Hoy llueve en los lugares que no has visto
jamás, en los rincones orinados
de las calles que nunca te harán falta,
que no echarás de menos. Y a pesar
de eso parece ser que la ciudad
existe más allá de tu conciencia,
que hay personas en ella y que las sombras,
huérfanas de tu cuerpo, se proyectan
cuando hoy muere y mañana se convierte
en algo muy posible,
algo casi seguro de no ser
por cierta incertidumbre que estos días
recorre con mochilas los vagones.

Pero aquí no se ha visto nada de eso.

Aquí, como ya dije, sólo sombras
suplen sin muchos éxitos tu rímel
y otras luces cambiantes,
cuya reputación es discutible,
se alternan entre el verde de tus ojos
y el rojo de tus labios sin llegar
a decidirse nunca.

Sin llamarte a la cara puta y sin
decirte abiertamente ‘yo te amo,
y llueve en los lugares que no has visto,
sobre algunas terrazas donde no
dirás que lo dejemos, que este amor
imaginario debe realizarse,
que tan sólo es verdad que está lloviendo’.