Hay hechos que los años no cicatrizan, vidas tejidas a la herida; pero cuando la memoria es útero del ser, el vacío una tensión dispuesta al alumbramiento y la ausencia una presencia por el alma interiorizada, es posible tener país, en un sentido que va más allá del territorio, leer el tiempo hasta volver a nacer entre los rostros de la ignominia y la muerte, asumir el dolor hasta transfigurarlo en espacio solidario y ser concebido de nuevo en virtud del amor. De este modo se podría resumir la vida y la obra de Juan Gelman, tan trenzadas, que la lengua al sufrir tanto daño acumulado necesita fracturarse, para así expresar en su total sentido sucesos como el secuestro y asesinato  por la dictadura argentina de su hijo y de su nuera, embarazada de siete meses, y la entrega a una familia uruguaya de su nieta, nada más nacer, cuya búsqueda fue una obsesión del poeta hasta poder abrazarla veintitrés años después. Macarena, ese es su nombre, acompañó, con el resto de la familia, a Juan Gelman en el acto de recepción del  premio Cervantes en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares el pasado veintitrés de abril. Su rostro, íntimamente iluminado, fue el mejor testimonio de la entrega de su abuelo a lo largo de toda su existencia a la lucha, tan cervantina, por la verdad y la justicia, inseparablemente unida a la escritura, al “oficio ardiente” de la poesía como él mismo reconocía en una mañana también primaveral para el espíritu.

- La vida y la obra de un poeta, un escritor, un artista, no son cosas separables: se alimentan mutuamente. Claro que al lector sólo debe interesarle -o no- la obra.

- Una obra que encontró en el Quijote “manantiales de consuelo, pues sólo quien  desde el dolor, como Cervantes, ha escrito  con verdadero goce puede dar a sus lectores un gozo semejante” Y así el texto más doloroso puede ser para el lector aurora y no crepúsculo, salvación  y no hundimiento.

- Cervantes se alzó de las miserias que lo cercaron y nos dio una lección literaria de vida, tierna, irónica, llena de compasión humana y clarividente  que perdura y perdurará siglos.

- La memoria, útero del ser, como dijimos al principio, es  para Gelman la causa motriz de cualquier empresa humana, incluida la creación literaria, en la que esté en juego la médula de la existencia y una mantenida actitud solidaria y de compromiso. Memoria que unas veces-pensamos- actúa sumando tiempos y espacios, y otras mediante un proceso selectivo. Y que tiene su respiración gemela en el olvido.

- John Locke propone en su Ensayo sobre la comprensión humana que la identidad personal es la conciencia que acompaña al pensar en tanto que se extiende hacia atrás a toda acción y pensamiento del pasado. Claro que se produce una selección de los recuerdos, lo cual, para Freud, es un trabajo del inconsciente, no voluntario. El resultado de este proceso es individual: hay quienes  olvidan sus malas acciones, otros no recuerdan las buenas que obraron. En cuanto al olvido y su articulación con la memoria, San Agustín, Nietzsche, Heidegger, Gianni Vattimo y otros grandes pensadores le dieron respuestas diferentes. No osaré dar la mía. Pienso, sin embargo, que en cada uno esa articulación no es abstracta: depende de sus actos, del entorno, de los acontecimientos, de la educación, de la subjetividad y de tantas cosas más.

Tanto la memoria y otras facultades psíquicas, como todo lo que le sucede a un ser humano , se encarna en la lengua en el acto de la creación, por eso no debe haber ningún temor, como tampoco lo hubo en el caso de Cervantes ,a introducir neologismos, a manchar el idioma con el barro de la vida. Esta encarnación ha sido un constante en la poesía de Gelman, fiel a su convicción de que “la lengua expande el lenguaje para hablar mejor consigo misma”.Un proceso, el de alumbramiento de la palabra, que es tanto externo como interno.

- La palabra , desde luego, viene de afuera, nos hiere en la cuna y abre una herida que, afortunadamente, no se cierra. Lo que nace en nuestro interior es el uso de la palabra y va hacia fuera provocado por el afuera, aunque uno sólo hable consigo mismo.

- Estas primeras reflexiones ligadas a  la obra compleja y extrema en su latido del poeta argentino, se alumbraron durante el acto  de Alcalá, donde colocó a la poesía en vanguardia de la lucha contra la muerte.

- Es así en la medida en que resiste contra el despiadado materialismo de esta época, un materialismo genocida que asesina por hambre. En el fondo, la poesía es una constante interrogación sobre la vida y la muerte

- Llena de preguntas como cuerpos doloridos o habitados por la angustia, se muestra el organismo latiente que es la obra de Juan Gelman, fruto, como hubiera dicho Marina Tsvetaeva, “de escribir para vivir, no de vivir para escribir”. Una poesía -afirma el también  Premio Cervantes Antonio Gamoneda-“que entiende la palabra en la magia de la realidad, para que la magia de la realidad transforme la palabra”. Con la inocencia que toda buena lectura poética exige intentaremos, a partir de ahora, transmitirles las huellas de una intensa existencia impresas en una lengua definitivamente vulnerada. La aventura comienza el 3 de mayo de 1930 en el barrio porteño de Villa Crespo, un barrio de inmigrantes de Buenos Aires.

- Nací -único argentino- en un hogar de emigrados ucranianos de origen judío, pero no practicantes. Mi padre fue social revolucionario y participó en la fracasada revolución rusa de 1905. Era un hombre culto, como tantos obreros de los movimientos socialistas de Europa del Este, conocedor de la historia, la economía y la literatura. Mi madre había estudiado  medicina, era gran lectora y adoraba la música. Llegaron a la  Argentina con mi hermano y mi hermana en 1928. Era la segunda vez que mi padre se iba del país, desilusionado con la revolución bolchevique, ya en las manos del terror estalinista; la primera, escapaba del zarismo. También mi hermano era un gran lector y yo le saqueaba la biblioteca a escondidas. Cuando tenía seis o siete años, él me recitaba poemas de Pushkin en un idioma incomprensible para mí, pero que tenía músicas y ritmos que me transportaban a otro lugar. Creo que así nació mi amor a la poesía. El barrio era el barrio, todos luchaban por sobrevivir en esos duros años treinta. Los chicos jugábamos en la calle con pelotas de trapo o de papel, atadas con cordeles. No había para más.

