Huye del poema encendido

como un árbol de Navidad

en los comercios.

                           No

necesita su misterio

de intermitentes luces, ni algodón,

falsos copos de nieve. No guirnaldas. No

hueros pero envueltos

regalos en brillantes papeles y lazadas.

 

Su soledad no precisa coronarse de estrellas.

 

Deja mejor tu abrazo

un instante en el tronco

del árbol exiliado.

                           Acerca el corazón,

acércalo:

                profunda

escucharás subir desde la tierra,

hasta volverse luz, la vida.

 

Tan pura como el infinitivo de los verbos,

su soledad, la tuya, no precisan coronarse de estrellas.