Entre las múltiples distracciones que se dan en la casa familiar de Boris Vian a finales de los años treinta, principios de los cuarenta, figuran los “bouts rimés”, poemas compuestos a partir de un tema preestablecido y con un conjunto de rimas conocidas de antemano. Estos fragmentos rimados, cuya invención se atribuye al poeta Dulot en 1648, se convierten durante los siglos XVII y XVIII en un verdadero entretenimiento aristocrático. Coincidiendo con esta época de su vida, sin duda influenciado por un arte de versificar firmemente entroncado en la tradición poética francesa, Vian comienza a escribir sus Cien sonetos, publicados íntegramente en 1984, cuarenta años después de su composición. Las frecuentes alusiones que se encuentran en ellos, con poemas dedicados a la trinidad simbolista (Rimbaud, Baudelaire, Verlaine) o a otros nombres de la literatura del siglo XX, como es el caso de Paul Claudel o Paul Fort, que prolongan la tradición simbolista hasta el medio siglo, hacen pensar en un conocimiento literario del joven Vian no solo procedente de su formación escolar, sino de una afición incipiente por la lectura.

No hay que olvidar, sin embargo, que Boris Vian pasa su infancia y adolescencia en pleno auge del movimiento surrealista. Más adelante contará entre sus amigos con escritores y artistas adscritos en alguna etapa de su vida a este grupo. Tres décadas de tradición surrealista son más que suficientes para que su idea del arte y de la literatura deje huella en la obra de autores que nunca pertenecieron a sus filas. Vian hace suyo el gusto por el humor, el juego lingüístico, la ilusión, lo fantástico, el sueño o el erotismo, características compartidas con sus predecesores. Cuando se trata de elegir una forma poética en la que encauzar su deseo de escribir, elige el soneto y la balada. “El surrealismo no es una forma poética”, se había dicho en la “Declaración del 27 de enero de 1925”. André Breton y Paul Éluard hablaban de la balada, del soneto y de la epopeya como géneros caducos, expresión sin pies ni cabeza en el gran siglo de los “ismos”. Aragon, en un principio, también declaraba al surrealismo fuera del ámbito literario. Más tarde, sería de los pocos poetas franceses del siglo XX que practican la escritura del soneto, junto con Paul Valéry, Pierre-Jean Jouve o Jean Cassou, entre otros. Así, cuando Boris Vian comienza su primer proyecto poético, se sitúa a contracorriente de las tendencias que dominan en la Francia de la II Guerra Mundial. La adopción de la forma fija es, en cambio, una de las pocas sujeciones a las que querrá someterse. Y lo hará, como Louise Labbé, la gran dama de los sonetistas lioneses, como un modesto pasatiempo que prolonga los juegos de su casa de Ville d’Avray, una manera de huir de la ociosidad.

Tradicionalmente, el soneto es una forma para el canto y la recitación en buena compañía, más pensada para el juego de la improvisación que para su paso por la imprenta. Sus épocas de mayor florecimiento coinciden con el espíritu de unos tiempos donde el arte de versificar se basta a sí mismo, cuando el placer por el lenguaje predomina sobre otras literaturas destinadas a vehicular el pensamiento. A pesar de su exigencia formal, el soneto se presta a todo tipo de desarrollos temáticos, desde los temas más elevados a la mayor de las burlas. Vian asocia literatura y divertimento a través de los fragmentos rimados. Los divertimentos familiares son su campo de pruebas y el lenguaje poético, principio y fin, lugar para el placer retórico.

La edición de los Cien sonetos que puede encontrarse en las Obras completas de Fayard (1999) está en realidad inacabada, sobre todo si tenemos en cuenta las sucesivas correcciones y reformulaciones que el escritor introdujo a lo largo del tiempo. Como sucede con alguna de sus obras –es el caso del Tratado de civismo- no hubo tiempo de ver esta tarea finalizada conforme a sus propios criterios. Deja un proyecto a partir del que reorganizar toda la colección con el título de Cien Infames sonetos. Su interés por respetar las reglas métricas estipuladas por la tradición coexiste con una amplia propuesta en lo referente al plano temático. Este primer libro supone un progresivo aprendizaje del arte de versificar, cuya finalidad es ante todo divertirse, una constante en los años de la infancia y la adolescencia del escritor. A pesar de declarar expresamente la idea de no tomarse demasiado en serio este ejercicio de estilo sobre forma fija, el tiempo mostrará lo contrario. La reflexión sobre la poesía y el oficio del poeta ocupa muchos de los poemas de Cien sonetos, y reaparece en las siguientes colecciones hasta hacerse insistente en los poemas de No quisiera morir. En Cien sonetos encontramos la mayor parte de los temas que preocupan o interesan al Boris Vian poeta a lo largo de su vida.