- Y a los nueve años, entre juego y juego, siente el misterio insondable del amor, prendándose de una vecinita a la que escribió algún poema. Entretanto, otra pasión se despertó en él: la pasión por la lectura.

- A los catorce años leí Crimen y castigo, de Dostoievsky, y eso me costó dos días de fiebre y cama. Y luego, Kafka y Joyce, que en la Argentina publicaron muy temprano editoriales fundadas por republicanos españoles exiliados. Cervantes, siempre, y Shakespeare. En poesía , Raúl González Muñón, César Vallejo, Neruda, Garcilaso, Quevedo, Góngora, San Juan de la Cruz; y Baudelaire, Villon, Mallarme, Rimbaud. Después, con el tiempo, se sumaron José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, Antonio Gamoneda o Ángel González, por citar algunos poetas españoles contemporáneos.

- Lecturas que, junto al tango y la milonga, confidentes de su oído desde una vieja radio y pasos de baile familiares en el barrio, van modelando su forma de ser  y de estar en el mundo, un mundo que percibe desde muy temprano como injusto e insolidario, hasta el punto de ingresar a los quince años en la Juventud Comunista, decisión unida a su idea de la revolución que, como después se vio, siempre fue más allá de lo que por ella tantas veces entendemos

- Nunca pensé que la revolución era o es o será, si alguna vez será, la producción de un simple cambio político, económico y social. Si no procura el engrandecimiento del alma humana, no es revolución, es otra cosa. En todo caso el compromiso debe estar sostenido por la fuerza del espíritu. Escribo por necesidad, no para hacer la revolución. Usted habrá encontrado poemas míos en los que esta afirmación es explícita. El poeta es un ciudadano y, como tal, podrá querer o no  hacer la revolución. Hay grandes poetas que no fueron ni son revolucionarios, así como grandes revolucionarios que no fueron ni son poetas.O que son malos poetas.

- La llamada de la poesía como destino, se va haciendo cada vez más imperativa, por eso abandona sus estudios de Química y busca en el periodismo una forma de vida que esté también relacionada con el lenguaje, aparte de ejercer diversos oficios para salir adelante. A finales de los años cuarenta, su camino como creador estaba ya signado por el advenimiento futuro de la tragedia, por lo substancial humano,por la pérdida y extrañamiento; también por la energía salvadora del amor. Todo ello  dentro de una lengua permanentemente embarazada, en donde como una criatura crece el dolor, fluye la sombra o canta la aurora, donde se sedimentan los acontecimientos históricos y se libra un combate sin cesiones a favor de la verdad, la justicia y la libertad. Una lengua “moldeable como la cera”, en expresión de Fray Luis de León, cuya dinamita se alberga en su alto cielo de belleza. Tres etapas se suelen  señalar en la obra de Gelman: la de las décadas de los cincuenta y sesenta, caracterizada, en opinión del autor mexicano  Marco Antonio Campos, por “su ligereza, ludismo y destellos de ternura, con gran presencia del cuerpo de la mujer y la germinación de sueños y utopías ya nunca abandonados”;la oscura, plena de heridas irrestañables, correspondiente a la época de la dictadura argentina  y el exilio, y la marcada por una mayor serenidad para nombrar interiormente lo vivido y por la elección de un territorio, el mexicano, para reconstruir la existencia sin abdicar de ninguno de los principios éticos y estéticos.

- Clasificar es una tarea muy difícil. A mi me parece que, más que etapas, hay desarrollos en los que, sin duda, el afuera influye. El afuera escribe en uno, pero el que escribe es otro. La definición más perfecta de la belleza es, a mi juicio, la de Sor Juana Inés de la Cruz: una espiral en movimiento, cada vez más abierta, y esto puede aplicarse al trabajo de todo artista. Cada artista desarrolla mundos que son épocas del ser. No es, para mí, el círculo cerrado y perfecto de John Donne.

- En la senda creativa de nuestro autor, Violín y otras cuestiones es su primer libro, del que en 2006 se cumplieron cincuenta años y que se abre con unos versos verdadera declaración de principios sobre la poesía: “¡Quién pudiera agarrarte por la cola / magiafantasmanieblapoesía! / ¡Acostarse contigo una vez sola / y después enterrar esta manía! / ¡Quién  pudiera agarrarte por la cola!

- Así me parecía entonces y me sigue pareciendo. La poesía es inaferrable. Cada poema es el hecho cumplido de un deseo que nunca se agota, decía René Char.

- “La poesía es una manera de vivir”, dice también Gelman en este libro, una forma también de cristalizar la voz de los otros: de los que no tienen trabajo, de los golpeados por la vida. El lenguaje coloquial y los objetos con pulso son los hilos con los que se teje este tapiz solidario, en cuyo relieve aparece uno de los símbolos fundamentales de su obra: el pájaro.

- En el habla de las gentes no pocas veces se encuentra un temblor poético. Piense usted, por ejemplo, en los diminutivos de la lengua cotidiana, piense en el “agüita” de Santa Teresa. Pero no coincido con el adjetivo coloquial aplicado a la poesía, a cualquier poesía. Hay un gran equívoco en esto.¿Habrá que calificar de “poesía marina” a la escrita sobre el mar? La poesía es poesía o no lo es. La palabra es materia, como el mar. En cuanto a los objetos no sé si catalizan sueños, ilusiones y esperanzas. Depende. Me encanta esta definición de la antigua cultura china: llama al mundo “las diez mil cosas”. El poeta mexicano Eduardo Hurtado tituló así su libro más reciente. Por lo que se refiere al pájaro representa la necesidad de volar, cualidad que tiene naturalmente.

