Natural de Babia
-aunque otros dicen que de la Inopia-
y de gustos muy eclécticos
-le gusta Heidegger, por ejemplo,
pero no le hace ascos
a la típica comedia española-,
lo normal es que te lo encuentres
varias a veces al día,
y que, aunque haga amago de quedarse,
puedas quitártelo de encima
sin que oponga demasiada resistencia.
Pero conviene no fiarse de él,
no siempre resulta tan inofensivo.
En ocasiones -estoy asistiendo
a una de ellas- puede llegar a ser
de una extrema crueldad.
¿Que no me crees? Míralo, ahí, en la mesa
del fondo, frotándose las manos, con esa
media sonrisa cínica, esperando
tranquilamente su hora, la de asomarse
a la mirada de ese par de enamorados
que, como todos, también
se iban a amar toda la vida.