1982), 418.
  9. José Ángel Valente, “Ensayo sobre Miguel de Molinos,” en La piedra y el centro (Madrid: Taurus, 1983), 83.
  10. Tania Favela Bustillo, ed., “El tiempo por fin vencido,” en Este es el testimonio del oyente: aproximaciones críticas en torno a Migraciones de Gloria Gervitz (Ciudad de México: Bonilla Artigas Editores, 2024), 16. (Este texto corresponde a un capítulo dentro del libro colectivo.)
  11. Cruz Flores, “Gloria Gervitz, o de cómo atesorar el silencio,” Letras Libres, 21 de abril de 2022, https://letraslibres.com/literatura/gloria-gervitz-o-de-como-atesorar-el-silencio/.
  12. William Rowe, texto de contracubierta en Gloria Gervitz, Migraciones. Poema 1976–2020 (Ciudad de México: Universidad Iberoamericana / Mangos de Hacha, 2024).