- En 1959, fecha de publicación de su segundo libro, El juego en que andamos, Juan Gelman manifiesta sus críticas al partido comunista, del que se separaría cinco años después, y se siente en cambio atraído por la revolución cubana, de la que, pasado algún tiempo, igualmente descreería. Todos estos acontecimientos son, como nos dice el poeta,  “el afuera que escribe en uno, pero el que escribe es otro”,  y el que escribe nos transmite en esta  obra la fuerza cósmica, genesíaca, del amor: “Habítame, penétrame./ Sea tu sangre una con mi sangre…Estés en mí como está la madera en el palito” . “Palito”,  un diminutivo ,¡tantos hay en la poesía de Gelman!, sinónimo de ternura, de fragilidad con horizonte.

- Creo que , sobre todo, expresa la ternura, el asombro y la magnitud del sentimiento amoroso que encarna hasta en lo más pequeño.

- Diminutivos, pálpito íntimo del lenguaje, y la contradicción, más que el oxímoron, según indica el poeta, que articula también su creación poética: “Si me dieran a elegir, yo elegiría/ esta salud de saber que estamos muy enfermos,/ esta dicha de andar tan infelices”. Un  paso más en este itinerario esencial, pues todo nos conduce al ser humano más allá de lo accidental, es Velorio del solo, publicado en 1961, obra que nos revela otra cuestión clave del universo gelmaniano, la imposibilidad de saber quiénes realmente somos, unida en el poema que da título al libro a la soledad radical y a la inocencia: “En esto era tenaz y los días de lluvia/ salía a preguntar si lo habían visto/ a bordo de unos ojos de mujer/ o en las costas del Brasil amando su estampido/ o en el entierro de su inocencia (muy particularmente)”.

- Más que imposibilidad, es una enorme dificultad. Así es, al menos en mi caso. Conocerse es un proceso en el que la razón cartesiana no sirve de mucho. La escritura me guía como una linterna en mi interior, pero cuánto hay que despejar para llegar a la verdad de lo que somos y nos pasa. El conocimiento de esa verdad por tal camino es un movimiento constante y cambia al ser. Es de por vida.

- Y junto a esta habitación de nosotros mismos entre tanta tiniebla, en Velorio del solo se trata de la propia poesía, considerándola un “arma” para enfrentarse a los dolores de este mundo y a la muerte. Tarea que el poeta debe desarrollar consciente de que no es el propietario del don de que está investido, sino el siervo que intenta iluminar el rostro de la vida.

- Pienso que todo arte es una afirmación de vida. Borges decía que si supiéramos lo que pasa después de la muerte, desaparecería el 95 por ciento de las manifestaciones artísticas. Creo asimismo que la palabra es de todos, como el aire, y que nunca pretendí que mi poesía fuera un ejercicio moral. Me siento llevado a escribirla por obsesiones que me ocupan. No reflexiono mucho.

- Dos nuevos términos aparecen ahora con su capacidad engendradora, “jugos” (“Jugos del cielo mojan la madrugada de la ciudad violenta”) y  “pedazos”, vocablo alusivo a fragmentación, pérdida, desligamiento, quizá materia sorda.

- El jugo es lo sustancial de cada cosa y hay que trabajar para obtenerlo. No es una palabra intercambiable, pero se puede decir médula, espíritu, meollo, fondo. Los pedazos… A veces tengo la sensación  de que vivimos a pedazos. Otras, nos hacen pedazos.

- El amor como invasión total, alumbrador  de una fisiología emocional en la que cada parte del cuerpo actúa como un todo, desata la “furia”, palabra dotada de un intenso movimiento psíquico, y pervive más allá de la muerte en el poema que da título al siguiente libro Gotán, editado en 1962: ”voy a pasar  toda la muerte tendido con su nombre,/ él moverá mi boca por la última vez”.

- El todo del amor es un momento excepcional. Se da lo que no se tiene y se recibe lo que no se da.

- Otros aspectos de este libro a sumar a su urdimbre poética son el engarce de lo popular y lo culto, la fecundación llevada a cabo por el tango (Gotán es tango al revés), el humor y la ironía.

- Esa convivencia existe en el habla popular. Oigo a veces frases sorprendentes. Y hay letras de tango-para hablar de lo que más conozco-que son verdaderos poemas. Claro que en poesía se trata de otra cosa y no busco esa convivencia, la encuentro, surge por necesidad expresiva. Volviendo al tango se integra en mi obra por  razones de vida, supongo. De muchacho salía a bailar casi todas las noches con los amigos del barrio. Eso lo sé. Lo que ignoro es en qué medida me acuñó junto con la lectura de los grandes poetas. En Gotán -como usted dice, tango al revés- ironizo sobre cierta mitología que en mi época, y aún hoy, baña la ceremonia de bailarlo. Por ejemplo: “Y la costurerita pálida y mustia/ que pesa lo que puede pesar un mirlo, /nos dice con su voz llena de angustia:/ “El tango, pa’bailarlo, hay que sentirlo”. Me ocurrió, ¿sabe?

- Juan Gelman  trepana el lenguaje con las vicisitudes de la existencia, busca la máxima precisión al nombrar exigida por la poesía, por eso en Cólera buey (de nuevo la contradicción), una de sus obras mayores, aparecida en 1965 en La Habana, y revisada y ampliada en la edición bonaerense de 1971, se producen una serie de movimientos sísmicos en el idioma empleado, consistentes en la transformación sin normas  de la morfología y la sintaxis, la creación de neologismos y la ausencia de puntuación, acompañados de la invención de seudónimos. Todo lo cual nos plantea interrogantes sobre los resortes íntimos de esta revolución lingüística.

