Esas palabras sin nombre

que intento despertar cada día

son la memoria de un instante

que se pierde en la niebla.

Como un zahorí busco el agua

que les de vida,

y encuentro sólo sombra,

un remolino de voces

que se agitan en el sueño

a la espera de que alguien

les revele su destino.

Oigo una vieja sinfonía,

un rumor que brota de un arroyo

en el desierto.

El aliento de los ángeles

dibuja las huellas de mis labios

y algunos versos imposibles.