Todo lo que ahora ves,
hasta el mismo horizonte
—la silueta de una antigua leyenda,
la lágrima de luz
sobre la bóveda
celeste de Santa María,
los altos edificios que ensombrecen
el mar y sus dominios,
el silencio encalado de la brisa,
el lento diapasón
que conmueve la piel
de las palmeras—,
será nuestro algún día.
Tendremos que aprender a merecerlo.