- El título Cólera buey habla de cólera castrada, que fue una experiencia de vida. Me fui del partido comunista convencido de que obedecía a oportunismos varios, como antes señaló, y la revolución cubana, igualmente ya citada, nos mostró a muchos que ese sueño era posible en América Latina. Pero no encontrábamos la manera de llevarlo a cabo en Argentina y pasé un largo período de desorientación política que coincidió con situaciones personales difíciles. Mi poesía se encerró en un intimismo estéril. La intimidad, desde luego, forma parte de la subjetividad, pero no es toda la subjetividad, es un territorio mucho más amplio. Inventé entonces unos sosias que me ayudaron a salir de la clausura en que me había encerrado yo mismo: un inglés John Wendell, primero, luego un japonés, Yamanokuchi Ando y por último el estadounidense Sydney West. En el camino Dom Pero, un presunto poeta español del siglo XV. No son heterónimos, como los de Pessoa, son seudónimos que me permitieron romper el cerco y recorrer otras obsesiones. Tropecé además con los límites de la lengua, no alcanzaba palabras para esa  cólera castrada. Y sí, es el afuera que interviene en uno, sacude la vida, marca a la expresión. Esto se acentuó durante mis catorce años de exilio, llenos de dolor, impotencia, indignación y odio. Las furias y las penas, que decía Quevedo.

- Cólera Buey está compuesto por un poema al comandante Guevara y por  textos de nueve libros inéditos con vibraciones muy diferentes, acompasadas a la diferente tensión anímica del autor en cada momento, donde se entrecruzan, según señala Miguel Dalmaroni, “discursos heterogéneos, como lo público y lo íntimo, la política y la literatura, o lo narrativo y lo lírico”; “convivencia -añade Dalmaroni-  que será ya el sello identificativo del conjunto de su obra”. A lo que se añaden dos tipos de escritura: la que implica directamente al propio Gelman, y la que surge del desdoblamiento en otros “yoes” (con el resultado de extrañamiento) y la alteración de los espacios y los tiempos. A este segundo tipo pertenecen  los libros Traducciones I. Los poemas de John Wendell; Traducciones II. Los poemas de  Yamanocuchi Ando y Traducciones III. Los poemas de Sydney West, poemas estos últimos que constituyen historias narradas en tercera persona, donde se  lamenta la muerte de una serie de habitantes de Melody  Spring o Spoker Hill,que podríamos ubicar en el Medio Oeste de los Estados unidos si no fuera porque el propio Gelman nos avisa, no sin cierto humor, de que se trata de “un pueblecito del sur de la provincia de  Buenos Aires”, y de que detrás de Sydney West quizá haya un argentino, porque -afirma- “el libro respira los problemas, la atmósfera y el idioma de los argentinos, o no”. Los poemas de Sydney West ,declara Alicia  Borinsky, “nos ofrecen un espacio utópico que desarrolla la capacidad disociativa de lo fantástico y donde se nos asegura que hay lugar para el cuchicheo, para las parodias de la traducción y para esa gran fiesta íntima a la que nos invita el escritor argentino cuando entramos en su juego”. Valgan  como ejemplo estos versos: “Cuando Gallager Bentham murió/ se produjo un curioso fenómeno:/ a las vecinas les creció el odio como si hubiera aumentado la papa/ feroces y rapaces comenzaron a insultar su memoria/ como si el deber obligación o tarea de gallagher bentham/ fuera ser inmortal”.

En Cólera Buey, aparte del compromiso político, el cuerpo de la mujer  es fundación, cobijo, inundación animal, resplandor, ternura, placenta de los sueños, lugar sin geografías del amor, incendio de un mundo en libertad: “sonríe como un cómplice/bajo el calor suelta sus animales bellos desnudos indolentes/ y recorren la tierra llenándola de ansias de carne en libertad/ ella prepara sus abismos/ ninguno la conoce/ en la mitad de la noche me despierta la oigo cómo enciende su furor/ y las crepitaciones/ de rostros que ella quema lentamente/ contra su voluntad”. Por último, en esta obra central por todo lo ya dicho, se acentúa el convencimiento de que la creación poética es el resultado de una suma de voces.

- La poesía debe ser hecha por todos y no por uno, pedía Lautréamont. De algún modo es así, aunque los poetas sean pocos. Los pueblos crearon y siguen creando las lenguas y quién sabe cuántos antepasados hicieron la palabra “mar”. Pero hoy el autor no desaparece, aunque la suya sea una voz más. Un poeta es cualquier hombre, pero cualquier hombre no es un poeta, decía Raúl González Tuñón. El sueño de todos: desaparecer en el anonimato y que la gente recuerde o diga sus poemas sin conocer el nombre del autor. Le sucedió a González Tuñón durante la guerra civil española.

- Coincidiendo con la publicación ampliada de Cólera Buey aparece Fábulas, en 1971, poemario con atmósfera onírica, presencia de lo mágico y una potente imaginación, donde continúa esa cirugía a que somete el lenguaje Juan Gelman, en este caso el cambio de género (“las pechos tristes”, “una camino”), que  tiene como consecuencia la incorporación  de  la realidad en toda su complejidad, física y psíquica al poema. Operación realizada -afirma el autor-“sin perseguir objetivo alguno. La poesía no es cuestión de voluntad y el mejor momento es cuando ella nos mueve la pluma”. Movimiento  umbilicalmente unido al ritmo, creador de sentido.

- El ritmo es absolutamente esencial, es la economía de poema y de todo arte. Las palabras sólo pueden cabalgar en él haciendo música.

- A medida que avanzamos por una obra donde transparece la vida del autor, siempre trascendida por la palabra poética, con el fin de que resuene en corazones muy diferentes, lo íntimo se va tornando cada vez más voz colectiva. Esto sucede ya en plenitud cuando en 1973 se publica Relaciones, año del regreso de Perón a la Argentina, tras cuya muerte asciende a la presidencia su esposa Isabelita, quien nombra ministro de Bienestar Social a José López Rega, creador de  la Triple A. Comienza de este modo a abrirse una sima en el país de Gelman, que desembocará poco tiempo después en los años atroces de la dictadura. El escritor, miembro entonces de la organización Montoneros, que pronto pasará a la clandestinidad, realiza  una intensa actividad en favor de los derechos humanos; por eso Relaciones -como señala la profesora  Mª Ángeles Pérez López- “trata de la injusticia, la tortura, la anulación del diferente, la ignominia de la historia ,la insuficiencia de la poesía y el amor como forma de dolor”. El amor, que como ya hemos indicado, es núcleo de su poesía, supera la relación entre dos seres   para manifestarse como una fuerza cósmica

- No se muere de amor, se vive por amor. Y no se trata sólo del amor a la pareja, sino a la existencia misma con todo lo que la moldea. Hay quienes aman a la humanidad en general, pero odian a la gente en particular. Esto no me pasa.

