Después que se rapase la cabeza,

ella le buscaba las pequeñas heridas.

Los cubos de hormigón

de los diques de entrada

y las olas de cáscaras de pipas

parpadeaban debajo de sus pies

como palabras sin decirse.

 

El verano aún quedaba lejos

con sus días flamantes y vacíos

y sus soles turquesa.

 

La breve fumarola

de un barco que volvía de pescar,

a contraluz, con pulso malo,

pintaba un círculo.