Iré al combate sólo si tú vienes;

sólo si me acompañas al combate.

Por el mayo paciente y demorado,

iré al combate sólo si tú vienes.

Pues no hay Jerusalén si tú no vienes;

sin ti, sin la mitad de luz del alma,

sin la mitad aún viva de mi alma,

sin la mitad que salvas de mi alma.

Has sido recaída reiterada

y también mi insistencia en la pureza;

si esa fidelidad se tiene en cuenta,

si es pureza insistir en la caída.

Eva la reiterada, mi derrota.

Porque en Jerusalén nada más puro,

nada que tú no seas, nada mío,

porque en Jerusalén nada me vale

de todos los errores que no fuiste.

Eva la reiterada, mi alegría,

nada podía protegerme, nada.

Avasallaste la mitad del alma

y la mitad del alma ardió en la culpa

mientras la otra mitad se iluminaba

reflejando las llamas de ese incendio.

Esa luz era pura y era tuya,

venía de esas llamas y era pura;

aunque viniera de ellas era pura,

porque al menos allí faltó mi orgullo.

Eva de la derrota y la alegría,

tú serás quien me lleve a la victoria,

si en estas condiciones hay combate,

si hay para la victoria condiciones.