- Relaciones es también un libro en movimiento hacia “el otro”, transitivo, que, a pesar de la insuficiencia del lenguaje para transmitir determinadas situaciones, es consciente del valor de la poesía para consagrar la dignidad de los oprimidos, para ser un bálsamo y para dar eternidad al instante. El poema titulado Bellezas, cuyo final transcribo, dirigido a los escritores, especialmente a Octavio Paz, Alberto Girri y José Lezama Lima , es un acto de fe en el poder de salvación de los versos: “Octavio José Alberto niños ¿por qué fingen que no llevan la calma donde reina confusión?/ ¿por qué no admiten que dan valor a los oprimidos o suavidad o dulzura?/ ¿por qué se afilian como viejos a la vejez?/ ¿por qué se pierden en detalles como la muerte personal?”. Y en ese diccionario de términos-símbolos que podría hacerse con la obra de Gelman, aparece ahora “tela”,que lo mismo es frontera, que nutriente vida o anuncio de muerte.

- La tela es un tejido que urdimos cada día, desparejo, abrigador, mortífero. La vida entrega los hilos.

- Los malos presagios que se cernían sobre Argentina, se convierten en tragedia el 24 de marzo de 1976 cuando una Junta Militar da el golpe de Estado. El horror y el desgarro  colocan al poeta en un abismo de ausencias que le dejarán una huella indeleble y vulnerarán hasta la respiración del lenguaje. Entre esas ausencias, lo recordamos de nuevo, su hijo Marcelo, de veinte años, y su nuera, María Claudia, de diecinueve y embarazada de siete meses, ambos secuestrados y asesinados, y su nieta, Macarena, que nada más nacer fue entregada a la familia de un policía en Uruguay. En su búsqueda Juan Gelman comprometió 23 años de su vida, hasta que en 2000 se produjo el encuentro. A ellos se suman otros seres muy queridos, igualmente asesinados o desaparecidos por la dictadura, como los escritores Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Miguel Ángel Bustos y Paco Urondo. El sufrimiento mina la carne y el espíritu de Gelman que se halla en un estado de fragilidad añadida: la del que ha perdido sus raíces, la del exiliado que, en un acto de suma generosidad, al analizar esta condición se siente uno más entre los expulsados.

- En mi caso, llegué a la sensación de que todos somos, de algún modo, exiliados en esta tierra. No me refiero a la manida frase “ciudadano del mundo”. Hablo del destierro material y espiritual que padecen miles de millones de personas, expulsadas de una vida digna y de una felicidad posible. El cabalista Isaac Luria imaginó que el primer exiliado fue Dios, ocupaba el universo entero y tuvo que abreviarse para dar lugar al mundo.

- Pero existe una patria de la que nunca somos desterrados: la lengua

- A pesar de los genocidas, la lengua permanece, sortea sus agujeros, el horror que no puede nombrar. El ser humano creó las lenguas y hace cosas que ellas no pueden nombrar. El ser humano está dentro y fuera de la lengua. La poesía, lengua calcinada,  tuvo que padecer en nuestro Sur discursos mortíferos, tuvo que atravesarlos y no salió indemne, pero sí más rica. Es que la poesía es un movimiento hacia el Otro, busca ocupar un espacio que en el Otro no existe. Pero,¿cómo hacer olvidar a la lengua su ayer manchado de espanto? ¿Cómo cicatriza la lengua olvidando su ayer?.

- Muchas preguntas e interjecciones habrá a partir de este momento en la poesía de Gelman, mucha necesidad de habitar la intrahistoria de la lengua, de diálogo dentro de ella, de encarnación de los ausentes entre sus huecos , en sus fisuras transformadas en luz. Hechos, el libro que abre la etapa del exilio y que no se publicará hasta 1980, introduce la barra gráfica, que acompañará al lector de ahora en adelante, y que no es un signo gratuito, sino que le obliga a hacer una pausa inconsciente dinamizadora del pensamiento, e integradora, a pesar de la aparente separación del verso, con lo que se acentúa la revelación ínsita  en el poema que, ante la nueva y dramática situación,  se convertirá en campo de resistencia, denuncia y reconstrucción del propio ser del poeta, en compañía siempre de los ausentes, con la energía prestada por la propia evolución de la lengua y  el futuro virgen alentado por la mujer; sin prescindir nunca del misterio entrañado en la creación poética, ni de las relaciones mágicas que se entablan dentro del cuerpo del texto. Una doble fractura, íntima hasta casi nublar la identidad del autor debido al dolor, y exterior, de desposesión de su país, entendiendo por país un entramado de relaciones físicas, afectivas y comunitarias, configurará a partir de este momento el mundo personal y literario de Juan Gelman. Y la primera respuesta será mirar de frente a los ojos de la derrota, cohabitando  con sus muertos, abrazándose a la memoria como un alba herida y rebelándose contra las furias o tinieblas interiores. Algunos versos entresacados de varios poemas del libro Notas, escrito en la segunda mitad de 1979, lo expresan bien: “te mataré los pedacitos./ te mataré  uno con paco./ otro lo mato con Rodolfo./ con Haroldo te mato un pedacito más./ te mataré con mi hijo en la mano…te voy a matar/ derrota.------. dicha infeliz/ país de la memoria donde nací/ morí/ tuve sustancia/ huesitos que junté para encender/ tierra que me entierraba para siempre.----- ya no te quiero/ furia/ no te quiero más/ rabia me desolás el corazón/ me volvés ciego el corazón”. “Huesitos” y “pedazitos”, palabras aparecidas en estos versos, significan una disección anatómica no sólo materia sino animada por el espíritu, dotada de biografía.

