El tiempo va quedando atrás, y los embozados,

en las oscuridades en las que el cielo grita,

rompen el andamiaje de los ojos helados,

el clavel de la noche y su luz de antracita.

 

No sabríamos ir de rumor disfrazados,

en la comba del aire como una tabla hitita,

de silencio vestidos y a los astros hurtados,

por tanta estrellería que al firmamento irrita.

 

Por tanta estrellería de luceros al pairo

cuando la noche extingue sus lámparas de gas,

la luz de amanecida es una luz de Cairo

 

y como coptos vamos con linternas detrás;

he bebido en tus nalgas el sol del campanario

y mi piel en tu hondón aterciopelarás:

pediría morir en tu luz de incensario,

mas viviré en el horno de tu abierto compás.