A través de las diez series en que se divide la obra pueden leerse sonetos de carácter humorístico al lado de otros donde todo se supedita al juego del lenguaje y de las formas. Poemas como “À mon lapin” (“A mi amor”), “Apport au prince” (“Aportación al príncipe”), “Terres absconces” (“Tierras abstrusas”), “Autodéfense du calembour” (“Autodefensa del calambur”), “Art poétique” (“Arte poética”) o la serie titulada “Déclinaison”, son verdaderos pronunciamientos donde aparecen algunas de las características más importantes del conjunto de su poesía: su carácter desenfadado, burlesco en ocasiones, lúdico casi siempre; su horror por el estilo pomposo y afectado; su devoción por los juegos lingüísticos, en especial por el calambur; la reivindicación de una total libertad creativa, sin adscripciones estéticas declaradas; el reflejo, en la escritura poética, de la personalidad del autor.

El calambur es una de sus figuras retóricas preferidas. Poemas enteros, e incluso ciclos que sobrepasan la decena de sonetos, se sostienen y justifican por este juego de sonoridades y sentidos. Los sonetos titulados “Poissons” y “Fleurs” contienen, encubiertos bajo formas calamburescas, trece tipos de peces y siete especies de flores respectivamente. Series completas como la titulada “Sansonnets” (“Estorninos”), “Détente” (“Esparcimiento”) y “Les proverbiales” (“Las proverbiales”) apuntan a este mismo juego de las formas. Vian es, por convencimiento, un precursor del Oulipo, el Taller de Literatura Potencial fundado por Raymond Queneau y François Le Lyonnais. En “Sansonnets” se explotan todas las posibilidades fonéticas, semánticas y etimológicas que estos pájaros ofrecen en lengua francesa, comenzando por el título mismo de la colección: “cent sonnets” (cien sonetos), pero también “sans sonnets” (sin sonetos), sansonnet, diminutivo de Sansón, el personaje bíblico, “roupie de sansonnet” (moco de pavo) o incluso uno de su propia cosecha (“Tu perds le sens Ohnet” – Estás perdiendo el tino Ohnet, en referencia a Georges Ohnet, dramaturgo y novelista francés de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX.

En la serie titulada “Détente”, juega con la palabra “pédéraste”, elegida más por sus posibilidades fonéticas que por su sentido. Todos los versos finales de este ciclo contienen, de un modo u otro, un juego donde varían las vocales y suelen conservarse las consonantes P, D, R, S y T: « Sa copine occupée d’Éraste »; « Avalant centipède et rostre »; « Sur la place, saignant, le triste pendard reste »; « Le Suédois dans l’écu troubla la paix des races », y así hasta un total de doce sonetos. En el ciclo titulado “Las Proverbiales” se juega esta vez con un conocido proverbio: “Tant va la cruche à l’eau qu’à la fin elle se casse” (“Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”). Años más tarde, este proverbio será objeto de análisis patafísico en la carta que Boris Vian envía, con fecha 22 de diciembre de 1955, al Proveditor Editor del Colegio de ‘Patafísica a propósito de “algunas ecuaciones morales”. Este célebre proverbio había sido también usado por los surrealistas.

Según la tradición temática del soneto, varios ciclos constituyen verdaderos cuadros de época por medio de los cuales pueden seguirse tanto las vicisitudes personales del autor como la situación histórica y artística de la Francia de la Ocupación. La serie “En cartes” hace referencia, a partir de la dialéctica entre lo verdadero y lo falso, a las cartillas de racionamiento utilizadas por los franceses hasta 1948, que afectaban a todos los productos de primera necesidad, y a la proliferación del mercado negro en el tráfico de todo tipo de géneros. En la serie “Zazous” se retrata, a través de nueve poemas, a esta juventud que hace frente, a su manera, al ejército alemán de ocupación y a la Francia tradicional y colaboracionista, representada por el mariscal Pétain y su famoso lema “Famille-Travail-Patrie”. Se describe su manera de vestir, su afición por el swing, cuyo máximo representante será, sin duda, Johnny Hess; la organización de fiestas, a veces clandestinas, como una de sus formas favoritas de divertirse; su gusto por el cine, la literatura y todo aquello que provenga de la cultura anglosajona; sus lugares de reunión, El Coliseo o la terraza del Pam Pam de los Campos Elíseos; o el episodio protagonizado por Jacques Doriot, político del Partido Popular Francés, llamado por Vian “Doriot-Manitou”. Sus partidarios desentierran el hacha de guerra contra esta juventud poco apreciada por el poder de la época, afeitando el cráneo de todos los zazous que salen a su paso. La palabra “zazou” ha sido utilizada durante mucho tiempo con un sentido peyorativo.

