LA LUZ CADA MAÑANA

 

Vuelvo a sentir la luz cada mañana,

y no puedo querer más que la vida.

Planto cara a esa luz enardecida,

y la vida se me hace más cercana.

 

Llega herida la luz a mi ventana,

y no sé desear más que esa herida.

Pongo el pecho a la muerte estremecida,

y la muerte se torna más humana.

 

Soy materia sensible desde hoy mismo,

pecho y cara nacidos para el goce

desde las sombras de su propio abismo.

 

Soy un cuerpo viviente que conoce,

por el cual sabe el mundo de sí mismo,

se contempla existir…, se reconoce.

 

 

EL AIRE EN LOS OJOS

 

  A la memoria de Félix Neil


Estás ahí, como agua bien tendida,

bajo el cielo de abril, convaleciente.

“El aire –piensas–, frío, transparente,

mitiga el daño, atempera la herida”.

 

Estás postrado, al borde de la vida,

esperando un milagro, inútilmente.

“El aire –dices–, puro, evanescente,

podrá mostrarme, al cabo, la salida”.

 

… Y un día se quebró, como si nada,

el hilillo de aire, hermano mío,

que te ataba a la vida, a este engaño.

 

Hoy evoco tu ausencia ensimismada,

y el recuerdo se vuelve más sombrío.

¡No sé cómo decir cuánto te extraño!