- Los ausentes vuelven de su pérdida y su repetición se convierte cada vez en otra cosa. En esos regresos hay mucha vida que pasó y, como usted señala, en el cuerpo y el espíritu se anidan. Fueron seres humanos  que buscaron un país más justo. Con los 30.000 desaparecidos también desapareció ese proyecto. A veces, cuando escribo, termino con dolor de huesos.

- El camino interior hacia los ausentes, hasta desvelarlos en una constante presencia, pasa por el despojamiento hasta el olvido de un mismo, por una vía unitiva escala silenciosa hacia el amor, por un no entender que colma; lo que significa el encuentro con los místicos.

- Fue, en efecto, un encuentro.  Leí a San Juan y Santa Teresa en mi juventud, pero en el exilio me dijeron otra cosa. Me hablaron del amor y de su presencia ausente. También las dos Hadewijch de Amberes, Beatriz de Nazaret, los escritos y la música de Hildegarda de Bingen, otras, otros.Tal vez haya leído usted estos versos de Guillaume de Saint-Thierry, el místico francés del siglo XII: “En la escuela del noble amor/ se aprende la ira sublime/ que al hombre sensato, en un instante/ convierte en errante vagabundo”. Hice parte de este viaje en compañía del inolvidable y querido José Ángel Valente.

- Así como Valente fue desembocando en el silencio, parece que el trato con los místicos a través de los poemas contenidos en los libros Citas y Comentarios, publicados conjuntamente en 1982, nos acercan también a él por sus zonas insondables, por su temblor de amor y fusión entre dos seres,  por la soledad querida.

- Es posible. No me ha ocurrido todavía, aunque mis poemas son ahora más breves, más concentrados. Tal vez sean el umbral del silencio. Pero no olvide usted que la experiencia de los místicos se cumple en la escritura.

- La toma de conciencia de una existencia doblemente exiliar, a través del pulso de la lengua, de sus manifestaciones más extremas de belleza y emoción, es la arritmia (salvadora) que guía su mano a la hora de escribir durante todos estos años. Por eso busca otro horizonte más, en el diálogo con el ladino, sefardí, o judeo-español que se produce en Dibaxu, obra  nacida entre 1983 y 1985 y acompañada por su traducción al castellano actual,  cuya lectura se recomienda que sea oral, para de este modo -pienso- hacer táctil el paso del tiempo.

- Me atrae del sefardí el candor de su sintaxis, la ternura de sus diminutivos y me conmueve como lengua antepasada. A ese estadio del castellano que fue lengua hace siglos y hoy está en vías de extinción, me llevó el diálogo que sostuve con el castellano del Siglo de Oro plasmado en Citas y Comentarios. Y también el exilio, porque fue lengua de exilio de los judíos expulsados de España. En cuanto a la posibilidad de una lectura en voz alta lo explico en el “Exergo”: “para escuchar, tal vez entre los dos sonidos, el del sefardí y el castellano de hoy, algo del tiempo que tiembla y nos da pasado desde el Cid”.

- Y el soplo del expulsado se detecta en toda la cultura judía, si la auscultamos, de ahí que Gelman sintonice visceralmente  con ella,aparte de sus orígenes, “una cultura -dice- cuya extraordinaria cualidad estriba en que fue construida a lo largo de los siglos alrededor de un vacío: el vacío de Dios, el vacío del suelo original, el vacío que conlleva a la Utopía”. Vacío que es para el poeta un tempero a punto de concebir, un espacio de revelación.

- El vacío, sí. La poesía le da forma al vacío, lleno de rostros desconocidos todavía. La nada es la muerte.

- Cuando la memoria arde y no admite la quietud, cuando se quieren borrar las distancias y hallar un respuesta en quien ya no tiene lugar ni hora para contestar, el poema adquiere la temperatura de la carta, y entonces el dolor se agiganta hasta la asfixia, y las preguntas se vuelven ojos, pasos, voz del interrogado. Todo esto es lo que sucede en la Carta abierta, dirigida por Juan Gelman a su hijo Marcelo Ariel, asesinado por la dictadura argentina, veinticinco poemas escritos en enero de 1980, de los que, al menos unos versos, deben hablarnos: “con la cabeza gacha ardiendo mi alma moja un dedo en tu nombre/ escribe las paredes de la noche con tu nombre/ sirve de nada/ sangra seriamente/ alma a alma te mira/ se encriatura/ se abre la pecho para recogerte/ abrigarte/ reunirte/ desmorirte/  zapatito de vos que pisa la sufridera del mundo aternurándolo/ pisada claridad/ agua deshecha que así hablás/ crepitás/ ardés/ querés/ me das tus nuncas como mesmo niño”.

- En este instante Juan Gelman rompe su silencio escuchador: “La dictadura militar argentina se caracterizó por una práctica siniestra: el secuestro de ciudadanos inermes, su tortura en centros clandestinos de detención, su asesinato y la desaparición de sus restos. Los militares guardaron silencio, y lo guardan aún hoy, sobre el destino de los que llamamos desaparecidos y así duplican su impunidad. Hoy se sabe que fueron asesinados, arrojados al mar vivos, incinerados o enterrados, pero en los años  de la dictadura, los familiares vivíamos acosados por la pregunta ¿están vivos, están muertos? Y en medio de esa angustia dolorosa, el deseo y la esperanza, siempre, de recuperarlos con vida. Esa esperanza se mantuvo incluso hasta años después de que los militares dejaran el poder. Conozco a una madre que limpiaba y arreglaba todos los días la habitación del hijo desaparecido, servía la mesa con el plato de sopa que él solía tomar de vuelta del trabajo y dejaba la puerta abierta para que pudiera entrar. No fue el único caso. Es muy difícil imaginar la cantidad de monstruos que alimentaban el insomnio de esas noches, los fantasmas diurnos que nos visitaban, las alucinaciones, creer que un muchacho que pasa por la calle es el hijo perdido porque camina como él, los rostros brutales de la incertidumbre,¿lo estarán torturando mucho?, ¿cómo será cuando regrese?, y tanto más. Supongo que algo de eso está presente en Carta abierta”.