En la serie titulada “Le Ballot” (“El memo”) se trata, a través de seis sonetos, una especie de autobiografía de ficción que narra la vida de un personaje que comparte alguno de los aspectos de la biografía de Vian. El ciclo se abre con el poema titulado “Banal”, título indicativo, y se cierra con el poema “Deuxième bout”, donde se anticipa al desenlace de una futura carrera laboral que no le satisface. Las ilusiones con las que sin duda afrontaba la vida tras finalizar sus estudios se convierten en un “sueño mentiroso”, “un espejismo encantador”, para concluir en el segundo terceto: “Treinta años más tarde, esperando aún su momento,/ como broche final de una vida regular,/ Fue ascendido a jefe de despacho por un fallecimiento.” En otro de los poemas perteneciente a Cien sonetos, “SEPI”, aparentemente “Société d’édition et de propagande industrielle”, se evoca a un burócrata aburrido, soñador y perezoso, que deja pasar el tiempo ante los papeles que se apilan en su escritorio: “Segundo tras segundo/ El tiempo resbala, viscoso, en el tubo de los días/ Se pega a las paredes, deteniéndose en los recodos/ Luego pasa y me quedo con mi alma vacía...”. Ya en tiempos de la AFNOR, la Asociación Francesa de Normalización, donde entra a trabajar en agosto de 1942, Boris Vian se da cuenta de que no satisfará sus intereses artísticos ni sus expectativas personales si sigue su carrera de ingeniero.

En plena bonanza económica de la familia, su padre Paul había asignado a una institutriz privada la tarea de enseñar a leer a todos los hijos. Boris lee con cierta soltura a los cinco años, según dicen sus allegados, y de ahí en adelante se convertirá en un lector voraz. A los doce años ingresa en el Instituto de Sèvres, luego en el Instituto de Hoche, en Versalles, y finalmente acaba sus estudios secundarios en el Condorcet de París. A los quince años obtiene su bachillerato de latín-griego, el mismo año que sufre unas fiebres tifoideas que agravan anteriores problemas cardiacos. A los diecisiete termina su segundo bachillerato de filosofía y matemáticas. Ante él se ofrece la primera de las disyuntivas importantes: dedicarse a las letras o seguir el camino de la ciencia. Vian había sido educado en un ambiente propicio para el arte y la literatura, pero su familia se inclina por una futura carrera de ingeniero. En su diario íntimo confiesa: “Quería estudiar en la Central, me atraía la idea de ser ingeniero”. Prepara sin grandes sacrificios el examen de ingreso en la École Centrale. Mientras tanto, dedica parte de su tiempo a preparar fiestas en la casa paterna. Sus padres, llevados por el instinto de protección, habían habilitado una sala de baile en el extremo del jardín. En Vercoquin y el plancton se describen con todo detalle estos guateques con música de baile y chicas, “¡las devoradoras! ¡las malvadas!”, dice Vian, a caballo entre el deseo y la castidad. Es “la edad nueva de los bailes enlazados/ A los cuerpos ligeros, cargados de olores fluidos/ Posados en la sonrojada tibieza, besos atrevidos/ Suaves cabellos dulcemente acariciados”, escribe en su poema “Jeune”. El año 1939, ya en plena guerra mundial, Boris tiene que desplazarse a Angoulême, donde había sido trasladada provisionalmente la École Centrale. A finales de este curso 1939/1940, poco antes de marcharse de vacaciones a Cap Breton, donde conocerá a Michelle Léglise, coincide con la retirada del ejército francés de sus posiciones fronterizas. En aquel tiempo, Vian admite su “completa indiferencia ante los graves problemas del momento”. Hasta prácticamente los treinta años, vive abstraído en sus ocupaciones, sin estar demasiado pendiente de la situación histórica.

