"Debemos buscar un tercero que nos mire, nos envidie y nos reproche. Entre dos personas solas el amor no es posible...". Así se interrumpe uno de los textos más importantes jamás escritos acerca de la pasión amorosa, acerca de su insostenible afán de absoluto, acerca de la totalidad que arranca de cualquier otra realidad: el fragmento Viaje al paraíso incluido en la parte inconclusa de El hombre sin atributos de Robert Musil.

 

Como en el texto musiliano -obra maestra en la obra maestra- también en La tercera persona, de Álvaro de la Rica (Ediciones Alfabia, 2012), la presencia de un tercero en el amor no tiene nada que ver con el rancio ménage à trois ni con ninguna resabiada transgresión erótica. Es la intensidad de un amor total, el absoluto de un amor que, en Musil, necesita de una relajación; tiene necesidad del mundo, de su relatividad y de su banalidad, es decir, de terceras personas que, precisamente porque son extrañas a la incandescente plenitud de Eros, ayudan a encontrar aquella indiferente costumbre cotidiana que no se puede dejar de lado, porque no se puede estar siempre en la cumbre y en el corazón de la vida, en lo esencial, como tampoco se puede permanecer estable en una perfecta tensión mística.

 

Más allá de la incomparable grandeza de Musil, la intensa y potente novela de Álvaro de la Rica afronta con fuerza poética y con sobriedad el tema del amor y de su relación con aquella tercera persona que siempre es el mundo respecto a Eros. Nacido en 1965 en Madrid y profesor en la Universidad de Navarra, Álvaro de la Rica es un escritor agudo y original, autor de ensayos interesantísimos (como uno fundamental acerca de Kafka) y de una novela, como la reciente No te vayas sin mí, que vuelve sobre el tema de la cercanía/lejanía del amor y, además, retoma explícitamente La tercera persona, que se convierte aquí casi en el prólogo de una historia más vasta. Libros invadidos por una profunda humanidad, por una pietas religiosa y desprejuiciada, por un sentido de la sagrada, dolorosa y apasionada condición humana, todo ello expresado con una concisa precisión estilística.

 

La tercera persona se articula en tres partes. En la primera, la historia de dos amantes encuentra un oyente en un casual vecino de mesa en un bistró, aquel "otro" sin el cual nuestras historias no existirían, porque una historia no contada y no escuchada por nadie es como si no existiese. Aquel tercero es el mundo que devuelve como un eco las historias que le llegan; eco que se enreda con las otras voces creando un coro o, por lo menos, un contracanto, un diálogo en el que esas voces, las palabras, los sentimientos y las cosas adquieren un significado posterior.

 

En los dos capítulos que siguen, una mujer le habla a un hombre y el hombre le habla a la mujer de su historia conjunta, de su vínculo estrecho y frágil, del tercero que ha entrado en sus vidas interponiéndose entre ellos.

 

También en estas páginas, como en No te vayas sin mí, Álvaro de la Rica se adentra en los meandros de la existencia en los que, entre los amantes -que querrían ser una sola cosa pero no pueden lograrlo, por causas tanto externas como internas, y que tal vez no resistirían el hecho de ser auténticamente una sola cosa- se introduce alguien o algo que los coloca en un camino que, tal vez, es el humanamente más justo.

 

Il Corriere della Sera, 13 de agosto de 2014.

Traducción al castellano de Victor Balcells Mata