- Tan grande es el amor por el hijo, el deseo de darle vida, que –añade el poeta- “el hijo desaparecido engendra a otro padre”. Esta misma conjunción astral de la sangre de dos seres, trastornadora de la propia relación familiar, se consuma en otra misiva, Carta a mi madre, cuyo origen  podría ser objeto de un relato: “Gelman, que vivía en Managua en 1982, recibió en el mismo día tres cartas: una de su consuegra que le dice que ha visto a su madre en una residencia de ancianos activa, organizando la biblioteca; otra de su hermana, que le da la noticia de la muerte de su madre, y una tercera de la propia madre que le habla de sus recuerdos lejanos”, así lo expresa el poeta mexicano, ya en otro lugar citado, Marco Antonio Campos, en el epílogo de la edición de 2007 de este poema largo que, en principio, fue una carta abandonada en un cajón durante muchos meses, y luego se transformó en un texto poético escrito en julio de 1984 en Ginebra y París, y en noviembre de 1987 en París. Obra confesional, como corresponde a su primaria naturaleza epistolar, y redentora desde una interminable cadena de preguntas medulares, pues hechas dentro del ser al que se dirigen, diseccionado en órganos movibles interiormente como el espíritu. Carta a mi madre ilumina dolorosamente toda la existencia del poeta, y le muestra el rostro más hondo del destierro: el que asume la vida entera de la persona que ama hasta ser su doble, y no es capaz de responder sino con la separación; pero cuando el destierro toca fondo hay una purificación, que es renacer, y se abre la esperanza. Se trata de un estremecedor poema en el que la muerte, o el desencuentro absoluto, se torna presencia raigal. De él transcribo pequeños relámpagos:”¿por qué tan vivo está lo que no fue?/ ¿nunca junté pedazos tuyos?/ ¿cada recuerdo se consume en su llama?/ ¿eso es la memoria?/ ¿suma y no síntesis?/ ¿ramas y nunca árbol?----me hiciste dos/ uno murió contuyo/el resto es el que soy/ ¿y dónde la cuerpalma umbilical?/ ¿dónde navega conteniéndonos?/ madre harta de tumba: yo te recibo/ yo te existo/ ----así mezclaste mis huesitos con tu eternidad/ tus besos eran suaves en noches que me dejaste solo con el terror del mundo/ ¿me buscabas también así?/ ¿hermanos en el miedo me quisiste?/ ¿en un pañal de espanto?/ ¿o me parece que fue así?”. En este poema, además -como afirma Antonio Gamoneda- se incardina la creación poética en la creación de la vida:”¿por eso escribo versos?/¿para volver al vientre  donde toda palabra va a nacer?”. “Pasamos -añade Gelman- del vientre materno a la lengua materna, de una matriz material a otra espiritual, que no nos abandonará hasta nuestra muerte”.

- En el desarrollo orgánico de esta obra labrada por tormentas y desiertos interiores, y siempre con la memoria en celo, llega un momento en el que la propia biología atempera la gelmaniana “furia”, que el poeta identifica con la tensión de las palabras, siempre sin renunciar a ninguno de sus principios y  sin dejar de estar fecundado por los ausentes . El año 1988, en que viaja a México con su segunda esposa, Mara La Madrid, país en el que ha residido desde entonces, abre un nuevo horizonte vital en el que el exilio se modula con la voluntariedad del trasterrado, y  donde la familia y los amigos son un ámbito donde es posible que lo perdido fluya como un atardecer y el amor  sea un pacto con la vida. Y sobre todo, dos años después, se produce el encuentro en Montevideo con su nieta Macarena Gelman García, pues ya lleva sus apellidos. Incompletamente, Valer la pena, País que fue será y este mismo año Mundar, son los libros nacidos en la que podemos denominar, para entendernos nada más, tercera etapa, en la que el lenguaje se hace más transparente y la voz se templa.

- Los años enseñan a convivir mejor con la pérdida. Por otra parte, se han reiniciado en  la Argentina los juicios contra los asesinos y torturadores de la dictadura militar. Es un logro de la sociedad, que comparto.

- En Incompletamente, publicado en 1997, el pájaro, símbolo nuclear en la poesía de Juan Gelman, es vuelo conciencia que traza con sus alas los invisibles círculos del desamparo, cruza con su impulso el vacío hasta amanecer un rostro, habita la sombra de lo inexistente para que no quepa el olvido, y aunque pertenezca al aire que falta, mantiene los ojos bien abiertos: “dibuja su claro delirio con los ojos abiertos/ canta incompletamente. El pájaro representa por tanto, sensorial y emocionalmente, la realidad vivida por el autor argentino que, ahora, tampoco, renuncia a ser dentro de todo aquello que le fue amputado, ni  a injertar  el recuerdo en el centro del sufrimiento para, en el límite, permitir a los sueños transpirar.

El encuentro con su nieta tras un largo alumbramiento de 23 años, acompaña la publicación en 2001 de Valer la pena ,título procedente de un verso de su amigo Paco Urondo calificado por Juan Gelman de “anfibio”.

- Tiene, al menos, dos significados: el corriente, comprar algo que vale la pena, esforzarse por conseguir algo que vale la pena, etc, y el otro, que llama al dolido a ser digno de su dolor.

