Cómo desatar este nudo, me digo,
y en él concentro la mirada como para que arda.
Lo que en mis ojos late no es fuego, sin embargo,
sino impotencia:
esa parálisis
que nace del temor a la derrota.
Un nudo pareciera provenir del azar, ser inocente
de la tensión que encierra. Pero engaña.
(No hay nudo sin proceso,
sin movimiento previo, sin lazadas)
Podría deshacerlo
si supiera por donde comenzar o hubiera un método
para desenredar esta maraña.
Pero dentro del nudo hay un silencio,
un ensimismamiento,
la trabazón perversa que nos mueve
de querer desistir
a la esperanza.