Han sido muchos los intelectuales que han intentado reflexionar con mayor o menor acierto durante los últimos años sobre el panorama actual de la Europa civilizada al filo de una crisis galopante que ni los más pesimistas sospechaban. Desde Petros Markaris hasta Antonio Muñoz Molina pasando por Alex Rovira o Leopoldo Abadía han intentado poner el dedo en la llaga de una situación casi inesperada y difícil de analizar.

     Una de las últimas aportaciones, y quizás la más original, ha sido la de la escritora y periodista leridana Joana Bonet. Con el libro Generación Paréntesis,  que subtitula como una  Radiografía de un tiempo cambiante,  ha logrado dar una vuelta de tuerca a las valoraciones de una década – la primera del siglo XXI – en la que los nacidos entre los años 60 y 70 del siglo pasado viven la madurez con la sensación agridulce del que comprueba que la felicidad soñada y anhelada se le escurre de los dedos y se manifiesta como algo efímero y volátil.

      Cual un caleidoscopio en tres dimensiones, Joana indaga la realidad desde tres perspectivas distintas y complementarias. Así lo afirma en un implícito epílogo: “Aunque los años corran y ya no entendamos la vida como un bodegón, estamos condenados a calcular la distancia que poner entre el mundo de fuera, el mundo de dentro y el mundo que sentimos” (p. 99). Son estos tres mundos los que le sirven a la autora de cañamazo desde el que se estructura este inteligente ensayo. La acertada alternancia de puntos de vista, el buceo en la realidad interior y los ecos de un mundo cada vez más convulso y complejo, convierten a este libro en una creación a medio camino entre la confesión personal, el análisis sociológico y la valoración filosófica.

           El punto de partida de toda reflexión suele ser la observación de la realidad, ese mundo contemplado desde fuera que nos sorprende día tras día con nuevas oscilaciones. Y en el caso de esta “Generación bisagra” – “Hemos vivido mejor que nuestros padres y que nuestros hijos” (p. 47) – la llegada de la crisis con su cortejo de miserias y actuaciones corruptas ha desencadenado la inquietud y el inconformismo. La autora deja bien clara desde el principio cómo ve la situación del ciudadano de a pie en estos primeros años del siglo XXI: “Una absurda e injusta adversidad se ceba sobre ese ciudadano universal, el individuo desamparado que no logra entender absolutamente nada” (p. 6) A partir de este diagnóstico inicial, Joana elige diversos marbetes que, cual un cruce de caminos, confluyen o divergen de una misma situación.

       Para transmitir al lector esta especie de crónica apasionada de la incertidumbre, la periodista catalana utiliza entradas similares a las de un diario y las acompaña de una breve cita de un intelectual, de un político o de un blog amigo. De este modo la reflexión avanza en círculos concéntricos y oscila entre la añoranza del pasado feliz, las preocupaciones actuales y la inquietud por el futuro. Se lamenta así de la progresiva pérdida de privacidad y de lo que denomina “pantallización de la cotidianidad”. Valora el amor como un sentimiento que nos exilia de la realidad y comprueba cómo ha cambiado el comportamiento de las mujeres respecto a la sexualidad. “Nunca en la historia se ha perseguido con tanta furia la felicidad” (p. 35), afirma Bonet intentando sacar a la luz la cara amable de una crisis que habrá que superar con nuevos retos como ese refugio sosegado en la lectura – “Leer es olvidar el tiempo, alcanzar un microclima” (p. 41) – o esa familiaridad con una presunta  normalidad. Eso sí, nada será igual en los próximos años: el estado del bienestar está temblando, desayunamos cada día con la economía en las portadas y sufrimos la espada de Damocles de una cifra de parados escalofriante. A pesar de la corrupción, a pesar del fracaso de los políticos, a pesar del lastre de la corrupción, Joana comparte una visión amable de la crisis e invoca el gen solidario al mismo tiempo que se lamenta de la falta de espíritu crítico y de curiosidad intelectual.

    A partir de esta situación de incertidumbre, la autora bucea en su interior e inicia una nueva andadura – “El mundo desde dentro” – que tiene sus raíces en los propios avatares cotidianos: la provisionalidad del trabajo, el cambio apresurado de domicilio y la búsqueda de la propia identidad. Así desfilan ante los ojos del lector los pequeños ámbitos que la acompañan: la casa como nido, rincón o reducto vital – “Somos las casas donde vivimos porque sus recuerdos no sólo proceden de sus paredes, sino de un lugar en el que pudimos soñar” (p. 75) – la cama, el sofá, el ascensor y todos esos pequeños objetos proustianos que han quedado plasmados por la literatura y conforman lo más íntimo de nuestra memoria vital: “La literatura nos devuelve a esos lugares de la memoria en un estallido sinestésico capaz de palpar un tiempo vivido” (p. 86). Pero la soledad y el sosiego del hogar tienen como contrapunto los vaivenes de las nuevas sociedades nómadas, el turismo televisivo, la invasión imparable de las redes sociales, el mundo virtual, el hechizo del deporte rey y esos tres grandes bloques sobre los que gira como un gozne la puerta del futuro: tecnológico, económico y bélico.

      Pero no basta ver el mundo desde dentro. Es esencial sentirlo, palparlo, saborearlo. Esto propone Joana en una tercera parte  - “El mundo que sentimos” – que tiene como denominador común esa nueva filosofía hedonista que nos ofrece la nueva imagen de la publicidad. Se trata de potenciar una nueva “orgía de los sentidos”: las motivaciones simbólicas de los perfumes que agudizan el olfato, la importancia de la música para el oído, el tacto que se recrea en lo cotidiano y el gusto que se sacraliza en las cartas de los restaurantes más selectos. Porque, según la autora, el ciudadano de a pie se encuentra inmerso en “el zoo de la moda” que presenta matices tan diversos como el cuidado excesivo de la imagen, la fiesta de los sentidos cual “carpe diem” renovado, la importancia del deporte para mantenerse más joven, la práctica del neorruralismo del fin de semana, la importancia de la artesanía y el movimiento slow, como una forma de desacelerar el tiempo.     

     Joana recapitula e incide de nuevo al final del ensayo en esa potenciación de la vida interior como medicina para superar esta época convulsa e incierta. Y, a modo de vaticinio, sugiere una salida de esta Generación paréntesis y propone el cambio metafórico de la Generación tapón de los jóvenes de hoy a la Generación globo. Una actitud ilusionante y una visión más halagüeña de la crisis. Eso sí, la obra se lee como una novela y deja abierta una rendija al humor, la complicidad y la empatía.

 

 

Joana Bonet, Generación Paréntesis. Radiografía de un tiempo cambiante, Barcelona, Planeta, 2013.