- Es este segundo sentido, sin duda ,el que se corresponde con un libro que atañe a esa dignidad  para asumir el dolor desde el territorio del lenguaje, para a través de la palabra “ ardida de ausencia”,  reunirse de nuevo en su mansión más íntima con su país (“Una vaca pace en el hueso que vas a recordar), con los derrotados (“hablan con un fulgor maltrecho en la boca/ que no se termina de apagar”),con su abuelo (“Me mira con las ojeras lentas/ de quien veló el espanto”), o con su hijo Marcelo (“Tu saliva está fría y pesás/ menos que mi deseo”). Se trata de una obra en la que se intenta “cavar”, interminablemente, en lo que flota sin fondo como el horror, en la que hay un hondo callar que piensa y el cuerpo de la amada es el único lugar de resurrección (“Nacer es el apetito que das./ Caballa de la boca---los pedacitos del amanecer/en un rincón de la lengua”). No falta tampoco la ironía (“El poema no pide de comer. Come/ los pobres platos que/gente sin vergüenza  o pudor/ le sirve en medio de la noche”), ni la convicción de que la poesía “debe contar”, “no es un destino” y “sólo es rica en preguntas”.

La confusión de tiempos es, como ya apuntamos,  corolario de la escritura total, integradora, de Juan Gelmán, y tiene uno de sus últimos ejemplos en País que fue será ,título suficientemente claro a este respecto, más si a continuación leemos el epígrafe, puerta de entrada al poemario, de Guillaume de Poitiers: “El Paraíso perdido nunca estuvo atrás. Quedó adelante”

- Yo diría -interviene Gelman- que los instantes del presente se convierten en pasado con suma rapidez. Alguna vez fueron futuro.

- Esta confusión, o quizá mejor fusión de tiempos, origina- creo- en el lector la sensación de cierto descabalgamiento existencial, de no llegar a tiempo o de vivir un tiempo robado, y por tanto sin anclaje. De ahí ese constante “cavar” que vuelve a aparecer en este poemario, o como subraya el poeta, “el querer llegar a un fondo que no existe”. Y el imperativo más que nostalgia, de buscar tierra firme en la infancia (“¿No sabías que los otoños de un violín/ resuenan sobre nuestra cabeza?”), referencia  a su primer libro muy bien vista por Mª Ángeles Pérez López, o (“Han desaparecido los barcos/ que navegó mi juventud en / un vacío incesante”). Todo lo cual requiere la búsqueda, en compañía de la amada, de la duración: “Tu aire es el sol que tengo/y escribe ayer en hoy./El viaje es de hagamos/cielos que duren”.

- La reafirmación del compromiso con la poesía alcanza un grado máximo en País que fue será ,hasta el punto de  transformar al poeta -dice Juan Gelman-“en hijo de su obra”. Un libro solidario en donde, además, se abordan  temas tan actuales como la guerra de Irak, la pobreza en el mundo o la crisis económica de la Argentina en 2001.

- En esta travesía sin puerto, pues en la navegación está la altitud de la aventura existencial, llegamos a su último libro, Mundar, publicado este mismo año por la editorial Visor en su nueva colección de poesía “Palabra de Honor”. Visor, que asimismo ha editado  otros libros de Gelman, ha comenzado ya a publicar su obra completa como Biblioteca de Autor. Mundar, compuesto por ciento veintiún poemas, está encabezado por una cita de la mística alemana Hildegarda de Bingen que reza así: “El sonido con que resuena toda criatura” que, enseguida, nos pone en relación con lo inefable, y nos revela una vez más la comunión del escritor con la expresión literaria de la experiencia de lo divino a través, sobre todo, de San Juan de la Cruz y Santa Teresa. En cuanto al título  es un neologismo que permite una lectura abierta, en todo caso alusiva a estar y ser en el mundo, aunque atendiendo al fondo de esta poesía, me atrevería a convertir mundo en un sinónimo de volar, por la carga simbólica, reiteradamente manifestada, que tiene en ella el pájaro cantor que, en palabras del creador y crítico literario Saúl Yurkievich, desgraciadamente ya fallecido, “encarna al poeta al asociarlo a un ser alado, lo que implica despegue, elevación, belleza, y se opone a clausura, abatimiento y bajeza”. Características todas predicables de la biografía y los textos de este escritor  que, con las alas tronchadas, siempre remontó el vuelo. Mundar,una obra de plenitud, despliega todas las resonancias del universo gelmaniano, donde hay vocablos constitutivos como el repetido pájaro, sol, otoño, furias, niebla, vacío, país, niño o caballo; términos con un hondo horizonte simbólico entrañado en una realidad dolorosa de pérdida y destierro, donde las huellas del tiempo apenas dejan respirar el presente, donde se vuelve a los orígenes y el amor es salvación. Hermosos e intensos poemas de amor son la savia de este libro, presididos por un no saber, por lo que las palabras callan, o por la dificultad de conocer a la amada. Hay versos que se grabarán indeleblemente en el corazón de los lectores: “En la cama semidesierta yace/ tu aroma azul. Mis manos/ tropiezan con el vacío/ tu rostro”.

- Juan Gelman que, en los últimos años ha obtenido los más importantes premios, entre ellos el Juan Rulfo, el Reina Sofía de Poesía  Iberoamericana, y el Cervantes, el máximo galardón en lengua española, nos comentó casi en voz baja, mientras paseaba por los patios de la Universidad de Alcalá de Henares, que “espera con serenidad la muerte, porque ha muerto muchas veces, y una más… Que no le preocupa la inmortalidad, aunque le gustaría que algún poema, algún verso, viva más adelante todavía. Que hay grandes poetas en las lenguas de Iberoamérica,  estando convencido de que esa buena salud nunca se acabará. Que sigue escribiendo de una manera obsesiva, como siempre, y que no ha pensado en escribir sus memorias, porque apenas tiene setenta y ocho años. En cuanto a su persecución de la verdad y de la justicia, no cesará, continúa su lucha, por ejemplo para saber qué pasó con su nuera y para que los responsables sean juzgados”.

Aquí se hizo un silencio de noche estrellada en medio del campo, y es que llegaba su nieta Macarena. Gelman le miró a los ojos: brillaban como quien supo… y perdonó y amó.