“Puesto que eso te complace, tendré mi piel de asno”, es decir, el título de ingeniero, le había dicho a su madre. En junio de 1942, en el puesto 54 de una promoción de 72 estudiantes, obtiene su “piel de asno” en la especialidad de metalurgia. En el poema “Colles” reconoce haber salido de la Centrale con el “cráneo vacío” y “los pies pesados”, y concluye: “Cuidadosamente atado reposaba en su mano/ Haz de fuego devorador donde van los espíritus libres/ El rollo de piel de asno para engañar a los niños”. Ante él se abre un tiempo nuevo, lejos de los paraísos de su infancia en Ville d’Avray. En los primeros días de 1942, busca trabajo de empresa en empresa y lo encuentra, como hemos dicho, en la AFNOR. Su primer sueldo asciende a 4000 francos [“Ganaba un poco menos que un fresador-ajustador”]. No construirá pantanos ni le serán encomendadas grandes obras de ingeniería. Es destinado al servicio de normalización del vidrio. Cuatro años más tarde, presenta su dimisión por razones económicas y personales, y entra en el Office du Papier de la mano de Claude Léon, amigo y compañero en la orquesta aficionada de Claude Abadie. El Office du Papier es un lugar ideal para dedicar tiempo a su faceta de escritor. Allí termina de escribir La espuma de los días y redacta por completo El otoño en Pekín. Cuando empiece a percibir derechos de autor por su primera novela negra Escupiré sobre vuestras tumbas, abandona definitivamente su carrera de ingeniero para dedicarse a la música y la literatura.

 

BORIS VIAN

 

FUERA DE MARCO 

 

A mi amor 

 

Como soy muy viejo, sé muchas historias,

Y he hecho para ti no menos de un ciento

Oh, no es en verdad poderoso ni atento

No me han hecho falta esfuerzos meritorios

 

Pero es un poco loco, un poco blasfematorio

Un poco alegre a veces, un poco triste* de paso                                            

Guarda un poco de forma, y se va deformando

Si es preciso – pero era un motivo perentorio

 

No me reproches que me burle de todo

No me burlo. Me complazco sobre todo

En manosear en los rincones a mi pobre musa...

 

Ella desentona a menudo. Señora, no estoy al tanto

Y le hago daño en sus tiernos encantos...

Pero da un poco igual si eso te gusta. 

 

Aportación al príncipe 

 

Quiero encumbrar al príncipe de los pohetas

Nosotros* le debemos un homenaje florido

Con un tufo a incienso en cien cerebros decidido

Amplio como el vuelo del gran quebrantahuesos

 

Alabemos a Paul Fort. Que reine en la cresta

De Olimpo cuyos picos habita el cabrito

Que su nombre de los mortales sea querido

Y en la Hélade áurea que laurel en la testa

 

Prolongue, como en nosotros, su reinado

Igual que los budúes, en el humo azulado

Reinaban en el tiempo de los sacrificios

 

He aquí. He celebrado sus obras perfectas

Y qué importa si entonces –Satán me castigue-

No conozco ni uno de los bellos versos que escribe...

 

Tierras abstrusas 

 

Hace algunos días, tuve un sueño espantoso

Era un Verdadero poeta, y en un papel amarillo

Escribía en Versos de Verdad un fragmento largo como una vara

Con tinta rosa... y he aquí cinco de ellos

 

Perfil en el subsuelo de fuentes pálidas... Puerto de los valientes

Contemnando rupícola en la ojiva del fauno agrio,

Hacia la nada del gesto, así de las varas fuerza lanzada...

Calmemos las mañanas tenebrosas...

¡En mí sordo el liripipión de los ontógonos!...

 

Y mi despertador sonó. Había visto la gorgona

Enfrente, y sudaba como lenguado al gratén

 

Ahora he comprendido cómo hacen los poetas

Se duermen tan pronto la noche está completa

Y no ponen jamás su despertador 

 

Autodefensa del calambur

 

Por qué pues dedicarme a las mil gemonías

Nada fertiliza más que el guano a granel...

Fresas, ¿creceríais sin el apestoso tonel

Que esparce a vuestros pies la sustancia bendita?

 

¡Vil calambur! se dice. Pero suave armonía

Para el oído de quien no ama a Giono

Yo florecía ya cuando el pálido gorrión

Arrullador llevó la aceituna a Armenia...

 

Pero ustedes los celosos. Y ustedes, espíritus fuertes,

Leen a Claudel sin esfuerzo aparente

Villanos forjadores de edificantes obras

 

Abejorros cargados de versos blancos, ¡os largáis!

Porque del espíritu volador no soy más que las sobras,

Pero caigo de arriba mientras os arrastráis 

 

ESTORNINOS

 

Caída del demonio 

 

Le seguía desde hace una hora,

Preparándole una emboscada

¡Ah! Me iba a reír a carcajadas

Pero él... Mucho mejor si llora...

 

En una existencia mejor

Lo mandaría, todo palpitante...

Él entra... Al punto, jadeante,

Lo empuño tan pronto aflora...

 

¡Pájaro maldito! ¡Estornino vil!

¡Esta noche se acerca tu fin!

