Me pasé cuatro años intentando descubrir

a quién me recordabas

a quién evocaba

cuando te amabs

cuando te decía te quiero

o iba contigo al cine.      

Nada muy profundo

simplemente una sospecha

el síndrome de Rebeca

alguien que está detrás de otra persona

de una manera tan leve

tan sutil que nunca llega a la conciencia. 

La otra noche

después de una lectura de poemas

firmaba ejemplares

de mi último libro

una mujer se acercó

la reconocí     

había estado una sola noche con ella

ni siquiera una noche completa

ni siquiera una noche muy buena

yo había huído vergonzosamente

de su locura

la reconocí     

esa mirada un poco desequilibrada

(el descontrol entre los ojos y la boca

que expresan cosas diferentes

hasta opuestas)

la sonrisa sádica y a veces masoquista

el temblor de las manos     

entre la omnipotencia y el desamparo

una belleza herida

una belleza dolorida

nos saludamos

(ah esa nueva sumisión que yo no conocía

y se debía exclusivamente al hecho

de que yo había escrito el libro) 

le firmé el ejemplar

pero ahora yo había hecho un gran descubrimiento

ahora sabía a quién me recordabas vagamente

te parecías a ella

de una manera personal e intransferible

de una manera que estaba en mi cabeza 

sólo

que cuatro cinco años atrás

la noche en que me acosté con ella

lo hice porque me recordaba a otra

a otra mujer a la que había amado

diez años antes

y no nos fue muy bien 

pero aquella otra mujer

-a la que amé hace diez años-

me recordaba a otra anterior

a la que había amado intensamente

y ahora estaba enferma de cáncer 

una cadena de replicantes 

los eslabones de una biografía de amor         

llena de espectros

que conducen de una mujer a otra

como los afluentes de un río

que va a dar al mar

que por supuesto, es el morir.  

Salvo que aquella mujer que amé

intensamente en mi juventud

fuera alguna otra

que no puedo recordar.