Pasado el tiempo, la herencia de muchos no es más que un tenebroso legado de detritos y cenizas.

 

 

Yo no iría tan lejos, acostumbra a decir quien nunca se ha movido del asiento.

 

 

En más ocasiones de las que quisiéramos el poema llega, nos mira… y se va.

 

 

Se echó las manos a la cabeza… y sus palmas se entrechocaron en el intento.

 

 

Para dogmáticos, los dioses, que jamás han dado su brazo a torcer.

 

 

El cobarde siempre busca algún necio al que poder traicionar.

 

 

Puede que quien siempre calla no esté otorgando nada sino que sea mudo.

 

 

La casi insoportable intimidación de algunos recuerdos.

 

 

Cuidado con ella: el horror del holocausto también fue en un momento de inspiración.

 

 

La patria, esa barriga voraz de sus hijos nunca satisfecha.

 

 

Al igual que el porche pertenece a la casa, la antesala del horror también es parte del horror.

 

 

El lugar del crimen es todo el mundo.

 

 

La libertad, ese espinoso asunto sepultado en la carpeta, cada vez más abultada, de temas por resolver.

 

 

¡Pobrecitas mis palabras, tener que soportar un día tras otro a un tipo como yo!

 

 

Me carcome la impaciencia por saber qué viejo error cometeré hoy de nuevo.

 

 

¿Cuándo fue que nos abandonó la bondad?

 

 

De vez en cuando me impongo tareas inaplazables que incumplo escrupulosamente.

 

 

Cuando me doy la razón es que no estoy en mis cabales.

 

 

Presumía de modesto.

 

 

Mientras el mundo no cambie, me declaro apátrida de todos los lugares y misántropo de casi todos sus habitantes.

 

 

La vida, la poesía: dos asuntos de lo más inseguro.

 

 

En verdad, en verdad os digo que el que la gula, la lujuria y la pereza se cuenten entre los pecados capitales no deja de parecerme una exageración.

 

 

Hay amaneceres que deberían pensárselo dos veces.

 

 

No me parece tarea menor causar desazón y desánimo en canallas y bribones.

 

 

Inútil como espejo de ciego.

 

 

El peligro de estar en boca de alguien es que o te tragan o te escupen.

 

 

De vez en cuando tenemos que librar batallas que sabemos perdidas de antemano.

 

 

Saber lo que hay que leer por haber leído.

 

 

Con la excusa de vivir no paramos de matar.

 

 

Viajas a tu interior y, nada más llegar, te dan ganas de salir huyendo.

 

 

Ante, contra, frente a lo prosaico de surtir efecto, lo poético de surtir de afectos.

 

 

El único beneficio que he conseguido sacar en claro es el de la duda.