- Su cara estaba ya pálida,

 

Y yo reía con aire burlón...

Abrí la ventana de un empujón

Y lo proyecté al vacío... 

 

PASTELITOS ANODINOS  

 

Indecente* soneto 

 

Soñadora, imagina

Por las contraventanas

El sol de la mañana

Cerca de ella se arrima

 

Tal como en un ensueño

La veo a cada instante

Espejismo irritante

Quimera, señuelo

 

La clara salud

De la rosa luz

Colora su mejilla

 

Y en su cuerpo desnudo

El sol se ovilla

Amante desconocido

 

A Arthur 

 

Ahora bien, en Aperitivo[1], hay mordisco y rito...

Mordisco al mediodía, rito sacramental

El zumo opalescente - no es agua mineral -

Y en tu estómago se aloja este zumo rápido...

 

¡Descended, alcoholes! Cread la dicha súbita

En el cerebro del bebedor que no conoce tal

Y se ofrece por cien bajo el alma de un inmortal

- "¡Es mi ronda, amigo!". Todo el mundo disfruta

 

Así, esta palabra nueva corresponde en suma

A la idea que nos hacemos del señor que consume.

Morder, rito. Y aun así, me dejo lo principal:

 

Me queda tejo, para plantarlo en el cementerio

Sobre tu tumba. Y lástima que vea demasiado normal

Que, harto del pernod, tu cuerpo vaya a la cerveza[2] 

 

ESPARCIMIENTO

 

1900 

 

De pie ante la gran puerta, melancólico,

El botones de traje rojo y dorado

Contempla sin ver el brillante decorado

Del cabaret de lujo con letrero exótico.

 

Maquinal, sonríe al cliente simpático

Observa a la diva con abrigo de castor

Y ni siquiera ríe si el famoso tenor

Se resbala al subir en un coche asmático.

 

Piensa. Y su oficio le parece insípido.

Todos esos juerguistas de cerebro vacío,

Desde que los conoce, le parecen odiosos...

 

Pero se queda ahí, como un árbol plantado,

O a veces, sujeta, triste y apagado,

La puerta barnizada del cupé de los ociosos... 

 

EVANGELIO SEGÚN CINCO SONETOS 

 

Oscar 

 

A O. Wilde

 

Dios leía, sereno, el Libro de los Pecados

Y el hombre, ante él, permanecía inmóvil

Y dijo Dios: “Golpeaste al pobre y al débil

Prestaste tu cuerpo vil a juegos desenfrenados

 

Engañaste a tu prójimo en vergonzosos mercados

No amabas más que el mal y ahí fuiste hábil...”

Y el hombre apartaba su ojo sombrío y móvil

Y dijo Dios “El infierno para tu corazón desecado.”

 

El hombre alzó la cabeza, y su cara estaba triste

Y la sombra, alrededor de él, se espesaba sin límite

“Nunca he dejado de vivir en ella” y Dios palideció...

 

“¿Quieres el paraíso?” fue la réplica breve

Entonces, frunciendo el ceño, triste, el hombre sonrió...

“No me lo imaginaba ni siquiera en mis sueños...” 

 

Pequeño comentario. Oscar era un muchacho bastante divertido, pero no había comprendido el sentido de la vida, o más bien, se había equivocado de sentido. Y la sociedad lo castigó: Amén. Pero a Guillermo II, no le pasó nada. 

 

DECLINACIÓN

 

 A mi musa 

 

Por qué me soplas siempre burradas

Yo no te he tratado como a una vil ramera

Me haces un bello verso, lo escribo, y sin espera

De improviso, ¡tac! Es una payasada

 

El mal calambur, la insulsa tontería

De más o menos gusto – menos diría yo antes

Recuerda a Diógenes con un traje elegante

A Pascal cancionista diciendo groserías

 

A Beethoven en un campo tocando el mirlitón,

A Paul Claudel en el aquelarre montado en un bastón

A un mal ensalmador curando a Hipócrates

 

Cantando un aire swing, Marcel Cachin desnudo

Pío Doce vestido de gran diablo cornudo...

Un gorro de payaso en la cabeza de Sócrates...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Cent sonnets, de Christian Bourgois et Cohérie Boris Vian
Librairie Arthème Fayard 1999 pour l’édition en œuvres complètes

 



* Triste, en tres letras.

* nosotros, los poetas.

* Tan poco...

[1] N del T. Happe, rite, if: mordisco, rito y tejo, componen las tres sílabas con las que Boris Vian juega en este soneto, así como la conocida tendencia de Rimbaud a la bebida.

[2] N del T. Bière significa al mismo tiempo cerveza y ataúd.